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Maltratadores y víctimas: La inquilina de Wildfeld Hall de Anne Brontë

El universo cerrado en el que vivían los Brontë , las tres hermanas y el hermano, produjo unos frutos literarios diversos. Esta novela de Anne Brontë  (1820-1849), podría resumirse diciendo que trata de un tipo maltratador psicológico, débil, pervertido y egoísta, así como de su víctima, una mujer que se enamora para su desgracia.  Helen Graham cree sinceramente que ella hará posible el milagro de que su marido se convierta en un hombre cabal y deje de ser un libertino, borracho y manipulador. Así lo creen también las miles de mujeres que se enamoran del hombre equivocado. Ellas luchan contra sí mismas y contra ellos para lograr su objetivo pero terminan destrozadas, hundidas, perdidas, cansadas y, a veces, con la esperanza muerta.  Lo peor de Arthur , el marido de Helen , es que no reconoce abiertamente su juego y eso origina que ella se sienta hasta culpable por las culpas de él. Es verdad que hay un sentido religioso en esa culpabilidad, pero también lo es que Arthur e

La cocina de Doris Day

Doris Day (Ohio, USA, 1922), con casi noventa y seis años y cuatro maridos a sus espaldas es una de esas personas enigmáticas, excéntricas y difíciles de conocer, aunque su imagen en el cine sea, casi siempre, sencilla y doméstica. Bueno, no tanto. En realidad, aunque se asocia con ella un perfil de buena chica, basta pensar en tres de sus películas para entender que, ya en esos años centrales del siglo XX, cuando las mujeres todavía andaban en mantillas a la hora de salir al mundo, ella representaba la independencia económica y la profesional avezada. En esas tres películas la escoltan dos hombres, cada uno de ellos con un rol diferente: el muy atractivo Rock Hudson como protagonista. Y el genial Tony Randall como eterno enamorado no correspondido. En una de esas películas aparece un cuarteto, porque tenemos que añadir a la lista a Thelma Ritter, encantadora mujer de servicio un poco bebida a todas horas.  En “Confidencias de media noche” ( Pillow Talk , 1959, de Michael

Esas lágrimas

Si fueras una estrella de cine tendrías en la puerta de tu mansión fantástica diez o doce cámaras para hacerte fotos a cada instante. Saldrías equipada con tu enorme sombrero, una fastuosa pamela de firma, y con tus gafas de sol Armani por lo menos. Sin duda, maquillada. Sin duda, con un bonito rouge del color de moda, fucsia este otoño-invierno. La piel dorada, por efecto de un protector solar de alta numeración y efecto pantalla, genialísimo y muy caro. Un abrigo de corte sencillo pero de hechuras favorecedoras y unos zapatos de tacón, que te hacen preciosas las piernas cubiertas con medias oscuras. En fin, una monada.  No eres una estrella de cine. No tienes a nadie en la puerta de tu casa. Es una casa, además, no una mansión. No sales a la calle con sombrero, salvo en verano, si es que hace mucho calor o estás en la playa. Tus gafas no cubren unos hermosos ojos maquillados a la última. El lápiz de labios se desdibujó hace un rato por efecto de esas gotas saladas que van

Una vez tuve un sueño

En el boulevard Víctor Hugo, el más esplendoroso de Nimes, está la iglesia romano-bizantina de Saint-Paul y, muy cerca, en el mismo lateral, el Lycée Alphonse Daudet, con su enorme torre y sus edificios en torno a un patio porticado en el que los estudiantes suelen sentarse al sol. El sol del midi es fascinante. Sobre todo en otoño y en primavera, cuando no cae a fuego, sino compasivamente, llenando de calidez las calles y los cafés, todos ellos entoldados al mediodía. En el Daudet se estudia en varios idiomas. Inglés, español, alemán, portugués y ruso, siguiendo una tradición que data de mucho tiempo atrás.  Si paseas por la ciudad tienes que llegar a ver el anfiteatro de Les Arénes y la Maison Carrée, el templo levantado por Augusto, el mejor conservado de todos los romanos. En Les Jardins de la Fontaine, del siglo XVIII, está integrada la Tour Magne y toda la ciudad destella restos clásicos a través de la muralla romana que aún puede observarse en algunos tramos. En las afu

Cuando suena el teléfono

Antes de que existieran los móviles, allá por los años cincuenta y sesenta del siglo pasado, una casa de chicas podía tener en el teléfono el mayor motivo de conflicto. Y así era. Carmen, Dolores, María y Elvira se pasaban media vida disputando por el uso que cada una de las otras hacía del aparato. El aparato, negro y muy pesado, estaba estratégicamente colocado en un pasillo, seguramente para dificultar lo más posible las conversaciones y que estas no se alargaran en demasía. Pero esa medida, ingeniada por Marina, la madre, fue una absoluta inutilidad. Porque las cuatro chicas tenían una asombrosa dependencia del exterior.  Era delicioso oír el sonido característico de la llamada, salir corriendo desde el salón, la cocina, el cuarto de estar o el largo pasillo de mármol gris, para ser la primera en cogerlo y, con una voz extremadamente dulce, por si acaso, soltar ese "dígame" característico. Si, al otro lado de la línea telefónica estaba "él", entonces m

