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Pétalos de rosas sobre el asfalto mojado

El amor se condensa en una carta. Las palabras cuentan lo que los labios callan. Los ojos en los ojos desnudos se han quedado. Nada hay que no sea sufrimiento después de tantos años. El tiempo que ha pasado no ha convertido en agua clara el sueño que viviste después de conocerlo tan de cerca. Él no ha entendido y tú no has sido capaz de olvidar.  Que una adolescente soñadora se enamore de un joven músico, bello como un dios griego, no es raro. Más raro me parece que se pasen los años, se convierta en mujer y siga amándolo. Más raro es aún que él viva entre amores que no le satisfacen y olvide el único que, en verdad, podía haberlo salvado de tener el corazón desierto en vida. Morir antes de que llegue la muerte es algo parecido a esto. Ella, porque lo ama y no lo tiene. Él, porque no sabe que el amor existe.  En 1948 Max Ophüls firmó la adaptación cinematográfica de una inquietante novela de Stefan Zweig . La obra de Zweig te produce una herida que difícilmente restañas co

Libros de feria

(Annie Leibovitz) Para cualquier lector, las ferias del libro son territorios cómplices, tierra conocida, paisajes cuya exploración siempre te trae alguna sorpresa, algún aliciente. Mucho más que ante cualquier otro escaparate sueles detenerte en la fila ordenada de libros, en las novedades o en las firmas, si es que tienes cierto estilo mitómano y aprecias el conocimiento directo de los escritores. No siempre esto es bueno, te lo advierto. Porque una cosa es escribir y otra ser. Y el ser y la literatura no van de la mano, o no suelen ir de la mano. Las biografías de los artistas, entre ellos los literatos, nos deparan una gran cantidad de disgustos, porque pueden llegar a cambiar el signo de tus gustos por cuestiones ideológicas o de conducta o de opiniones. Sin embargo, en las ferias del libro las firmas siguen siendo un polo de interés a pesar de que aquellos escritores que más amamos nunca serán firmantes por razones obvias. Un catedrático contaba en sus clases que co

"Amistad de juventud" de Alice Munro

Este es un libro de relatos que debería ayudar a que aquellos lectores que tienen prevención hacia ellos cambiaran de opinión. Es eso exactamente lo que me ocurrió a mí gracias a la lectura de los cuentos de Edna O`Brien ("Objeto de amor"), Mavis Gallant ("Cuentos"), Lucía Berlin ("Manual para mujeres de la limpieza"), A. M. Homes ("Días temibles") o Edith Pearlman ("Visión binocular"), entre otros. La creencia de que los relatos son novelas a medio hacer, literatura menor o historias en pequeño queda desterrada si lees cualquiera de estos libros. Un relato es una obra en sí misma, con su tempo, su estilo propio, su ritmo, su cadencia, su todo. Hay escritores de novelas muy estimados que han dado lo mejor de sí mismos en el relato. Es el caso de Antonio Muñoz Molina y "Nada del otro mundo". Alice Munro, que ganó el Premio Nobel de Literatura en 2013, es una maestra del relato. Ha escrito muchísimos y solamente una novela

"La hija de la española" de Karina Sainz Borgo

La hija de la española es Aurora Peralta. Su padre, Fabián Peralta , trabajaba en un obrador próximo a la iglesia de San Jorge y allí le cogió la onda expansiva del atentado que hizo volar, literalmente, al coche de Carrero Blanco el 20 de diciembre de 1973. Una circunstancia histórica de este calibre da lugar a la marcha a Venezuela de Julia y Aurora Peralta. Y será Aurora Peralta quien, ante un cataclismo, ofrecerá a Adelaida Falcón , la protagonista del libro, una oportunidad de renacer. En este libro hay dos Adelaidas, la madre y la hija. La madre es maestra y la hija es filóloga. Ambas son, por tanto, instruidas, cultas en cierta manera y por eso mismo quieren conservar algún grado de dignidad en la degradación. Por ejemplo, comer con cubiertos y no con las manos. Por ejemplo, tener un entierro digno, con una lápida y con flores en un jarro de cristal. La historia, que comienza con la muerte de Adelaida, la madre, con su discreto entierro y con la orfandad de su hija en

