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Elogio del mérito

  No sé si creo en la meritocracia pero sí en el mérito. Leo por ahí que estamos en pleno auge de su descrédito. Hay personas importantes e influyentes como Michael Sandel y César Rendueles que han escrito sesudos tratados viniendo a decir que el gobierno de los mejores es cosa mala (no sé si llegan a afirmar que es bueno un gobierno de los peores) e, indirectamente, todo esto trae el debate (es un decir, siempre que hablamos de estas cosas es un debate pequeño, no nos estamos refiriendo a la herencia de Paquirri) sobre qué papel juega la lucha del individuo por su progreso en el conjunto de los bienes que la sociedad recibe. Si es lícito o no que alguien que viene del arroyo se eleve sobre su cuna y se encumbre sobre los otros, simplemente porque ha trabajado mucho para ello y tiene méritos suficientes.  Este es un debate que no aterriza nunca en las pequeñas realidades, más bien es cosa de estudiosos a los que solo leen otros estudiosos y de los que otros estudiosos copian o rebaten

Twain cruza el Mississippi

  Cuando empecé a leer a Mark Twain no sabía que su faceta de crítico literario iba a estar tan relacionada con la obra de Jane Austen . Claro que, entonces, yo no había leído a Austen. Las aventuras de Tom Sawyer es, sin lugar a dudas, mi libro favorito de la infancia. Leído, releído, una y otra vez, siempre me río cuando lo hago, conozco de memoria a sus personajes, sus vicisitudes y no hay ocasión en la que no recuerde que la tía Polly miraba a los niños por encima de las gafas porque no consideraba que eran tan importantes como para verlos a través de ellas. Todo un personaje. Aprendí con Twain que existía una cosa llamada "escuela dominical". Aprendí que había niños que se criaban en la calle, que no querían saber nada de colegios y libros y que los huérfanos tenían la cosa muy difícil. Sobre todo, aprendí que el ingenio y el lenguaje coloquial eran su santo y seña. Imposible no dejarse llevar por sus absurdas situaciones cómicas y su descripción de los personajes a bas

"Llamadas de mamá" de Carole Fives

Todas las hijas y todas las mamás sabemos qué sucede cuando los estudios, el trabajo o la emancipación dan lugar a la distancia, a que la madre y la hija vivan en ciudades distintas y se vean con cuentagotas. Como hijas, hemos sufrido la pesadez de nuestras madres, preocupándose continuamente por si comemos poco, bebemos demasiado, hacemos caso a gente indebida y, en resumen, llevamos una vida decente. Cuando yo estudiaba fuera de casa mi madre conocía a las chicas con las que compartía piso, porque siempre se daba una vuelta en tren para conocerlas. También sabía cómo era la casa, qué plan de vida llevaba y todo aquello que a una madre le permitimos conocer. No sé yo si todos los aspectos de aquella vida eran de su agrado pero, como todas las madres, solo quería cerciorarse de que las cosas marchaban razonablemente bien. Cuando las hijas somos madres hacemos exactamente lo mismo, todo aquello de lo que nos habíamos quejado. Estar atentas al teléfono, enviar carros de comida para asegu

Risas para adornar la vida

(Foto: C.L.B.) He aquí dos libros muy diferentes pero con un denominador común: te hacen reír. "El asesinato de mi tía" y "Flores para la señora Harris".   La risa está infravalorada. Creemos que son mejores o más importantes los dramas, los libros sesudos, las reflexiones intrínsecas y pseudosúpercientíficas. Pero la risa es un bálsamo y, además, muy caro de conseguir. No es nada fácil hacer reír y, sin embargo, es facilísimo hacer llorar. Cualquier argumento edulcorado, con amantes perseguidos, damas en apuros, niños abandonados o viejecitos en trance de ser atacados por un robapensiones, nos puede hacer llorar. Una puesta de sol, una canción de fondo, un paisaje nevado, hasta un árbol de navidad, nos arranca las lágrimas, porque las lágrimas viajan siempre con nosotros y solo hay que accionar, click, una pequeña tecla.  Pero la risa es otra cosa. Y reírse es un acto del ser humano que requiere bastante más que la aflicción. Requiere la puesta en escena de nosotro

