Ir al contenido principal

Entradas

Las salas oscuras

  (Fotograma de "Laura"  de Otto Preminger, con Gene Tierney y Dana Andrews, 1944) La sorpresa llega cuando se apaga la luz. Al revés que en las fiestas de cumpleaños, donde la explosión luminosa es el leit motiv, aquí la oscuridad es la forma de obrar el milagro. Lo mismo en una sala pequeña, en una grande o al aire libre. Eso es el cine, la sorpresa que nos espera con la luz apagada.  Hay un cosquilleo muy especial al sentarse a ver una película en un recinto lleno (o medio lleno, o casi vacío) de personas que no se conocen de nada y que, sin embargo, van a compartir el mismo rito. El recinto está a la vez plagado de oscuridad y de claridades. La luz está en la pantalla, mientras el resto aparece lleno de rostros atónitos y expectantes, a la espera de que la ceremonia se realice. Es un artilugio perfecto que comienza con los títulos de crédito.  Entonces surgen las historias que actúan sobre nosotros como un elixir. Es una lluvia de imágenes y sonidos que pulsan, una tras o

Nosotros en la noche

  Las viudas, y supongo que los viudos, jóvenes, sienten que ya nunca van a envejecer junto a la otra persona. Que, cuando sean mayores, no tendrán las tres C que hacen la vida más confortable y más humana: Compañía, Cariño y Conversación. De eso va este libro y esta película. La peripecia casi da igual. Unos viudos mayores empiezan a tener una relación personal después de ser vecinos durante años. Están solos o casi, porque él tiene una hija y ella un hijo y un nieto. Los hijos siempre se creen con derecho a dirigir la vida de los padres, quizá en represalia por el tiempo en que se sintieron dirigidos. Eso ocurre aquí y sucede en la vida. Los protagonistas de esta historia son Robert Redford y Jane Fonda. Ellos vuelven a trabajar junto en unos papeles que les vienen como anillo al dedo. Y los recordamos cuando eran tan jóvenes y él corría para esconderse de una jauría humana que lo perseguía, mientras ella intentaba ayudarle aunque había dejado de estar enamorada. Louis Waters y Addie

Emma y los bailes de sociedad

Ocupar el ocio es una de las preocupaciones de las sociedades avanzadas. Cuando uno tiene asegurada la supervivencia, no tiene que ir a cazar animales para obtener pieles ni alimento, cuando la vida sigue su curso organizadamente, entonces nos encontramos con que hay tiempo libre que llenar. El baile también es cosa de ciudadanos educados, como decía el señor Lucas en "Orgullo y prejuicio". Claro que el señor Darcy le contestaba que también lo era de las sociedades menos avanzadas: "Todos los salvajes bailan", fue su sarcástica respuesta.  Emma Woodhouse y sus vecinos poseen las diversiones de la gente como ellos en el tiempo en que vivieron. Jugar a los naipes, a los acertijos, a las charadas o a los juegos de palabras, conversar, hacer visitas, pasear por el campo, cenar fuera o asistir a una velada musical en casa de algún conocido, tocar el pianoforte, leer y contestar cartas, hacer representaciones teatrales caseras, bailar...Además de estas actividades, las jó

Lidia Bennet, las cartas y las mujeres solteras

Cuando Lidia Bennet vuelve a casa después de su escapatoria con Wickham lo hace convertida en una mujer casada. Ya sabemos que para que la boda se celebrase, el señor Darcy tuvo que pagar cierta cantidad de dinero y buscarle, además, un empleo militar en el norte. Pero como Lidia es una muchacha sin sentido común, descerebrada y frívola, no repara en que su situación no es nada envidiable. Al contrario, presume de ella ante sus hermanas y adopta una actitud parecida a la de quien ha hecho una gran boda. La manera en que se presenta ante su familia y su comportamiento los días que el matrimonio pasa en Longbourn dan fe de ello.  Pero, además, cuando llegan las despedidas y, muy a su pesar, ha de subir al carruaje que la conducirá lejos, no deja de recomendar a sus hermanas que le escriban. Mandadme cartas, les dice, escribidme, ya que vosotras, como sois solteras, no tenéis otra cosa que hacer y yo estaré muy ocupada, porque las mujeres casadas no tenemos tiempo de nada. Esta filosof

