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"El hombre que camina" de Franck Maubert

Alberto Giacometti (1901-1966) es un escultor suizo, hijo y sobrino de pintores, que se formó en Ginebra y en París y que, después de dedicarse un tiempo al cubismo, entró de lleno en la vanguardia surrealista. La escultura que da título a este libro, "L´Homme qui marche", un bronce de 1,83 metros de altura, se vendió en una subasta en el año 2010, en Sotheby´s por la cantidad de 74 millones de euros. Aunque nacido en Suiza, se terminó asentando en París, concretamente en  Montparnasse, y allí conoció a otros artistas como Joan Miró , y Pablo Picasso , además de escritores, entre ellos a Jean-Paul Sartre y André Breton .  Un hombre desvalido anda y anda, recorriendo una ciudad desierta o una urbe populosa en la que él es invisible. De cualquiera de las dos formas puede interpretarse esa visión fantasmal, amenazante, onírica. El hombre es el síntoma de las soledades, la visión del hombre moderno, una metáfora de la búsqueda, la expresión del mayor desistimiento. Giaco

"La vida breve de Katherine Mansfield" de Pietro Citati

Pietro Citati (Florencia, 1930) es un biografista de gran prestigio. La principal característica de sus biografías es que sitúa al personaje en el centro de una narración cuasi novelesca. Lejos de tener un sentido académico sus obras pretenden que nos identifiquemos con los biografiados y tengamos idea de su intrahistoria. Esto es posible con la galería de destinatarios de sus obras, como Goethe, Leopardi, Kafka o Tolstoi entre los escritores, a los que se une esta biografía de Katherine Mansfield , una autora muy desconocida y con una obra basada en su dominio del relato.  Katherine Mansfield (Wellington, Nueva Zelanda, 1888- Fontainebleau, Francia, 1923), que toma el apellido de su abuela materna, es una de esas personalidades complejas, cuyo temperamento artístico le supone más sufrimiento que alegría. Su ambigüedad sexual nunca fue aceptada por su familia. La relación con su madre fue difícil porque esta siempre hubiera preferido tener un hijo varón. Los apegos familiares f

"Vana respuesta" de Rosamond Lehmann

Esta es la primera novela que escribió Rosamond Lehmann (1901-1990), de quien aparecen en este blog las reseñas de dos de sus obras publicadas en castellano: "A la intemperie" de 2017, publicada también por la editorial Errata naturae, e "Invitación al baile" , de 2015. La temática referida a la juventud, a la relación con las madres, al despertar de las emociones, ya aparece en estas dos obras anteriores. Pero en el caso de "Vana respuesta" al ser su primera obra, es aquí donde comienzan a representarse esas inquietudes. Judith Earle es la protagonista de la novela y con ella un grupo de amigos, pertenecientes a la familia Fyfe, que están dentro y fuera de su vida alternativamente. La historia asciende desde el inicio de su encuentro, siendo niños hasta que la vida continúa y los acontecimientos se van produciendo, dando lugar a historias que se entrecruzan y que generan relaciones de amor, odio, engaño y envidia. La infancia, la adolescencia, l

Carta a un hombre que no debió morir

(Gregory Peck fotografiado por Nina Leen en 1947)  Esa noche no me asustaron los fuegos artificiales, no escondí mi cabeza debajo de la almohada. Tampoco me dio miedo la tormenta de meses después. No perdí los nervios en el barco, ni en el avión, ni en ninguna circunstancia. En todos los momentos complicados se oía la balsa serena de tu voz diciendo: Respira. Así que respiré y al final de esa respiración siempre estabas tú. El hombre bueno, el tipo cabal, el enterrador de la zozobra, la terminación del miedo. La única persona que me conocía tal y como soy, a pesar de que no leíste nunca a Jane Austen, a pesar de que no leíste nunca lo que yo escribía. He conocido a muchos hombres. A algunos de ellos los quise. Otros me quisieron. Nadie me quiso como tú. En todas las circunstancias y eso no era fácil. Sabes, sabías, que soy quisquillosa, irascible, miedosa, susceptible. Sabes, sabías, que necesito llevar la razón en algunas cosas. Que conmigo es difícil discutir. Que me enfadan