Notas sobre libros, lectura y escritura. Víctor Colden

  He aquí un Cameo , el último de la temporada, que  ha realizado Víctor Colden y que contiene algunas reflexiones sobre libros, lectura y escritura. En las imágenes, tres de los libros publicados por este escritor, un gran amante de la literatura y de la belleza de la palabra.  El final de ese libro ya lo conocemos: ganan… las erratas. * Resiste la tentación con todas tus fuerzas: no quieras conocer a tus autores preferidos. ¡Resiste con todas tus fuerzas! * Hace unos días volví a encontrarme con una de esas boutades que tal vez encierren algo de verdad, pero que ya cansan por repetidas: «El escritor también lo es cuando no escribe». Sí, muy bien, muy bien, pero que escriba. * En nuestras estanterías juntamos a veces, con un poco de zumba, los libros de autores enemistados (Marsé y Umbral, Trapiello y Marías…). «Venga, a hacer las paces». * ¿Se puede escribir una novela sin una buena dosis de egoísmo? El que se necesita para, haciendo caso omiso de lo de alrededor, dedicarse

No queda más remedio que hablar de amor

  (Jackson Pollock) (Hans Hoffman) (Willem De Kooning) (Jasper Johns) En oleadas, desde la adolescencia, todas las conversaciones han tenido en el fondo el amor. Y todas sus variantes: el desamor, el desprecio, la atracción, la pasión, el beso, el abrazo, el encuentro, la búsqueda, la conquista, la seducción, la pérdida. Las chicas del océano atlántico charlaban en las casapuertas o en las azoteas. Susurros convertidos en olas. Olas vibrantes de salitre amoroso. Mareas que iban y venían según las edades, el tiempo, las estaciones, la presencia o la ausencia de los muchachos amados.  La juventud es el tiempo en el que las preguntas comienzan a tener respuestas y a tener otras preguntas adosadas. Cada pregunta tiene consecuencias. Secuelas. Has escogido al hombre inadecuado. Has llamado a una puerta cerrada. Te has equivocado al creerte enamorada. Esto no es el amor, es otra cosa. El amor limpia las lágrimas y las encera, las convierte en inamovibles ejemplos de una llama que corre por t

Leyendo en un jardín

(Mujer leyendo en un jardín. August Macke. 1914) Quisimos tener un jardín que nos recordara al mar de olivos que dejaste atrás. Un océano pleno y ruboroso, con sonidos distintos y con veredas inciertas.   La naturaleza te juega estas malas pasadas. Consigue que se convierta en tu segunda piel, en el refugio secreto, en el lugar al que vuelves sin remedio. Por eso quisimos tener un jardín que a ti te trajera el sonido de los olivos y a mí el aire del mar. Una doble intención, un truco de prestidigitador, una lucha.  De modo que colocamos la tierra en las macetas, construimos los arriates, plantamos las semillas, levantamos las cañas, amarramos con cuerda las ramas más díscolas, pusimos el abono, elegimos las especies, regamos el resultado y esperamos. Y, en torno a ello, la cerámica de colores, los azulejos pintados a mano como si un alfarero de Triana se hubiera pasado por allí a echar un ratito. Todo el azul de mi océano, todo el verde de tu campo de olivos. Azul-verde-mar sin mácu

La luz del horizonte

 ©George Hoyningen-Huene Horst y su modelo. Traje de baño por A.J. Idoz. Ltd. Paris, 1930 Recorrimos aquella costa que no era la nuestra. No era arenosa y afable, no tenía dunas móviles ni restos arqueológicos, no sonaba a música ni llevaba en su retrato vistosas tablas de surf. Era una costa lejana e insegura, anclada en un pasado que no nos pertenecía, una costa rocosa, alta, acantilada, imberbe. Una costa aséptica y dudosa. Una costa que resultaba áspera al pisarla y difícil al abandonarla. Pero en ella estabas tú.  Ese viaje improvisado, ese recibimiento en la pequeña estación de tren, esa forma de alzar los brazos a modo de bienvenida...todo se guarda en un recipiente tan oculto que es imposible destaparlo si no se insiste en el recuerdo. Salimos de allí en un coche azul marino que funcionaba mal y pisamos el angosto suelo de un restaurante desconocido para mí en el que servían unos ojos amables. Comimos pescado de nombre diferente y un postre hecho con las grosellas de la tarde a

"El corazón es un cazador solitario" de Carson McCullers

  El corazón es un cazador solitario, la primera novela de Carson McCullers , se convirtió en un clásico desde que vio la luz. Extraordinaria circunstancia esta, también ampliable a otros de sus libros, todos ellos admirados y muchos llevados al cine. El sur de Estados Unidos es el escenario de la novela, una ciudad pequeña en la que todos los personajes llevan consigo el peso de la soledad y, a veces, del desarraigo.  John Singer, el protagonista, es un hombre sordo que, al quedarse sin su compañero, se ve obligado a alquilar una habitación al joyero Kelly y allí, de forma milagrosa y extraña, comienza a recibir las visitas y las confidencias de todos aquellos desarraigados, preocupados, extraños y difíciles habitantes de la pequeña ciudad. Una adolescente, un médico, un obrero, el dueño de un café, todos ellos acudirán, en extrañísima procesión, a visitar a Singer y a contarle sus propias penas y vicisitudes, quizá no para que los entiendan sino, simplemente, para expresarlas.   Car

