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Cecilia, al otro lado

He soñado con ello muchas veces. Viendo a Brando, por ejemplo, en el memorable tennessee “Un tranvía llamado deseo”. No resultaba extraño, desde luego, que Vivian Leigh lo mirara como se mira a un hombre, aunque este ignore la mirada de alguien a quien no siente sino como un remedo de mujer. O contemplando a Andy García en “Los intocables de Elliot Ness” de Brian de Palma, ropa de diseño, mirada natural, acento cubano perfecto.  Incluso ese sueño ha surgido con el duro Delon en “Rocco y sus hermanos”, tierno al final, ya sabes, y con Russell Crowe en “Prueba de vida”, pétreo buscador de hombres perdidos y consuelo de mujeres que esperan.  Soñar que traspasas la pantalla, que cruzas el espacio sideral del cine y que llegas allí, a ese lugar innominado en el que ocurren “cosas”. Esas cosas que cuentan los directores y en las que te sumerges, porque la vida tiene poca poesía y muchos sinsabores.  Como Cecilia. La pobreza de la Gran Depresión, el desamparo, la soledad de q

Hojas caducas

El espacio dorado de la playa, el sol poniente, la sombrilla, la falda airosa, la blusa que se mueve con el viento. Los ojos llorosos que se llenan de un deseo insatisfecho. Un juego prohibido que termina mal. Unas manos que ansían la caricia que no es posible obtener sin perderlo todo. Una traición, quizá. Una búsqueda. Un sentimiento que no cabe en el corazón, que va más allá. El miedo, ese compañero molesto e invisible. El deber. La lucha. La conquista. Todo.  La hija de Ryan es la historia de una elección. Se colocan en dos recipientes de cristal los ingredientes. En uno de ellos, la tranquila serenidad de un esposo maduro, la protección del hogar, la aquiescencia con las mentes biempensantes y el respeto a la tradición de tu propio pueblo. En el otro, un recipiente quizá más tumultuoso, más movido, en el que afloran las contradicciones y el asombro, está la pasión no vivida, el fervoroso abrazo de los cuerpos, la vida que se escapa, el amor en su cumbre más alta, la afir

"Secreta luz" de Victoria León. Poesía.

"Secreta luz" tiene treinta poemas, treinta heridas. Miguel Hernández llegó con tres, recuérdalo, la del amor, la de la muerte, la de la vida. Victoria León ha escrito treinta poemas y, de uno de ellos, En la secreta luz , ha tomado el título del libro, hermoso libro, hermosísimo título, poemas hermosos.  Es muy difícil leer poesía. Más aún, escribir de poesía. Un verso equivale a cinco páginas en prosa. Lees un verso y tienes que releerlo y luego hablarlo, luego cantarlo y después recobrarlo de nuevo. Así que no te engañes porque haya, sólo, treinta poemas aquí, y de corta extensión la mayoría. Necesitarás multiplicar por cinco y eso serán ciento cincuenta páginas, una novela por lo menos.  Leer poesía requiere entrenamiento y que no suene nada mientras lo haces. Si a lo lejos se oye una guitarra (la del vecino que ensaya para sus clases del conservatorio) equivocarás el tono y el poema puede irse de ritmo y convertirse en otra cosa. No puedes decirle al vecino

Releyendo: "Emma" de Jane Austen

"Emma" es una novela perfecta . Contiene todos los ingredientes necesarios para que esa perfección sea disfrutada a tope por el lector. Personajes interesantes, un argumento convincente, una sociedad llena de aristas, una observación psicológica profunda, muchísimo humor, algunos enredos, una intriga por resolver... Además de eso, su protagonista es un caso único en la literatura de la época y en los libros de Jane Austen . Si Elizabeth Bennet , la de "Orgullo y prejuicio", te pareció moderna, sincera y atrevida, libre de prejuicios y llena de ingenio, Emma Woodhouse une a todo eso su papel de rica heredera, lo que le permite no depender de nadie, ni siquiera de ningún hombre que le proporcione un buen matrimonio y un carácter muy especial que nos va a hacer pasar buenos ratos, aunque quizá haya momentos en los que queramos estrangularlas. Cuando la presentó a su auditorio favorito, amigas, hermana, madre, Jane Austen ya dejó claro que estaba muy conve

A la hora exacta

Hay besos y besos. Un beso casi fraternal, de buenos días, con un Ray Milland algo tenso y una Grace Kelly muy puesta en su sitio. Un beso apasionado, con Robert Cummings soñoliento, quizá producto del jet lag, y ella vestida de rojo, alfombrada de rojo se diría, con un vestido de gasa palabra de honor, de escote corazón y ese bolero de encaje con las mangas al codo…Puedes besar sin duda, pero…. Lo más difícil de todo es imaginar que ella ama a alguno de estos hombres. En realidad, no parece que logre sentir pasión por ninguno de sus partenaires. Ni siquiera por aquel que, en la vida real, la sacó de los escenarios elegantes de la pantalla grande, para llevarla a pisar, con zapato de marca y vestido de alta costura, los escenarios de los grandes en el paraíso de las celebridades. Un galimatías que tú entiendes muy bien. Lo que va de las alfombras rojas a los adorables rincones de la Costa Azul. Isadora Duncan parece transitar por ellos, con su foulard al viento, en un desc

