Desde hace mucho tiempo me vengo encontrando con Ignacio Sánchez Mejías. No sé por qué llegó a mis manos una edición de sus “Artículos periodísticos”. Un fragmento de ellos lo incluí en mi libro sobre Manolo Caracol, porque hablaba de Joselito el Gallo, pariente, como sabemos, del cantaor. Me resultaba muy intrigante su figura, sus múltiples facetas, su poliédrica personalidad, tan difícil, imposible, de encasillar, tan independiente, tan rara (en el sentido de poco corriente) en la España que le tocó vivir. Cuando estuve trabajando sobre el libro que he citado y también al investigar y escribir sobre el flamenco y las artes plásticas (sobre todo, en lo que se refiere a las vanguardias históricas), volvía a aparecer la figura de Ignacio, siempre en un telón de fondo complejo y difícil de definir. Su relación con La Argentinita, la excelente artista del baile y del cante que ha dejado para la historia del flamenco algunos hitos indudables; su parentesco con los Gallos (de la casa de los
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