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Sin palabras

A mis lectores: No tengo palabras estos días. Tan sólo las frases del poeta "compañero del alma, compañero" . Que tenemos que hablar de muchas cosas. Pero tú ya no estás y yo te echo de menos y no tengo palabras.

Triana la otra orilla del flamenco. 1740-1931

El barrio de Triana en Sevilla es un universo plagado de interés para propios y extraños. Pocas veces hay un espacio físico que concite tanto interés literario y de todo tipo. Triana es, también, una forma de vida que ha sobrevivido en muchos aspectos a través de los siglos. Interesa por tanto, mucho, conocer los detalles de ese micromundo que, para muchos, entre los que me incluyo, es algo más que un lugar para vivir o para disfrutar. Por eso, la literatura sobre Triana despierta siempre un interés que resulta lógico entender, a la luz de lo que estamos exponiendo. El autor del libro, Ángel Vela Nieto (Triana, Sevilla, 1944) tiene en su haber un número importante de libros de temática trianerista, contribuyendo con ellos al bibliotrianerismo de una forma considerable. En esta ocasión, su acercamiento al conocimiento del arrabal lo realiza a través del arte flamenco, una manifestación artística muy ligada al barrio en todas sus manifestaciones, tanto vivenciales, como artísticas

Triana, tu nombre

Esos cuatro puntalitos que sostienen a Triana San Jacinto, los Remedios, la O y señá Sant'Ana. La Soleá de Triana delimita un espacio geográfico y sentimental. Terminan hoy los días grandes de Triana aunque esto es un decir. Porque Triana basa su grandeza en que su medida es puramente humana. Difícil acotar su significado para aquellos que no han tenido su vivencia cotidiana. Perdurable su huella para aquellos que, en algún momento de su vida, tuvieron la oportunidad de formar parte de su paisaje. Aunque sólo sea porque aquí los ritos se aprenden de forma intuitiva. O porque es un barrio asomado a un mar que no lo baña. O porque su historia muestra gestas fuera de la propaganda. O porque los naturales se confunden con los que eligieron este sitio para vivir. O porque es el espacio lógico hacia el que se asoma al Aljarafe. O porque es la forma más genuina de vivir Cádiz en Sevilla...En realidad, Triana es una isla que el paso de los siglos ha ido anudando, con puentes y caminos,

Paseo entre libros en una mañana de verano

Una de las cosas que más me satisfacen es ir "de librerías". Pasear por esas calles comerciales en las que hay dos o tres establecimientos en los que sabes que vas a encontrar los libros con que has estado soñando desde hace días, algunos de los cuales te han interesado por su título, por sus autores, por la historia que cuentan o por una especia de intuición inexplicable. Así que esta mañana he tenido ocasión de recorrer la calle Asunción y, dentro de ella, visitar la librería Beta, que es un sitio encantador en el que hay tantos libros nuevos como de toda la vida. Mi hijo y yo nos hemos separado al entrar allí. Él, en esta ocasión, no se ha decantado por libros de filosofía, economía, historia o clásicos griegos y romanos. En esta ocasión ha ido a buscar obras de un autor que le gusta muchísimo y que a mí también me gusta: Dashiell Hammet . Dos libros de Dash se ha comprado y ha estado a punto de comprar un tercero, pero le advertí entonces que no lo hiciera, porque

Una escuela llamada Soledad...

La escuela tenía solamente cuatro aulas. Era, pues, una escuela muy pequeña, la escuela más pequeña que he conocido nunca. Las aulas estaban situadas dos a dos, unas orientadas al norte y otras al sur. En medio de ellas, unos pequeños cuartitos indicaban los aseos. La escuela era tan pequeña que no tenía sala de reuniones, ni de reprografía, ni despachos, ni nada, nada salvo esas cuatro aulitas, enfrentadas entre sí, unas al norte y otras al sur.   Era esa orientación la que las diferenciaba. Las aulas que daban al sur eran muy alegres, pues recibían la luz del sol de forma respetuosa y placentera, menos, en los meses de calor y mucho más en los de invierno. La humedad se evaporaba como por arte de magia en sus paredes cuando recibían los clamorosos rayos y el aire del viento sur, lluvioso pero cálido. En cambio, las aulitas del norte eran sombrías, tenían siempre una pátina de oscuridad y tristeza, porque el sol pasaba de largo y sólo recibían el influjo de los vientos pesad