"Agosto es un mes diabólico" y "Noche" de Edna O´Brien

Este es un librito de unas trescientas páginas que contiene dos historias escritas por Edna O´Brien con un denominador común: el erotismo. No deja de ser extraordinario que una persona con la educación estricta que recibió en su Irlanda natal sea capaz de expresar de una manera tan certera, tan abundante de detalles, tan potente y vívida, la relación erótica entre los hombres y las mujeres. Podría una preguntarse cómo es esto posible y habría que recurrir a una respuesta ya conocida: la Verdad, por un lado; la Imaginación, por otro, conforman una estructura capaz de reflejarlo todo si se tiene talento para ello. La vida de Edna O´Brien tuvo tanto de represión como de libertad y esa conjunción de elementos juega a su favor. A eso se une la capacidad de recrear emociones, sentimientos, deseos, pasiones y situaciones concretas que debe a su indudable y poderoso talento literario. Por eso en toda su obra las escenas eróticas tienen, a la vez, delicadeza y estremecimiento. Es muy d

"Manhattan Medley" de Edna O´Brien

(Edna O´Brien fotografiada en 1964 por Sandra Lousada) Para Louella, Maria Pilar y Carmela Una ciudad, un encuentro, una aventura. Dos personas, hombre y mujer. Unos instantes, un abrazo. Un adiós o un comienzo, esto no se puede dilucidar en el breve espacio de un cuento. He aquí el breve resumen de lo que significa "Manhattan Medley" en el libro de relatos "Objeto de amor". Apenas veinte páginas que logran resumir mucho de lo que Edna O’Brien sentía y expresaba con respecto a las relaciones entre los seres humanos y la continua lucha que esto conlleva. Desconocemos casi todo de él, su nombre, su edad, su ocupación. Solo sabemos que alguien celebraba una fiesta en su honor, que está casado y que huyó de la fiesta en compañía de "ella", la narradora, quien quiera que sea. Así comienza esta aventura amorosa, en plena ciudad, un lugar mucho más adecuado, según escribe, que un bosque, el mar o la arena. El hallazgo del hombre la perturba y tamb

Una mujer sola

Comenzó un nuevo año y se preguntó qué cambiaría para ella. Si seguirían existiendo esas lagunas de silencio por las tardes. Si al levantarse por la mañana se preguntaría por qué. Si el sonido del teléfono sería una excepción a la regla. Si cada hora, cada segundo, constituirían una continuación irrazonable del paso del tiempo. Tembló de pensar que todo se escribiría de la misma forma, las mismas soledades, el mismo lento transcurrir de los sueños, la desaparición de la esperanza. Y se miró en el espejo para tratar de dilucidar algún secreto, alguna oculta pregunta. Nada de eso le devolvió su imagen. Fueron otras mujeres, en un suave murmullo de opiniones, las que, desde los libros o desde el ordenador, desde las redes o desde la vida, le abrieron una ventana que explicaba algunas cosas. Era una mujer sola. Lo que se entiende en esta sociedad por sola. Una mujer que no tenía pareja. Peor, que la había perdido después de que sus días fueran compartidos. Que conocía gente pero q

La frágil realidad de sus mentiras

(Fotografía: Nina Leen, 1955) Suena la música y se apaga el teléfono. No hay nada que pueda traerte ese sonido, ninguna ilusión, ninguna buena noticia, ningún estremecimiento. La canción se eleva por encima del aire y cubre la habitación como si fuera una cúpula, un lugar extraño, nacido para eso, para entenderse en los peores momentos y en los buenos instantes. Suena la música y no queda otra cosa que esperar, entender y sentir los latidos de las voces, inflamadas del misterio que atrae, desde siempre, a la gente que se ama. Falta el amor y el amor se aloja en cualquier sitio, fuera de tu alcance, fuera de ti misma, fuera de todo, tan lejos. No en un país exótico, no a miles de kilómetros, a solo diez minutos la inmensa realidad de sus mentiras. Así que deja ahora la música sonar, que la música guarda un secreto que nadie más conoce y no olvides que, ante todo, si te has vuelto a engañar no ha sido cosa tuya. Es que, seguramente, hay cosas imposibles que te nublan la vista y l

