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Entradas

Un Museo para andar por las nubes

Una vez, cuando tenía quince años, un grupo de amigos de la pandilla de entonces inventamos un viaje a Madrid. Después de mucho rogar a los padres, de firmar papeles que no servían para nada, de jurar y perjurar que seríamos buenos, ellos dijeron que iban a confiar en nosotros y que el Talgo nos esperaba para que no hiciéramos locuras. Éramos tres chicas y tres chicos, solamente amigos, nada de parejas. Y aprovechando un puente nos fuimos a Madrid y allí tuvo lugar una aventura que nos llevó a los leones del Congreso, al Rastro, al parque del Retiro, a los sandwiches de Rodilla, a montar en karts, al museo de cera, y, cómo no, al Prado. También visitamos el templo de Nebod y un día nos escapamos a Ávila y Segovia, y fuimos a la Granja y a Aranjuez, y a la Plaza Mayor, en fin, toda la ruta que seis chicos de provincia eran capaces de hacer en cinco días.  Nunca hablamos de esto y, llegado el momento, cada cual siguió su camino. No les conté que mis dudas se disiparon en el M

Me despido de ti y no lo sabes

(Fotografía: Manuel Amaya) Me despido de ti y no lo sabes. Toda la vida es una despedida. Dejé mi casa una y mil veces. Dejé el patio y las flores, los arriates, el sabor fuerte del agua de pozo, la humedad, dejé el levante, el poniente y el sur. Toda la vida es un continuo adiós de objetos, de personas, de sentimientos, de lunas, de horizontes y de puntos geográficos. Te despides de alguien cada día. Y esa despedida se renueva al pie del ascensor: Hasta mañana. Buenas noches. Que descanses. Adiós.  Hay despedidas que son definitivas. Se muere alguien y ya nunca más su olor inundará tu cama, o tu casa, o tus sueños. Se marcha y se convierte en una foto, en un texto que escribí a su lado, en la esfera con los mapas de todos los continentes, en un viaje, una diapositiva. Hay otras despedidas que son tercas, que parecen querer rebasar nuestra paciencia y ser imposibles, ser inauditas, ser cobardes. Las despedidas cobardes cansan el cuerpo tanto como el espíritu. Adiós y no te

"Ese final escrito sobre el aire"

Los aires la definen. Todos luchan entre sí por ganar y vencer, que no es lo mismo. Nosotras llevamos la falda tableada y el viento la levanta y la mueve, la convierte en bandera, en estandarte. Esta es una ciudad plegada hacia los aires y por eso tenemos tanto miedo de que vuelen los sueños. Aquí, en esta azotea, nos sentamos para contarnos las confidencias que no pueden oír las madres. Esas historias que nos parecen tan importantes y que el paso del tiempo convertirá en arena, en tierna arena blanca, de la que el mar abandona en la resaca y nos ensucia los pies cuando recorremos la playa que rodea el sitio en el que vivimos sin saber que el océano nos cerca. Qué espectáculo ver, a la caída de la tarde, cómo un enorme barco aparece en el fondo y ese cuadro que pintamos cada día en el horizonte tiene un sabor salado, como todas las lágrimas, como las lágrimas que caen en nuestras manos al hablar de ese chico que jamás, a pesar de que lo hemos intentado, nos mira al cruzarse por la

"Mira que eres canalla"

Ha apagado el teléfono. Ha encendido la música, una cosa de jazz o bossa, no recuerda. Ha bañado su pelo con un champú de rosas y los hilos brillantes se han estirado al tiempo que susurra canciones que aprendió hace unos años. Ha cerrado la historia, ha inventado el silencio. En la página web ha comprado un jersey y un vestido del tono del azul del océano y ha sonreído firme al mirarse al espejo, con una pinza roja enfrente de la imagen.  Ha borrado las lágrimas. Ha olvidado los sueños. Ha buscado una frase que valga para el caso. Ha recordado todas las palabras vacías, las palabras crueles, las palabras manchadas de ese olor a soberbia y a corazón sin tiempo. Ha vencido por fin. Ha acariciado un libro. Ha levantado a Tara como si fuera tierra y ha jurado que nunca volverá a pasar pena, volverá a pasar llanto, volverá a pasar miedo. (Fotografía de Arnold Newman. Título de Luis Eduardo Aute) 

