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"Amor" de Ricardo Clemente

"Amor" es el más evidente título para un libro de poemas. Y he buscado entre los fotógrafos alguno que representara esa evidencia. El libro es de Ricardo Clemente y el fotógrafo es Richard Avedon. Imágenes y versos pueden unirse y formar un todo único. Es verdad que el amor es cosa de hombres y mujeres, pero las mujeres de Avedon parecen extrañarse, avergonzarse, serenarse o esforzarse ante el sentimiento y su significado.  ..."que se suspende atónito en una crema de tiempo" ..."junto a este cabecero te inclinarás vestida"  ..."en la punta extraída del extremo del fruto" ..."a veces amar es bracear entre sombras" Tres partes componen el libro: Definiciones, Viñetas y Tributo, antecedidos por un prólogo escrito por Noemí Trujillo Giacomelli, titulado "El poeta es el hombre, el hombre es el amor" en el que glosa  su contenido.  Parece que existe una total identificación entre la faceta del poe

"La hermosa burócrata" de Helen Phillips

H elen Phillips (Colorado, USA, 1983) es una de las nuevas voces de la narrativa americana. Vive en Nueva York e imparte clases en el Brooklyn College. Este es su primer libro publicado en castellano y antes de él publicó en inglés dos colecciones de relatos.  N o puede negarse la originalidad del planteamiento y la frialdad de la fórmula escogida para presentarlo. Una mujer joven, Josephine Anne Newbury, se presenta a una entrevista de trabajo con la ilusión de quien lleva ya varios años en el dique seco. Su marido, también administrativo, es Joseph David Jones y trabaja cerca de este sitio al que se dirige con esperanza Josephine . No es un buen agüero el que la reciba un ser extraño, no se sabe si hombre o mujer, de quien no conoce su nombre y al que llama, en su interior, La Persona con Mal Aliento .  E s un trabajo gris. Como gris es el edificio, una masa de hormigón sin ventanas que está situada en las afueras. La claustrofobia es el primer sentimiento que produce sa

"Pensamientos desde mi cabaña" de Kamo No Chomei

Acaba de salir y ya estamos hablando de él en las redes sociales que tienen el buen gusto de dedicarse a la literatura. Alguien da la voz de alerta y dice que este es un libro que nos puede gustar. Así es. Cuando las horas de conversación son suficientes, los gustos literarios de cada cual se van trasluciendo. Y la filosofía ocupa desde hace algún tiempo un lugar de privilegio en nuestras preferencias. Quizá porque sentimos que puede contarnos algo que aún no sabemos, o desvelar un misterio sin comprensión. “Pensamientos desde mi cabaña”,  en una traducción de 1966, a la que se han añadido varios textos a modo de acompañamiento explicativo, acaba de publicarse por la editorial Errata Naturae , y es una historia vieja como lo son tantas orientales que ven la luz para arrojar luz. La filosofía oriental, el modo de vida de quienes se dedicaron a pensar en una suerte de complacencia activa, nos atrae a los occidentales de una manera que pocas veces se repite con otras formas de se

"Manhattan Medley" de Edna O´Brien

(Foto: Serge Balkin) Como si se tratara de una confesión amistosa, de un recuerdo del pasado, de una charla con el hombre que, alguna vez, amaste en las peores condiciones. La voz narradora se dirige a él y le explica qué significó conocerlo, qué fácil fue dejarse vencer por los sentimientos y de qué forma vive esta relación clandestina, no la única para él, seguramente tampoco para ella, ni la primera, ni la última. "Manhattan Medley" es el penúltimo cuento de los que se recogen en el libro "Objeto de amor" , una colección de relatos en la que las emociones están en primera fila. Más que los hechos, aunque existen hechos, pasan cosas, hay acciones, peleas, decisiones, encuentros y vidas más allá de las palabras.  Me diste la señal, una mirada cómplice y un asentimiento, incluso mientras revoloteaba a tu alrededor un aquelarre de mujeres presas de una admiración evidente y efusiva.  Él es un triunfador. Uno de esos hombres que concitan voluntades uná