"Olga" de Bernhard Schlink

Bernhard Schlink saltó a la fama literaria, es un decir, con su novela "El lector" , que publicó en español esta misma editorial. Su trabajo como juez no le impide continuar con la escritura de relatos y novelas que Anagrama va publicando periódicamente. El trasfondo de la historia de Alemania desde finales del siglo XIX y, sobre todo, durante el convulso siglo XX, está muy presente en sus obras y en sus preocupaciones. La literatura es la manera en que solventa algunos ajustes de cuentas con el pasado y también en la que se explica acontecimientos que traumatizaron y todavía traumatizan a sus paisanos. Alemania ha tenido una historia difícil y asumirla quizá requiera de tanta reflexión como imaginación.  En esta ocasión la protagonista del libro es una mujer pobre. Esto limita sus posibilidades y la sitúa dentro de un mar de zarandeos que contribuirán a la desgracia, porque la pobreza es un plus añadido en un mundo convulso y desmembrado. Olga es huérfana y vive co

"Rialto, 11" de Belén Rubiano

"Anoche soñé que volvía a Manderley"...comienza narrando Daphne Du Maurier cuando la muchacha sin nombre rememora, en su apartamento de la Costa Azul, el tiempo en el que junto a su flamante marido, Maxim de Winter, vivía en la mansión inglesa que trajo a la vez desgracia y asombro.  Algo parecido parece querer contar Belén Rubiano (Sevilla, 1970) en este "Rialto, 11" que publica la editorial Libros del Asteroide y que ha tenido notable éxito entre los lectores. La peripecia cotidiana de una mujer que encuentra trabajo, primero, en una librería bastante comercial y dirigida al modo stajanovista y que después, en un atrevimiento casi suicida, decide que es el momento de abrir su propio negocio, nada menos que una librería. "La librería" , de Penelope Fitzgerald , se ha convertido en la más famosa del mundo después de que Isabel Coixet llevara a las pantallas la aventura de Florence Green , esa librera que libera de los fantasmas a un viejo edificio

"Fruitlands" de Louisa May Alcott

Siempre pensé que detrás del tono edulcorado y cursi de "Mujercitas" había algo que se escapaba a mi comprensión inmediata. Sobre porque me resultaba tan pesada toda esa maraña de hermanas que terminaban mal o regular que tenía la impresión de que en la cabeza de la autora pululaba un pensamiento difícil de asimilar por mí. Y era cierto. Ahora lo sé. La publicación de este "Fruitlands" que ha realizado recientemente la editorial Impedimenta , abunda en la infancia de Louisa May Alcott y en la filosofía trascendentalista, que es la que inspira tanto este libro como la propia infancia de la familia Alcott. Esa idea ingenua de que la pobreza digna da la felicidad y de que alejarse de lo mundano garantiza la paz interior, ronda todo el tiempo por las novelas de esta escritora, al menos las que firmó con su nombre, porque luego están las de su heterónima A. M. Barnard y eso es harina de otro costal. Lo que me faltaba en "Mujercitas" era el sentido

"Una mujer inoportuna" de Dominick Dunne

De Dominick Dunne he escrito ya en este blog a propósito de su libro "Las dos señoras Grenville"  que publicó en 1985 con sesenta años cumplidos, después de una divertida carrera como periodista y comentarista de sociedad.  En "Las dos señoras Grenville" se explota el antagonismo entre suegra y nuera, personas de origen desigual, de educación distinta y que tienen, por fuerza, que terminar mal. En el libro se narra cómo Billy Grenville (William Grenville Junior) conoce a una corista, llamada Ann Arden (antes Urse Mertens) y se enamora perdidamente de ella. La madre de Billy, Alice Grenville, no aceptará esta situación. Ellos pertenecen a una de las familias más importantes de Nueva York y no es de recibo que su querido hijo ande en tratos con gente de tan poca clase. Ann Arden es para Alice Grenville una arribista sin escrúpulos que quiere introducirse con malas artes en el mundo de la alta sociedad a la que, de ninguna manera, podría aspirar. Cualquier mad

Nos vemos en la disco

El Tony Manero de mi calle se llamaba Enrique, trabajaba en los astilleros y caminaba por la acera dorada por el sol con un aire entre chulesco y desvalido. Cuando llegaban los fines de semana dejaba atrás el mono azul y la bicicleta para subirse a la pista del club y contonearse de uno a otro lado mirando a las chicas que estaban en edad de ser conquistadas. La música de Fiebre del sábado noche se colaba por los muros de las casas y se expandía por todo el territorio que recorrían los grupos de jóvenes que pretendían emular al Travolta de ese tiempo: un tipo con el pelo cardado, pantalón de campana, camisa de grandes cuellos y cazadora de cuero . Las cazadoras de cuero eran prendas muy cotizadas. Sin ellas, olvídate de ligar por muy bien que bailes.  Tony Manero era el sueño del proletario que acudía a una fiesta y triunfaba. Los bailes, destinados antaño a la clase alta que hacía de ellos el reinado de la conquista, pasaron a ser por obra y gracia de las discotecas e

Tyrone, my love

Entre las amigas de adolescencia de mi madre estaba una, Remeditos, que pasó toda su juventud enamorada de Tyrone Power. Suspiraba cada vez que veía su rostro en esos cartelones grandes que colgaban de la calle del cine, tan cercana a su casa. En los afiches podía verse el rostro del actor, con una mezcla de complicidad y elocuencia, un rostro amable, que recordaba al de los hombres con los que ellas se encontraban cada día, aunque, eso sí, mucho más guapo. Tyrone Power era el ídolo de juventud de muchas chicas pero para esta en concreto era muchísimo más. Era su amor verdadero, el que la hacía soñar, el que aparecía en sus fantasías de colegiala y luego de muchacha en flor. Lo llamaba, así en confianza “mi Tyrone Powito“. Pronunciése tal y como se escribe, por favor. Las chicas de pueblo, ya lo escribió Edna O´Brien , guardan sus pasiones en un tarro de cristal inalcanzable para los ojos de todos.  Billy Wilder es un dios para Garci y para muchos otros cinéfilos que piensa