Algo más que enseñar

La historia de la didáctica del flamenco tiene enhebrados numerosos nombres de maestros y profesores que, desde hace años, han considerado que valía la pena esforzarse por transmitir el flamenco a los alumnos. A partir de los años ochenta, al menos, esa larga lista ha sido la forjadora de una manera de acercarse a este arte desde la escuela, utilizando una metodología interdisciplinar y haciendo del flamenco algo cercano para los jóvenes y niños. Estos profesores han arrojado claridad en un territorio marcado, en ocasiones, por los matices oscuros; han abierto caminos de conocimiento en un marasmo de leyendas, tópicos y mitos sin demostrar. Su labor ha de ser reconocida y, como en todo profesional de la enseñanza, ese reconocimiento ha de venir de parte de sus propios alumnos, que han adquirido un bagaje difícilmente comparable: para ellos el flamenco no será nunca algo ajeno, sino que lo sentirán unido al desarrollo de su infancia y su adolescencia.   Entre esos nombres, además

Antonio Mairena: Cruzando el puente

En la más influyente obra teórica que Mairena escribió, con el respaldo formal de Ricardo Molina, ya se adivina que el cantaor y estudioso del flamenco había caído en la cuenta de que Triana era, al menos, uno de los centros fundacionales del cante. Por ello, en “Mundo y Formas del Cante Flamenco” [1] la presencia de Triana se extiende a las descripciones de algunos cantes, sobre todo las tonás, soleares y seguiriyas, así como a la aparición de artistas de filiación trianera, por nacimiento o vivencia, la mayoría de los cuales sitúan Mairena y Molina, en ese arranque ingenuo de dividir el mundo en dos partes, del lado de la tradición y la autenticidad.   Así, los Cagancho o Frasco El Colorao comparten espacio con otras grandes figuras, maestros todos del cante en una época de formación estilística en la que tanto papel desempeñaron aquellos que, por su talento y su intuición, fueron capaces de armar el entramado de este edificio que aún nos produce asombro por su perfecta estr

Veranos de chanclas y azotea

Cada vez que los medios anuncian o comentan la ola de calor de cada verano, mis recuerdos vuelven a aquellos años de mi infancia isleña en los que era feliz, aunque no lo sabía. A aquellos veranos en los que los ritos se seguían y se conservaban año a año. En los que el aire tenía un tono especial y la vida una secuencia que, por repetida, no perdía nunca su encanto. Lo que me quedan de esos veranos de mi infancia son imágenes, retazos, momentos, que se esconden en los pliegues de la memoria pero que vuelven a aparecer en un ciclo ininterrumpido de pasado y futuro: Las noches en mi azotea, viendo el cine de verano y luego, sentada en el escalón de la calle, esperando que pasaran de vuelta a casa los espectadores. Las tardes en el patio, antes de que la casa perdiera su jardín, remojando las chanclas de gomas de colores y colocándoles conchas marinas para que parecieran tacones. Las horas de cuchicheo en la azotea, desgranando secretos, secándome el pelo al sol, una larga melena

