Rosa y azul


Los niños, azul y las niñas, rosa. Si no hay niños, una niña, rosa y otra en azul. Me tocó ser la niña rosa muchos años, hasta que me di cuenta que me sentaba mejor el azul. Cambié al azul y, durante otros años, fui de azul, de todos los azules. Entonces me cansé del azul y volví al rosa, increíblemente usado en todos sus tonos. Ese ir y venir demuestra que las cabezas frívolas pasan por muchas etapas y las profundas también. Hay que aguantarse con las dos. De resultas de tanto experimento me apasiona el azul y me apasiona el rosa. Esos colores que tienen nombres raros y que se ponen de moda, esas figuras lánguidas todas vestidas de institutrices y de amas de llaves de Rebecca son muy cansinas. Nunca me gustaron, ni cuando la elegancia era ir de oscuro, cosa absurda e inventada. Hasta mi abuela dejó el luto y se ponía unos vestidos blancos y negros muy pulcros y con unas florecitas pequeñas que eran un mar de simpatía. Y mi vecina Isabel se vestía como la reina madre, con sus batas de flores alegres y sus tonos violeta, tan ingleses ellos. 
Ahora estoy en una sección media, rosa y azul alternativos. Dudas, quizá, quizá desesperanza. Da igual. Es cosa que solo entiendes elevando la mano y saludando a una amiga del alma, la de turno, con la que coincides por la calle. Tan imposible como casi todo. ¿Quién encuentra a amigas por la calle? Esto no es la calle Real. La calle Real, como la entendimos, ese ir y venir de afectos y curiosidades, ya no existe. Está el tranvía y están los raíles y están los eventos, pero no está la calle Real en su integridad, en su esencia. Fin. Una entelequia. Una broma de Auron. Jordi Wild enfadado porque le ha tomado el pelo y prepara su venganza. Risas que no son nuestras. Y yo que me alegro. 

Comentarios

Entradas populares