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La novela romántica de Corín Tellado

Aunque no lo sepamos, muchas generaciones de españolas, crecieron leyendo sus libros. Ella se decía "escritora" a secas, pero todos los críticos la tildaban de "escritora de novela romántica". Corín Tellado fue la precursora de todo el novelismo romanticón de ahora. No tengo ni idea de cuántas novelas escribió pero deben ser miles y todavía pueden verse en los libreros de viejo y en las ferias del libro de ocasión. En alguna de estas me he hecho de ejemplares y están por aquí, como testimonio de una literatura que, lejos de perderse, ahora se mueve mucho entre las redes y los autopublicados.  Si repasas su biografía verás que era un crack, una mujer adelantada a su tiempo. Algunos de los títulos que puso a sus novelas eran espectaculares. "Mejor amante que marido", por ejemplo. Cosa inusual y complicada en aquellos tiempos. En realidad, hablar de "tiempo" es relativamente difícil, porque su trayectoria ha sido larguísima y los formatos de

Aquel fugaz momento en que te amaba

Tú bien sabes que te he querido tanto, que te he querido mucho, que ese mucho lo he dicho y repetido y lo he mostrado sin duda abiertamente y sabes que todo ha sido inútil. Compras en el vivero una maceta, una pequeña planta de colores muy vivos y luego la alimentas, la riegas y la pones al sol. Observas como crece y le dices palabras, porque a las plantas, como a los seres vivos, hay que hablarles para que se sientan comprendidas y amadas. Así lo hice contigo y tus rarezas, contigo y tus extrañas expresiones, contigo y tus ausencias, contigo y tus mentiras.  La planta, sin saberlo, apenas sin motivo, con un motivo solo y tan efímero, estuvo un tiempo a oscuras y la luz que se fue la dejó para siempre varada como un barco en un puerto de árboles ajenos. No recuerda, como yo no recuerdo, aquel fugaz momento en que te amaba y lo mostraba así, sin ocultarlo, sin ocultarme yo, mostrando enteras mis palabras convertidas en dudas y al revés si es que fuera posible.  He tirado aye

Pasiones inteligentes

(Serena Reading by George Romney, 1780-85. Harris Museum & Art) Tengo para mí que " Emma" , de Jane Austen , es una novela que tiene en la inteligencia su principal adorno. No en la belleza, efímera. No en la riqueza, injusta. No en la suerte, arbitraria. Es la inteligencia el don que aquí aparece tan magníficamente retratado, con pinceladas suaves a veces como una foto en blanco y negro o con la espesa pasta pictórica de los impresionistas. O como ese cuadro de George Romney , contemporáneo de Austen , que revela la sencilla inclinación de una mujer leyendo.  En todo caso, la inteligencia fluye en los diálogos, en las descripciones y en las cabezas de aquellos personajes que disfrutan de ese regalo de la naturaleza que esta reparte con la displicencia de lo que es únicamente suyo. Ocurre en "Emma" de una forma extraordinaria pero también en el resto de sus libros, en los que se distingue de inmediato al necio del sabio, al prepotente del humilde

Emma Woodhouse no quiere casarse

(Retrato de Lady Hamilton como Circé, 1782, George Romney, Londres, Tate Gallery) Guapa, joven, rica y sin ansias de pillar un marido. ¿Cómo es esto? A simple vista resulta raro. A vista de pájaro podemos pensar que aquí falla algo. Será una chica de mal carácter, de esas insoportables, a la que solamente le gusta leer libros sesudos y recluirse en su habitación para pensar en cómo marcha el mundo. Una sabelotodo. O quizá es una artista frustrada, alguien que dedica su vida al arte, a plasmar paisajes en los lienzos o a esculpir, a partir del sencillo barro, los bustos de la gente de su entorno. No sé. Puede que nos encontremos un caso patológico, alguien sin habilidades sociales, a quien no le gusta reír, alguien con mal humor congénito, una de esas personas insoportables y hurañas. Quizá es que la vida social le molesta, no le apetece bailar, la gente le produce urticaria, es una ermitaña que solamente está a gusto consigo misma… Si lees Emma verás que nada de esto

Jane (Austen) enamorada

(Mary Freer, by John Constable 1809, Yale British Art) En enero de 1796 Jane Austen escribe una carta a su hermana Cassandra , que estaba pasando unos días en Berkshire, en casa de sus futuros suegros, los señores Fowle. La carta, que es la más antigua de las que se conserva, es muy interesante. Ella tenía veinte años recién cumplidos pues había nacido en diciembre de 1775. En un cajón de su escritorio estaba guardado, y casi oculto, el manuscrito de Sentido y sensibilidad . Aún no era, en estricto, una escritora, aunque escribía desde niña. Pero esa carta tiene tantos matices, datos e ideas que merece la pena reparar en ella. Porque de su lectura, y de los hechos que después sucedieron, podemos deducir que uno de los protagonistas de la misma es, precisamente, el muchacho de quien Jane se enamoró. Tom Lefroy , que llegaría ser un prestigioso abogado y miembro del Parlamento de Irlanda, confesó en su vejez que había amado a Jane y que únicamente su falta de fortuna

¿Qué habrás hecho ahora?

