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"Churchill. La biografía" de Andrew Roberts

Una portada tan poco fotogénica como el personaje encierra un libro tan voluminoso que ha de leerse despacio, rodeada de notas y mapas, y, sobre todo, con el sosiego de las ideas no preconcebidas. Te reconcilia con la Historia, esa que estudiaste en la Facultad y que te convirtió en una adicta a las fuentes de la verdad. La que, por el contrario, te impide disfrutar con novelas supuestamente históricas que son cualquier cosa menos verdaderas. La Historia no necesita novelarse, piensas. En sí misma es, si se cuenta bien, una lectura espléndida.  Hay personajes muy biografiados. Ejercen una atracción especial y guardan tantas aristas que los historiadores no pueden resistirse a investigar sobre ellos y a escribir. En el caso de Churchill su vida, o al menos alguna parte de ellas, ha sido también objeto de múltiples artículos de prensa, de referencias e, incluso, de películas, las últimas muy recientes. Colateralmente aparece en diferentes formatos a la hora de recordar los episod

"Casa de muñecas" de Henrik Ibsen

Diré algo que mucha gente no entenderá: me gusta leer el teatro pero no me gusta verlo representado. No me creo lo que pasa en el escenario pero sí lo que leo en el papel. En cambio, el cine es el lenguaje que más fácilmente me hace conectar con una historia y, en los malos tiempos, el antídoto y la medicina. Creo en el cine pero no en el teatro. Una aberración. No sé qué hubiera pasado de poder contemplar en The Globe Theatre la obra de Shakespeare interpretada por él mismo.  "Casa de muñecas" es una obra espléndida, inquietante, que leí demasiado pronto y que demasiado pronto me hizo revolverme contra determinados egoísmos matrimoniales. Recuerdo que alguien me regaló un tomo con las obras de Ibsen y que leí esta con la facilidad con la que se transita por un terreno hermosamente abonado. El personaje de Nora es uno de esos que siempre recuerdas y que te inspiran cosas y casos. En mi calle de la infancia había alguna Nora reconocible y otras que estaban ocultas en D

Mis flamencos. José Mercé.

La imagen Un salón atestado. Primavera incipiente. El patio en derredor huele a dama de noche y a jazmines. Buganvillas trepando por una de las paredes, la que llega a la calle. Un salón noble, con techos de madera, ventanales hermosos, grandes cortinajes, sillones tapizados de rojo sangre. Gente ensimismada, que no pestañea, que oye y escucha, que observa, que absorbe, mucha gente. En torno al salón, pequeños despachos que se han quedado vacíos, pues todos los que allí deberían estar han salido despacio hasta el pasillo que antecede al salón y se han parado, justo en ese sitio, como figuras de cera, inmóviles, atentos, sin respirar siquiera.  Un hombre elegante, vestido de negro, rubio, de ojos azules, muy alto, sentado en una silla pintada de verde, una silla que podría encontrarse en cualquier patio de vecinos de La Isla, para tomar el fresco o para charlar, o quizá para que una mujer con el pelo recogido y la sonrisa presta, cosa y remiende. Una silla que desentona de

¿Quién dijo que Emma no tenía corazón?

"Y aquí estoy yo-se dijo-, después de haber hecho que Harriet se enamorase de semejante individuo. No habría pensado nunca en él de no ser por mí y, por supuesto, nunca habría concebido esperanzas si yo no la hubiera convencido de su afecto, porque Harriet es tan modesta y tan humilde como yo pensaba que lo era él. !Ah! !Si me hubiera limitado a convencerla de que no aceptara al joven Martin! En eso sí estuve acertada; hice lo que debía, pero tenía que haberme parado ahí y dejar lo demás al tiempo y a la suerte. Bastaba con permitirle que conociera a personas de la buena sociedad y darle ocasión para llamar la atención de alguien que mereciese la pena; no tenía que haber pretendido más. Ahora, en cambio, perderá la paz durante una temporada. No he sabido ser buena amiga y, aunque este desengaño le afecte menos de lo que temo, no se me ocurre otra persona que pudiera ser un buen partido para Harriet..." Estas palabras, que recogen el pensamiento de Emma Woodhouse, con

