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Tyrone, my love

Entre las amigas de adolescencia de mi madre estaba una, Remeditos, que pasó toda su juventud enamorada de Tyrone Power. Suspiraba cada vez que veía su rostro en esos cartelones grandes que colgaban de la calle del cine, tan cercana a su casa. En los afiches podía verse el rostro del actor, con una mezcla de complicidad y elocuencia, un rostro amable, que recordaba al de los hombres con los que ellas se encontraban cada día, aunque, eso sí, mucho más guapo. Tyrone Power era el ídolo de juventud de muchas chicas pero para esta en concreto era muchísimo más. Era su amor verdadero, el que la hacía soñar, el que aparecía en sus fantasías de colegiala y luego de muchacha en flor. Lo llamaba, así en confianza “mi Tyrone Powito“. Pronunciése tal y como se escribe, por favor. Las chicas de pueblo, ya lo escribió Edna O´Brien , guardan sus pasiones en un tarro de cristal inalcanzable para los ojos de todos.  Billy Wilder es un dios para Garci y para muchos otros cinéfilos que piensa

Fra Angelico en el Museo del Prado

La cultura no es nuestra única patria pero sí la más universal. Da lo mismo que hayas nacido en Tombuctú o en Jerez de los Caballeros. Da igual tu raza, tu religión, tu condición personal, tus bienes económicos...La cultura es el punto de encuentro en el que te reconoces cuando la mayoría de los anclajes han sido puestos en cuestión. El puente por el que cruzar para hallar al otro lado la seguridad de que alguien, alguna vez, en algún lugar, ha sentido lo mismo que tú oyendo una pieza musical, leyendo un libro o contemplando una obra de arte.  Por eso nos sentimos parte del gótico o del Jinete Azul, o de la generación del 27, o de los pitagóricos. Porque hay una corriente iniciada desde el momento en que el hombre decide trasladar su emoción a cualquier forma de comunicación que lo acerque a los semejantes. Es la emoción la que preside las formas culturales, sean estas tangibles o no. Es la emoción la que distingue al artista y también la que traspasa al espectador, al lector

"Kathleen" de Christopher Morley

Conocía a Christopher Morley por la lectura de dos de sus libros, que andan reseñados en este blog: La librería ambulante , de 1917 y La librería encantada , de 1919. Libros encantadores, tiernos y que giran en torno a la literatura desde dentro, como si fuera un libro dentro de otro. Roger Mifflin, el librero, y la señorita Helen McGill, son los protagonistas de esta historia, un clásico de la literatura norteamericana que vio la luz por vez primera en 1917. Personajes tiernos, entrañables, dotados de ingenio y de una ligereza que no es simpleza sino aguda observación y un sentido práctico de la vida que los lleva a encontrar en los libros todo aquello que la cotidianeidad a veces oculta. Hondas reflexiones, ironía, gracia muy especial, movimientos pendulares de razonamientos que te hacen reír sin más, espectaculares diálogos y el poso hondo de la literatura en su relación con lo mejor de los hombres. Todo esto aparece en "La librería ambulante" y en la obra de su au

"Los lobos de Praga" de Benjamin Black

Este es un Black que parece Banville . Pero no el Banville de " Antigua luz" , de "El mar" o de "La guitarra azul" , sino más bien el de "La señora Osmond" , lo que quiere decir que es un Banville más estilizado y menos oscuro. Que John Banville-Benjamin Black es un excelente narrador, un frasista de primera, un autor fundamental de nuestra literatura actual, resulta evidente. Pero eso no quiere decir que todos sus libros estén a su altura. Como ocurre con "La señora Osmond", un ejercicio de estilo que intenta reproducir y continuar los aires de Henry James pero que no deja de parecer una especie de intento. No hay necesidad, pienso, de saltarse lo que uno es para navegar en los mares de otros. Y por eso hay que saludar con satisfacción este libro,  "Los lobos de Praga", que tienes que leer en el momento adecuado porque, si no es así, puede darte la impresión equivocada de que es un lento río sin meandros.  El libro,

Pétalos de rosas sobre el asfalto mojado

El amor se condensa en una carta. Las palabras cuentan lo que los labios callan. Los ojos en los ojos desnudos se han quedado. Nada hay que no sea sufrimiento después de tantos años. El tiempo que ha pasado no ha convertido en agua clara el sueño que viviste después de conocerlo tan de cerca. Él no ha entendido y tú no has sido capaz de olvidar.  Que una adolescente soñadora se enamore de un joven músico, bello como un dios griego, no es raro. Más raro me parece que se pasen los años, se convierta en mujer y siga amándolo. Más raro es aún que él viva entre amores que no le satisfacen y olvide el único que, en verdad, podía haberlo salvado de tener el corazón desierto en vida. Morir antes de que llegue la muerte es algo parecido a esto. Ella, porque lo ama y no lo tiene. Él, porque no sabe que el amor existe.  En 1948 Max Ophüls firmó la adaptación cinematográfica de una inquietante novela de Stefan Zweig . La obra de Zweig te produce una herida que difícilmente restañas co