Cuarto y mitad de pollo con ternura

(Plaza de las Flores, anexa al Mercado Central. Cádiz)  El Mercado de San Gonzalo de Triana (la "plaza" para los gaditanos) es un espacio multicolor, variopinto y abigarrado. Paseas entre sus puestos y encuentras siempre un motivo para detenerte, no solamente por la calidad del producto, sino por el encanto de los vendedores y de sus charlas con los clientes. Es un lugar de estancia y no solo de paso. Y lo llamo "la plaza" porque, pasando el tiempo, más vuelvo a mis raíces, más me gaditanizo. Es como esos amores que parecen dormidos pero que, a poco que sacudas las sábanas del recuerdo, aparecen radiantes, enteros, como siempre.  Se han puesto ahora de moda los mercados gourmets en los que la gente, a más de comprar viandas escogidas, puede darse a la conversación delante de un pinchito o de un vermut. Cosa grande esta que han hallado ahora los emprendedores, pero que en mi tierra, en Cádiz y en La Isla y en Chiclana, existe desde antiguo. Entonces lo d

Lo gótico y lo sublime

  "La ciudad de  Londres  vista a través de un arco del puente de Westminster" Canaletto En la novela gótica se vuelven los ojos al mundo medieval y allí se sitúan historias excesivas y transgresoras, rupturistas con la razón y lo lógico. Aparecen elementos exóticos, argumentos inexplicables y lugares atrayentes pero también oscuros, terribles, llenos de elementos misteriosos y personajes atrabiliarios. Castillos, fosos, celdas, paisajes tenebrosos, tormentas, desapariciones, búsquedas, engaños. A finales del siglo XVIII la novela gótica era la lectura más apreciada por ese público formado por clases medias emergentes que se incorporan a la vida cultural. Es esta clase social, la burguesía, la que se aficionará a la lectura y dará lugar al fenómeno del intercambio literario a través de los libros. La novela es, por eso, el género por excelencia.  Para Edmund Burke la fuente de lo sublime está vinculada a lo terrible y doloroso. Así lo cuenta en un párrafo de su obra Indagació

La mirada que busca

  Siempre que pienso en mi madre la relaciono con el cine. Ella era una acérrima admiradora del séptimo arte y una entendida en películas porque las había visto todas desde que era muy pequeña, porque el cine era su refugio y era su posibilidad de soñar. Alguien que sueña tanto y que tanto persigue un sueño, es alguien que merece la pena conocer y tratar. Ella era así, una especie de hada en medio de la crueldad de la vida. Un alma inocente. Si pudiera darse marcha atrás en el tiempo yo escribiría una historia diferente con ella. En lugar de escapar de la vida cotidiana y darme a la aventura, esperaría tranquila sus confidencias y observaría su modo de abarcar la marcha del mundo. Era sabia y, a la vez, una mariposa con las alas siempre muy cerca de las llamas. Su memoria fabulosa (era capaz de recordar todas las letras de todas las canciones, todos los diálogos de todas las películas, los nombres de todos los actores y actrices, los títulos de libros) solo iba pareja a su habilidad co

"La violeta del Prater" de Christopher Isherwood

  Ya he escrito de Christopher Isherwood en este blog. Primero con su libro "Adiós a Berlín" y luego con "El señor Norris cambia de tren"  dos de sus obras más interesantes. Lo mismo que esta, "La violeta del Prater", que acaba de publicar la editorial Acantilado. Su publicación original tuvo lugar en el año 1945.  Dos de las novelas de Isherwood han sido adaptadas al cine con mucho éxito. La primera adaptación fue la de "Cabaret", de Bob Fosse, con Liza Minelli en el papel principal. El ambiente de Berlín que recogía la novela "Adiós a Berlín" queda aquí hermosamente reflejado. La otra adaptación conocida es la que hace Tom Ford de "Un hombre soltero", que protagoniza Colin Firth . "Adiós a Berlín" tuvo otra adaptación anterior, de 1955, con el título de "Soy una cámara". En 2011se rueda "Christopher and His Kind", una producción de la BBC, basada en la obra autobiográfica homónima del autor. D