"La edad del desconsuelo" de Jane Smiley

Dana, Dave y tres hijas. Vida cotidiana. Las cosas que a todos nos ocurren. Una clínica dental que prospera. Un matrimonio de larga duración. Una duda. "Nunca volveré a ser feliz" piensa Dana en voz alta. Dave guarda silencio. El silencio de Dave esconde el deseo de que nada cambie, de que todo permanezca como está, de que su matrimonio no sucumba al desamor, la rutina o el cambio. A ellos no puede pasarles, se hundiría todo.  Dave es un ser vulnerable y Dana necesita ser feliz. Ni él puede imaginar la vida de otra forma ni ella quiere seguir imaginando la vida que vive. Es el eterno vaivén de las parejas, de las relaciones sentimentales, de los matrimonios. Pasan los años y una multitud de ritos compartidos sustituye a la pasión, al encuentro breve, al fascinante deseo, al cruce de miradas. Pasan los años y se contraen deudas, se tienen hijos, se compran casas, se firman hipotecas, se comparte el cartel del buzón, se celebran efemérides, se amplía la familia por uno

Padres e hijos

Alguien podría pensar que esta historia ha quedado desfasada. Pero no. Aunque la estética de la película nos resulta ahora vintage, aunque los actores aparecen tan jóvenes que apreciamos cuánto ha pasado el tiempo, ni el tema ni el fondo de la historia son cosa pasada. Al contrario. Muy presentes en esta y en otras miles de formas. El relato del desamor entre una pareja cuyos hijos se desarraigan de uno o de otro es el relato de las sociedades modernas. En este sentido la película es la constatación de una evidencia y también un aviso. Te puede pasar a ti.  Cuando vuelves a verla te llama la atención, en primer lugar, la fotografía. Desde ese primer encuadre en el que el rostro de Joanna Kramer (Meryl Streep) muestra el dolor por la separación de su pequeño, hasta la escena final en la que ese mismo rostro adquiere la serenidad de la aceptación, transcurre un recital de magia fotográfica, de interiores velados, de exteriores simétricos, de luces y sombras, de primeros planos m

Que ni el viento arrebata

A nadie se le ocurre inventar la risa, inventarse los llantos. Imagínatelo. Has vuelto de una larga travesía cruzada de inhóspitos recuerdos y aparece la luz, cambiante el tono, a veces rojo, a veces amarillo, azul tal vez en tardes de verano, verdosos innombrables, grises perpetuos, marrones que hacen juego con la noche...Nunca te alegrarías de estar en un silencio que no tuviera nombres, ni siquiera de ser alma callada. Por eso te levantas con fuerza, agarras sin temor las despedidas y vuelves a pisar el suelo de antes, con otros pies y con otros zapatos, pero vestida de algarada, de fiestas.  A nadie se le ocurre pensar que alguien agazapado, escondido, oculto entre las sombras, va a describir un arco de amargura en tu risa, va a cambiar el color de tus ojos y el tiempo que devoras sin tasa entre las hojas. No podrías entender, por mucho que quisieras, que hubiera gente así perdida por el mundo y que pudiera incluso pensarse compasivo, pensarse fiel consuelo, pensarse dulce

"Tus pasos en la escalera" de Antonio Muñoz Molina

A mí me cuesta horrores escribir algo negativo sobre un libro de Antonio Muñoz Molina. Primero porque es un extraordinario escritor. Segundo, porque le tengo aprecio especial, incluso cariño. He seguido su trayectoria y su compromiso ético es, para mí, tan importante como su obra literaria. Así que decir que este libro podía no haberse escrito y no se hubiera perdido nada, me produce cierta pena y cierto disgusto.  Normalmente nunca hago reseñas de libros que no me han gustado. Aunque son pocos los libros que leo y que no me gustan, quizá porque mi intuición se ha ido perfeccionando con los años y con las lecturas y pocas veces hay ya que me equivoco. Sin embargo, hay escritores a los que, aunque tengan libros mediocres o faltos de interés, siempre continúo siguiendo, porque son ellos, porque les doy una oportunidad más. El anterior libro de AMM tampoco me pareció gran cosa. Era "Un andar solitario entre la gente" y para mí pasó sin pena ni gloria.  En este "T

La ciudad de las sombras

Fritz Lang decide hacer un noir que pase a la historia del cine y se apresta a ello sin complejos. Toda la maldad del mundo se concentra en la imaginaria ciudad de Kenport, del imaginario condado de Parkway. Imposible situar la acción en un enclave real. Mucha gente podría darse por aludida y las demandas judiciales volar hacia la mesa de los Estudios de la Columbia.  Los ingredientes de la historia estaban ya en un serial de tercera fila (todos los seriales lo son) que un tipo con ansias de grandeza, William P. McGivern, había convertido en novela y un genial periodista de sucesos, Sydney Boehm, en guión. Los periodistas de sucesos son gente retorcida, que disfrutan con los crímenes pasionales y los cuerpos troceados. Se pasean por los velatorios buscando carnaza y son capaces de ingeniar una historia en horas veinticuatro. No puedes fiarte de ellos. Salvo si se convierten en guionistas y desahogan así sus bajos instintos literarios.  En la trama de la película conviven

