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Lo que nos falta

(Foto: Nina Leen. 1913-1995) Apenas lo decimos en voz alta. Si lo hiciéramos, se rompería el ruidoso dique las lágrimas y estas navegarían incontenibles, saltando de ola en ola, de cerezo en cerezo. Todos los árboles de ese jardín que fue se llenarían de pequeñas estrellas, cada lágrima un sol, cada gota una luna en el rocío. Por eso no lo hablamos, por eso no lo decimos en voz alta, porque estallaría el mundo y todo se volvería amanecer inquieto, lluvia firme.  No lo decimos pero está al fondo de todo. Las manos que se mueven y no encuentran. El tiempo que buscamos y no termina de llenarse. Los paisajes que nunca visitamos. Los viajes que no hicimos. Las risas que perdimos. El aire que se vicia al contener su ausencia. Su nombre y apellidos colocado en una urna, con las letras mayúsculas y los tonos oscuros. Es todo lo que vimos después del precipicio. No está. No volverá a sentarse entre nosotros. No volveremos a tener su aliento. No volverá a decirnos que las cosas son f

"Una relación perfecta" de William Trevor

William Trevor sigue la gloriosa tradición literaria irlandesa, llena de nombres felices, de hermosas obras, de fabulosas historias. Como otros autores, Trevor nació y se crió en la Irlanda rural, que tanto contagia de belleza la escritura de sus hijos. Fue en 1928 y en el condado de Cork. No es solo un novelista excepcional sino un extraordinario autor de cuentos. "Una relación perfecta" toma su nombre, precisamente, de uno de los cuentos que forman este volumen. Los otros son "La hija de la modista", "La habitación", "Hombres de Irlanda", "Trampa jugando a la canasta", "Valentonadas", "Una tarde", "En Olivehill", "Los niños", "Viejo amor", "Fe" y "Folie à deux".  Todavía hay un gran número de lectores de novelas que no tienen especial predilección por los cuentos. No es fácil escribir un buen cuento. Y a muchos de esos lectores les queda una cierta sensación

Atrapadas

Las ves y han olvidado sonreír. Tienen un aire cansado, como si todo el mundo cayera sobre ellas de vez en cuando. Como si ellas soportaran todo el mundo. Han perdido eso que se llama dignidad y han escalado las cimas del ridículo. Son más de lo que parecen. Tienen cargos públicos, trabajos importantes, inteligencias limpias, miradas puras. Pero cayeron en una red de la que es difícil escapar. Es una red que comienza siendo una gasa suave y delicada que te cubre, adobada con palabras amables, con canciones italianas y películas tristes. Continúa con un péndulo que se mueve, de un lado, los susurros; de otro, los gritos. Como si tuviera un aire bergmaniano inconfundible. Primero, notarás que el lazo te rodea. Después, el lazo será una mano fría. Por último, alguien se reirá de ti y te preguntará por qué no te mueves si en torno a ti no hay nada. Ese es el secreto: no hay nada donde creías que había una huella de calor. Eso que notas no existe, ni fue nunca, es una ensoñación, un ju

"Las cartas de Chawton" Jane Austen

Descubrir cosas sobre Jane Austen es un extraño placer que sus lectoras consideramos, además, un golpe de fortuna. Sabemos que era una gran escritora de cartas, incluso algunas de sus novelas comenzaron siendo epistolares y tiene una obra maestra del género ("Lady Susan"). Muchas de esas cartas, las que no se destruyeron, están publicadas. En este caso Kathryn Sutherland, profesora de Bibliografía y Crítica Textual en la Universidad de Oxford, ha escogido una selección de ellas y las ha contextualizado, comentado y glosado. Eso es lo que es este libro, recién editado por Alba Clásica.  Son trece cartas, doce de las cuales proceden del Jane Austen`s House Museum, y una de la Jane Austen Society.  Las cartas, en el tiempo de Jane Austen, eran el modo de comunicación más usual después, claro está, de la tertulia cara a cara. Tardaban su tiempo en llegar pero servían para mantener los lazos familiares  y amistosos. En una familia tan numerosa como la de los Austen, och

"Las lealtades" de Delphine De Vigan

Los libros con niño dentro son difíciles. Como decía mi amigo, el escritor y cantaor Luis Caballero, "el flamenco no es cosa de niños". Y los niños literarios en novelas de adultos tienen algo que desgarra, algo de lo que conviene huir. Delphine De Vigan escoge a un niño como protagonista y con él todo lo que gira en torno a las relaciones rotas y a los extraños designios que la vida depara a los hijos cuando las familias se rompen. Veo en ocasiones ejemplos de esto. Las parejas que un día escribieron sus nombres en los troncos de los árboles llegan al desastre y ese desastre se derrama como agua sobre una mesa de mármol. Te odio porque me has engañado con otra, podría ser la música que animara esta historia. Te odio porque ya no estás, ya no eres y ya no soy nada para ti. Los odios hacia aquellas personas que te amaron y amaste son tan intensos que no pueden borrarse ni siquiera por el paso de los años. Los hijos están ahí, captando ese odio en el aire, observando y ll

"Con todas las de perder" de Víctor Jiménez. Poesía.