Verde Tamara

  Siempre que veo un cuadro de Tamara de Lempicka me viene a la cabeza una historia. Como las mujeres de Modigliani, las suyas tienen esa leve inclinación de cabeza que las hace parecer vulnerables, aunque sean más robustas y consistentes. Pero la cabeza inclinada es una delación de su interior. Están expuestas. Y luego surgen los colores como una forma brutal de compensación. Colores estallantes, que vibran con el movimiento del sol y que hacen que el cuadro cambie según lo mires, según caiga la luz. Néstor Almendros hablaba del juego de la luz sobre las escenas y cómo estas se convierten en otra cosa dependiendo de cómo las ilumines. Podía verse con toda exactitud en "Kramer contra Kramer" donde la vulnerable madre siempre se recostaba sobre fondos opacos y el padre tenía detrás todos los artilugios de cocina porque debía representar la fortaleza. Luego se invierten los papeles pero la luz sigue ahí, vigilante, siempre presente.  En el Retrato de Arlette, Tamara deposita to

"Querida señora Bird" de A. J. Pearce

¿Quién es A. J. Pearce? La explicación que aparece en la solapa del libro es muy escasa. Se trata de alguien que creció en Hampshire, Inglaterra, y que estudió en las universidades de Sussex y de Northwesthern. Esta es su primera novela. Tiene una cuenta de Twitter en la que sigue muy activamente la repercusión de su libro. También usa Facebook e Instagram. Es, pues, una mujer de hoy. Cuando coloqué la portada del libro en Twitter, ella misma me respondió muy agradecida por la lectura. Eso es lo bueno de las redes sociales. Me imagino a Jane Austen en esta tesitura. Seguro que ella y sus mujeres las usarían con ingenio y elegancia. Aunque la historia que se narra aquí no se desarrolla en nuestros días sino en los convulsos tiempos de la Segunda Guerra Mundial, cuando toda Europa se retorcía en medio de la contienda. Es decir, en torno a 1940, malos momentos para la democracia y origen de muchos textos literarios, películas y heroísmos. Todo comienza con un anuncio en el periódic

Blanche Knopf: cuando editar es un arte

  (Blanche Knopf en 1920) Blanche Knopf nació, en el seno de una familia judía bastante irregular por el origen de sus padres, el 30 de julio de 1894 en Nueva York. Aunque en esa familia no había una especial dedicación al mundo de la cultura, ella amaba algo sobre todas las cosas: los libros. Por eso encontró su alma gemela en Alfred. A. Knopf , al que conoció en una fiesta en 1911 y con quien asumió la tarea de crear una empresa editora, la Alfred A. Knopf Inc., de 1915, que tuvo importancia excepcional en el conocimiento de los autores hispanoamericanos y europeos en los Estados Unidos. Además, tuvo la intuición clara de apoyar a los autores del realismo, de la novela negra que emergía y de la escritura más novedosa y experimental. Entre los autores europeos que publicó están Freud, Camus, Gide, Sartre, De Beauvoir o Thomas Mann. Con respecto a los americanos, ahí están Updike, Willa Cather, Raymond Chandler o Dashiell Hammett, entre otros.  La valía de sus autores llevó a que much

