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Dos miradas

Sentados en el salón de nuestra casa, a media mañana de un domingo frío, con la lluvia cayendo sin parar al otro lado de los ventanales y un aire de quietud en la plaza…La vida da una vuelta de tuerca cuando es tu hijo quien te conduce a través de una película. Sonríe a veces con tus preguntas y te mira con condescendencia al oír algún comentario que le resulta casi inocente. Ay, piensa, cómo es mi madre…El ciclo de la vida, que comenzó cuando vimos juntos “El rey León” , nos ha llevado a compartir hoy “Casino” de Scorsese. La cinefilia se hereda pero no por vía genética sino por la bendita fuerza de la costumbre. Por la sencilla ecuación de compartir horas y horas viendo películas y hablando de ellas. “101 dálmatas” , “En busca del valle encantado” , “Pesadilla antes de Navidad” . Y luego, el gran salto, “Doce hombres sin piedad” . Hasta llegar al cine japonés en versión original y con subtítulos en inglés. ¿Hay quién dé más?. Él es la cuarta generación de esa cinefilia que hoy

"Paseando con hombres" de Ann Beattie

Este es un libro que te produce desasosiego. Un libro en cierto modo triste. Un libro realista. Un libro escrito a golpe de vida. Por eso te deja esa sensación de amargura, de acidez, de evidencia. Por eso se lee de un tirón, como si fueras un espectador privilegiado de la historia que cuenta. Lo eres, no te quepa duda. En realidad, cuando abres un libro siempre se despliega ante ti como si fuera una obra de teatro, o mejor aún, como si te asomaras por una ventana entreabierta y descubrieras que la historia se está desarrollando a pocos pasos. Una puerta-ventana, de esas que siempre existen en las mansiones de campo de las novelas inglesas. Las huellas del asesino se reflejan en la tierra húmeda y por eso sabremos quién mató a la doncella.  Jane es una brillante recién titulada y Neil un manipulador. El encuentro de los dos no puede ser más perjudicial para ella. Eso lo sabemos porque nos lo cuenta. Lo que significa para Neil se queda en la sombra, porque él no nos dice nada. S

Amarillo Vogue

La modelo Joanna McCormick aparece en la portada de julio de 1957 de la revista "Vogue". Las portadas de "Vogue" son la historia de la moda, del gusto femenino, de la emocionalidad, del sentimiento de la mujer. Mucho más que cualquier otra manifestación, a veces mucho más que cualquier libro. Todas las portadas llevan un mensaje y es un mensaje que no siempre se descifra. Sobre todo, llevan una intención, un anuncio. La mujer de la portada amarilla de julio de 1957 despliega la placidez elegante del verano de la Costa Azul. No el verano de las playas atestadas, de los paseos marítimos llenos de gente sin nombre. No. Ella es esa mujer que solo se cruza en nuestra vida una vez. Es la oportunidad que puede que nunca aparezca. Nosotras mismas, quizá en alguna ocasión podríamos haber sido esa mujer, con su pulcra sortija de perlas blancas, con sus pendientes a juego, con sus labios y sus uñas rojas, con su maravilloso sombrero orlado de lazos y mariposas. Es la mujer

Flores blancas, tumbas negras

Anderson (Gene Hackman) y Ward (Willem Dafoe) , dos agentes del FBI de Hoover, investigan, en el verano de 1964, la desaparición de tres jóvenes activistas del movimiento pro derechos civiles “Verano de la libertad”, en un pueblecito del Estado de Mississipi.  Anderson y Ward son el agua y el aceite. El uno, rudo y atípico; el otro legalista y metódico. Mismos objetivos, métodos distintos. La clásica pareja de policías obligados a trabajar juntos contra su voluntad que, en este caso, ofrecen un contraste apasionante y la oportunidad de oír algunos de los diálogos más inteligentes de este tipo de uniones.  A partir de aquí Alan Parker hace un mix de drama, denuncia y policíaco, a base de un ritmo endiablado y sostenido, unas interpretaciones de mérito y una atmósfera efervescente. A modo de poblado del legendario Oeste, el pueblo es una ciudad sin ley, en la que el polvo, el calor y el miedo se aúnan para mantener la tensión del espectador desde el minuto 1 al 125.  La

"El viento" de Dorothy Scarborough

(Retrato de Dorothy Scarborough que se conserva en Baylor University)  Dorothy Scarborough es una de esas personalidades desconocidas que te llegan a través de la publicación de un libro que una editorial decide rescatar de lo oculto. El libro es este "The Wind" , El viento, que se publicó por vez primera en 1925 de forma anónima, simplemente por una estrategia publicitaria. Su acogida tuvo luces y sombras. Constituyó un escándalo la crítica evidente a un sistema social que tenía a las mujeres en la retaguardia y que generaba dramas como el de la propia protagonista del libro, la joven Letty , cuya orfandad la obliga a marcharse de su casa y su pueblo para irse a vivir a Swetwater con la familia de su único familiar, un primo. Este argumento recuerda a las tristes heroínas del siglo XIX victoriano que Scarborough conocía muy bien por su maestría en literatura inglesa. Pero el toque social y reivindicativo es suyo y tiene mucho que ver con lo que su propia vida le h

