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Mostrando las entradas etiquetadas como Otoño del 20

Puentes de ojos perennes

  Para ver que todo se ha ido, para ver los huecos y los vestidos, ¡dame tu guante de luna, tu otro guante perdido en la hierba, amor mío! (Federico García Lorca, Poeta en Nueva York)   La luna es una invitada especial en los otoños de Sevilla. Luego está el sol de las mañanas y los mediodías. Están los atardeceres indecisos. Está la noche tibia. Están los puentes, todos desplegados sobre los dos lados de la ciudad. En uno de esos lados, la vida tiene sabor a pueblo, parece que todavía van a verse, cruzando la calle San Jacinto, labriegos que recorren el camino hacia el Aljarafe y que llevan alforjas o vasijas con agua y con vino, como si estuvieran a punto de celebrar una ceremonia ritual. En el otro lado, los grandes edificios que dan lustre a la imagen de la ciudad, se yerguen fantasmagóricos, abriendo y cerrando los ojos de los  transeúntes , ojos perennes a la contemplación de un milagro que se repite año tras año.    Cruzar los puentes convierte en odisea lo que senci

Anocheceres

A veces el otoño es un cuadro de Hopper... (Room in Brooklyn) (Nighthawks) (Western Hotel) (Habitación de hotel) (Gas Station) Cuando los días se acortan y las noches se alargan vivimos una completa incertidumbre. El amanecer es tanto una amenaza como una promesa y la llegada de la noche se anticipa mostrando un largo atardecer, un crepúsculo que no se apaga. Por eso dudamos. No sabemos con certeza si entramos o salimos, si volvemos o estamos a punto de ir. Es el tiempo de las medias tintas, de las medias verdades. Resulta mucho más sencillo mentir en otoño. El verano impide la mentira porque descubre los cuerpos y cualquier señal ofrece las claves de lo que sentimos. En el invierno, la mentira estorba, nadie está dispuesto a indagar sin apenas luces y sin apenas respiro. Y ella, la primavera, tan sobrevalorada, extiende sobre nosotros la imposible esperanza de que algo se mueve incluso sin quererlo. Pero el misterio del otoño es tan acogedor