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Cuento de navidad: Recuerda por qué brilla ese árbol

La casa estaba encendida. Como otros años, como todos los años anteriores, como muchos años de otros tiempos, la casa estaba cubierta de la pátina del dorado y el rojo. El muérdago aparecía sobre la puerta, como si esta fuera una casa inglesa. Las ventanas tenían figuras imaginadas de renos y viejos con barba blanca. En las esquinas de la entrada, dos maceteros con flores blancas y plateadas saludaban con cierta desgana a los visitantes.  Al fondo del salón, en el sitio de honor que se había logrado despejando hacia un lado la enorme pantalla de la televisión, allí estaba el árbol, un pino natural, porque aquí en estos sures los abetos son solamente de plástico, recogido de un vivero un día antes, plagado de bolitas de colores, cintas de espumillón, casitas de madera, muñecos, todos ellos vestigios de los niños de la casa cuando eran niños. No se trataba de una de esas decoraciones simétricas tomadas de una revista. No, era algo más natural, más íntimo, más cercano.  La ca

Deresiewicz y Jane Austen: lecciones de amor

  (Jennifer Ehle interpretó a Elizabeth Bennet en "Orgullo y prejuicio", versión de la BBC de 1995) Mantuve un cruce de mensajes con William Deresiewicz a consecuencia de su libro sobre Jane Austen. Básicamente no está publicado en español, así que me he tenido que agenciar un volumen en inglés y otro en italiano, para defenderme en las dos lenguas e intentar que no se me escapen los matices. Pero, desde aquí, pido a cualquier editorial que lo traduzca por favor.  El caso es que Deresiewicz se topa con la obra de Jane Austen y decide, luego de leerla, contarnos qué le ha parecido, qué influencia ha tenido en su vida y qué piensa él de la propia vida de Austen . Un trío de noticias enmarcado en las novelas de la escritora. Una por una, el análisis nos acerca más o menos a lo que nosotros mismos pensamos. De modo que hay una vuelta de tuerca. Tres ideas y la nuestra.  Cada capítulo del libro se dedica a una de las novelas. Emma (Asuntos de la vida cotidiana), Orgullo y prej

Frívolamente libres

(Kim Novak) En "Bésame, tonto" de Billy Wilder, es una prostituta encantadora que termina seduciendo al más inocente de todos y no a Dean Martin, como estaba previsto. En "Picnic" tuvo que vérselas con el arrollador William Holden y en "Vértigo" le hizo los honores a Hitchcock. Es una actriz que guarda mitad de inocencia y mitad de erotismo. Con Kirk Douglas hizo una película, cuyo nombre no recuerdo ahora (todo esto lo escribo de memoria) y en la que ella y él, ambos casados, engañaban a sus parejas hasta que la cosa se rompe por parte de él. Kim Novak encarnaba muy bien el personaje de, a pesar de todo, mujer abandonada.  (Eleanor Parker) Eleanor Parker aparecía esplendorosa en esa horrorosa película de hormigas gigantes que cruzaban como lava el suelo y amenazaba las plantaciones de Charlton Heston. Él tenía una gran casa nueva, construida por sí mismo, con muebles nuevos, vida nueva y un piano nuevo. Esperaba que todo ello fuera cuidado y hermoseado po

Un rumor de crepúsculo mueve el aire

  Los hombres de ciudad miran la naturaleza, no la observan, a través de una ventana. La ventana es pequeña y cabe en cualquier sitio: un rascacielos, una unifamiliar, un bloque lóbrego con la ropa tendida en el patio interior. Es una mirada plana y llena de adjetivos inexistentes. No hay naturaleza sin olor, sin sonido, sin el tacto áspero de la tierra que te raja las manos y dibuja pequeños tatuajes en el antebrazo. Pero los hombres de ciudad entienden que esta carencia es llevadera y que bastará hacer el camino de Santiago o unas vacaciones en el hotel rural para quedar ratificados por la madre tierra. Desconocen casi todo de ella y por eso no distinguen la magnitud de su ignorancia.  He conocido a unos cuántos y verdaderos hombres de campo. Son diferentes, incluso si los trasplantas a la ciudad por un accidente de cualquier biografía. Siguen teniendo una especie de querencia por la tierra, los árboles, las estaciones y los cambios de tiempo. Distinguen si lloverá o si la lluvia ser