Retrato de niña con mapa al fondo

A los seis años me llevaron al colegio. Aquel colegio estaba en una casa antigua. Tenía un patio al que se abrían todas las puertas y una entrada con azulejos sevillanos y un suelo muy fresco de mármol gris. Estaba en una calle muy alegre, en la confluencia de otras varias que forman desde entonces el triángulo sentimental de toda mi infancia. Las calles tenían naranjos y unas enormes casas con portalones y casapuertas, casas de grandes ventanas y de azoteas. Desde las azoteas, las gentes de aquellas calles podían ver el paso de las procesiones de la iglesia cercana, la Oración en el Huerto o la Misericordia. Era un barrio muy alegre, luminoso, cuya fisonomía puedo reproducir en mi cabeza de forma exacta, como si los años no hubieran pasado. En esa reproducción, en ese cuadro que puedo dibujar en la memoria, están también los olores, olores al azahar que desprendían los naranjos y olores a goma de borrar o a tinta, el olor peculiar de las escuelas. Era un barrio donde se mezclaban

Orgullo y prejuicio

En los malos momentos, siempre un libro. En los momentos de felicidad, un libro también. Con la incertidumbre, la palabra. Si llega el miedo, un libro es el puerto más seguro. Este libro es tan familiar para mí como sí lo hubiera escrito. Lo poseo en mil ediciones. Lo he leído en su idioma y en el mío. Lo conozco transformado en película. Me encanta, me hace feliz. No es un libro cursi, ni superficial, ni es un libro insulso, ni corriente. Habla de sentimientos, está lleno de humor, de personajes con vida propia. Sus frases, sus diálogos, son ingeniosos. Su telón de fondo, el mismo de todos sus libros, el suficiente: un grupo de familias que se relacionan entre sí en un reducido espacio. Dando por hecho que todo el mundo lo conoce o lo ha leído no he dedicado en este blog una reseña a su contenido. Ahí va: Los Bennet son una familia formada por el matrimonio y cinco hijas: Jane, Elizabeth, Mary, Kitty y Lydia. La señora Bennet es una pertinaz casamentera y su m

La verdad sobre el caso Harry Quebert

Al final todo consiste en entrar en el libro, descorrer sus cortinas, ahondar en sus secretos. Leer es un acto de esperanza en que ese libro contenga un paraíso que nos produzca, al menos, un instante de felicidad. Las causas por las cuales compramos un libro son tan diversas como las personas. En mi caso, ya lo he contado alguna vez, no me suelo dejar llevar por las grandes campañas de marketing, ni por los premios literarios con dotación millonaria. Más bien sigo mi propia intuición. Me gustan las editoriales independientes, los empeños editoriales llenos de originalidad. Pero, sobre todo, me gustan los autores desconocidos, me gusta descubrir nuevos autores, gente desconocida plena de talento. Como en este caso. He recibido la llegada de este libro con el deseo de zambullirme en sus páginas en estas horas obligadas de hospital, en las que el dolor por el ser querido se alía inevitablemente con el cansancio, la desesperación, la impotencia...Los hospitales están llenos de inter

Tiempos difíciles

Charles Dickens lo hubiera expresado con genialidad. Estos tiempos de zozobra, esta búsqueda de la mejora, sin saber si llegará y si nos sacará del marasmo. En todos los rincones de la sociedad hay una insatisfacción, una necesidad de que algo cambie y que ese cambio sea para bien. No hay recetas, entretanto, salvo el trabajo individual y callado, la honestidad, la decencia, aunque sean cosa antigua que parece que no da réditos. Pero, además, necesitamos consuelo, consuelo ante la enfermedad, la duda, la incertidumbre, la soledad, la desesperanza. Consuelo ante el horizonte incierto, ante el azote del dolor, ante la pobreza, la miseria y la necesidad. Consuelo ante la traición, la ignorancia, el egoísmo, la mediocridad. Consuelo ante los que mandan, los que se perpetúan en el poder, los que no hacen autocrítica. Consuelo. Ahí están, por eso, los libros. También las películas, desde luego. Y la música. El arte, la cultura en general, ese alimento del espíritu tan necesario, en el que

