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"El peor cameo de la Historia (y el Adversario)" por El Extranjero

    El  Cameo  de El Extranjero habla de libros, pero también de chicas, de peinados y de cine. En realidad, todo viene a ser lo mismo: una manera de vivir en la que hay jardines que siempre abren la puerta en primavera.  Dicen que por la mañana hay que vestirse como si por la tarde fueras a quedar con la chica que te gusta . Yo lo intento a diario, pero lo cierto es que cuando tengo una cita reparo más en los detalles. Lo hago todo más despacio. Esto no me sucede solo delante de la chica que me gusta. Ahora, por ejemplo, me está pasando. Escribo como me peino. Tiene que salir algo natural, como intente hacer florituras, me bloqueo y no puedo seguir.  Cuando Kate tuvo la amabilidad de ofrecerme un cameo en su blog respondí agradecido que sí y me fui corriendo al espejo a ver cómo tenía el pelo. Me tranquiliza comprobar que lo tengo delicadamente despeinado. Si el pelo está bien todo está bien. Me gusta cuando me queda un peinado natural que puedo combinarlo con el traje y los vaqueros.

Un racimo de uvas...y un cuadro impresionista

  (Muchacha en hacienda de Nimes, Foto M. Litrán) (Cézanne: Bodegón con manzanas y galletas) (Uvas. Karen Stark) Si eres de ciudad, de una ciudad marítima, rodeada de astilleros, de barcos, de istmos, islas y esteros; si eres de donde el sol se pone dejando una estela anaranjada de belleza inaudita; si eres del lugar donde nacen los vientos, se estiran, se pelean entre sí y te dejan exhausta; si pasaste tu infancia al calor de la azotea, del verdín, del rumor de las olas, del sonido de las campanas que anuncian los naufragios; si desde tu casa se veía el océano; si desde tu calle se llegaba a las salinas; si el sol ponía un pico de color sangrante sobre la plata del agua y de los fuertes napoleónicos; si jugaste entre restos de careneros y aprendiste a buscar coquinas en las orillas... Si todo eso es así, entonces te resultará exótico recorrer esa tierra de viñedos, esas grandes extensiones de lavanda, esos puentes sobre pequeños ríos, esos pueblos medievales que se cierran por la noch

"Normas de cortesía" de Amor Towles

  Amor Towles (1964) es una especie de gentleman, de la clase que ahora puede permitirse la sociedad, no estrictamente vestido de trajes cruzados y gemelos, pero sí con cierta elegancia y gusto. Ama las antigüedades y las colecciona. Es un gran conocedor de la historia del arte y de la literatura inglesa. Adora el jazz. Ha tenido una esmerada educación y sus libros son, por eso mismo, educados y dentro de una escuela de escritura pausada y sin estridencias. Habrá quien diga que cultiva un diletante aburrimiento, si tenemos en cuenta la efervescencia de la literatura americana ahora mismo, pero eso es porque hay gustos para todos. Leer este libro ahora supone marchar a contracorriente porque la mayoría de los lectores de Towles (aunque quizá aún no puede hablarse estrictamente de ese concepto), están leyendo su segunda novela publicada en español, es decir, "Un caballero en Moscú", que ha sido un suceso literario en los últimos meses. No obstante, esta "Normas de cortesía

Las estrellas se asombraron

  (Joaquín Sorolla y Bastida) Rosario la Mejorana (1858-1920) es una rara avis en el mundo del baile flamenco. Su arte, que lució en algunos cafés de cante desde muy joven, tanto en Cádiz, su tierra natal, como en Sevilla, fue efímero, porque se casó muy joven y dejó para siempre el espectáculo público. No obstante, fue capaz en ese breve espacio de tiempo, de poner de moda la bata de cola para bailar por alegrías en los cafés y de alzar los brazos al cielo como nuevo elemento distintivo del baile de mujer. Ambas innovaciones han pasado a la historia del flamenco como propias de la escuela de Cádiz, a la que ella pertenece, la escuela del Raspao, la Fandita o Josefita la Pitraca.  Aparte de su estilo personal a la hora de bailar, Rosario contaba con un atributo que le abrió muchas puertas: su belleza. De ese modo, la estética del baile, que estaba desarrollándose a marchas forzadas desde que se instalaron en los cafés de cante los suelos de madera (los tablaos), avanzó enormemente, no

