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La escritora que adoraba Emily Brontë

Ann Radcliffe (de soltera, señorita Ann Ward) vivió en Inglaterra entre 1764 y 1823. Fue, por tanto, contemporánea de Jane Austen . Era hija de un comerciante y su matrimonio con un director de periódico la acercó al mundo de las letras. Fue su marido el que la animó a escribir y lo hizo a través de varios libros que alcanzaron enorme éxito. Tanto es así que la propia Jane Austen habló de uno de ellos en su novela satírica "La abadía de Northanger" . Allí aparecen "Los misterios de Udolfo" que Radcliffe había publicado en 1794 y que es una de las lecturas favoritas de la protagonista, Catherine Morland, una aspirante a heroína romántica que, como el sobrino de Mesonero Romanos (ese que por ser un romántico de raza frecuentaba cementerios y vestía de negro), no tenía condiciones para ello. Ni había nacido expósita, ni era maltratada por su familia, ni era horriblemente fea, ni siquiera llevaba una vida poco convencional. Todo eso justifica el humor que la esc

Siempre quise tener a alguien con quien hablar de libros...

Escribí en este blog acerca de la historia de Helene Hanff y de Frank Doel a propósito de la lectura del libro "84, Charing Cross Road", ese homenaje que ella hace a su librero con el que mantuvo una correspondencia de veinte años de un lado al otro del océano. Siempre quise tener a alguien con quien hablar de libros. Hablar de tú a tú, me refiero, sabiendo que la otra persona está interesada en escuchar lo que dices y lo comprende, no en el sentido de "saber" sino de "apreciar". Es verdad que la relación entre ambos fue, al principio, estrictamente comercial, pero eso no implica que no hubiera un verdadero entendimiento, una verdadera causa común: el amor a los libros. Y, dentro de ellos, Helene Hanff tenía dos ámbitos a los que venerar: la literatura clásica y la literatura inglesa. Ambas se cruzan en alguna ocasión, pero no siempre. Su formación autodidacta debía todo a esa voluntad de conocimiento que Doel ayudó a desarrollar. Ella era una escrit

Los nervios de la señora Bennet

(Alison Stedman fue la señora Bennet en la mejor versión de "Orgullo y Prejuicio", BBC, 1995)  Las crisis en la casa de la familia Bennet son casi cotidianas. Cuando hay que casar a cinco hijas y asegurar que, al menos una, haga un buen matrimonio para así tirar del resto de la prole (chicas sin fortuna y con la herencia familiar vinculada a un pariente varón), todo se convierte en una carrera de fondo. El padre, consciente de la situación pero de carácter flemático y casi despreocupado (salvo de su biblioteca, sus libros y su soledad), está a verlas venir pero la madre, ay la madre, la madre Bennet tiene un recurso irresistible y que es usado comúnmente por un gran número de personas cuando las circunstancias lo requieren.  Los nervios. Los nervios de la señora Bennet son viejos conocidos del señor Bennet, pues lleva lidiando con ellos desde que se casaron. Y son también un elemento oportuno que aparece en las crisis y que conduce a la señora Bennet a la tranqu

Tú me silbas, amor; yo viajo en barco

Todo el talento de la Warner se puso en acción, en ese año de 1944, para orquestar una sinfonía con todos sus aditamentos y la mejor melodía. Que no falte de nada, pensaron los sesudos warnerianos, no confundir con alemanes melómanos. Tras la disputa con los Hermanos Marx por su película “Una noche en Casablanca”, disputa que dio lugar a las hilarantes cartas apócrifas que Groucho desliza en su biografía “Groucho y yo”, también apócrifa como todo él (¿existió alguna vez Groucho Marx?), había que continuar por la senda  casablanquista que tan buenos réditos estaba dando. Y la Warner lo sabía. Tómese una novela menor de Ernest Hemingway (puede surgir en una distendida charla entre Ernie y Howard mientras esperan que los peces piquen); escríbase un guión a dos manos por Jules Furthman y William Faulkner (faulknerizar un guión era un ingrediente indispensable en esos días); compóngase una música ad hoc de manos de Franz Waxman, con, al menos, tres temas sensacionales (y, por s

