(Fotografía: Manuel Amaya) Me despido de ti y no lo sabes. Toda la vida es una despedida. Dejé mi casa una y mil veces. Dejé el patio y las flores, los arriates, el sabor fuerte del agua de pozo, la humedad, dejé el levante, el poniente y el sur. Toda la vida es un continuo adiós de objetos, de personas, de sentimientos, de lunas, de horizontes y de puntos geográficos. Te despides de alguien cada día. Y esa despedida se renueva al pie del ascensor: Hasta mañana. Buenas noches. Que descanses. Adiós. Hay despedidas que son definitivas. Se muere alguien y ya nunca más su olor inundará tu cama, o tu casa, o tus sueños. Se marcha y se convierte en una foto, en un texto que escribí a su lado, en la esfera con los mapas de todos los continentes, en un viaje, una diapositiva. Hay otras despedidas que son tercas, que parecen querer rebasar nuestra paciencia y ser imposibles, ser inauditas, ser cobardes. Las despedidas cobardes cansan el cuerpo tanto como el espíritu. Adiós y no te
¡Cumplimos 15 años! 2009-2024