Que son tus ojos dos soles

  (Joaquín Sorolla y Bastida) Nadie se extrañe si digo que Antonio Gilabert Vargas es uno de los puntales del cante de Cádiz. Junto con Aurelio Sellé, Manolo Vargas o Chano Lobato, por ejemplo. Cante muy diferente del de la escuela cercana, la de Jerez. Fue Luis Caballero el que defendió las características de la escuela de cante de Cádiz y lo hizo con tal seriedad y compostura que ahí quedó la causa para siempre. Antonio Gilbert es La Perla de Cádiz y tuvo una corta vida, desde 1925 a 1975. Aunque su apellido paterno trae reminiscencias de otras tierras (en Cádiz todo el mundo parece ser "de por ahí afuera"), el materno viene, por derecho, de su madre, otra flamenca, Rosa la Papera, cuyas cantiñas se  han popularizado.  La Perla era una trágica del cante, una actriz de la copla flamenca. Cuando murió, con solo cincuenta años, dejó huérfano de compañía a su compañero, el también cantaor y bailaor Curro la Gamba, solo en su ausencia, y desde entonces él cultivó su extraña eleg

Ojos azules, manos temblorosas

  Empezó siendo Brad Pitt y ha terminado como Bradley Cooper haciendo de Jackson Maine: rebelde, astuto e incomprendido. No sabía besar, ni desabrochar sujetadores, le temblaban las manos cuando intentaba rodearte con sus brazos y se trababa al hablar. Era desmañado, torpe, tímido y terriblemente guapo, tan guapo que bastaba con mirarle, incluso aunque no dijera nada, incluso aunque no se dirigiera a ti. Solo mirarle podía enloquecer a cualquiera. La culpa de todo la tenían, todas estábamos de acuerdo, aquellos ojos azules.  Las chicas hacíamos apuestas sobre ello. Porque sus ojos cambiaban tanto de color que nos desconcertaba. Era un muchacho diferente, no solo porque era tan guapo que sobresalía en ese panorama gris de los primeros años de universidad, sino porque no parecía darse cuenta de nada. Vivía ajeno a las pasiones que suscitaba y eso era peligroso. Cualquiera podía entender que andaba siempre sobre la cuerda floja, presa de unos y de otros, de las envidias y las insinuacione

Un hombre extraño

  Una vez conocí a un hombre extraño. No diría que me enamoré de él pero sí que ejerció sobre mí durante un tiempo una fascinación curiosa. Una especie de maleficio que podía haber sido resuelto en alegría y terminó rompiendo en astillas. Era un compañero de trabajo y tenía una magnífica apostura. Era muy alto, con el cabello gris peinado hacia atrás, a pesar de su juventud. Vestía con una rara elegancia porque ni siquiera era ropa cara. Era elegante en sí mismo. He descubierto que hay personas así: lleven lo que lleven lo hacen con tal soltura y seguridad que se convierten en una especie de iconos para aquellos que los rodean. Sabía darse la importancia justa y esto es algo fundamental también. Se hacía de rogar, no estaba siempre en todos lados y su asistencia a un acto siempre resultaba brillante. Tenía una conversación rica, rigurosa, exacta y llena de sentido. Era muy inteligente, quizás demasiado para el mundo en que vivía y necesitaba, por ello, aventuras, que levantaran un poco