"Cuentos completos" de Kate Chopin

  Una excelente colección de cuentos, bien organizada, estructurada y con un prólogo aclaratorio de parte de Eulalia Piñero Gil es lo que ofrece la editorial Páginas de Espuma de esta desconocida escritora, que cultivó la novela y el relato. Para captar la esencia de su obra hay que remitirse a su biografía, inusual y llena de peripecias que merece la pena conocer.  Katherine O'Flaherty Faris (1850-1904) era su nombre real y nos evoca ascendientes irlandeses. Así era por parte de padre. La historia del padre es bastante desgraciada porque murió cuando ella tenía tan solo cinco años. Thomas O'Flaherty fue uno de los fundadores del tren del Pacífico, y estaba a bordo del tren en su viaje inaugural cuando un puente sobre el río Gasconade se desplomó. La familia vivía en el estado de Missouri , en concreto en San Louis, donde había nacido Kate . La madre era una criolla francesa, muy asentada en la comunidad y ello permitió que también la niña tuviera una interesante vida social

"Lo que queda de luz" de Tessa Hadley

  Siempre me emociona descubrir una nueva voz. Suelo investigar acerca de ese nuevo escritor o escritora y entonces encuentro aspectos que me interesan y que tienen mucho que ver con lo que escriben, con lo que son. En este caso está Tessa Hadley. No había oído hablar de ella. Dicen algunas escritoras famosas que esto es una injusticia, que la obra de Hadley tiene categoría para ser conocida y admirada, pero esto es lo que sucede con la literatura y no es la primera vez, ni muchísimo menos. La historia personal de Tessa Hadley es parecida a la de otras mujeres (la mayoría mujeres, pero no solo) que escriben durante toda su vida, logran publicar con esfuerzo bastante tarde, y luego pueden dedicarse a la escritura con el convencimiento de que son escritoras a partir de los sesenta años más o menos. Esto ocurrió con Hadley. Cuando veo esta situación siempre pienso en Jane Austen. Toda la vida, o casi, revisando manuscritos que serían difíciles de publicar o que se publicarían en condicio

¿Por qué NO ME GUSTA "Alicia en el país de las maravillas"?

  Leí "Alicia en el país de las maravillas" cuando era muy pequeña. Apenas entendí nada. Pero formaba parte de las lecturas canónicas para los niños de seis a doce años y no había forma de evadirse de la tradición. Aquello era, para mí, una rápida sucesión de gags, con personajes exóticos que entraban y salían de escena, malhumorados, soltando barbaridades y con poquísima educación. Recuerdo que todos ellos tenían prisa, aunque nunca pudieron engañarme al respecto: era una prisa bastante absurda, por cuanto todos estaban condenados a vivir entre las páginas del libro y, salvo que llegara Woody Allen y los librara de esa esclavitud convirtiéndolos en Alicia y la rosa púrpura, no había esperanza de que la situación cambiara. Desde luego, yo no era una Alicia que leía los libros debajo de un árbol, sino más bien una chiquilla de piernas largas y canijas que iba de azotea en azotea, de pretil en pretil, con los libros en precoz equilibrio. Más que árboles, tenía a mi alrededor en

"El grupo" de Mary McCarthy

  Mary McCarthy (Seattle, 1912-Nueva York, 1989) es una escritora recientemente recuperada para los lectores en español. Su propia vida está en el origen de la trama de este libro. Ella, hija de irlandeses, estudió en el elitista Vassar College de Nueva York, promoción de 1933, como hacen las chicas de la novela. También, como una de ellas, se casó el mismo año con un actor llamado Harald Johnsvd. Su existencia fue muy movida y tuvo contacto y relaciones con muchos intelectuales de la época. Se casó cuatro veces. Escribió varios libros y numerosos artículos en diversos periódicos y revistas.  La novela se ambienta en el momento histórico de la Gran Depresión, años treinta, aunque fue escrita en los sesenta. Comienza con la boda de una de las chicas, Kay, en 1933, y termina con su muerte, en 1940, habiendo estallado ya la Segunda Guerra Mundial. Estuvo prohibido en Australia por los temas tan escabrosos para la época que trataba: sexo, paternidad, anticonceptiva. El retrato de la vid