"El silencio de las mujeres" de Pat Barker

Cualquier libro que comience con una cita de Philip Roth me llama la atención. Este, en concreto, se inicia con un pequeño pasaje de La mancha humana , uno de mis favoritos. -¿Sabéis cómo empieza la literatura europea?-preguntaba, tras haber pasado lista el primer día de clase-. Con una riña. Toda la literatura europea surge de una pelea.-Y entonces tomaba su ejemplar de La Ilíada y leía a la clase las primeras frases: "Canta, diosa, del elida Aquiles la aciaga cólera...desde que una querella hubo de desunir a Agamenón, rey de los hombres, y al divino Aquiles". ¿Y por qué se pelean esos dos violentos y poderosos personajes? Es algo tan básico como un altercado en un bar. Se pelean por una mujer, una muchacha, en realidad. Una chica robada a su padre, raptada durante una guerra.  ¿Qué puede tener en común Roth, el profesor de su novela y este libro sobre mujeres que aparentemente callan? Lo clásico. El trasfondo de lo clásico. Nuestra herencia. El legado que prefigura

Versos, cobardía y lágrimas amargas

Me he resistido a escribir de esta película. La historia del cine no se ha puesto de acuerdo sobre ella. Hay quien considera que “Esplendor en la hierba” es un drama mediocre con un puñado de magníficos versos. Otros la estiman porque supuso un repulsivo contra la estereotipada visión de los jóvenes que ofrecía el cine en esos años. Es una película de adolescentes que no deja un poso de suave inconsciencia, sino la seguridad del fracaso. De ahí su aire de tragedia. Sabes que todo eso va a terminar mal desde el minuto uno.  Aún hoy me parece cercano el estremecimiento que sentí en la última escena. El conformismo del adiós resulta tan triste…Dos seres abocados a vivir alejados, aunque sus corazones suspiran el uno por el otro. La primera vez que la vi fue en uno de esos pases televisivos que conseguía arrancar a la cerrazón de las películas para mayores de mi casa. Aquella película era tabú y no te dejaban verla. Así que la vi con un aire de transgresión que siempre me acompañ

Ópera para mafiosos

(Patricia Clarkson es la esposa de Eliot Ness) Coger las manzanas del árbol y no del cesto. Esa es la receta que el policía Malone le ofrece al agente del Tesoro Eliot Ness para impedir que, en su equipo, haya traidores. La épica de la lucha contra el crimen organizado en estado puro. Ness , juramentado hasta el final para conseguir llevar ante la justicia a Al Capone y los suyos. Experimentos fallidos, actuaciones fracasadas, momentos de desánimo, todo parece que va a ir mejor con esa cuadrilla de Intocables que además de a Malone y a Ness incluye al joven y experto tirador George Stone y al contable Wallace . Los cuatro son la reserva ética del Estado contra quienes en los años 30 anegaban de sangre las calles de Chicago a cambio de hacer suculentos negocios.  Esta es una película en la que la grandeza de los buenos hace todavía más patente la villanía de los malos. El malo más repugnante es, sin duda, Frank Nitti , asesino a sueldo que exaspera a Ness con su comen

Solos

El muchacho (unos quince años) me miró a los ojos por primera vez en toda la sesión y me confesó: tengo miedo de quedarme solo. Odiaba a sus padres (eso decía), se llevaba mal con ellos, quería independizarse, pero la soledad era una losa insoportable que le producía pesadillas. Soñaba con puertas cerradas que él no podía traspasar. Con enormes extensiones de arena en las que se encallaban sus pies desnudos. Soñaba con un mar inabarcable sobre el que él se movía sin defensa alguna. Tenía miedo de estar solo pero no podía vivir acompañado. Al menos, con esa compañía que pasaba el tiempo señalándole sus defectos, buscando gresca e impidiendo que oyera su voz interior. No había forma de convocar al silencio.  Yo también miré al muchacho a los ojos y le conté mi propia historia pero antes fui cruel, demasiado cruel para un muchacho que solo tenía quince años. Le dije, con la voz más segura que pude, que ya estaba solo, que la soledad era una gasa pegada a nuestra piel, que no podí