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"Los destinos del buen soldado Svejk durante la guerra mundial" de Jaroslav Hasek

Las historias en las que un personaje anodino, lleno de defectos evidentes, sin demasiado seso, sin talento, se convierte en un héroe, en alguien imprescindible, en un experto o un gurú, abundan en la literatura y en el cine. Cierta clase de inocencia o de ingenuidad trasminan este tipo de personas y así cuando están inmersos en la actividad que en cada caso aborden parece que sus defectos les sirven como virtudes y sus virtudes se agrandan. Cuando hablamos de los tiempos de guerra, de los actos de guerra, esto es aún más notorio. Las guerras ponen a los hombres en el camino de las hazañas y también en el de la cobardía. Pero el límite entre ambos es difuso y nunca las cosas son como parecen.  Este libro es, ante todo, un alegato antibelicista, escrito por alguien que no creía en la guerra como forma de arreglar los problemas. Alguien que, como sabemos por el propio devenir de la historia, tenía toda la razón. La primera guerra mundial, esa global confrontación en cuya génesis i

Ellas, la inspiración

Eran tiempos felices. Volvía de Madrid en el AVE y traía un libro que había encontrado en una de esas enormes librerías de la capital. En una de ellas existió una vez un encuentro amoroso que empezó y terminó allí mismo. Un hombre de radiantes ojos verde mar y manos delicadas. En otra, una vez, la chica de vestido azul turquesa que era yo entonces, con un pequeño sombrero de paja también azul, descubrió una libreta con una cinta dorada y un tono lavanda claro en los cantos y ahí comenzó a escribir las notas de lo que pensaba y sentía, a modo de diario informal.  Volvía de Madrid en esos tiempos en los que viajar era posible, era una fiesta, era la vida, con el libro en las manos y una vez dentro del tren, en ese asiento junto a la ventanilla, la mujer que era yo en 2008 abrió sus páginas y ya no pudo despegar los ojos de ellas y, al llegar a Santa Justa, había leído entera la historia de "La vida resguardada", había descubierto a Ellen Glasgow y abierto un interrogante

"Omnia. Todo lo que puedas soñar" de Laura Gallego

Laura Gallego ha hecho más por el fomento de la lectura que muchas miles de recomendaciones escolares. Sus libros corren de boca en boca, que es el método más eficaz para que los jóvenes y niños se enganchen. Desde "Memorias de Idhún" , se ha hecho un lugar especial en las estanterías de los chavales. Doy fe de ello por propia experiencia de mamá de chico lector. "La emperatriz de los etéreos ", "Donde los árboles cantan", " El Libro de los Portales " son solamente algunos de sus otros títulos. De la capacidad para entrar en el mundo de la magia, la adolescencia y los sueños cumplidos, hasta una escritura bien estructurada y llena de colorido, surge su acogida entre los que ya son legión de lectores, que siguen con gran interés cada nuevo libro. No es literatura de segunda, sino libros con sentido.  A veces los profesores no entendemos que son estos libros los que hacen lectores. Lo mismo que ocurre con la saga de Harry Potter los libro

"El alumno Gerber"

En una sola semana del año 1929 diez estudiantes austríacos recurrieron al suicido para terminar con su, a todas luces, terrible vida de estudiantes. Friedrich Torberg tenía a la sazón 21 años y sumó estas noticias escalofriantes a su propia experiencia personal. De ahí surge este libro, el más importante de los que escribió y que retrata con firmeza y sin concesiones, el tormento que supone para un adolescente un sistema educativo basada en la autoridad sin límites del profesor y la dureza de una educación sin humanidad.  La vida de estudiante puede ser muy dura si nos detenemos en estos momentos históricos y en determinados contextos geográficos. La necesaria actitud positiva del alumno a la hora de aprender no puede existir su la escuela es una imposición dogmática, una forma de azacanear conciencias y obtener adeptos. La disciplina escolar es una cuestión que se presenta en variadas formas dentro de la literatura o del cine, por poner dos ejemplos muy frecuentados por es

"Cinco esquinas" de Mario Vargas Llosa

Si algún día tuviera delante a Vargas Llosa le preguntaría por el momento de creación de esta novela. Cual si fuera una pizpireta periodista rosa, ataviada con pitillos negros e imposibles mechas rubias, le lanzaría la pregunta que me ha rondado la cabeza durante su lectura: ¿Estaba usted enamorado mientras la escribía? La respuesta es obviamente, sí.  Vargas sabría en qué sentido yo le interrogaba acerca del amor. Sabría que es el amor pasional, el amor nuevo, ese que le hace preferir los besos a los premios. Quién no...diría cualquier mujer. Entre los hombres, división de opiniones. Así que esa es la primera reflexión tras la lectura, rápida porque el libro discurre como un río imparable, de su nueva obra.  En la calle Sierpes de Sevilla había una librería en la que todo era varguismo. Las colas de la gente en la caja para pagar el libro, atesorado entre sus manos, me recordaron la salida de la saga de Harry Potter, cuando los chavales se amontonaban en las puertas de

