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Entradas

"La hija del tiempo" de Josephine Tey

  El inspector Alan Grant, de Scotland Yard, ha tenido un accidente durante el transcurso de un servicio policial y se ha caído por una trampilla. De resultas, se encuentra hospitalizado en Londres, con una pierna fastidiada y una inmovilidad molesta que lo tiene bastante aburrido. El aburrimiento es el gran enemigo de la gente como Grant, acostumbrado a una potente actividad física y mental. Así que una de sus amigas, la actriz Marta Hallard, le sugiere que se dedique a entretenerse con un tema que a él le gusta mucho: las caras. Grant es un experto en caras y es capaz del averiguar por el rostro y el gesto si alguien es un delincuente. Marta Hallard le lleva al hospital unos retratos entre los que Grant se fijará especialmente en el de un hombre, Ricardo III, el último Plantagenet, sobre quien pesa una historia desgraciada: el asesinato de sus dos sobrinos. Por mucho que lo mira, no es capaz de ver en él a ese ser despiadado y criminal del que se viene hablando siglos.  Las dos en

"Belinda" de Maria Edgeworth

  Belinda. Maria Edgeworth Libros de Seda, 2021 Traducción de Noemí Jiménez Furquet (a partir de la edición inglesa de 1801) Diseño de cubierta de Mario Arturo Tener este libro en las manos me causa emoción. Es la primera vez que Belinda se traduce al español y, por lo tanto, se aprueba una asignatura pendiente con esta escritora, cuya obra no solo es importante en sí misma, sino influyente en el conjunto de la novela. He escrito de Maria Edgeworth en este blog y cualquiera puede leer esa entrada y conocer algunos datos sobre su vida que resultan muy atractivos. Era, eso parece, una mujer excepcional y también una de esas mujeres excelentes de las que escribe Barbara Pym . Sus obras tienen sello propio y lo mismo puede decirse de su estilo, ausente de grandilocuencias, exageraciones y harturas. Más bien resulta diáfano, sencillo, elegante y apropiado. Nada fácil en esos años de abundancia metafórica y de temas retorcidos a más no poder. Pero es que Edgeworth es también, como lo fue

"La muerte llega a Pemberley" de P. D. James

  La última novela de Phillys Dorothy James (Oxford, 1920-2014) fue un homenaje a su escritora favorita desde la infancia, Jane Austen. P. D. James , una funcionaria inglesa que comenzó a publicar novela policíaca a los cuarenta y dos años, era una gran conocedora de Austen y quiso terminar su trayectoria literaria precisamente en un escenario que acogió los amores de Elizabeth Bennet y el señor Darcy , la mítica Pemberley , la finca del Devonshire que es el centro de la trama. Por eso su nombre aparece ya en el título. No resulta nada fácil acometer una tarea como esta pero James era una escritora mayúscula y sale airosa del trance, que ha dado lugar también a una miniserie de tres capítulos muy bien rodada y que responde al espíritu de este libro respetando al de Austen.  La novela comienza haciendo una especie de resumen de lo sucedido con las hermanas Bennet en "Orgullo y prejuicio" , La boda de Darcy y Elizabeth tuvo lugar seis años atrás, estamos en 1803 y ellos viven

Mi Uni

  Ser alumna es el mejor estado. Siempre aprendiendo algo, aprendiendo de alguien. Ahora está de moda hablar mal de la universidad. Se dice que es bastante cainita, que está politizada y que los profes tienen un nivel muy bajo. Y puede ser que sea verdad. Pero la mía, mi Uni, era tan otra cosa que me cuesta trabajo no saltar de la silla cuando oigo estos comentarios.  No creo que sea por la nostalgia del pasado, ni siquiera porque yo aún mejor que profesora, soy buena alumna. De esas de entender el papel del profesor y de buscar por ahí para enterarme de más cosas, de tener unos apuntes preciosos con dibujos y todo, de ampliar conocimientos y de sentarme en las primeras filas para no perderme nada, como si fuera un estreno de cine. En mi Uni había profesores fantásticos, algunos de los cuales están al pie de los libros que andan por la casa, gente experta que sabe mucho, gente muy digna, gente preparada y buena gente. Algunos de ellos me hicieron un gran favor en determinada ocasión y

Escena de alcoba con espejo al fondo

Una vez que iba a acabarse el mundo las hijas permanecieron encerradas con la madre en una habitación durante horas. Era el cuarto de los padres y estaba siempre cubierto de una pátina de misterio. En esa alcoba pasaban las hijas el sarampión y las paperas, los resfriados y las gripes y allí jugaban a las palabras, a contar cuentos o a cantar canciones de pena cuando la lluvia se volvía tan pertinaz que no era posible ir al colegio. Pero ellas intuían que ahí "ocurrían cosas" que les estaba vedado conocer, que pertenecían al mundo de los mayores, al terreno de lo sublime. Todos los días se preguntaban qué significaba amar y ser amadas.  Había en ese cuarto una peinadora con un espejo grande, ovalado, alto y con aire modernista. Delante del espejo las hijas ensayaban posturas, sonreían, fruncían los labios y pensaban en que, algún día, un beso de película las transportaría al paraíso del amor. En el espejo se reflejaban los rostros de los chicos del momento, aquellos