El antihéroe

Harry Callahan es el rey de la ambigüedad. Por eso no resulta extraño que protagonice una película de buenos y malos. La línea divisoria entre ambos conceptos es resbaladiza a veces y por eso Don Siegel nos propone que no nos fijemos en los métodos sino en los fines. Así Scorpio es el malvado francotirador al que hay que hacer frente y Harry Callahan el héroe, en momentos antihéroe y, para la posteridad siempre, Harry el Sucio.  Todos los engranajes de la película funcionan a la perfección y el resultado no es solamente un film de género policíaco con policía-duro que a veces se salta la ley para lograr un objetivo mejor, sino, sobre todo, el nacimiento de un icono del cine que no se llama, en realidad, Harry, sino Clint. Clint Eastwood. Importado directamente de la trilogía (Por un puñado de dólares, La muerte tenía un precio y El bueno, el feo y el malo) que configuró para siempre el spaguetti western, otro género anunciado y confirmado por él, con la dirección imprescindibl

La venganza es una obra de teatro

Annette Bening tiene una asombrosa risa cristalina. Como si se riera dentro de un juego de espejos. En esta película se ríe, sobre todo, cuando se enamora o cuando cree enamorarse. Necesita emociones fuertes, hubiera sido una buena espía. 1938 y Londres vive el teatro, la noche, los cabarets y la fiesta como si solo eso importara. Annette es Julia Lambert una cotizadísima actriz de teatro, una estrella, que llena los teatros y que tiene un matrimonio muy conveniente con Jeremy Irons, que aquí se llama Michael. Su hijo, Roger, está en ese tránsito de la adolescencia a la juventud que todas las madres temen, pero aquí no debería haber preocupación. Roger es el personaje más juicioso de todos. Y el más observador. También le va a la par Lord Charles, un atractivo Bruce Greenwood que tiene toda la cara del presidente Kennedy.  En "Conociendo a Julia", los secundarios no son tales, sino fuentes de sabiduría, la sal de la película, el aliño imprescindible. Desde el maître d

"Las fidelidades" de Diane Brasseur

Este es uno de esos libros que encuentro al azar recorriendo una librería. No había leído previamente ninguna recomendación. Nadie me había hablado de él. Es un libro anónimo que observé en una estantería de novedades y que me hizo pararme. El tema me atrajo. La portada también.  Lo abrí por una página cualquiera: "Me dice que tiene miedo, me dice que la simple idea de que comparta la cama con otra mujer, aunque sólo sea once noches al mes, se le ha hecho insoportable, me dice que empieza a sentir rencor, y yo me siento con la espalda bien recta y saco pecho, como un hombre, y trato de responder: "Lo comprendo", porque lo comprendo, pero tengo la garganta atenazada y no me pasa el aire, ni la saliva, ni el humo del cigarrillo" Presiento que el libro va a tratar de descifrar que sienten las mujeres cuando el hombre al que aman no es fiel. Olvidemos la palabra "infidelidad", dice la autora. Hablemos de la fidelidad, de qué significa en concreto, n

Ese sueño callado de la lluvia...

De "Midnight in Paris" me gusta la lluvia. Igual que al protagonista. Igual que a Woody Allen. Las ciudades con lluvia parecen otras. Cambian de aspecto en cuanto el cielo se oscurece, en cuanto las nubes dejan de ser formas blanquecinas y se convierten en amenazadores tanques. La sinfonía de colores de los paraguas merecería fotografiarse por Nina Leen. Ella colocaría unas cuantas muchachas al borde de un sofisticado parterre y lanzaría su cámara al aire y al mundo. Cuando la película comienza y veo esas imágenes de la ciudad, con la gente paseando tranquilamente, sentados en las orillas del río, en los cafés, cruzando los puentes, simplemente mirando escaparates, recuerdo el suplicio de las mascarillas y del miedo, recuerdo cómo nuestras caras se esconden detrás de la tela y vuelvo a mirar la película, el sosiego y la dicha que transmite. Recuerdo lo que ya no existe.  Cualquier estudiante de Arte, como yo misma hace unos años, entendería la emoción de tropezarse c

