(Mary Jane Ansell) En algunos momentos solo preciso alguien que me quiera. Da igual hombre o mujer, planta o árbol nacido de la tierra. No menciono a los gatos y a los perros porque ellos no me entienden, no estamos hechos el uno para el otro. Solo preciso alguien que me quiera y así me muestre yo como una mariposa con las alas abiertas, doradas a la luz, ronroneando, cubierta entera de hojas crujientes y saladas, sin otro requisito que la vida. Que me quiera y entone conmigo cualquier verso, de esos que se esconden en el desván de la memoria y que solo aparecen cuando lloras o cuando el viento del otoño te obliga a resguardarte en una aburrida nostalgia que no esperas. No preciso que me hagan el amor (el amor ya no existe), ni que vuelquen en mí los adjetivos de una admiración sin tregua, tan falsa como el oro que acuñaban los belgas; ni que me regalen flores, libros o cuadernos (quizá escriba en ellos luego la pérdida de la noche o de la espiga). Solo preciso alguien qu
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