El muchacho entró en el Instituto algo perplejo. Era un edificio muy grande, rojo y alargado. Más grande que aquel otro, en el que había pasado los dos cursos anteriores. Este edificio parecía más nuevo y tenía muchos tablones de cristal, patios con plantas, gente que iba de un lado a otro. El muchacho se sintió un poco solo. Su nombre estaba en una lista y todos los demás nombres correspondían a otros muchachos, así que, todos juntos, entraron en un aula y allí estaba un profesor, con gafas y aspecto amigable. No lo habían visto nunca, pero parecía un buen tipo. Sin embargo, el desasosiego invadía al muchacho y, aunque él no lo supiera, a la mayoría de los otros chicos que formaban el grupo (salvo a dos o tres, que eran bastante inmunes a las preocupaciones). El profesor pasó lista y estaban todos. Les dijo dos o tres cosas que debían ser importantes, aunque él no lograba concentrarse, ocupado como estaba en dilucidar si ese curso escolar que comenzaba iba a ser bueno o malo para su v
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