"Fin de trayecto" por María Sanz

  El  Cameo  de María Sanz tiene forma de prosa, ella que es poeta desde que nació. Sin embargo, quizá en el fondo de este relato subyace a escondidas la poesía, quizá los versos insuflarían algo de vida a la desesperación, a la amargura... Fernando estaba harto de todo . Se quejaba del trabajo, un puesto administrativo en la mejor empresa de la región; de los vecinos, molestando todas las noches con el volumen del televisor al máximo; del tráfico rodado, por sus modales irrespetuosos hacia los peatones. En fin, Fernando era una pura protesta viviente. Él, a diferencia de los demás, se tenía por un hombre casi perfecto. No daba ruido, no contraía deudas, procuraba exigir lo mínimo tanto a los compañeros como a la familia, de la que también renegaba por su exceso de visitas en las pocas horas libres de que disponía. Todo a su alrededor le provocaba un rechazo irremediable, difícil ya de superar a su edad madura. Aquella tarde, al llegar a casa, Fernando se encontró menos ag

Ni quien se acuerde de mí

  (Joaquín Sorolla y Bastida) En la historia vieja del cante de las minas está el nombre de Concha la Peñaranda, también llamada la Cartagenera, cuya biografía se envuelve en la neblina de lo desconocido. Aunque no conocemos datos exactos de su vida y su familia, la tradición oral le adjudica un relevante papel en la formación y en la difusión de los cantes mineros y del cante de levante en general. Sí se conoce su estilo de malagueña y también su presencia en cafés cantantes de Sevilla en torno a 1884.  La oscuridad ha permitido que su nombre y su obra pervivan a través de sus propias coplas y de la leyenda que en torno a ellas se fue forjando. Esta leyenda la relaciona con penas de amores y con una vida al borde del abismo que ha tenido eco en algunos autores que hablan de flamenco y flamencos, como Núñez de Prado o Fernando el de Triana. Las fuentes orales son siempre dudosas y esa duda se extiende sobre esta mujer como una mancha de aceite.  Lo que sí parece cierto es que cultivó l

Contigo

 (Foto: Katharine Cooper) Están las canciones que no puedo escuchar, las películas que no puedo volver a ver, las calles que no puedo recorrer sin zozobra, los libros que no puedo acabar de leer, las tardes sin crepúsculos dorados y con lenguas de fuego, las ciudades perdidas y los caminos no resueltos, los campos yermos, los olivos sin fruto, el mar sin oleaje, el mundo ausente... Están los últimos días, aquellos en los que tuve el corazón partido en dos: no te vayas, no sufras. Aunque tú no lo sepas, las lágrimas se escaparon entonces, no pude escribir mi remite en el sobre que contaba la pena, pero luego, aunque tú no lo sepas, todas ellas, las lágrimas, vinieron en bandada y no se han marchado. Primero arrasaron el rostro del adolescente que se quedó perplejo, el que te perdió antes de poder entender qué pasaba. Después se aposentaron en un rincón de mi desde donde amanecen y aparecen y anochecen sin tregua. El mar de tus labios.  Todos dicen que tuve mucha suerte. Ninguno como tú.

"Catherine" por Diego Álvarez

(Katharine Hepburn para Harper's Bazaar) El  Cameo  de Diego Álvarez  da vueltas en torno a un nombre que tiene muchas variantes: Catherine, Katherine, Katharine, Caterina, Ekaterina, Catalina, Kate, Caty, Cathy, Kitty, Katie, Cate, Katia, Katrina...   Recuerdo con cariño mi primer día de trabajo serio. Aunque es probable que todo el mundo se acuerde de una fecha tan señalada, el motivo en mi caso es muy distinto a las romantizadas cuestiones de vida adulta y emancipación. Llegué al puesto aquella mañana de lunes y mi jefa mexicana me expuso el contexto de los siguientes meses, después de la protocolaria bienvenida. En un punto de la conversación, Claudia me remitió a Asun - otra persona del equipo que volvería al día siguiente de vacaciones - para las cuestiones más técnicas. La sorpresa fue mayúscula cuando el martes me encontré en el puesto de Asun a un chico chino, que muy amable y en un perfecto castellano se presentó como Sun, cerrando el círculo de una anécdota que modificar