Libros de feria

(Annie Leibovitz) Para cualquier lector, las ferias del libro son territorios cómplices, tierra conocida, paisajes cuya exploración siempre te trae alguna sorpresa, algún aliciente. Mucho más que ante cualquier otro escaparate sueles detenerte en la fila ordenada de libros, en las novedades o en las firmas, si es que tienes cierto estilo mitómano y aprecias el conocimiento directo de los escritores. No siempre esto es bueno, te lo advierto. Porque una cosa es escribir y otra ser. Y el ser y la literatura no van de la mano, o no suelen ir de la mano. Las biografías de los artistas, entre ellos los literatos, nos deparan una gran cantidad de disgustos, porque pueden llegar a cambiar el signo de tus gustos por cuestiones ideológicas o de conducta o de opiniones. Sin embargo, en las ferias del libro las firmas siguen siendo un polo de interés a pesar de que aquellos escritores que más amamos nunca serán firmantes por razones obvias. Un catedrático contaba en sus clases que co

"Amistad de juventud" de Alice Munro

Este es un libro de relatos que debería ayudar a que aquellos lectores que tienen prevención hacia ellos cambiaran de opinión. Es eso exactamente lo que me ocurrió a mí gracias a la lectura de los cuentos de Edna O`Brien ("Objeto de amor"), Mavis Gallant ("Cuentos"), Lucía Berlin ("Manual para mujeres de la limpieza"), A. M. Homes ("Días temibles") o Edith Pearlman ("Visión binocular"), entre otros. La creencia de que los relatos son novelas a medio hacer, literatura menor o historias en pequeño queda desterrada si lees cualquiera de estos libros. Un relato es una obra en sí misma, con su tempo, su estilo propio, su ritmo, su cadencia, su todo. Hay escritores de novelas muy estimados que han dado lo mejor de sí mismos en el relato. Es el caso de Antonio Muñoz Molina y "Nada del otro mundo". Alice Munro, que ganó el Premio Nobel de Literatura en 2013, es una maestra del relato. Ha escrito muchísimos y solamente una novela

"La hija de la española" de Karina Sainz Borgo

La hija de la española es Aurora Peralta. Su padre, Fabián Peralta , trabajaba en un obrador próximo a la iglesia de San Jorge y allí le cogió la onda expansiva del atentado que hizo volar, literalmente, al coche de Carrero Blanco el 20 de diciembre de 1973. Una circunstancia histórica de este calibre da lugar a la marcha a Venezuela de Julia y Aurora Peralta. Y será Aurora Peralta quien, ante un cataclismo, ofrecerá a Adelaida Falcón , la protagonista del libro, una oportunidad de renacer. En este libro hay dos Adelaidas, la madre y la hija. La madre es maestra y la hija es filóloga. Ambas son, por tanto, instruidas, cultas en cierta manera y por eso mismo quieren conservar algún grado de dignidad en la degradación. Por ejemplo, comer con cubiertos y no con las manos. Por ejemplo, tener un entierro digno, con una lápida y con flores en un jarro de cristal. La historia, que comienza con la muerte de Adelaida, la madre, con su discreto entierro y con la orfandad de su hija en

"La edad del desconsuelo" de Jane Smiley

Dana, Dave y tres hijas. Vida cotidiana. Las cosas que a todos nos ocurren. Una clínica dental que prospera. Un matrimonio de larga duración. Una duda. "Nunca volveré a ser feliz" piensa Dana en voz alta. Dave guarda silencio. El silencio de Dave esconde el deseo de que nada cambie, de que todo permanezca como está, de que su matrimonio no sucumba al desamor, la rutina o el cambio. A ellos no puede pasarles, se hundiría todo.  Dave es un ser vulnerable y Dana necesita ser feliz. Ni él puede imaginar la vida de otra forma ni ella quiere seguir imaginando la vida que vive. Es el eterno vaivén de las parejas, de las relaciones sentimentales, de los matrimonios. Pasan los años y una multitud de ritos compartidos sustituye a la pasión, al encuentro breve, al fascinante deseo, al cruce de miradas. Pasan los años y se contraen deudas, se tienen hijos, se compran casas, se firman hipotecas, se comparte el cartel del buzón, se celebran efemérides, se amplía la familia por uno