"Roth desencadenado" de Claudia Roth Pierpont

Hay algo que me une a Philip Roth aunque él no lo sepa. Los dos adoramos "Las chicas de campo" de Edna O´Brien. Ella es mi apuesta firme para el Nobel de Literatura hace años y creo que él me daría la razón. Como ha comentado Martin Amis, Roth ya tiene su biografía y, como está vivo (el próximo 19 de marzo, Día del Padre, cumplirá 83 años) ha tenido ocasión de saber qué se piensa de él. O que piensa su biógrafa, Claudia Roth Pierpont que comparte nombre con él pero no lazos familiares. Son amigos y, como afirma Claudia, los amigos se dicen la verdad los unos a los otros. Presumo que lo mejor para cualquier mujer en relación a Roth es mantener un lazo de amistad sin interferencias. Por si acaso.  Sin censuras, porque el libro no lo leyó el escritor antes de terminarse, la autora nos cuenta la infancia en Newark y los datos de su familia: abuelos judíos rusos y polacos, padres americanos de primera generación, allá por New Jersey. Judaísmo pero menos.  Las mujeres

En el cine, años cincuenta

El cine fue el gran milagro del ocio en el siglo XX. La alegría de las noches del sábado, la mejor forma de disfrutar si tenías pareja, si ibas en familia o con amigos. El cine cambió la forma de vivir la realidad y de soñar la vida. Todo se convertía en un vocabulario especial y nuevo. La cinefilia unió a las personas en un lenguaje común, en un encuentro que ningún otro arte ha logrado. Las películas imprimen carácter y sus personajes son parte de la existencia cotidiana. Las modas surgieron del cine y la historia personal de las estrellas fueron el espejo en el que mirarse. Sin el cine, la cotidianeidad hubiera sido más gris, más oscura, menos abierta y libre. Las colas para los grandes estrenos eran el símbolo del deseo de algo mejor. El cine fue la ventana abierta al exterior, la muestra de que la vida se podía escribir con otros renglones.  Los años cincuenta en España tienen un resto de sufrimiento añadido que es difícil olvidar. Las cosas estaban condicionadas por la es

Cien sabios y una muchacha

Cuando yo era muy joven e ignorante tropecé por casualidad con un sanedrín de flamencos sabios. Cada uno de ellos había recorrido una parte importante de su propia biografía y tenía un talento que mostrar al mundo. Todos eran, a la vez, conocedores de lo mucho y expertos en lo suyo. Una difícil constelación que no siempre se halla. Más bien lo contrario. Pienso en los chavales jóvenes que llegan con toda la ilusión del mundo a su primer trabajo y, en lugar de que los guíen, o los asesoren, ahí están los buitres para hacerles morder el polvo. Como si de una película del oeste se tratara, una película mala, sin Clint Eastwood y sin Morricone, los jóvenes que empiezan tienen que sortear los obstáculos en total soledad, sin mentores y sin ayudas, pisando charcos y llevándose la peor parte de casi todo. Ahora las empresas hablan de la gestión del talento pero, la mayoría de ellas, mienten. Gestionar el talento a su juicio es sacarles el jugo a los nuevos para que los antiguos se apunte

"Villa Vitoria" de D. E. Stevenson

D. E. Stevenson es Dorothy Emily Stevenson (Edimburgo, 1892- Dumfriesshire, 1973). Si te suena el apellido es con razón. Resulta ser la hija de un primo de Robert Louis Stevenson, que no necesita presentación y que está en nuestras estanterías desde que éramos adolescentes. Esta Dorothy es un personaje tan interesante como lo son los de sus novelas, sobre todo los femeninos. Si repasas un poco su peripecia biográfica puedes entenderla y entender qué escribe y por qué lo hace. Su padre era un ingeniero que diseñaba faros, es más, toda su familia era diseñadora de faros. La educó una institutriz y cuando la niña manifestó que quería ir a la universidad, el diseñador de faros que era su padre, se negó terminantemente, en su familia ninguna mujer había poseído nunca un título académico y así debía seguir siendo. Así que su carrera se redujo a casarse con un capitán y, por supuesto, a escribir muchas y divertidas novelas.  D. E. (también podemos llamarla así) luce una artística artim