"Una noche en el paraíso" de Lucia Berlin

En 2016, la publicación por la editorial Alfaguara de "Manual para mujeres de la limpieza" fue un absoluto suceso. El boca a boca funcionó de inmediato y el libro se encumbró a los primeros puestos de los más vendidos y fue, también, de los más leídos. Ambas cosas no siempre coinciden. La personalidad de Lucia Berlin importa, desde entonces, tanto o más que su obra. Como ocurre con todas las vidas estrambóticas, al filo de la navaja, su peripecia vital nos llama a intentar descubrir resquicios que expliquen el trasfondo de las historias que cuenta. Setenta y siete cuentos que ya se habían publicado en los años noventa sin demasiada repercusión, a pesar de que consiguió el American Book Award en 1991.  (Lucia Brown en sus primeros años) Fue la importante editorial norteamericana Farrar Straus and Giroux la que publicó el "Manual" en 2015, revitalizando la figura literaria de esta mujer. Era un momento muy oportuno. La literatura femenina, antaño a

Si Shakespeare lo dice, alguna razón tendrá

SONETO 116 Permitid que no admita impedimento ante el enlace de las almas fieles no es amor el amor que cambia siempre por momentos o que a distanciarse en la distancia tiende. El amor es igual que un faro imperturbable, que ve las tempestades y nunca se estremece. Es la estrella que guía la nave a la deriva, de un valor ignorado, aún sabiendo su altura.  No es juguete del Tiempo, aun si rosados labios o mejillas alcanza, la guadaña implacable. Ni se altera con horas o semanas fugaces, si no que aguanta y dura hasta el último abismo.  Si es error lo que digo y en mí puede probarse, decid, que nunca he escrito, ni amó jamás el hombre. Marianne Dashwood amaba Shakespeare y sus sonetos. Su preferido era este 116 porque Marianne estaba enamorada del amor y ponía en su amado todas las buenas cualidades, las virtudes y los dones necesarios para que ese amor tuviera sentido y no fuera inútil ni incapaz. Pero, tal y como sabía su creadora, Jan

¿Cómo es posible que apaguen tu sonrisa?

Me miras y te miro. Nos entendemos. De una punta a otra del país pero las dos sabemos que hablamos de lo mismo, que tenemos las mismas emociones, la misma asignatura que no hemos aprobado, la misma insensatez ante las cosas, la misma inenarrable fantasía. Nos parecemos. El color de los ojos es distinto, el toque de las manos, la suavidad del verso que nos gusta escribir, la trayectoria. Te van las matemáticas y eso a mí me produce tanta envidia...Yo aquilato palabras y las transformo en tiempo y eso te encanta aunque no lo comprendas muchas veces. Somos tan diferentes pero hemos encontrado un punto de atención para ayudarnos, para que tus palabras se asemejen a las mías, para que huyamos sin dudarlo del mismo tronco hueco.  ¿Cómo es posible que apaguen tu sonrisa si es lo mejor que tienes? ¿Que viertan tu alegría en un saco de azufre y que desaparezca? ¿Cómo es posible que te dejes vencer tan a menudo? ¿Cómo es posible que "perdón" y "lo siento" sean tu

"Flamenco. Negro sobre blanco" de Cristina Cruces Roldán

     " E ra el mejor de los tiempos, era el peor de los tiempos..." anunció Dickens . Bien podríamos aplicar al flamenco esta máxima, porque es el arte de los extremos, de los peores augurios y las mejores noticias. Desde que existe viene sorteando obstáculos, algunos en nombre de quienes se empeñan en que la tradición sea inamovible y otros por parte de la innovación a ultranza. Como todo arte contemporáneo es cambiante y complejo; como todo arte de cualquier tiempo histórico es, también, reflejo de la sociedad y, a la vez,  representación de la misma. En el flamenco confluyen tantos ríos que es imposible separar las aguas una vez se llega a la desembocadura. Los afluentes se confunden, se alían, se miran unos a otros con la perspicacia de quien quiere entenderlo todo. Y el conocimiento total se pierde ante el detalle, ante la pequeñez de un instante. Porque, a la par de todos, es un algo tan efímero como el calor de un baile o el saludo al sol de cualquier cante elev

