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La poesía de Pureza Canelo

Extraído de Babelia (edición del 30 de abril de 2011, escrito por A. Ortega):

 Cada nuevo libro de Pureza Canelo (Moraleja, Cáceres, 1946) es una desafiante sorpresa en su camino poético. Esa condición se cumple por partida doble, pues dos son los libros que en pocos meses han visto la luz: A todo lo no amado, XV Premio de Poesía Ciudad de Torrevieja; y Cuatro poéticas, una poética de poéticas que reúne cuatro libros "rehabilitados" en su esencia de escritura, todos centrados en la reflexión y la tarea poéticas, en eso que ha denominado "poesía refleja" o "poesía autocrítica". Desde sus primeros libros ejemplo de madura plenitud, de radicalidad y depuración esenciales, su obra alcanza una unidad incuestionable. Cada una de sus partes alienta el crecimiento de un cuerpo poético alejado de la fabulación, la figuración o los empeños descriptivos. La vida es escritura, incluso en su imposibilidad: "para volver a la rueca de la vida / es el hacer viandante / quien me espera. / Todo lo demás son historias de artistas". Decía Huidobro que poeta es aquel "que conoce el drama del tiempo que se juega en el espacio, y el drama del espacio que se juega en el tiempo". De eso habla A todo lo no amado, de la fuga de la existencia, de lo que no es posible fijar, ni amar, de lo que se tuvo y se ha perdido: "Lo no amado fue / y de ello / nacieron ramas / unas deformes / todas inocentes / en la complejidad / de un tiempo recorrido / en el universo". El cuerpo del poema no busca consolación ni recompensa, se sabe encarnación del universo en una escritura "lenta, renovadora de ojos / sin miedo a filosofar / a la intemperie / ni al trote seco / de la confesión rampante". Una sabiduría que es fruto de la disciplina de una experiencia. Por eso su poesía está ligada a la naturaleza, al espacio: es el otro cuerpo del cuerpo, reconciliación entre conciencia y universo, entre el yo y lo otro. Una intemperie donde se juega el destino, luz que a la vez que ilumina, también devora: "Todo es / principio de mundo". Siempre al borde del abismo ("La infinitud / de un instante. / No hay más"), donde vida y muerte, plenitud y vacío, luz y sombras, se integran gracias a la fuerza radical del lenguaje, a su transparencia despojada y viva. El poema desencadena su ruptura y crea un espacio esférico que duplica la pasión del instante: realidad y pensamiento, naturaleza y reflexión, presente y pasado, interior y exterior. Como en un espejo, la realidad se transfigura. Poesía desnuda, esencia ósea, negación que afirma, que busca lo absoluto inalcanzable, un cuerpo que se dice y que, al decirse, se disipa: "Extraña / gran jugada / existir". Fe creadora y vocación cumplida, haciendo y deshaciendo, "que escapa y no".

 

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