Padres e hijos

Alguien podría pensar que esta historia ha quedado desfasada. Pero no. Aunque la estética de la película nos resulta ahora vintage, aunque los actores aparecen tan jóvenes que apreciamos cuánto ha pasado el tiempo, ni el tema ni el fondo de la historia son cosa pasada. Al contrario. Muy presentes en esta y en otras miles de formas. El relato del desamor entre una pareja cuyos hijos se desarraigan de uno o de otro es el relato de las sociedades modernas. En este sentido la película es la constatación de una evidencia y también un aviso. Te puede pasar a ti.  Cuando vuelves a verla te llama la atención, en primer lugar, la fotografía. Desde ese primer encuadre en el que el rostro de Joanna Kramer (Meryl Streep) muestra el dolor por la separación de su pequeño, hasta la escena final en la que ese mismo rostro adquiere la serenidad de la aceptación, transcurre un recital de magia fotográfica, de interiores velados, de exteriores simétricos, de luces y sombras, de primeros planos m

Que ni el viento arrebata

A nadie se le ocurre inventar la risa, inventarse los llantos. Imagínatelo. Has vuelto de una larga travesía cruzada de inhóspitos recuerdos y aparece la luz, cambiante el tono, a veces rojo, a veces amarillo, azul tal vez en tardes de verano, verdosos innombrables, grises perpetuos, marrones que hacen juego con la noche...Nunca te alegrarías de estar en un silencio que no tuviera nombres, ni siquiera de ser alma callada. Por eso te levantas con fuerza, agarras sin temor las despedidas y vuelves a pisar el suelo de antes, con otros pies y con otros zapatos, pero vestida de algarada, de fiestas.  A nadie se le ocurre pensar que alguien agazapado, escondido, oculto entre las sombras, va a describir un arco de amargura en tu risa, va a cambiar el color de tus ojos y el tiempo que devoras sin tasa entre las hojas. No podrías entender, por mucho que quisieras, que hubiera gente así perdida por el mundo y que pudiera incluso pensarse compasivo, pensarse fiel consuelo, pensarse dulce

"Tus pasos en la escalera" de Antonio Muñoz Molina

A mí me cuesta horrores escribir algo negativo sobre un libro de Antonio Muñoz Molina. Primero porque es un extraordinario escritor. Segundo, porque le tengo aprecio especial, incluso cariño. He seguido su trayectoria y su compromiso ético es, para mí, tan importante como su obra literaria. Así que decir que este libro podía no haberse escrito y no se hubiera perdido nada, me produce cierta pena y cierto disgusto.  Normalmente nunca hago reseñas de libros que no me han gustado. Aunque son pocos los libros que leo y que no me gustan, quizá porque mi intuición se ha ido perfeccionando con los años y con las lecturas y pocas veces hay ya que me equivoco. Sin embargo, hay escritores a los que, aunque tengan libros mediocres o faltos de interés, siempre continúo siguiendo, porque son ellos, porque les doy una oportunidad más. El anterior libro de AMM tampoco me pareció gran cosa. Era "Un andar solitario entre la gente" y para mí pasó sin pena ni gloria.  En este "T

La ciudad de las sombras

Fritz Lang decide hacer un noir que pase a la historia del cine y se apresta a ello sin complejos. Toda la maldad del mundo se concentra en la imaginaria ciudad de Kenport, del imaginario condado de Parkway. Imposible situar la acción en un enclave real. Mucha gente podría darse por aludida y las demandas judiciales volar hacia la mesa de los Estudios de la Columbia.  Los ingredientes de la historia estaban ya en un serial de tercera fila (todos los seriales lo son) que un tipo con ansias de grandeza, William P. McGivern, había convertido en novela y un genial periodista de sucesos, Sydney Boehm, en guión. Los periodistas de sucesos son gente retorcida, que disfrutan con los crímenes pasionales y los cuerpos troceados. Se pasean por los velatorios buscando carnaza y son capaces de ingeniar una historia en horas veinticuatro. No puedes fiarte de ellos. Salvo si se convierten en guionistas y desahogan así sus bajos instintos literarios.  En la trama de la película conviven

"El silencio de las mujeres" de Pat Barker

Cualquier libro que comience con una cita de Philip Roth me llama la atención. Este, en concreto, se inicia con un pequeño pasaje de La mancha humana , uno de mis favoritos. -¿Sabéis cómo empieza la literatura europea?-preguntaba, tras haber pasado lista el primer día de clase-. Con una riña. Toda la literatura europea surge de una pelea.-Y entonces tomaba su ejemplar de La Ilíada y leía a la clase las primeras frases: "Canta, diosa, del elida Aquiles la aciaga cólera...desde que una querella hubo de desunir a Agamenón, rey de los hombres, y al divino Aquiles". ¿Y por qué se pelean esos dos violentos y poderosos personajes? Es algo tan básico como un altercado en un bar. Se pelean por una mujer, una muchacha, en realidad. Una chica robada a su padre, raptada durante una guerra.  ¿Qué puede tener en común Roth, el profesor de su novela y este libro sobre mujeres que aparentemente callan? Lo clásico. El trasfondo de lo clásico. Nuestra herencia. El legado que prefigura