Profes, Hitchcock y los gurús de hoy

  (Nina Leen) Para un ama de casa (todas somos amas de casa en algún momento del día) trajinar es ir de un lado a otro haciendo las faenas de la casa pero non troppo. Mientras trajinas tienes la oportunidad de hacer varias cosas a la vez. Puedes seguir un podcast, por ejemplo; ver una película en Filmin; ver una serie en Netflix; pensar y escribir con la cabeza. En el iPad estaban esta mañana los de Todopoderosos (Rodrigo Cortés está muy bueno) hablando de Hitchcock, en concreto de "El proceso Paradine" que es una de mis películas favoritas, en la que sale Louis Jourdan, que es un tipo demasiado guapo y demasiado trágico. Antes de eso en Netflix hay una serie "La directora" que trata de profesores en una universidad, con un departamento de literatura que languidece. Los americanos son muy dados a filmar la primera vez de casi todo y en este caso es la primera profesora asiática que asciende a directora del departamento. Como conocedora de los departamentos de profes

El tiempo de los cerezos en flor

             Keiko Takayama vive en la calle. Ella es una de las diez mujeres que conviven, en un suburbio de Osaka, con otros diez mil mendigos. En el barrio de Kamagasaki no hay tregua. Es el barrio de los pobres, de los que viven en los parques, de los sin hogar que lo han perdido todo, hasta la esperanza. En Osaka hay tres millones de personas entre las que estas diez mil son sólo un punto negro, una grieta por la que transcurren episodios de soledad y desamparo. Osaka es un universo de fábricas entremezcladas con edificios altos de oficinas y colmenas que acogen a sus habitantes. Es un bosque vertical de cemento que semeja una masa gris y permanente. La altura de las fábricas y de los edificios no permite apenas ver el sol y éste, en Osaka, sólo hace acto de presencia en los parques, esas manchas verdes e irregulares que animan el espacio entre los bloques.   Keiko Takayama vive junto a una fábrica de jabón abandonada. La fábrica tenía, hace años, mucha actividad, pero el

El gabán gris o la Baeza de Machado

  Baeza es la ciudad de los perros. Todos ladran a la caída de la tarde. Es posible oírlos desde cualquier calle, desde todas las plazas. El atardecer es en Baeza una hora triste, indecisa, ajena a esta ciudad llena de contrastes. Una ciudad de piedra que avanza por entre un mar de olivos; un océano verde y rumoroso que dibuja a las claras la noche y el día. Pero la tarde… ¡ay, la tarde ¡ Las esquinas se llenan de ladridos, en un guirigay que no cesa, en un caos asfixiante de sonidos que te asaltan de pronto y resultan inexplicables.  Cuando hace unos pocos años llegué a Baeza para asistir a unas conferencias en su Universidad de Verano ya percibí esos sonidos la primera tarde. Era un mes de Agosto caluroso y seco como suelen serlo en Andalucía. Yo andaba, al principio, despistado y somnoliento, poco habituado a aquel calor casi estepario, proviniendo, como es mi caso, de una ciudad pegada al mar. No conocía apenas a nadie y tampoco me encontraba con el mejor ánimo para entablar re

"Las tres hermanas" de Jane Austen

Nada mejor para acompañar a esta entrada dedicada a una obra casi desconocida de Jane Austen que estos cuadros de Joseph Mallord William Turner (Londres, 1775-1851), el pintor de la luz que, curiosamente, nació el mismo año que la escritora. Es decir, ambos son contemporáneos, aunque él la sobreviviera más de treinta años. De la modernidad de Turner hay poco que decir, basta mirar su obra, con esa técnica única y adelantada a su tiempo y con el uso del color y la naturaleza como trasunto de la vida. Lo bello y lo sublime están presentes en la obra de Turner.  "Las tres hermanas" es una novela inacabada ("dedicada respetuosamente al Caballero Edward Austen por su humilde y obediente servidora") que forma parte de los escritos de la primera juventud de Austen que aparecen recopilados en el volumen titulado "Amor y amistad" que publicó la editorial Alba con motivo de la conmemoración del bicentenario de su muerte (1817-2017). Esta es una publicación

Maria Edgeworth: sin habitación propia

En The Royal Irish Academy is Ireland's Leading Body of Experts in The Sciences and Humanities, aparece este retrato de Maria Edgeworth ( Black Bourton, Oxfordshire, Inglaterra ,  1767- Edgeworthstown, Irlanda, 1849) encabezando su biografía. Aunque no había nacido en Irlanda, vivió allí toda su vida y su familia era irlandesa, por lo que se encuadra entre los escritores de esta nacionalidad. Además, sus historias se ambientan y se basan en la landed gentry irlandesa, la clase social de la aristocracia rural que en su época tuvo un papel muy importante en el desarrollo del país.  Maria Edgeworth fue contemporánea de Jane Austen , al igual que lo fue Fanny Burney (1752-1840), Elizabeth Inchbald (1753-1821), Hannah More (1745-1833), Amelia Opie (1769-1853), Charlotte Smith (1749-1806) y Elizabeth Hamilton (1756-1816), la mayoría de las cuales murieron después y vivieron más que la propia Austen que, como sabemos, vivió muy pocos años contradiciendo la tradición familiar. Toda