"Ordesa" de Manuel Vilas

Siempre he creído que los libros llegan hasta ti en el momento oportuno y que la forma de llegar es, más que casual, milagrosa. Amanecen días en los que sabes que las dudas son mayores de las habituales y que algo tiene que surgir para compensarlas. En este caso, "Ordesa" llegó en el momento oportuno y de una forma inopinada. Nada me había acercado a él con anterioridad, ni tampoco a su autor, Manuel Vilas . Sin embargo, desde los primeros renglones del libro supe que tenía que leerlo. Y lo adquirí con toda rapidez en formato e-book porque no podía esperar a que llegara el envío o a que visitara una librería.  Lo primero que me llamó la atención de su lectura fue la forma en que habla de su padre. Creí que yo era la única persona que sentía determinadas cosas. Pero no es así. O es un sentimiento universal o Vilas coincide conmigo en cierta ambivalente sensación que persiste tras la muerte de ese hombre al que miras desde abajo y con el que sigues soñando a pesar d

Bailes de sociedad

Ocupar el ocio es una de las preocupaciones de las sociedades avanzadas. Cuando uno tiene asegurada la supervivencia, no tiene que ir a cazar animales para obtener pieles ni alimento, cuando la vida sigue su curso organizadamente, entonces nos encontramos con que hay tiempo libre que llenar. En la vida actual hay una tendencia cada vez más clara para priorizar el ocio y darle una importancia radical como tiempo en el que es posible ejercer la libertad de elección en las actividades.  Los personajes de los libros de Jane Austen poseen las diversiones de la gente como ellos en el tiempo en que vivieron. Jugar a las cartas; conversar; hacer visitas; jugar a los juegos de palabras; a las adivinanzas, o a las charadas; bailar; salir a cenar fuera; hacer una excursión al campo; asistir a una velada musical; tocar el piano... Bailar a la luz de las velas es una de las más atractivas distracciones para cualquier joven. Cuando los señores Westo n, en "Emma" , quieren

Perfecta geografía

          (Retrato de Lady Hamilton como Circé, 1782, George Romney, Londres, Tate Gallery)   En diciembre de 2015 se publicó "Emma", en tres tomos, como era habitual. Desde entonces muchos lectores han tenido en sus manos la oportunidad de adentrarse en el universo Austen a través de la historia de Emma Woodhouse. Emma es una muchacha joven, bonita, rica e inteligente. Es la mujer perfecta. Como la vida va siempre buscando dificultades a quien no las tiene, Emma es huérfana de madre desde muy niña, pero este cometido lo ha suplido, casi a la perfección, la señorita Taylor, que ha ejercido la labor de institutriz de Emma y de su hermana Isabella. Esta tiene unos años más que Emma y cuando la novela comienza ya está casada, precisamente con el hermano del señor Knightley, el hombre que enamorará a Emma. El libro transcurre, pues, entre bodas, entre la de Isabella, ya pasada, y la de Emma, por venir. En medio suceden otras cuantas, porque las bodas eran los

Austen versus Brontë

       Leí "Cumbres Borrascosas", la única novela de Emily Brontë cuando era una niña. Recuerdo la impresión que me causó. Allá, en la azul claridad de mi azotea, el paraíso de las lecturas, de los recitados en voz alta y, sobre todo, de los sueños hechos con héroes de libros y películas. La novela retrata certeramente una agobiante atmósfera en la que se confunden realidad y fantasía. Los personajes son intensos y transmiten emociones al límite. Tengo en la memoria la visión de los páramos y de las extrañas relaciones entre aquellas personas. Catherine, Heathcliff, Hareton, nombres que no se olvidan con el paso del tiempo. Las adaptaciones cinematográficas no han logrado captar ese aire fatal, esa premonición de que nada tiene remedio y de que todo lo malo es posible.       En cambio, "Jane Eyre", la novela que escribió Charlotte Brontë nunca me gustó. Los sufrimientos y la vida de una institutriz que lo pasa francamente mal no me conmovieron ni tengo se