De nuevo, Sánchez Mejías, Ignacio

Desde hace mucho tiempo me vengo encontrando con Ignacio Sánchez Mejías. No sé por qué llegó a mis manos una edición de sus “Artículos periodísticos”. Un fragmento de ellos lo incluí en mi libro sobre Manolo Caracol, porque hablaba de Joselito el Gallo, pariente, como sabemos, del cantaor. Me resultaba muy intrigante su figura, sus múltiples facetas, su poliédrica personalidad, tan difícil, imposible, de encasillar, tan independiente, tan rara (en el sentido de poco corriente) en la España que le tocó vivir. Cuando estuve trabajando sobre el libro que he citado y también al investigar y escribir sobre el flamenco y las artes plásticas (sobre todo, en su relación con las vanguardias históricas), volvía a aparecer la figura de Ignacio, siempre en un telón de fondo complejo y difícil de definir. Su relación con La Argentinita, la excelente artista del baile y del cante que ha dejado para la historia del flamenco algunos hitos indudables; su parentesco con los Gallos (de la casa de l

Enseñar en Finlandia

No sé a ustedes pero a mí me llama poderosamente la atención que los maestros sean en Finlandia gente reconocida y prestigiosa socialmente. No es cuestión de dinero, ya lo saben, sino de verdadero reconocimiento, lo que hace que uno se sienta orgulloso de ejercer su profesión. Claro que, como dicen todas las informaciones, a maestro solamente llega en Finlandia el que es bueno, muy bueno, saca buenas notas, tiene una formación excelente, posee conocimientos variados y vocación definida. No sé por qué pienso que esta es la clave, o al menos, una de las más importantes, del éxito escolar finlandés. Habrá otras variantes, pero esta es fundamental. Acostumbrados a ver maestros desmotivados, desinformados y con un escaso bagaje pedagógico, científico o artístico, el pensar que los maestros finlandeses son la cara opuesta de lo que vemos por aquí da un poco de envidia y de pena. Si esta es la razón del éxito, se entiende cómo nosotros estamos donde estamos. 

Retrato de sábado con Triana al fondo

Los sábados por la mañana Triana cambia su ropaje y se convierte en una ciudad cosmopolita, abierta al mundo, plena de movimiento. En el cruce de caminos que supone el encuentro entre la Avenida de Coria, la calle San Jacinto y la Ronda, la vida transcurre a toda prisa en estas horas de sábado, durante las que, invariablemente, paseo a la vez que compro. Las calesitas de Luis León circulan con su ritmo de siempre y, arracimados en torno a ellas, los coches pugnan por encontrar un sitio para pararse “un momentito”, el tiempo de comprar en la plaza. A la una del mediodía, la hora en que las despardilladas (en vocablo acuñado por mi tía Carmela) van al mercado, todavía pueden verse hermosas gambas, aceitunas verdiales en mi puesto de siempre (con esa señora tan educada que parece estar vendiendo abanicos de seda) y un buen trozo de lomo en el sitio de la carne. Es una gloria entrar a todas horas por las puertas del mercado de San Gonzalo, pero a esta hora de sábado, cuando la mayoría

La luz de cada día

Vienen como bandadas de palomas por la calle Castilla. Sortean las obras, los baches y los andamios. Llegan a San Jorge y se desparraman por la esquina del Puente, por la capillita del Carmen, por Pureza, por la sufrida San Jacinto que ve cómo los comerciantes levantan los cerrojos de sus tiendas para esperar el día…   Vienen vestidos de azul, de rojo, de rayas grises; ellos llevan pantalones caídos, vaqueros y camisetas gastadas, sudaderas y gorras; ellas lucen largas melenas, mientras sus bolsos de bandolera se mueven al compás de su andar…Son los trianeros del presente y del futuro y van a inmortalizar con sus cámaras de fotos este rincón de Triana. Un profesor de una asignatura nueva, que se llama Proyecto Integrado, les ha dicho que en esa zona pueden desarrollar su imaginación, hallar el motivo fotográfico que les enseñe a mirar la realidad. El profesor, seguramente, ha venido de fuera, de Extremadura o de Galicia, pero, después de algunos años de enseñar en Triana, ha caíd