"El embalse 13" de Jon McGregor

Las historias de desapariciones son esas en las que los protagonistas son los policías que investigan, los malvados que secuestran o las familias que se deshacen en la búsqueda. En el caso de "El embalse 13" los verdaderos protagonistas son la gente y la vida. La vida que transcurre y la gente que existe. Por eso el verdadero secreto del libro está en la forma de narrar. Ninguna otra estrategia hubiera convenido para el caso y ahí está la elección del autor y el acierto. Jon McGregor (Bermudas, 1976) narra una historia que está llena de historias pero que no se desvía de su curso en ningún momento y que nos mantiene a la espera. Esperamos que el caso se resuelva aunque nada nos indica que eso vaya a producirse. Y mientras, a modo de milagro, pasan "cosas", pasan "todas las cosas" que suelen acontecer en un pueblo o en una ciudad o en cualquier parte. Y esas "cosas" terminan siendo la esencia, el todo, la historia. Una argucia narrativa incont

Mis flamencos. Estrella Morente.

El flamenco es un territorio de libertad. Libertad expresiva y compositiva. Aunque haya todavía quien lo niegue, cerrando los oídos a la evidencia. Y es, también, una música de creación. De autor, para entendernos. En sus más de doscientos años de existencia constatada ha tenido que escuchar a menudo que va a terminarse, que está en crisis, que lo puro se ha acabado, que lo nuevo va a terminar con el cuadro. Jeremíadas y lamentos. Ay, qué fue del cante jondo…Ya Lorca y Zuloaga y Falla y Manuel Ángeles Ortiz temían por su desaparición. Tanto, que despreciaron a los profesionales y fueron a buscar la fuente en donde no podía estar. Un milagro, el Niño Caracol, salvó el empeño, que si no…Si esos malos augurios hubieran tenido algo de verdad el arte flamenco habría sucumbido hace tiempo pero, sin embargo, se muestra pleno, renovado y lleno de futuro. A lo largo de su historia, los grandes artistas, los nombres que la jalonan, a modo de testigos de una evolución imparable, entendieron

Mis flamencos. Carmen Linares.

Primer Acto.  En la Fuente de los Siete Caños de Priego de Córdoba todo está dispuesto. El escenario encara el espacio urbano, alargado y barroco, dejando a ambos lados el trasiego de gente que se mueve por este enclave único de la ciudad. Es verano, es tiempo de fiesta y tiempo, por tanto, de cante. El cante se ha llenado de ecos mairenistas y ahora es el momento en que irrumpe, por qué no decirlo, una voz diferente, con una escuela propia, con un aprendizaje minucioso, con un saber añejo pero renovado. Carmen Linares lleva un vestido rojo y, sobre los hombros, en lugar del mantoncillo de las glorias del pasado, un pañuelo de seda, ese pañuelo, ay, un pañuelo de seda en tonos malva. Y las manos en la cintura, sentada alante, firme. Abrir paso, que hoy tengo que cantar la Taranta de la Gabriela, la del Niño la Isla, Pastora y Escacena. “Corre y dile a mi Grabiela, que voy a las Herrerías, que duerma y no tenga pena…“Tiempo de festivales. Y esos Cantes de Levante casi olvidad

"Todo es posible" de Elizabeth Strout

Que Elizabeth Strout es una narradora extraordinaria ya lo había comprobado con Me llamo Lucy Barton.  Y, después, con Amy e Isabelle , ambos reseñados en este blog. Ahora, esa condición de observadora privilegiada y de escritora dotada de recursos, escudriñadora del alma humana y dueña de una mirada compasiva y empática, vuelve a ponerse de manifiesto con este libro de relatos Todo es posible. Relatos que no aparecen desconectados unos de otros sino que se van moviendo en círculos en torno a las mismas personas, a las que se añaden otras circunstanciales. Lucy Barton , la muchacha pobre que vivía en un entorno familiar desfavorecido y que logra salir adelante y convertirse en escritora, ilumina esos relatos a su manera. Son nueve los relatos que aparecen en el libro: La señal, Molinos de viento, Rota, La teoría del pulgar magullado, Misisipi Mary, Hermana, El hostal de Dotti, Cegados por la nieve y El regalo.  De ellos, mi apreciación personal elige Molinos de viento como el