"La carne" de Rosa Montero

Soledad es de esas mujeres cuyo destino es amar. Y si no tienen amores parece que les falta algo. Entonces los buscan desesperadamente. Sufren, es cierto, pero parece que ese sufrimiento les sirve más que el vacío o que la ausencia. Cuando Mario la abandona (en realidad nunca lo tuvo, así que no puede hablarse de abandono sino del adiós a una aventura) ella decide buscarse a un chico de compañía para que ese hueco lo llene alguien, a ser posible guapo y a ser posible tierno. Lo primero está asegurado. Aunque cueste dinero.  Adam es el gigoló que la agencia enviará a Soledad y que será su pareja de algún modo el tiempo que dura la novela. Que no sabemos si es mucho o si es poco, porque la cronología se interrumpe por otras voces que aparecen en el libro. Esas voces tienen que ver con el trabajo de Soledad, una comisaria de exposiciones que enfila lo que ella considera el último tramo laboral de su vida. Soledad está preparando un gran evento en la Biblioteca Nacional sobre escri

"El arrecife" de Edith Wharton

Los libros de Edith Wharton  (Nueva York, 1862- Pavillon Colombe, 1937) dan la impresión de haberse escrito después de observar, desde una atalaya privilegiada, la historia, los actos, los pensamientos y emociones de unos personajes que, lejos de ser de cartón piedra, tienen los defectos y las virtudes que asociamos a la gente normal. Los lectores sentimos que podemos asomarnos a una intimidad que, de otro modo, nos estaría vedada. Las historias transcurren como un río, con sus altibajos, sus meandros, su nacimiento tumultuoso, su desembocadura. Estas son virtudes que hacen de ella una escritora singular, a la vez llena de un estilo culto y depurado, a la vez convertida en una amable contadora de sucesos. Una dualidad que en este libro tiene su expresión máxima porque sus personajes, sobre todo los cuatro principales, obedecen a ambientes y motivaciones distintas y, sobre todo, ocultan algo. Ese juego de ocultaciones, de medias verdades, de mentiras que no deben sobrepasar el espac

Le he querido tanto...

Si fuera preciso os contaría el momento exacto en que le vi. Cómo iba vestido, en qué tonos, qué resplandor tenía su mirada. Contaría el movimiento de sus manos y la forma de andar y contaría casi todo sin olvidar un detalle, con la música de fondo de cualquier canción, incluso en silencio. Le he querido tanto...Era una luz, una risa, una esperanza, una huella sin mácula. Una vez llegaron unas flores blancas, con una vela redonda y ámbar, rodeada de hojas secas y de racimos de pequeñas uvas rojas. Era navidad. En otra ocasión fue un estallante cesto de claveles, rosas y lirios azules, colocados con primor en un recipiente de mimbre con un lazo azul claro en uno de los costados. Y hay libros por aquí que llevan su nombre. Y una taza amarilla con la imagen de Jane Austen. Y libretas de colores. Y una bandeja para poder leer sentada en el sofá. Esas cosas. Le he querido tanto...Me estremecía pensar que existía, que estaba en alguna parte, que había alguien como él. Nunca soñaba con qu

Institutrices

La única heroína austeniana que se educa con una institutriz es Emma Woodhouse . También es la única rica, la única que no depende de un buen matrimonio para vivir confortablemente. La señorita Taylor es la institutriz de Emma y de su hermana Isabella , desde la muerte de su madre. La relación entre las hermanas y la señorita Taylor es de respeto y cariño, las dos condiciones que el educador y el educando necesitan para que su labor sea fructífera y bien aprovechada. El resto de las mujeres Austen se educan sin institutrices. En el caso de las hermanas Dashwood su ambiente familiar acomodado hasta la muerte de su padre las puso en contacto con lecturas y música, aunque nada sabemos con detalle de todo ello, salvo la enorme afición al piano y a los sonetos de Shakespeare que tiene Marianne Dashwood y lo que le gustan los mapas a la pequeña Margaret . Por su parte, en la familia Bennet , si bien el padre es algo pusilánime y poco práctico, tiene una importante biblioteca en la q

"Cara de pan" de Sara Mesa

Una extraña intuición me ha alejado hasta ahora de los libros de Sara Mesa (Madrid, 1976). No entiendo el motivo salvo que los títulos de sus libros me producen rechazo y que sus argumentos no me llaman la atención. La autora tiene una obra larga a pesar de su juventud, es siempre bien tratada y, a mi juicio (ahora más que nunca lo creo) está sobrevalorada. Acapara muchos premios y buenas críticas. Pero, por razones de intuición y de piel, no he leído nada de ella hasta ahora. La insistencia de muchas críticas en la calidad y la reiteración de los comentarios positivos en los suplementos culturales acerca de "Cara de pan" me han llevado a su lectura. Así puedo concretar mi opinión, sin quedarme en la de otros. Así puedo hablar por mí misma. Tener criterio, digan lo que digan los demás (como cantaba Raphael en una canción mítica).  El argumento de "Cara de pan" es conocido, porque del libro se ha hablado continuamente desde que se publicó: Una niña muy joven,