Lo más enternecedor de los libros de poesía es que son pequeños. La mayoría tienen pocas páginas y portadas en colores desvaídos y melancólicos. No imagino un libro de poesía teñido de rojo o de azul intenso. Son suaves y discretos, como estos que andan ahora por aquí.  La copla flamenca, el soporte del cante, tiene hondura cuando se resuelve en soleares. Esa copla es un inmenso recipiente que contiene versos populares y versos de autor. Versos como besos. No me gusta esa distinción entre "lo popular" y "lo culto", porque se confunde la tradición oral, tan fresca y sin compostura, con lo poco versado o lo vulgar. Al mismo tiempo se le da una pátina de superioridad a la copla de autor, por el simple hecho de que sabemos quién la ha escrito y porque su autor ha dejado plasmado en ella su nombre.  Lo popular aparece en el flamenco con el exacto ajuste que el tiempo le ha otorgado. Poesía hecha por decantación, medida y sin sobrantes. El eco popular nutre,

Cine, flamenco y tópicos

Parece que la única mirada que interesa al cine es la que abre la puerta al tópico andaluz, a las juergas de los señoritos, a la miseria que se alivia con el cante, a la relación entre toros y flamenco, omnipresente. El flamenco actúa así como una suerte de ambientación, de telón de fondo, delante del cual transcurren las historias, sin apenas contaminarse, sin desvelar nada de lo que se oculta tras la fiesta, el bullicio o las celebraciones. Las películas contribuyen a asentar el estereotipo del andaluz, ya reflejado en las narraciones de los viajeros románticos, tan alejadas de la realidad. Su pervivencia en la composición de personajes llega hasta nuestros días, pues proliferan en las series televisivas los andaluces graciosos, las chachas con deje andaluz, los cuentachistes… En algunas películas esa fiesta va asociada a los ritos familiares, bautizos, bodas, entierros o a las costumbres populares de más arraigo, romerías y ferias, y aparece como un elemento más del paisaje

¿Técnica o sentimiento?

En una entrevista concedida el mes de junio de 2008 al Diario ABC de Sevilla la bailaora Eva Yerbabuena ponía el dedo en la llaga en esa famosa duplicidad que impregna la discusión flamenca desde hace años. No es esta la única polémica en la que este arte se halla envuelto, revitalizándose con discusiones entre aficionados o entre expertos. Más bien, el flamenco tiene la virtud de saberse retroalimentar con cíclicos enfrentamientos que posicionan en lugares opuestos a sus seguidores. El más antiguo de ellos es el que se refiere a su origen pero también tiene un papel relevante en los debates todo lo que atañe a la vieja discusión entre profesionalidad y amateurismo (que tuvo su auge en el Concurso del año 22), o lo referido a la distinción entre Cante chico y Cante grande. En este último caso, aunque nos pueda parecer superada esta clasificación, la disputa todavía reverdece con motivo de experimentos y espectáculos de cierta novedad.  Unido a lo anterior, cómo no, la gran lín

Neurótico pero genial

Nunca sabremos si las neurosis de Allen hicieron salir a la luz las de los demás o si las crearon directamente. En los años setenta, en los tiempos en los que se rodó esta película y años posteriores, se puso de moda ir al psiquiatra y se convirtió en un pasatiempo de los grupos de amigos el darle vueltas y vueltas a los argumentos de las películas o los libros. La discusión, la charla, la conversación, estaba en su punto más alto. Era lo más cool. Pero no la insustancial, nada de hablar de trapitos o de amoríos, sino todo con mucho más altura. Si hablabas de amor lo hacías de la incompatiblidad de las parejas, de lo imposible que es durar y otras cuestiones que hacían devanarse los sesos a los jóvenes de antaño. Si salía el tema de la política comenzaba a cundir el pesimismo, o, al menos, el escepticismo. Así era también Woody Allen, cuyo tema de conversación favorito versaba sobre esto: Woody Allen. El narcisismo cinematográfico alcanzó aquí las cotas más altas y, como consecuen