"Los diarios de Adán y Eva" de Mark Twain

Mark Twain (1835-1910) forma parte de mi memoria sentimental desde el momento que sus libros llenaban las paredes de mi casa de la infancia. Mientras las niñas de mi calle leían cuentos "de chicas", historias de mujercitas que esperaban casarse o de beatíficas alumnas de internado; mientras que en mi casa, las otras niñas, leían historias ilustradas o tebeos, he aquí que yo, encaramada a mi azotea azul atlántico, melena al viento siempre, calcetines cortos y piernas al aire, leía a Mark Twain, primero "Las aventuras de Tom Sawyer" y luego "Las aventuras de Huckleberry Finn". Confieso que soy más de Tom. La tía Polly me tiene encandilada desde entonces y su manera de mirar por encima de las gafas a los niños (porque mirarlos a través de ellas era un gasto inútil para seres tan poco importantes) se convirtió en un emblema de mis años de adolescente. Los primos Sid y Mary me trasladaron al universo de mis propios primos, unos en La Carolina, veranos llen

"Vida de un escritor" de Gay Talese

Nunca creí que me fuera a gustar un libro como este. Ni siquiera que me parara a leerlo. Pero unas frases extraídas de una rápida reseña que he visto por ahí me hicieron tener una curiosidad insana. No he leído ningún libro de Talese, ni siquiera he seguido su obra, así que...ha sido un atrevimiento, un riesgo, lanzarme a esta lectura.  Cuando un libro no me gusta lo dejo. Nada de intentos. Esto no es un purgante, ni una medicina con sabor desagradable. Leer es un placer, una cosa que te hace verdaderamente feliz así que no tengo por qué perder el tiempo con libros que no me gustan habiendo tantos que me encantan.  Sin embargo...he de confesar que empecé sus páginas (mejor dicho, sus palabras, porque lo he leído en ebook) y tuve una especie de atracción fatal hacia lo que contaba, quizá porque lo hace de manera tan desenfadada, con tan poco misterio y tan escaso cuidado, no sintáctico ni semántico, sino de una manera natural, abierta, sincera. Al menos eso parece.  La cos

"París era ayer" de Janet Flanner

(Portada del libro, editado por Alba)  La vida de la periodista Janet Flanner fue apasionante. Nacida en Indianápolis, en 1892, fue una de las mujeres que se declaró abiertamente bisexual y que, tras casarse, tuvo relaciones largas y profundas con dos mujeres. Solita Solano, con la que estuvo cincuenta años de forma intermitente y Natalia Murray, con quien acabó sus días.  Su vida personal era el trasunto de la profesional: activa y sin que hubiera tema o situación que ella no pudiera abordar, aun siendo una mujer. Fue la corresponsal del New Yorker en París desde 1925 a 1975 y formó parte del círculo de estadounidenses que constituyen la llamada Generación Perdida, expatriados, descontentos y llenos de escepticismo por todo y por todos. Ella conectó a estos americanos (Ernest Hemingway, F. Scott Fitzgerald, e.e. cummings, Hart Crane,  Gertrude Stein, Djuna Barnes entre otros) con los artistas de las últimas vanguardias, tanto pictóricas como literarias, Picasso, Braque, M

La nieve ardía

(Saul Leiter. Fotografía) Él llegó con un aire entre arrogante y tímido. Era la hora incierta del mediodía, cuando el tiempo se detuvo en su rostro. Tenía una expresión callada y unos ojos certeros que se posaron sobre todas las cosas y no se detuvieron en ninguna de ellas. En esas horas, vivió su cercanía como un milagro. Esta allí, por fin, ya se veía, no como algo intangible, sino como una verdad entera, sin ausencia, únicamente él, allí estaba, por fin, ya se veía.  Ni siquiera recuerda sus palabras, no las oyó. No tenía asiento nada más que para sentir el latido de aviso. Estaba allí, no era una quimera, ni una mentira, ni un sueño. Sus manos se movían, su cuerpo se movía, sus ojos se movían. Todo él era verdad, entonces y ella no pudo sino saludarle entero con la dicha de ser y de estar a su lado.  Él llegó envuelto en grises. Los colores de la indefinición. Era un hombre elegante, con aire reposado y antiguo. Un hombre de los que ya no quedan. De los que entiend

Después de todo

Ella no soportaba este tipo de situaciones: tienes una relación con alguien, hay unas pautas, una línea de actuación. Y, de pronto, sin saber por qué, inopinadamente, se rompe, se termina. Se cambian las reglas del juego sin que haya motivo o, al menos, sin que nadie se los explique. En esos momentos no sabe cómo actuar, ni cómo recomponer su pensamiento. Se siente desmadejada, desconocida para sí misma, auténticamente perdida. Qué hace o qué dice. Esa es la cuestión. Y es algo que le ha ocurrido ya algunas veces. Pero nunca se acostumbra.  Por eso la gran pregunta siempre es ¿por qué? Es una pregunta reiterada, que le viene a la cabeza a menudo pero que no puede hacer en voz alta. Si lo hiciera, la persona en cuestión lo negaría todo. Como si se tratara de un interrogatorio policial. Como si esa negación fuera absolutamente imprescindible. Diría siempre que no, que no pasa nada, que las cosas siguen igual, que no ha cambiado su forma de pensar o de sentir.  Ella no tiene da