"La señora Fletcher" de Tom Perrotta

Hemos copiado de los americanos el formato de las bodas, esas cursilerías de los lazos, las tarjetas, los vestidos súper pomposos, el ritual de los banquetes...pero tengo mis dudas de que las familias españolas respondan al mismo estereotipo que las familias medias americanas.  Para empezar, ese fenómeno tan literario (y real) de la marcha de los hijos a la universidad no tiene entre nosotros el mismo significado, sencillamente porque la mayoría se quedan en casa. Los chavales americanos se marchan muy pronto del nido, se ponen a trabajar en plan precario cuanto antes y estudian lejos de casa . Menos universidades comparativamente pero de más calidad. Nosotros tenemos una en cada esquina y ya es un drama que tengan que coger el autobús.  En un libro que leí recientemente, en otro registro que este, escrito por la periodista Joanna Connors (Te encontraré. Errata Naturae) y en el que se relata la investigación que ella realiza sobre el hombre que la violó, es el momento en que

"Paraíso" de Edna O´Brien

(Fotografía: Nina Leen) Una mujer sencilla en apariencia pero complicada de mente, observadora, dispuesta y dubitativa, está pasando unas vacaciones en algún lugar del Mediterráneo. Una villa blanca, lujosa, en un pueblecito marinero, con un mar azul e intermitentes olas, un sitio de ensueño. Puede ser Italia, Grecia o, incluso, España, las Islas Baleares. El dueño de la casa es el hombre con el que ahora comparte su vida, podíamos decir un trozo de vida, la vida que él ha decidido compartir. Pero aquello está lleno de gente, al menos veinte invitados más, mujeres, hombres, niños y muchos criados. También hay un monitor de natación venido expresamente de Inglaterra, porque ella, la mujer, no sabe nadar.  Empezaron los relámpagos de verano. Eran esporádicos, silenciosos y levemente teatrales...Encendían una parte del cielo, luego otra...Los fogonazos azarosos y fugaces de los relámpagos estivales eran una distracción y les proporcionaba algo que señalar con el dedo. 

"Un lugar pagano" de Edna O´Brien

Toda la obra de Edna O´Brien (Tuamgraney, Irlanda, 1930) está impregnada de los paisajes de su infancia, del eco de su tierra, de sus padres, sus vecinos y amigos, su vida entera. Es una obra autobiográfica en el mayor, y mejor, sentido de la palabra. En sus libros vuelve a repetir a veces algunos acontecimientos que le han dejado huella, de forma que, sencillamente, sin alharacas, conocemos a la niña Edna, a la adolescente, a la joven y, sobre todo en su último libro Chica de campo , a la mujer y a la anciana.  Hay un hecho que recoge nada menos que en tres de sus libros. Esa historia tierna de la muñeca vestida de satén que alguien le había regalado y que presidía un cuarto de su casa y que la maestra (con la que mantiene una relación de amor-odio, como con las monjas del convento) le pidió prestada para una función de fin de curso. La muñeca nunca fue devuelta y esa pérdida parece que tiene un significado simbólico para ella. Es, quizá, la pérdida de la inocencia, la pérdida

"Levadura de malicia" de Robertson Davies

Robertson Davies (1913-1995), nació y vivió en Canadá. Fue actor de teatro, periodista, dramaturgo, productor y escritor de novelas, 11 en total, que organizó en trilogías. "La trilogía de Salterton" , " La trilogía de Deptford" y " La trilogía de Cornish" . Dejó inacabada " La trilogía de Toronto" . También fue profesor de Literatura de la Universidad de Toronto y escribió libros de cuentos. Ejerció la crítica literaria. "Levadura de malicia" es un curioso libro, publicado en el original en el año 1954, y que forma parte de la "Trilogía de Salterton". Tiene un estremecedor y absolutamente impactante punto de arranque en el anuncio, en un periódico local de la tranquila ciudad de Salterton, del falso compromiso matrimonial entre dos jóvenes de la clase alta de la ciudad. El matrimonio se anuncia para el día 31 de noviembre. A partir de ahí, la trama transcurre de una forma inédita, con un lenguaje que te planta

Amores que matan (II)

(Fotografía: Loomis Dean, 1960) Pero eso no era nada fácil. Si la cabeza mandara sobre el corazón no existirían el sufrimiento ni la desdicha ni se hubieran escrito las miles de novelas en las que los amores contrariados florecen para regocijo del autor y llanto inquebrantable de las lectoras. Es sencillo saber lo que se quiere, lo que se teme y lo que se ha perdido. Escuchas tu interior y detectas ese click que te enseña una ruta para protegerte del miedo y del abandono. Pero luego, automáticamente, sin poder evitarlo, caes una y otra vez, coges el teléfono, contestas los mensajes, cierras los ojos y ves su figura, allí, en el fondo, en todos los lugares ocupados por los sueños.  Así que repasó en su cabeza, como si de una penitencia se tratara, todos los motivos por los cuales aquello, lo que fuese, no le convenía. Todas las veces que se le había roto el corazón. Todas las horas que pasaba llorando. Todos los momentos en los que se consideraba un eslabón perdido, un náu

