Ir al contenido principal

Entradas

"Correspondencia" Gustave Flaubert y George Sand

Las cartas que se cruzaron durante años Gustave Flaubert (1821-1880) y George Sand (1804-1876), recogidas en un volumen titulado Correspondencia. 1866-1876 por Marbot ediciones,  son un ejemplo claro de lo que nos deja como legado la correspondencia entre escritores. Opiniones sobre el mundillo literario, sobre libros y autores, pero también sobre la vida, los sentimientos y la cotidianeidad. George Sand, que se casó y divorció del Barón Dudevant y tuvo varios amantes, entre ellos Alfred de Musset y Chopin , mantuvo sin embargo con Flaubert una relación casi fraternal, en la última recta de la vida de ambos.  (Gustave Flaubert) Flaubert era un tipo raro. Misántropo, lleno de manías, aferrado a su necesidad de alcanzar la perfección como escritor. Solitario, había sufrido mucho con su enfermedad, la epilepsia, y con la muerte de sus seres más allegados, sobre todo la de su madre, a la que estaba muy unido y en cuya casa familiar de la Baja Normandía , en Croi

"Arden las redes. La poscensura y el nuevo mundo virtual" de Juan Soto Ivars

El libro comienza más atrás. En las épocas anteriores a la nuestra en las que la censura funcionaba como una máquina de picar carne. Así, el autor del libro se para en dos ejemplos, digamos, de censura clásica. Una de cada lado. Esto es una constante en el texto, tratar de buscar un equilibrio entre los unos y los otros para que nadie pueda pensar que la censura cae de un solo perfil ideológico. Todo lo contrario. Así lo afirma Ivars una y otra vez. La censura es cosa de todos , parece decir.  El ejemplo de la URSS y de la censura comunista está representado con el caso del escritor Bulgákov, cuyo estilo satírico no pasó el listón trazado por el régimen. Un régimen en el que el sentido del humor estaba proscrito. A las dictaduras en general el humor les parece una ofensa, una transgresión imperdonable. La historia tristísima de Bulgákov así lo confirma. De ahí un salto a la censura franquista . Los censores en la época de Franco eran gente individual que cogían la tij

"La mancha humana" de Philip Roth

La mayoría de los personajes que traza Philip Roth tienen algo repulsivo, difícil, complejo y que me hace detestarlos. Sin embargo, cuando comienzo a leer un libro suyo no puedo parar, siempre me lanzo y me sumerjo en la lectura y me arrastra de una manera que no tiene explicación. O sí. La escritura sin más. Lo leo y me hago siempre la misma pregunta ¿cómo es posible que escriba tan bien? Y sigo preguntándome cómo logra inventar esas tramas que se dan la vuelta a poco que lo esperes y te dejan anonadada. Roth es un escritor excepcional al que hay que perdonar que cuente cosas desagradables y que te haga pensar cosas tristes, desabridas o llenas de sentimientos negativos.  En "La mancha humana" la historia es tan paradójica, el argumento es tan funestamente irónico, que te hace reír y cabrearte a la vez. Coleman Silk es un profesor universitario, un especialista en lenguas clásicas y un hombre que ha luchado por poner en lo más alto una pequeña universidad y

"Los años ligeros" de Elizabeth Jane Howard

(Elizabeth Jane Howard) Los años ligeros es uno de esos libros que no esperas encontrar. Tras él, está su autora, de la que tampoco sabías nada. Una agradable sorpresa en todo caso. Así, tras leerlo, buceas en la biografía de una escritora que murió hace muy poco y que, sin embargo, no recuerdas haber visto en los anaqueles de las librerías. La búsqueda te hace consultar páginas en inglés, porque no encontrarás citas en castellano de la autora. Así, entras en la peripecia vital de Howard y ella te hace entender algunas cosas.  El 2 de enero de 2014, cuando estaba a punto de cumplir noventa y un años, pues había nacido en 1923 en Londres , muere en Suffolk, en la casa junto al río a la que se trasladó en 1990, Elizabeth Jane Howard . El diario The Independent publica al día siguiente una crónica, firmada por Nicola Beauman, en la que traza un retrato de la escritora. "Podría haber sido excepcional", si hubiera tenido, dice la periodista "mejor suerte co