Los libros de enero

  Esta muchacha lee plácidamente junto a una ventana entreabierta. El suelo, la pared, las cortinas, todas en tonos dorados, le da un aire cálido a la escena. También su falda, larga, es de los mismos tonos. Reposa la espalda sobre un cojín. Una mancha de azul es su jersey y esos mismos tonos azules parecen querer entrar por la ventana, desde la naturaleza. En el alféizar, un sencillo jarrón de cristal alberga unas flores rosadas. Los pies, desnudos, reposan sobre una peana, y bajo ella, hay una alfombra suave y bien dispuesta. Toda la escena respira ternura, sencillez, belleza, tranquilidad. Es una mujer serena, absorta en la vida que el libro le narra, abierta a las sensaciones de las palabras. Una perfecta muestra de la felicidad. Clara luz dorada del silencio. Este mes de enero de 2021 me ha traído la lectura de siete libros sobresalientes. Alguno más se ha quedado en el camino pero hablaremos solo de estos, porque cada uno de ellos ha aportado ratos de placer, entretenimiento, fel

Cualquiera de esas fotos

  La fotografía es una de esas ventanas al exterior que son capaces de emocionarnos y de levantar las alfombras de nuestro interior. Toda la historia del siglo XX tiene ahí una fuente documental extraordinaria. Las guerras, los conflictos, los cambios sociales, las luchas, las relaciones personales, el arte, la moda, los descubrimientos…La fotografía es testimonio y es cultura, técnica e imaginación, una fórmula infalible para mostrarnos sin invadirnos. Suelo buscar fotógrafos por ahí y en ocasiones hay alguno que me inspira, me devuelve alguna pregunta o me facilita una respuesta. Verdades, mentiras, engaños, sueños, fantasías, realidades, culpas, miedos…Todo se puede condensar en una foto.  Tuve un marido fotógrafo una vez. Se detenía en los lugares más inhóspitos para hacer instantáneas y yo esperaba impaciente porque hacía frío, calor, lluvia o niebla. No parecía importarle nada más que su objetivo y la imagen que quería captar. Después se encerraba en su laboratorio casero, oscuro

"Emma" o la alta comedia

  Retrato de Lady Hamilton como Circé , hacia 1782,  George Romney  (Londres, Tate Gallery) Emma  es una novela de "minucias". Una larga galería de personajes relacionados de muchas formas entre sí, mantienen diálogos y comparten actividades de modo que engarzan una historia bien estructurada y genialmente resuelta. Todo el libro tiene un aire irónico, humorístico, ligero pero no banal. Es, por eso, la expresión más clara de la alta comedia. Emma es una comedia moderna, con conversaciones funcionales y tramas perpendiculares que convergen en la gran trama general. Es una obra perfecta, la más perfecta de las que escribió Jane Austen y la más perfecta de las que se escriben en su tiempo.  En su condición de social satire o C omedy of Manners  estamos de acuerdo todos. Y a ello contribuyen dos elementos fundamentales: el punto de vista especial y original de Austen y su talento para construir personajes y diálogos. Incluso cuando el libro comienza con esa descripción tan positi

"Cluny Brown" de Margery Sharp

 Cluny Brown es la sobrina de un fontanero londinense con buenas posibilidades económicas (me recuerda al padre de Loretta en "Hechizo de luna", ese que engañaba a los clientes con lo de las tuberías de cobre y las tuberías de plomo), que está, todo hay que decirlo, harta de ella. Cluny se las trae, diríamos en plan coloquial. La solución a un estilo de vida poco conveniente parece estar en un empleo de criada en el Devonshire, allí en la mansión campestre Friars Carmel. Lady Carmel y su hijo Andrew también me han traído a la memoria otros personajes, en concreto, Felicity Mashwood y su querido retoño, en la película, divertida, ingeniosa y llena de matices, "Gente con clase" sobre una historia del inefable Noel Coward, al que, por cierto, se alude en la primera temporada de The Crown en un sarao con artistas como Cecil Beaton.  Las andanzas de Cluny Brown en ese contexto tan marcado por normas, ritos y personalidades, es lo que el libro nos cuenta, y lo hace con gr