Tengo la sensación cierta de que meter la pata es una de mis especialidades. Y es algo cuyos motivos me gustaría descifrar. Saber de dónde he sacado ese conocimiento tan perfecto. Por qué echo a perder casi todo lo que toco. Incluso sin tocarlo, solo con el pensamiento. Es como lo de la electricidad estática. Tengo un nivel de electricidad estática por encima de la media. En realidad tengo muchas cosas por encima de la media, pero no todas ellas son útiles, ni se pueden contar. Enciendo la luz de una habitación, o lo intento, acciono el interruptor y la bombilla se funde. Así, automáticamente. Me pasa muchas veces. Y es por la electricidad estática. Soy una central eléctrica en continuo funcionamiento, una de esas de ciclo combinado que nunca se paran. Y, vuelvo a preguntar, desconozco el motivo. Quizá tendría que ir a un especialista, un psicólogo conductista, una de esas expertas en constelaciones familiares, en flores de Bach, o en yoga, algo que me aclare mi papel en el mund

Periodismo low cost

Aprendí a leer leyendo el periódico. No porque fuera una inmigrante, como esa señora Smith de "El cuarto poder", sino por la sencilla repetición de un rito: todos los días mi padre llegaba a casa con el periódico. Todos los viernes traía también un semanario local. Y todos los sábados, además, las revistas que a mi madre le gustaban, muchos tebeos para nosotros y los libros y suplementos que el periódico solía acompañar a su edición de los fines de semana.  El momento de su llegada era glorioso. Nos abalanzábamos sobre él y repartíamos las hojas del periódico, haciendo apresurados turnos. Cuando pude conseguirlo, pasar las páginas del periódico la primera, sin que nadie tuviera ese privilegio antes que yo, me parecía la gloria. Todo esto quiere decir que nos hemos criado en la creencia de la que la prensa era confiable, que tenía la voz que nosotros no podíamos alzar y que nos representaba de algún modo. Al crecer, los debates y discusiones en torno a las noti

Heterónimos

Durante muchos años solo escribía poesía. Está por ahí, oculta. Ni siquiera sé si es algo o es nada. El año en que conocí a Pessoa, era verano y fue en Baeza. Un curso de poesía mística en el que estaban también San Juan de la Cruz y Santa Teresa. Ya no recuerdo si alguno más. Los santos eran conocidos, el portugués no, o apenas. Entraron en bandada todos los heterónimos y la clase se llenó de gente. Los profesores de la Universidad de Granada y de la de Lisboa se empeñaron en hacernos ver que no era un solo poeta ni un solo escritor, sino esa masa definida, esa maravillosa multitud que lo acompañaba.  Eran días intensos de trabajo y de sol. El calor oscuro de Baeza, ese espacio misterioso rodeado de un mar de olivos, se deja sentir desde por la mañana. Las piedras resuenan al toque de las sandalias y caminar por allí, al mediodía, es cruzar el fuego. Las mañanas se ocupaban en escuchar lecciones magistrales de gente convencida, que afirmaba con rotundidad opiniones certeras y

El patio de vecinos

Cada uno en su habitación, decorándola, llenándola de fotos, de ideas, de dibujos, de adornos...En la zona común, el patio, y, en el patio, los macizos de flores o los arriates con plantas olorosas...Cada uno en su habitación y, de vez en cuando, una flor que se agita y que queda sin hojas, una mirada no correspondida, un deseo insatisfecho, una risa que no tiene respuesta, una forma de hablar en voz muy baja, un encuentro feliz, la única manera de verse en mil años… Eso es internet. Un patio de vecinos virtual, en la que hay sentimientos, vanidades, orgullo, prejuicios, sentido, sensibilidad, mentiras, algunas verdades, esperas, búsquedas, razones...Cada uno cuida de su habitación y pretende que cuando alguien la visite se quede prendado de su olor, de su buen gusto, de cómo ha servido esa tacita de té a las cinco en punto de la tarde...Escribe la soledad...Porque, si tú estuvieras, el patio tendría la luz de tus ojos y no harían falta las palabras. (Fotografías de I

"Un jardín en Brujas" de Charles Bertin

El problema de rastrear sin descanso entre librerías, editoriales y culturales es que se encuentran libros y que andas todo el día de sorpresa en sorpresa. Este, por ejemplo, que se publicó en castellano en 2015, es una delicia. Si te gustan los jardines y te gustan las abuelas, este es un libro para ti. Lo escribe el belga Charles Bertin (Mons, 1919-Sint-Genesius-Rode, 2002), de profesión abogado y dedicado durante un tiempo a la política. Pero Bertin siempre había escrito y, como suele ocurrir, la escritura termina venciendo a todas las demás ocupaciones, tarde o temprano. Bertin es un estimable poeta, luego novelista y después dramaturgo, que llegó a ser miembro de la Real Academia de la Lengua de Bélgica.  "Un jardín en Brujas" es un libro sencillo, intimista, autobiográfico. En él se cuenta la hermosa relación que Bertin niño tiene con su abuela, a la que frecuenta en las vacaciones de verano después de acabar el curso escolar. La abuela es todo un personaje. Un

"Hombres" de Angelika Schrobsdorff

     La primavera de 2016 se inauguró con un éxito editorial:  "Tú no eres como otras madres" , que lanzaron de forma conjunta las editoriales Periférica y Errata naturae . Esta colaboración, que se convirtió en una feliz idea, dio sus frutos y, además de la crítica, el boca a boca, que es al fin lo que hace que un libro triunfe, lo convirtió en uno de los libros del año. El nombre de Angelika Schrobsdorff saltó a la actualidad literaria y aunque es muy difícil de pronunciar nos descubrió a una autora especial.         "Tú no eres como otras madres" pone sobre el papel la vida de la madre de la autora, Else Kirchner , que se salta las convenciones de la época, tuvo tres hijos de los tres hombres que amó y conoció el vértigo de los años veinte del siglo XX y la frivolidad de la sociedad berlinesa anterior al nazismo porque, sencillamente, quería"vivir su vida" lo que no es poca cosa. Hasta que no pudo ser. Para la escritora era su libro de mem