Amores que matan (I)

(Foto de Nina Leen, 1948, para Harper´s Bazzar. La modelo es Georgia Hamilton, que va vestida de Dior) Un día de la estrenada primavera vagabundeaba por las calles sin rumbo fijo, con unos zapatos color vainilla que tenían un lazo rosa y unos pequeños agujeritos en el empeine. La primavera solía traicionarla con un brote alérgico pero no podía evitar sentir que el sol le debía algo, que esa asignatura pendiente del aire libre tenía que aprobarla, como si fuera inglesa, como si el verde del sur, en esa zona cercana a Londres, la llamara.  La noche anterior había sido convulsa. Tuvo una pesadilla recurrente en la que vagaba de puerta en puerta buscando casa sin que ninguna se abriera, ni existiera rendija para cobijarse. Era, lo sabía, un espejo de su propia vida, ahora desencajada y sin asideros, al menos los que una mujer consideraría que eran necesarios. Cómo los hechos la condujeron hasta aquí es una de sus preguntas preferidas. Y la otra, cuándo podría abandonar esta qui

"La viuda" de Edna O´Brien

(Fotografía de Nina Leen, 1949)    El marido de Bridget , que era un excelente nadador, se ahogó en uno de esos días en los que solía salir a practicar ejercicio. Ella bramó durante horas por el dolor que le causó su pérdida. Eran un matrimonio muy feliz. Una vez viuda decidió aprovechar que su casa era grande para admitir   huéspedes , solo uno o dos, todo lo más tres, selectos y educados. Al mismo tiempo, seguía con su trabajo de secretaria. No se metía en la vida de nadie, no contaba su vida a nadie, no establecía lazos con el vecindario, no pedía favores, no interpelaba a los demás, ni iba de víctima.    Uno de sus huéspedes, el director de la fábrica, Michael , después de cancelar un compromiso matrimonial con una joven, se enamoró de Bridget y le pidió matrimonio. Ella se puso muy contenta porque Michael le recordaba a su marido, tan joven, inocente y lleno de encanto, tan libre en apariencia, tan dulce. Fueron organizando todo de una forma discreta, porque ella er

La cuadrícula

(Fotografía de Nina Leen. 1949) Cada uno de los rincones de su vida estaba blindado. La había dividido en parcelas y, en una de esas parcelas, estaba yo. Era una parcela pequeñita, virtual y sonora. En ella cabía el agua de lluvia, aunque solo una vez. También las nubes, los puentes y el vacío. En la parcela que me correspondía rara vez amanecía, solo en una ocasión pude ver cómo el café se enfriaba. Tampoco había madrugadas, las madrugadas estaban reservadas a plantas más esplendorosas. En realidad, ni yo misma sabía qué papel jugaba en todo eso, ni siquiera si jugaba a algo o si existía. Solamente de vez en cuando las gotas de agua cálida o el frío hielo, eran el indicio de que algo pasaba. Sin embargo, yo no podía controlar lo que era. No lo sabía. Ni tenía ninguna posibilidad de adivinarlo. Solo un terreno baldío, una parcela sin recalificar, sin uso, ni conciencia, ni apenas vida.  Era un hombre de éxito pero asustado. El miedo se traslucía en sus ojos. Tenía las ma

Días de libros y rosas

     "He conocido la alegría y el dolor extremos, el amor correspondido y el no correspondido, el éxito y el fracaso, la fama y el vapuleo...y, a pesar de todo, he seguido escribiendo y leyendo, he tenido la fortuna de sumergirme de lleno en esas dos actividades intensas que han apuntalado mi vida entera” (Edna O´Brien) Ese "a pesar de todo" que menciona Edna O´Brien tiene el nombre de muchas cosas. Guarda en su interior miles de secretos, de convicciones, de encuentros y de problemas. Todos tenemos nuestros "a pesar de todo" y cada uno de nosotros intenta salvarse de alguna forma. En el caso de Edna, con la lectura y la escritura. En mi caso exactamente igual. Hubo un tiempo en el que el amor ocupaba tanto espacio que escribir se hizo muy cuesta arriba. Son esos paréntesis de nieve en un océano de fuego que ocurren porque sí, porque la vida es vida y no se acomoda la literatura. Pero los libros permanecen agazapados, esperan su momento, su turno

