Rancapino tiene una inmensa mata de pelo gris y mantiene el aire de siempre. El aire y el compás porque, aunque su voz, siempre difícil, lucha por salir, no hay forma de que se desvíe de su cante de siempre. Veo a Rancapino y me acuerdo de Chiclana, su pueblo y el mío, aunque él es de La Banda y yo de El Lugar (y si no eres de por allí no entenderás qué significado tiene eso). Me acuerdo del Canario, del colegio Santa Ana, de la calle La Vega, de la calle Fierro (en la que nací, al lado de la plaza de España y en la esquina del Cabezo). Me acuerdo del bar Cachito, de La Barrosa, del puente sobre el río Iro, de La Predilecta... Estos días pasados le han hecho un homenaje en Sevilla, en el Teatro Lope de Vega. No es frecuente homenajear a los secundarios de oro del flamenco, gente con trayectoria y conocimientos pero que no han estado en la primerísima fila, porque, como en todo, hay cuestiones relacionadas con la suerte que no se pueden controlar. En este caso, ese homenaje ha sido c
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