Contigo en la ópera

Desde que Richard Gere invitó a Julia Roberts a ir a la ópera, con regalo de vestido rojo, superfashion, incluido, contemplar “La Bohéme“ desde un palco del Metropolitan Opera House, el MET para entendernos, es uno de los sueños de las it girls, incluso de las chicas de tallas superior a la cuarenta. Claro que esa sesión de música tiene que darse acompañada de un tipo bien vestido, elegante, a ser posible con una envidiable posición económica y guapo a rabiar… Ese esquema de tipo guapo y chica angelical solamente puede romperlo alguien como Cher, que, cuando iba con Sonny y su guitarra ya roturó caminos antes no pisados por las mujeres en la música y que ahora, todavía, permanece en su insondable juventud a pesar de que los años pasan, algo que ninguno de nosotros puede alcanzar con sus escasos medios cosméticos.  Cher va a la ópera y, encima, la acompaña Nicholas Cage, que tampoco es el hombre ideal, salvo cuando interpreta en “Te puede pasar a ti“ al poli bueno que compa

"El final del affaire" de Graham Greene

En cualquier libro hallas una frase que habla de ti. En este, la frase es muy sencilla y se desliza al principio de la historia: "Esto que ahora siento es esperanza" Como suele ocurrir la frase tiene que ver contigo. Ese "tú" al que ella, la protagonista, se refería siempre, es muchas personas y tiene muchos nombres. La identificación es una de las formas en que los lectores sienten que ese libro tiene algo que ver con ellos. Cuando ocurre, es más fácil entender y entenderse.  La frase puede aplicarse a muchos contextos pero hay uno irreversible y único: esa sensación de que, ante determinadas personas, en ciertos momentos, todo lo que vives es tu hogar, eso es tu hogar y el resto es intemperie.  "Sarah me gustó desde el primer momento porque dijo que  había leído mis libros y ya no volvió a hablar más del asunto: me trató como a un ser humano y no como a un escritor".  Aquí el narrador, siempre en primera persona, nos presenta a su amad

Cecilia, al otro lado

He soñado con ello muchas veces. Viendo a Brando, por ejemplo, en el memorable tennessee “Un tranvía llamado deseo”. No resultaba extraño, desde luego, que Vivian Leigh lo mirara como se mira a un hombre, aunque este ignore la mirada de alguien a quien no siente sino como un remedo de mujer. O contemplando a Andy García en “Los intocables de Elliot Ness” de Brian de Palma, ropa de diseño, mirada natural, acento cubano perfecto.  Incluso ese sueño ha surgido con el duro Delon en “Rocco y sus hermanos”, tierno al final, ya sabes, y con Russell Crowe en “Prueba de vida”, pétreo buscador de hombres perdidos y consuelo de mujeres que esperan.  Soñar que traspasas la pantalla, que cruzas el espacio sideral del cine y que llegas allí, a ese lugar innominado en el que ocurren “cosas”. Esas cosas que cuentan los directores y en las que te sumerges, porque la vida tiene poca poesía y muchos sinsabores.  Como Cecilia. La pobreza de la Gran Depresión, el desamparo, la soledad de q

Hojas caducas

El espacio dorado de la playa, el sol poniente, la sombrilla, la falda airosa, la blusa que se mueve con el viento. Los ojos llorosos que se llenan de un deseo insatisfecho. Un juego prohibido que termina mal. Unas manos que ansían la caricia que no es posible obtener sin perderlo todo. Una traición, quizá. Una búsqueda. Un sentimiento que no cabe en el corazón, que va más allá. El miedo, ese compañero molesto e invisible. El deber. La lucha. La conquista. Todo.  La hija de Ryan es la historia de una elección. Se colocan en dos recipientes de cristal los ingredientes. En uno de ellos, la tranquila serenidad de un esposo maduro, la protección del hogar, la aquiescencia con las mentes biempensantes y el respeto a la tradición de tu propio pueblo. En el otro, un recipiente quizá más tumultuoso, más movido, en el que afloran las contradicciones y el asombro, está la pasión no vivida, el fervoroso abrazo de los cuerpos, la vida que se escapa, el amor en su cumbre más alta, la afir

"Secreta luz" de Victoria León. Poesía.

"Secreta luz" tiene treinta poemas, treinta heridas. Miguel Hernández llegó con tres, recuérdalo, la del amor, la de la muerte, la de la vida. Victoria León ha escrito treinta poemas y, de uno de ellos, En la secreta luz , ha tomado el título del libro, hermoso libro, hermosísimo título, poemas hermosos.  Es muy difícil leer poesía. Más aún, escribir de poesía. Un verso equivale a cinco páginas en prosa. Lees un verso y tienes que releerlo y luego hablarlo, luego cantarlo y después recobrarlo de nuevo. Así que no te engañes porque haya, sólo, treinta poemas aquí, y de corta extensión la mayoría. Necesitarás multiplicar por cinco y eso serán ciento cincuenta páginas, una novela por lo menos.  Leer poesía requiere entrenamiento y que no suene nada mientras lo haces. Si a lo lejos se oye una guitarra (la del vecino que ensaya para sus clases del conservatorio) equivocarás el tono y el poema puede irse de ritmo y convertirse en otra cosa. No puedes decirle al vecino