Chico encuentra chica

(Modigliani) Una vez ella se sintió bastante perdida y encontró en la red de redes (esas con las que puede pescarse el universo) una voz cuyo eco sonaba consolador, agradable. Sin faltas de ortografía, ni interjecciones, ni onomatopeyas, ni emoticonos, ni dinosaurios saltando la comba. Una voz, simplemente.  La voz era de alguien que había sufrido por amor y a quien el amor había dejado exhausto, quizá inerme o desengañado o falto de fuerza para seguir buscando, quién lo sabe. El caso es que dos soledades son fáciles de atar con un lazo invisible en las noches de los veranos yermos y sin luz.  Así se escribieron palabras que cruzaron las ondas del espacio y cayeron en otros ojos, otras manos, desde un lugar a otro del mapa, en el intrincado lugar en el que se guardan los dolores más hondos. Hace poco ella descubrió que se había obrado un milagro y que el dueño de esa voz ya no tenía el eco de soledad perenne con que antaño se adornaba sin quererlo y que el dueño de es

Margot

Margot era mi costurera. Vivía en mi calle, en la zona media. Esa calle tenía tres tramos bien diferenciados y lo que ocurría en alguno de ellos era impermeable al resto. Era una calle muy especial. Ahora ya no lo es. Se han remodelado casas, se han levantado algunos bloques de pisos y se ha cerrado su acceso a la carretera de la Estación. Otra calle diferente, que nunca visito, que no quiero ver, como decía el poeta. Tiempo cerrado, paisaje clausurado.  Margot era coja. Directamente coja. El defecto de su pierna era muy llamativo, se notaba inmediatamente, no solo de pie, sino sentada. Se sentaba de una forma peculiar, con una pierna estirada y la otra doblada, rarísimo. Las niñas íbamos a su taller a probarnos ropa y la mirábamos insistentemente. Supongo que estaría acostumbrada. Tenía muy mal genio. Todos decían que era una mujer "rara". No te jode, pensaba yo. Claro que tiene que ser rara. Está todo el día en esta sala con ventana a la calle, rodeada de aprendi

¿Por qué amamos al señor Darcy?

(Colin Firth) La serie de la BBC sobre "Orgullo y prejuicio", de 1995, marcó un antes y un después. Hace veinticinco años que se estrenó pero sigue siendo referencia de las adaptaciones de las novelas de Jane Austen. Convirtió a "Orgullo y prejuicio" en su obra más popular y, como cosa extraordinaria, logró que el protagonista masculino acaparara el mayor interés. La fama de Darcy oscureció al resto. Pero se trata de una adaptación tan cuidada y bien hecha que ha marcado la senda de las demás.  Además del impacto que el actor Colin Firth causó entre los espectadores (cabría decir con más exactitud, las espectadoras) hay otros elementos que resultan definitivos desde el punto de vista de la producción audiovisual de una obra clásica. En primer lugar, el casting. Todos los papeles se asignaron a actores y actrices capaces, la mayoría tras una prueba de cámara y una audición, aunque hubo excepciones. Hay hasta una sobrina lejana de la propia Jane Austen e

La reinvención de un clásico

(Kate Winslet es Marianne Dashwood. Su brillante actuación cuando hacía el casting para ser Lucy Steele y la forma en que daba en la prueba de cámara decidió su papel) En este año de 2020 se cumple el veinticinco aniversario de dos adaptaciones de novelas de Jane Austen que pueden ser consideradas las mejores de todas las realizadas hasta ahora. Me refiero al "Orgullo y Prejuicio" de la BBC, con Colin Firth en el señor Darcy y Jennifer Ehle como Elizabeth Bennet, y a la versión cinematográfica de "Sentido y Sensibilidad" que dirigió Ang Lee, con guión de Emma Thompson.  (Alan Rickman es el coronel Brandon, un hombre maduro enamorado perdidamente de una jovencita de diecinueve años, a la que logra salvar de la crisis que le provoca el desamor) En la génesis de la película de Ang Lee está la productora Lindsay Doran, presidenta de la Mirage Enterprises, una empresa mediana que fundó Sidney Pollack. Doran es una confesa admiradora de Jane Austen y