Nunca nieva en el sur

(Foto Víctor Colden, 2021) La gente grita "nieva, nieva" y colocan las fotos del acontecimiento en sus redes sociales, graban vídeos con el móvil y se aventuran a recorrer, con esfuerzo, las calles y los caminos. ¿Adónde el camino irá? De momento, esta es una pregunta sin respuesta. La nieve ha venido a ocupar el espacio del miedo. Esa capa blanca y dura que da la impresión de amigable, se convierte en un leit motiv, en el argumento de una película, y pensamos entonces en inviernos dulces, tejidos a mano por la ventisca, el viento del norte o la reina de los parajes nevados. Toda la nieve tiene cosida la literatura de quienes, a través de la ventana, ven nevar en días desapacibles, de mesa, calefacción y libros.  Lo suyo sería leer a los rusos o ver películas como "Doctor Zhivago". Hombres y mujeres gélidos pero ardientes de amor. Paisajes crepusculares teñidos de blanco a cualquier hora. Lugares inhóspitos, travesías, océanos helados. La nieve como telón de fondo,

"Los puentes de Madison County" de Robert James Waller

  Robert James Waller (1939-2017) fue profesor universitario, escritor, fotógrafo y músico. Había nacido en Iowa y conocía muy bien los puentes de Madison, una serie de estructuras que se habían construido entre 1870 y 1884, diecinueve en total, de las que quedan solamente seis. Se trata de puentes de madera techados para proteger las vigas del suelo porque era muy costoso reemplazarlas. Además del puente de Roseman, famoso por el libro y la película, quedan en pie todavía los puentes de Holliwell, Cedar, Hogback, Cutler-Donahoe, Imes. Estos dos últimos se encuentran en un sitio distinto del original.  Valler crea una historia de ficción aprovechando el romanticismo del paisaje y sus conocimientos de fotografía. Inventa a dos hermanos que van a verlo llevándole unos documentos de su madre y, con ese punto de partida, escribe su novela, la que le dio la fama y se llevó al cine. Fue traducida a más de cuarenta idiomas y tuvo más de doce millones de lectores. El libro se publicó en 1993 y

"Una jaula en un jardín de verano" de Margaret Drabble

  (Margaret Drabble, 1980. Foto de Jane Brown) Los buenos libros son para mí aquellos que te abren sus páginas y, a la vez, la vida. Este, por ejemplo, me atrapó desde el principio y eso es algo que agradezco. Siempre que empiezo a leer un nuevo libro tengo miedo de abandonarlo, de que no me seduzca lo suficiente y no pueda seguir entre sus páginas. Así soy  yo, demasiado rápida en los adioses, poco propensa al sacrificio.  (Retrato de Margaret Drabble. National Portrait Gallery) En "Una jaula en un jardín de verano" aparecen notas al pie de página que son muy pertinentes y que están a cargo de la traductora, Marta Salís. Eso ayuda a entender ciertos conceptos específicos del relato y no suponen ninguna carga, porque son las justas. El libro tiene once capítulos, cada uno de ellos con su título. Los títulos adelantan un poco el estilo de la obra, porque son muy especiales: La travesía, La boda, El banquete, La mudanza, La invitación, La fiesta, La siguiente invitación, La sig

"Primer apunte de enero" por Juan José Iglesias

El  Cameo  de Juan José Iglesias Rodríguez. La lluvia no es solo un fenómeno atmosférico. Es, también, un estado de ánimo, un punto de vista. La lluvia es un ejercicio de melancolía en el que se mezclan el pasado y un presente lleno de incertidumbres.  Llueve sobre Sevilla.  Derrama el cielo cerrado una líquida precipitación invernal, húmeda y fría. La ciudad comienza apenas a salir de una cansina sucesión de días festivos y regresa a regañadientes a la monotonía del cotidiano. La lluvia de la tarde de enero empuja a la imaginación hacia otoñales  melancolías. En la grisura del ocaso se derraman las gotas de agua sobre las sombrías copas de los árboles, forman pequeños charcos en la calle, tamizan  el aire con una luz improbable, amarillenta y apagada.  Todo incita a un íntimo recogimiento, a una delicuescente ensoñación de la infancia. Todo empuja  hacia las fronteras de un pasado desvaído, atrapado en las insidiosas trampas de la memoria. Se han difuminado los senderos del tiempo, lo