"El poder del perro" (2021), Jane Campion

Cumberbacht hace de Alan Turing en una película de 2014, The Imitation Game , y Jesse Plemons de abogado del Whashington Post en Los archivos del Pentágono , de 2017. Es tan joven (tenía 29 años) que el mismo Ben Bradlee, el mítico director del periódico que interpreta Tom Hanks, se ríe de su inexperiencia. Aquí ambos, Cumberbacht y Plemons, son hermanos. Muy distintos entre sí. Aprovecho para advertir del continuo spoiler en este post. Sin desvelar la trama es imposible escribir lo que quiero decir acerca de esta película, El poder del perro , estrenada en 2021 y dirigida por Jane Campion, la directora de El piano . Jesse Plemons y Kirsten Dunst son pareja en la vida real. Y Campion no conocía Montana, no había estado nunca allí y tuvo que acercarse para ver, exactamente, de qué clase de tierra seca, árida, se estaba hablando en la novela. Ambientación, se llama eso.  Montana, 1925. Los hermanos Burbank, Phil y George, son dueños de un floreciente rancho. La diferencia entre ellos rad

Andrea, que escribe cartas

  La escuela era blanca, alargada y enorme. Estaba recostada a los pies de un alto, un lugar en forma de colina que se coronaba por una ermita. A la ermita acudían las muchachas los martes en busca de un novio que las sacara del aburrimiento, pero no parecía que la santa estuviera siempre en disposición de hacerles caso. La escuela estaba allí, cerca de las ilusiones de las novias, con sus ventanales abiertos, sus mesas y sillas verdes y el patio lleno de niños que corrían en busca de ellos mismos. Eso es la infancia, un tiempo rápido en el que un día descubres que eres tú el objeto de ese camino.  Las niñas de la escuela eran un enjambre de abejas laboriosas, que subían y bajaban por un camino abrupto, que nunca faltaban a clase y que querían saberlo todo. Tenían unas letras muy curiosas, con una inclinación especial, producto de una forma concreta de aprender a escribir. Todas ellas sonreían con motivo y a veces sin él también. Eran una nube de esperanzas que se aparecían cada día en

A veces vuelvo a la señora Dalloway

  En un rapto inexplicable, he vuelto a comprar "La señora Dalloway" en otra edición distinta. Ha sido como si nunca antes la hubiera conocido y mucho menos leído. En realidad, cada vez que la leo Clarissa es otra persona porque yo soy otra persona. Así funciona este juego libro-lectora. Clarissa es de la familia, puedo permitirme tenerla en distintas versiones. Hay una extraña emoción en esperar que llegue el libro, porque es como si viniera de visita. Y quizá lo hace. Además de comprar otra vez el libro, he buscado un ilustrador que le venga bien a esa idea de Clarissa que tengo en la cabeza. De ella y de otras mujeres más o menos del mismo estilo: fuertes, soñadoras, clarividentes, amantes de las flores, amantes en realidad. Pero no absurdas, ni dependientes ni exageradas. Libres. Un ilustrador que haya dibujado a mujeres jugando al rugby, bailando, escribiendo en su boudoir, cuidando a los niños, asistiendo a cenas, luciendo su palmito, paseando con amigas, disfrutando d

La casa tenía música y letra

  (Robert Capa, conocido fotoperiodista a quien se considera un maestro de la fotografía de guerra, también hizo fotos en color, como esta que aparece aquí a Capucine) Entre aquellas pequeñas cosas que nos dejó un tiempo de rosas está la música. Cada hora del día tiene su música, cada año su canción, cada década su estilo. En la casa, abierta al mar, a los vientos, al levante, al poniente, al sur, al verdín, al atlántico, a las azoteas, a la calle, sonaba la música muy a menudo porque todos allí ponían los pies igual que Scarlett O'Hara lo hacía en la fiesta de recaudación de fondos por debajo de la mesa. Las tardes de los sábados había baile en el patio y allí acudían los muchachos de la calle y las chicas, para danzar los pasos ensayados durante toda la semana. En una esquina estaba el tocadiscos y en la otra, una mesa rectangular con coca-cola, bocadillos y patatas fritas. Ese era todo el menú. Suficiente.  Luego estaba la música para escuchar, la que recorría los rincones mient