Suite Irene

Hace algún tiempo llegó a mis manos un pequeño librito, de título “El baile”. Un librito delicioso, aunque con un fondo amargo, sin duda, un fondo de infelicidad. Crueldad, venganza, pero de guante blanco, en el seno de una familia refinada, algo que duele, como una fina daga que nos traspasara. Su prosa era tan brillante, tan ajustados sus adjetivos, tan limpiamente resuelta la historia, que me sedujo y, como suele ocurrirme, quise saber quién era la persona que lo había escrito y, también, quise leer otros libros de esa misma autora. En esa búsqueda di con Irène Némirovsky (1903/1942), de la que ahora escribo, con emoción sí, porque su hallazgo, el encuentro con su voz, ha supuesto quizá uno de esos raros momentos de felicidad que suceden cuando, entre tus lecturas, hallas un eco esplendoroso, una voz única, un estilo inconfundible y alguien en quien encuentras mucho de lo que consideras tuyo.  La lectura de sus libros me llevó a su persona. ¿Quién estaba detrás de esas

Del Nobel y otros premios

     Las maravillosas fotografías de las chicas estudiantes de Nina Leen ilustran esta entrada escrita el mismo día en que se anuncian los dos últimos Nobel de Literatura. Aguzo el oído y me pregunto si conozco a alguno. Él me suena de algo, de ella no sé nada. Apuesto dos piruletas de fresa a que es lo mismo que piensa la mayoría, incluso, yo diría, que eso de sonar es también algo exótico. Los Nobel de Literatura son esos premios que el año pasado no se dieron y que ahora aparecen por partida doble. No se dieron porque la cosa estaba turbia, muy turbia, y el tinglado, como el de la antigua farsa, se hundió. De cómo lo hayan reconstruido no tengo noticia, pero resulta muy sospechoso todo y el tufo que antes tenía, de amiguismo y de enchufismo por la cara, no se ha desvanecido.  Por desgracia, esa misma desconfianza abarca a la gran mayoría de los premios. Los que empiezan, porque necesitan nombres de prestigio para asentarse. Los que tienen larga tradición, porque no pue

El hombre que quería ser cantaor

Desde hace mucho tiempo me vengo encontrando con Ignacio Sánchez Mejías. Acercarse al flamenco sin llegar a su figura es difícil, por no decir imposible. Porque es una de esas personalidades que están a la vera del arte, en ese territorio que ocupan los que han sentido el flamenco hasta el fondo, los que son hondos sin que podamos atribuirle ocupación flamenca alguna. El flamenco concita rechazos y unanimidades. El rechazo suele producirse entre aquellos que no lo conocen, que se dejan llevar por ideas preconcebidas o que no han profundizado en su esencia. Es imposible acceder a ella y no amar este arte. Entre las unanimidades un gran número de personas destacadas en campos diversos que llegan al flamenco arribando desde puertos difíciles y se quedan ahí, anclados, ya para siempre, en sus orillas.  No sé por qué llegó a mis manos una edición de los Artículos periodísticos de Ignacio Sánchez Mejías, buceando en alguna librería, seguramente con ocasión de uno de mis paseos lite

Clarice Lispector. La razón del silencio

Clarice era Chaya cuando vivía en Ucrania y antes de cambiarse el nombre, como hizo toda su familia. Hace poco conocí a una niña ucraniana a quien habían evacuado de allí por motivos bélicos. Todavía hay motivos bélicos para salir de Ucrania. La niña ucraniana es muy rubia y no habla. No le interesa lo que decimos ni quiere contarnos su vida. Todo se lo guarda para ella sola. Quizá Lispector era así al principio de todo, callada y con razón.  Como ocurre con muchos escritores ha llegado el momento en que todos los críticos alaban su obra, recomiendan su narrativa y ha obtenido un reconocimiento más allá de lo que ella misma esperaba. En realidad desconocemos si esperaba algo, algo más que vivir y que expresarse del modo en que sabía: plasmando en palabras emociones, sensaciones, sentimientos. Sus cuentos y sus novelas tienen un aura sensorial aplastante. Las frases cortas no se andan con rodeos. Pero no se queda en la superficie a pesar de que es fácil reconocer detalles conc

Se ha escrito un crimen

Eran las seis de la tarde de un verano especialmente caluroso. Una ciudad costera. A esa hora todavía la brisa atlántica no refrescaba la calle. En el número 46 alguien abre el portón, gris oscuro y con una mano de brillante latón como llamador, y arrastra pesadamente una enorme caja de cartón hacia fuera. La caja está desvencijada, rota en sus laterales y de ella emanan, como si fueran un caudal interminable, libros, libros, libros. La caja se coloca en la acera y una niña de doce años, a punto de entrar en la adolescencia, se sienta en el suelo, allí, en la solitaria calle y recorre uno a uno los títulos de los libros que va sacando con cuidado y colocando en un montón junto al escalón de la casa. De entre esos títulos hay uno que le llama la atención. “El misterioso caso de Styles” reza la portada y en ella se ve un puñal ensangrentado que se clava en el cuello de una mujer anciana. No se ve el rostro de la mujer, ni la mano asesina, solamente el puñal y el fondo de una tela de