"Nada de nada" de Hanif Kureishi

Este es el tercer libro que leo de Hanif Kureishi . Los anteriores fueron "Intimidad" y "La última palabra", ambos con reseña propia en este blog. La escritura de Kureishi es muy reconocible y presiento que despierta pasión o rechazo. No hay medias tintas. Sus personajes están al límite de la vida y de ellos mismos. Son desagradables, potentes, inestables, duros, terribles, incomprendidos. Son reales, aunque están en una realidad desmesurada, que no es posible comprender con sencillez y que no forma parte de las vidas cotidianas tal y como las entendemos. Hablemos claro: a nadie le gustaría encontrarse con ellos en ninguna circunstancia. Son la trastienda, la casa de atrás, la que no todo el mundo tiene ocasión de conocer. Los libros de Kureishi , sobre todo esos potentes personajes masculinos que los llenan completamente, me recuerdan a Philip Roth y sus animales moribundos . Repelen y atraen. Gente desasistida de sí misma, ayuna de afectos, siempre de

Hermosa geometría

(Mi Belén de las rosas) Quizá estás solo o te sientes así. Quizá perdiste a alguien y su ausencia te impide disfrutar de las cosas. Quizá alguien a quien quisiste se fue sin decir nada y te dejó en silencio. Quizá esperaste lo imposible y nunca llegó, aunque no sabes el motivo. Quizá hubo quien parecía una cosa y su contraria, para, al final, ser nada. Quizá no te gusta el ruido, no tienes qué celebrar, no sabes cómo hacerlo y tienes miedo.  Aún así, piensa que hay muchos como tú y no lo dicen, no se atreven a explicarlo, no se dan cuenta, no quieren compartir su soledad y se muestran ariscos con ella. Déjala fluir suavemente, te servirá de consuelo. Olvídate de que desaparezca, es terca y no se moverá de tu lado. Convive con ella y piensa en que tú mismo eres todo lo que tienes, aunque saberlo te conmueva. Quiere a quien te quiere y te lo dice y deja de lado a aquellos que aparecen solo cuando el tiempo es propicio y no tienen otra cosa que hacer.  A pesar de que quizá

Aute, siempre de paso

Yo era una de esas estudiantes primerizas que no había logrado superar el asombro ante la gran ciudad. La recorría palmo a palmo. La calle era mi casa. En aquel tiempo tuve un novio cabrón, de esos que te abandonan todos los fines de semana contándote una milonga;  y una amiga acogedora que se hacía cargo de mí en los naufragios. Los dos han desaparecido de mi vida porque yo soy de esas que no conserva nada salvo la memoria y la palabra. Una de las noches de mágica primavera en que dejaba en un rincón los libros y me lanzaba al mundo buscando no sé qué (seguramente a ti aunque no lo sabía) topé con un concierto de Aute en la plaza de San Francisco. Yo iba sola, como me gustaba hacer en mis merodeos urbanos. Sola, pero tan viva, sola pero con tanta luz que no necesitaba sino el andar de mis zapatos tímidos sobre ese feroz asfalto que no dejaba de ofrecer cosas nuevas. La plaza de San Francisco estaba llena como en un mitin de Felipe en sus mejores tiempos o como si fuera a pasar la p

Escribir de una misma

Hay escritores que abominan de lo que ahora se llama autoficción. Dicen que eso no es literatura, o que es una literatura menor, porque no hay invención, ni creación de personajes, ni tramas imaginativas. Hay, simple y llanamente, vida en directo, vida en diferido, pero vida al fin y al cabo. Siempre creí que en todos los libros había ramalazos de su autor en mayor o en menor medida pero es cierto, ahí tiene razón Marías, que en la autoficción todo es una misma. Y eso lo distingue de otros géneros. Los psicólogos consideran que la escritura tiene una función terapéutica pero solamente algunas personas logran convertir esa especie de desahogo en literatura. No basta con escribir lo que sientes o te ocurre, sino que has de escribir bien, has de establecer un camino que vaya directo al lector y un puente que te acerque a él. En caso contrario, solo estaríamos ante un prospecto medicinal, una forma de echar fuera lo malo. Escribe tu historia con él y luego quémala, diría un terapeuta a