Nuestro

(Fotografía: Saúl Leiter) Nuestro. Esa es la palabra. Una palabra solo. Solo una. Nuestro. Un título adecuado para un relato de cuatro folios. Una apelación a algo que no puede escaparse sin dolor. Nuestro. Esa forma de decir que nos pertenece, que somos de ella, de la palabra, de algo. Hay un hilo invisible que se llama Nuestro. Y lo atamos a veces. Otras veces, se deshilacha y desaparece. En más ocasiones permanece terso, firme, inamovible. Está ahí. Al menos, de momento. Es una forma de llamarnos. Nuestro. Es Nuestro. Una invocación, una llamada, una esperanza tal vez. Fuerza. Y fe. La inmensa fe de que se haga posible lo que en la noche, cuando todas las luces han decidido esperar al alba, se manifiesta sin que el ruido del sueño lo distraiga. Nuestro. No de nadie, ni de otros, ni de ellas, ni mío solo. Nuestro. No tuyo, ni de esos, ni de ayer, ni del futuro. De hoy. Nuestro. Esta palabra encierra tantas cosas que estoy por escribirla en letras indelebles. Nuestro. Tuyo y

"Madame Solario" de Gladys Huntington

Un libro extraño, que pasó por vicisitudes en su publicación, al igual que su autora. Desde 1980 sabemos que es Gladys Huntington, aunque antes se especulara sobre ello y la aparición del libro se hiciera de forma anónima. ¿Por qué una autora con varias obras publicadas no pone su nombre a un libro? Seguramente porque no quería que se supiera que ella había sido capaz de escribir algo así. Mucho tienen que ver las buenas costumbres y los convencionalismos. Sin embargo, ella sabía, así lo muestra en el libro, que esas buenas costumbres ocultan "cosas". Como dice Margaret Dashwood en conversación con su madre y sus hermanas, hay personas que hablan de "cosas" pero ellas no. Esas cosas son tanto chismes, como sentimientos, como hechos, asuntos de verdad, no eufemismos, no temas insignificantes de la vida doméstica. Cosas.  Gladys Huntington tenía casi treinta años cuando empieza a escribir este libro, que se publicó cuarenta años después y anónimamente. La acci

Ahora no es el momento

(Peregrine Heathcote. The nigth call) La vida está hecha de momentos. A veces esos momentos duran una eternidad. Y otras veces, un soplo. Pero en la memoria suelen convertirse en ráfagas, en pequeñas alucinaciones que simplemente sabemos que ocurrieron por algún detalle que se quedó fijado en la retina. O por una anotación en un cuaderno, una libreta de pastas de colores y hojas lisas. Una libreta sin espirales, con cinta roja y cosida a mano.  La impaciencia convierte los momentos en una suerte de tiempo expectante, vivido a medias. Esperar es un desafío a nuestras emociones. Ninguna de ellas está hecha para ser convertida en el paso previo de algo. No. es mejor tener claro que todo forma parte de una vida y que toda la vida ha de ser vivida como se merece. Queremos que el tiempo pase deprisa, pero cuando pasa advertimos que hemos gozado a medias, que hemos sufrido a medias.  Una vez leí un libro. Era un libro ínfimo, con muy pocas páginas, mal impreso y con hojas ásperas y

George Steiner en The New Yorker

La huella de George Steiner está también en los artículos que, durante años, escribió para la revista The New Yorker. La editorial Siruela, en su colección El Ojo del Tiempo, los publicó en un libro en edición de Robert Boyers. Los artículos tratan de temas diversos y tienen un denominador común: la lucidez con que Steiner se acercaba a cualquier cuestión. Un verdadero intelectual es aquel que, como en este caso, tiene una mirada propia. Esa mirada no es extravagancia ni originalidad sin sentido sino que, al contrario, bebe en las mejores fuentes y ofrece una estructura de pensamiento en la que la argamasa es la coherencia. Resulta, por tanto, de enorme interés, conocer su postura acerca de determinados temas y situaciones. Este es el sentido que tiene este libro recopilatorio.  Desde 1967 a 1997 Steiner escribió en esta revista más de ciento cincuenta artículos. La mayoría de ellos eran reseñas, algunas más cortas pero otras de gran extensión, bastante más de lo habitual. Por

El pretendiente de Jane

(Mujer delante de un espejo. Mosè Bianchi) En diciembre de 1795, cuando Jane Austen tenía 20 años recién cumplidos, asistió a un baile en Manydown House, la casa de la familia Bigg. Allí, en ese baile, estaba Tom Lefroy, un guapísimo irlandés, rubio, inteligente y encantador. Se había licenciado en Dublín y estaba a punto de comenzar los estudios para optar a los exámenes del Colegio de Abogados de Londres. Esos días estaba disfrutando de las vacaciones de Navidad con unos parientes en la rectoría de Ashe. Ese baile fue relatado concienzudamente por Jane a su hermana Cassandra, que estaba fuera por entonces. Un acontecimiento social de ese tipo era el momento y el lugar más ansiado por las chicas de entonces y las hermanas Austen no eran diferentes en eso. De hecho, a Jane siempre le gustó bailar y esa misma afición la refleja en las heroínas de sus novelas. Todas ellas son bailarinas aceptables e, incluso alguna, como Emma Woodhouse, tiene un estilo depurado y elegante cuan