Nada, en realidad

(Fotografía: Saul Leiter) Michel Faber escribe "El libro de las cosas nunca vistas" y le hacen una entrevista para preguntarle por qué, por qué lo escribió y qué sentido tiene ese libro. No es un libro normal para él. Lo escribió a razón de seis líneas por día. Su mujer, Eva, estaba muy enferma. Cáncer. Murió. Terminó la novela porque le hizo a ella una promesa. Y escribía cada día esas seis líneas porque le hizo a ella esa promesa. Ahora Faber escribe poesía. Porque se lo debe a si mismo.  Soy como esa mujer que avanza entre la lluvia acompañada de su perrito. Yo nunca tendría un perrito. No me gustan las mascotas. Pero parece que el perrito es el que la lleva, el que hace que la mujer avance. El perrito puede ser cualquier cosa. Un hijo, una ilusión, la vida. Algo que empuja a la mujer, que se mueve entre la lluvia, con los pies mojados y un paraguas que puede cerrarse en cualquier momento. También podría dejar de llover pero eso es más difícil. Como esa mujer,

En silencio

(Impression: soleil levant. Claude Monet. Manifiesto fundador del Impresionismo) Viene y me cuenta cosas que no sé descifrar historias que contienen enigmas juegos de palabras incomprensibles que encierran promesas que se abren y agitan sin motivo. Me dice que ha visto el arcoiris sobre llanuras de mar inmenso que la otra cara de la luna no existe que hay una serpiente blanca enredada en el manzano. Me dice que hay noches en las cumbres de viejas montañas con sonidos a cantos de sirenas con llantos de niños abandonados.  Y que ha encontrado un pequeño rincón donde poder amarnos en silencio

Edna Ferber, enérgica escritura

Edna Ferber aparece en un rincón de Internet, en uno de esos merodeos en los que me sumerjo por las tardes buscando libros, escritores o, simplemente, dando una vuelta por ahí. Aparece porque la editorial Nórdica ha publicado uno de sus libros y alguien lo ha reseñado. Esas editoriales que traducen los libros de los autores más poco conocidos en España y que te los ponen en bandeja realizan una labor encomiable. Siempre hablo de ellas con agradecimiento. Ahora ha sido Nórdica .  Edna Ferber , 1887-1968, es estadounidense y fue escritora de libros y de obras de teatro. Sobre todo, una persona llena de fuerza, de convicciones, de deseos de cambiar el mundo. El ámbito de la pequeña y mediana burguesía es el telón de fondo de sus obras y es también una gran amante de los enormes espacios vírgenes de los Estados Unidos . Cuando sitúa sus obras en Oklahoma , en Texas o en Alaska , no solamente recrea los lugares sino las contradicciones de la sociedad, siempre presentes en sus l

La euforia de la gente feliz

(New York. Robert Neffson. Hiperrealismo) Siempre me he preguntado si era verdad o impostura. Si esa euforia bulliciosa de la gente en vísperas de puentes o vacaciones es cierta o si solo tienen miedo de no parecer felices. Ser infeliz es algo que nadie quiere reconocer. Salvo los nostálgicos del romanticismo más oscuro, salvo los diletantes sin remedio, algunos artistas de la soledad o ciertos sesentayochistas prepotentes. Todos los demás huimos de la infelicidad. Reconocerla nos hace más infelices.  La gente hace planes para cada día y cada hora. Ningún fin de semana con varios planes para elegir. Ningún puente sin viaje. Ningunas vacaciones sin paraísos exóticos, vacunas, maletas y hoteles con todo incluido. Los pocos que se atreven a afirmar con timidez "no tengo planes" serán mirados como seres extraños, proscritos de una vida en sociedad que te impone la diversión por decreto. Hay que divertirse como sea, emborracharse si se puede y transgredir el horario. A

Eres la oscuridad

(‘Q Train’ – Nigel Van Wick) Si desparramo amor, tú no lo notas Impasible el sonido de un corazón en llamas Te pierdes en la noche de los silencios claros De la firmeza oculta de un tiempo que no existe.  Si te recuerdo, amor, tú no lo sabes No entiendes el sentido de mi fatal bagaje No me oyes, no me miras, no estoy, no notas nada, Eres la oscuridad, la noche aciaga y lenta. Amor, si un día te busco, inexorablemente Tendrás que abrir la puerta o cerrarla de golpe Tendrás que acariciarme o despedirme entera Tendrás que amarme, amor, o moriré, sin duda.