"Las sillitas rojas" de Edna O´Brien

   Después de leer y releer Las sillitas rojas me di una vuelta por Internet para contrastar mi propia opinión del libro con otras de críticos avezados, gente que escribe en los periódicos, en los suplementos culturales, la gente que debe saber de literatura. Y me encontré con dos críticas tan absolutamente distintas que empiezo por referirme a ellas este reseña propia del libro. En Babelia escribió Marta Sanz y en El Cultural Joyce Carol Oates. Ambas visiones son tan diferentes que me han hecho pensar. Así que quizá esto sea una crítica sobre las críticas.     Lo que escribe Marta Sanz es posterior a lo de Joyce Carol Oates, unos quince días aproximadamente. Sanz explica de tal modo su visión del libro que, leyéndola, resulta imposible conocer su argumento y, más aún, la impresión que le ha causado la lectura. Parece evidente que, o no lo ha entendido, o no le ha gustado y no se atreve a decirlo, o se le escapa el universo O´Brien mucho más de lo que ella está dispuesta a reco

"Chicas felizmente casadas" de Edna O´Brien

Este es un libro escrito a dos voces. El narrador omnisciente que cuenta la historia de Kate y la propia Baba en primera persona. Esto supone una diferencia con respecto a los dos primeros libros de la trilogía, pues en ambos es Kate quien lleva a cabo la narración.  Baba es una muchacha muy distinta y se nota en la forma de ver y contar las cosas. Su aparente desenvoltura esconde el descreimiento de quien sabe que soñar es imposible. Por el contrario, aquí Kate sigue avanzando en su propia destrucción. Ambas se han casado pero sus matrimonios distan mucho de ser felices, como el título indica de manera irónica. El marido de Kate es Eugene, su amor de Dublín, que al final volvió a buscarla y se casó con ella, teniendo un hijo en común, Cash. El de Baba es Frank , un tipo bastante bestia, constructor y adinerado, pero sin sentimientos y sin capacidad alguna de hacerla sentir bien en ningún aspecto.  La forma de reaccionar de ambas es muy diferente, como ocurre con sus perso

"La chica de ojos verdes" de Edna O´Brien

   Caithleen y Baba , las chicas de campo, están ahora en Dublín. Viven juntas en alquiler en la casa de Joanna y conocen a algunos hombres. Mientras Baba quiere divertirse a toda costa y piensa poco en las consecuencias, Caithleen se convertirá en Kate, cuando se enamora por segunda vez (la primera fue el señor Gentleman) de Eugene Gaillard, que hace documentales y vive en una casa de campo cercana a Dublín. Gaillard es un hombre casado y tiene una hija de tres años. Su mujer, Laura, y su hija, Eileen, están en América, en Nueva York. Entre ambos hay una extraña relación y un lazo indisoluble, algo que hace sufrir a Kate.      Kate quiere ser la mujer ideal para Eugene . Esa persona que está siempre a tono con las conversaciones, que sabe vestirse y que tiene un encanto especial. Cuando se conocen, ella es fresca, libre y sincera. Pero la relación lleva un doble camino, por un lado, se afianza y, por otro, se degenera. La visita del padre de Kate a la casa que ambos comparten

La última muñeca

Abro la estantería y me la encuentro. Rodeada de libros, como ella. Con el gesto tranquilo, como ella. Sobre la cálida madera, con aire coqueto, con el pelo alborotado y rubio. Tiene un vestido en tonos azules, los calcetines rojos a juego con la pequeña bufanda. Tiene un sombrerito blanco. Está hecha de retazos. Trozos de tela, restos de lanas, agujas enhebradas, imaginación y sueño a raudales.  Es la última muñeca que ella inventó. Sus manos usaron por última vez, antes de que el olvido hiciera que todo fuera tan difícil, las tijeras, el hilo, la aguja y el dedal. Se le ocurrió en un momento de tranquilidad, un instante de esos en los que no hay nada que hacer. Imaginó cómo sería su cara y una línea roja es su boca y unas líneas negras son sus ojos. Está seria, como ella en sus últimos años, porque la desmemoria también impide reír.  La muñeca está aquí, junto a Jane Austen, Ferrante y Helen Fielding. Este sitio le gustaría. En su estantería blanca, allá en ese lugar donde