Otro otoño de lecturas

El otoño es tiempo de estrenos y también de reencuentros. En los libros se anuncian novedades y todos los lectores y bibliófilos hacemos cábalas de cómo serán y cuánto tiempo tendremos que esperar para tenerlas en nuestras manos. Las relecturas no faltan y, con ellas, las recomendaciones de esos libros que leímos y que nos han dejado huella. Todo eso se mezcla en un delicioso cóctel de palabras y de frases. Es un itinerario que defines tú misma y que nadie te impone. Ningún crítico, ninguna editorial, ninguna conclusión te hará leer lo que no desees leer, porque la lectura es un acto de libertad y, si no es libre, no es producto de la extraña unión entre la mano que escribe y la mente que lee.  En ese no fiarse de otros hay mucho de individualismo como lo hay en la misma actividad de leer. Un individualismo que termina siendo un acto solidario y solitario, porque otras muchas personas igual que tú deciden acercarse a un libro determinado para extraer de él cosas distintas.

Épica para unos ojos verdes

No es porque las películas históricas me pongan, ni porque necesite de héroes legendarios, ni siquiera porque encuentre en la lucha algún divertimento. No. Es por esa tristeza oculta, ese aire abandonado, esa marginación sin culpa alguna, ese fuego en los ojos, en las manos. Así descubrí al Cid en la pantalla, como un hombre perdido y acosado, un hombre que podía tenerlo todo y todo lo perdía sin recobrarlo.  Y El Cid tenía el rostro de Charlton Heston.  Si tuviera que contaros qué escenas me llenaron de asombro o de interés o de esa felicidad que el cine proporciona, entonces tendría que irme al establo, a ese lugar perdido en la Castilla de los romances viejos, recóndito escondite, camino de Valencia, en el que El Cid y su mujer se hallan esperando el destino y, mientras tanto, cultivando el amor, que tanto cultivo precisa. El escalofrío certero de la pasión, la búsqueda del cuerpo, los ojos en los ojos, las manos en las manos, todo aparecía en esos escasos momentos en l

“El diario de Bridget Jones”, 2001. Sharon Maguire

El crítico de El País, Miguel Ángel Palomo, la definió así: “Sólo una comedia, a ratos divertida, a ratos irritante”. Es la única crítica negativa que le he encontrado. Aunque quizá no sea algo malo ser “sólo una comedia”. Con o sin tilde diacrítica, que la RAE ha modificado la cosa hace poco tiempo.  Es una comedia, cierto. Una comedia romántica y, como tal, graciosa, tierna, a ratos exagerada, llena de tics y con sus homenajes incluidos. A Jane Austen, por ejemplo, con ese protagonista, Mark Darcy (Colin Firth), el hombre perfecto. El que era en Orgullo y prejuicio un caballero dueño de Pemberley , es aquí un abogado especializado en derechos humanos. No está mal el cambio de roles. También está el vividor, el aprovechado, el Wickham de marras, llamado Daniel Cleaver, a la sazón el jefe de Bridget en la editorial en la que esta trabaja. El mosaico de amigos fieles tiene su guasa y los padres de Bridget son de colección, con un padre escaso de fuste y decisión y una madr

“La gran apuesta” de Adam McKay, 2015

A partir de un voluminoso libro de gran éxito escrito por Michael Lewis “Big Short. Inside the Doomsday Machine”, el director de cine Adam McKay realiza esta película, de título original “The Big Short”, en español “La gran apuesta”, rodada en 2015.  El sarcasmo, la ironía, la distancia inteligente son los aditivos principales de esta película que trata de un tema tan actual que nos resulta incomprensible que no nos hayamos enterado antes de nada. Y lo hace desde el punto de vista de unos tipos listos que estaban al loro de todo y que, gracias a su intuición, su falta de escrúpulos e incluso su atrevimiento, estaban en el sitio adecuado y en el momento adecuado. Hablamos del estallido de la burbuja inmobiliaria en Estados Unidos, en el año 2008, inicio de esa gran crisis económica mundial que todavía persiste.  Habrá quien piense que una película tan densa de diálogos y con tanta carga de conceptos técnicos puede convertirse en algo plúmbeo o cansino. Nada más lejos de l