(Pedro Luis Raota, Argentina. 1934-1986) Dicen que en algunas culturas las mujeres caminan detrás de los hombres, no porque los persigan ardorosamente, sino porque ellos se consideran superiores y las mujeres son una especie de apéndice doméstico. Ser mujer en esos países tiene que resultar difícil, si no imposible. En el exótico Japón, una niña no puede ser emperatriz por derecho propio, sino, simplemente, consorte. Por eso la princesa Masako se mustia entre las paredes del palacio imperial y ve crecer a su hija sin derechos. No sé si, en el concierto de las naciones, algún jefe de algo recriminará a Japón que mantenga esta tradición. Hay lugares en los que las mujeres permanecen ocultas, detrás de celosías, de velos o enrejados. Esas mujeres no se pueden permitir la cosa frívola de maquillarse, de vestirse con colores alegres y de mostrar su rostro. Si una mujer enseña sus facciones, entonces atenta gravemente contra la dignidad de su marido. Son las mujeres de interior, l
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