Miradas

(Fotografía de Dorothea Lange)  A veces el cansancio te hace fruncir el ceño. Esa clase de sueño que detestas, ese agobio que te ronda y no falla. Todo lo que te duele y que te callas. Así que entre tus manos puede hallarse un secreto, un aviso, una duda, la búsqueda, cualquier cosa. Comprendes que las horas se van fosilizando y que el cielo se abre con una lluvia densa que te roza los ojos y te atrae hacia el fondo y allá están las miradas, a lo alto, sin pausa y sin saber que todo lo que buscas nunca aparece solo ni antes de tiempo ni en un lugar cualquiera sino el suyo. Mirarte y no perderte es el secreto.

Los ojos

(Cindy Sherman)  Qué diré de tus ojos sino que me engañaban. Se mantienen altivos, fríos, furiosos, inertes. Me miran sin piedad, sin conocerme, sin saberme insegura, niña al fin, mecida en el recuerdo de quienes se marcharon al unísono. Qué diré de tus ojos sino que no iluminan. Sino que son esquivos y tienen un atisbo de crueldad convertida en una piedad falsa. Qué diré que no sepas, qué diré que te importe, qué diré que no digan, qué diré que no adviertan, qué diré que no cuenten, qué diré que no exista, qué diré que no sufra, qué diré que no seas...

Tres años

(Foto: Dorothea Lange) Hemos estado juntos tres años y ahora ya no sé qué hacer contigo. Si fueras un libro lo tendría claro. Cualquier aparador de madera maciza, de esos que tienen puertas acristaladas, llaves enormes y unas baldas espesas y cansinas. Allí estarías sin que nadie adivinara tu presencia, sin que nadie te leyera, sin que nadie escudriñara en tu interior. Eso te gustaría.  O un adorno. Un broche antiguo, de plata quizá, lleno de pequeños arabescos. O una pulsera heredada de alguna tía lejana. O unos pendientes de cristal, violetas, tal vez azules, verdes. O un pesado collar con tres vueltas, demasiado ostentoso, demasiado presente. Te guardaría en una caja forrada de terciopelo oscuro, con un pequeño pasador en uno de los bordes, una caja sencilla pero sólida, de la que no fuera posible escapar ni perderse.  Pero eres un hombre. Así, sencillamente. Un hombre que ha vivido conmigo los tres últimos años. Que sabe como soy o que lo intuye. Que ha perdido la

La duda

(Foto: Cindy Sherman) Así fue para todo: un laberinto. Papeles encendidos que nunca se cruzaron. Cartas llenas de versos que en besos nunca fuiste. Todo eso, sin saber, apenas para nada. Una canción fingida, una noche en lo oscuro. La lámpara encendida te recuerda que ahora, sin que nadie lo intente, sin que nadie lo pida, estás amaneciendo y recordando apenas que ya te lo advirtieron, que antes que tú la gente lo sabía de corrido y te engañaste sola, al margen de los tiempos. No tengo ya que darte nada más que la huida, la mirada sin rostros, el pelo agazapado, las manos que no tocan, el viento que no silba, la nada, más que todo, en ti, sin duda, existe. 

Días de lluvia y besos

Hay días de todo, como diría Mariano José de Larra si viviera y pudiera saludarnos por la mañana con uno de sus artículos costumbristas y sonoros, casi acústicos. Hoy es el Día del Beso y todas las redes sociales se han llenado de imágenes, de gags, de muñecos, de emoticonos y vídeos, recordando lo importante que es besarse y lo saludable que resulta mezclar las salivas y achucharse un poco.  Cuando yo era chica creí que los besos de película eran solo eso, en las películas, así que no tenía ninguna gana de crecer porque consideraba que los demás besos eran una auténtica sosería, algo que a nadie podía motivar. Descubrir el error fue un gran motivo de satisfacción, porque lo contrario hubiera terminado con el género humano hace siglos. Así que el beso era beso, después de todo.  Hay besos célebres, como este de la foto de al lado en el que una pareja se abraza y él la besa anunciando lo que vendrá. Robert Doisneau inmortalizó el momento y, desde entonces, parece que comprar