Parece que ha amainado un poco la tormenta. La discusión entre expertos, profesores de Literatura, lectores y escritores sobre si es conveniente o no "traducir" al castellano actual la obra cervantina debe haber entrado en modo veraniego, porque se ha calmado. Antes de que el libro estuviera en los estantes de nuestras librerías, todo era discutir y el fragor de la disputa llegó a los medios, a las redes e, incluso a la calle, aunque menos. La noticia ha tenido que competir, desde luego, con el estado prisionero de la Pantoja, la supervivencia de Isa (antes Chabelita), el nuevo amor de Fran (ex de Belén) o las desavenencias mohedanescas. Tamaños problemas han quedado al ralentí cuando surgió, portada holesca de por medio, el affaire o amor apasionado, cada uno que le ponga el adjetivo que quiera, entre Vargas y Preysler, qué gran cosa. Así que de nuestro Don Quijote apenas se acuerda nadie. Oí y leí muchas opiniones antes de que saliera a la luz, pero, después de qu
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