"Regreso a Berlín" de Verna B. Carleton

La feliz asociación de las editoriales Periférica y Errata naturae trajo consigo en 2016 la publicación de uno de los libros de más éxito del año, Tú no eres como otras madres , de Angelika Schrobsdorff . Con una traducción a cargo de  Richard Gross  y una ayuda a la edición del propio Instituto Goethe , el libro obtuvo una aceptación enorme entre los lectores. Ahora, ambas editoriales repiten la fórmula y ponen en circulación este libro, Regreso a Berlín , de Verna B. Carleton , que, en sus primeros días, no ha tenido el eco ni el boca a boca del anterior. Aunque aún es demasiado pronto para pronunciarme al respecto porque, en cualquier momento, una circunstancia hace que el signo cambie. Sin embargo, el precedente es muy difícil de superar y las editoriales deben saberlo.  Ambientada en el Berlín de los años cincuenta, tras la devastación que supuso la Segunda Guerra Mundial , todo sucede ante los ojos de tres personas. Si a Schorbsdorff se la comparaba, por parte de

En la ventana

Realmente, dice ella, esta es una despedida inútil. Sé que no leerá estas palabras. Está demasiado ocupado, su cabeza anda enfrascada en temas importantes. El amor es un sucedáneo del aburrimiento, así que no le prestará atención. Me despido, entonces, no de él, sino del amor que le tuve. Lo dice mientras agacha la cabeza, abate los ojos y sonríe tristemente. Esa es una tristeza sobrevenida, pienso. Ella ha perdido la alegría. Se ha quedado secuestrada en cualquier encuentro baldío. En una conversación venida a más por la rabia y la indiferencia. Realmente, dice ella, no debería decir nada, puesto que el silencio ha sido mi santo y seña todo el tiempo. Cómo terminar lo que no ha empezado, continúa. Si entonces, cuando mi corazón saltaba al presentirlo, mis palabras nunca confirmaron su latido, qué sentido tendría ahora, cuando ya sé que la inutilidad golpea mis pasos y al final de ellos no hay ningún atisbo de su presencia. Ella mira a lo lejos, entreabre los ojos y guarda en el

"El viaje de Octavio" de Miguel Bonnefoy

Esta es la primera novela de un joven escritor de padre chileno, madre venezolana y nacido en París. Un cruce de caminos que le ha venido muy bien para documentar y argumentar el texto. Miguel Bonnefoy nació en París, en 1986 y estudió Literatura en la Sorbona. Los datos de venta del libro atestiguan que está obteniendo rápidamente el favor del público y también los premios que ya ha recibido: el Premio Edmée de la Rochefoucauld para escritores noveles, el Premio Fénéon y el Premio de la Vocation que, antes de él, obtuvieron también autores tan reconocidos ahora como Joël Dicker y Amélie Nothomb, de quienes hemos recogido reseñas en este blog.  El libro ha sido escrito en francés, aunque se trata de un escritor bilingüe en francés y castellano. La editorial Armaenia en su sección Narrativa ha encargado la traducción a Amelia Hernández Muiño.  El protagonista del libro es Octavio , un hombre alto, fuerte y habilidoso que vive en la barriada de San Pablo del Limón . Co

"Manchester frente al mar" de Kenneth Lonergan

(Lee Chandler ha de soportar la pérdida de las personas queridas y seguir viviendo sin tener claro qué objetivos van a llevarle a ello, automáticamente, sin esperanzas) Dos emociones poderosas y arrasadoras aparecen en el fondo y en la superficie de esta película. La culpa y la pérdida. Ambas enlazadas. Quizá siempre estén enlazadas en la vida real. Nos sentimos culpables de aquello que perdemos. La pérdida en sí siempre genera culpa. Cassey Affleck ( Lee Chandler ), el protagonista, es un hombre desarraigado, inconcluso, imperfecto, lleno de dudas y de vacilaciones que son fatales. Un olvido puede desencadenar una tragedia. Y su vida, que podía parecer adecuada, con tres hijos y una esposa, un padre y un hermano que lo quieren, no acaba de cuadrar. Es de esas personas que no se hallan a sí mismas. Y si uno no se encuentra a sí mismo, la desolación terminará por echarte de todos lados. Su hermano Joe, en cambio, es un hombre cabal. Acepta la enfermedad y cubre los pecados de

Días de libro sin rosas

Camino a mi paso (leve, a veces; en otras ocasiones, rápido; incluso moviendo las caderas como las modelos) y recorro la Ronda de Triana y luego sigo por López de Gomara y bajo por República Argentina. Sé lo que busco y adónde voy.  Todo el camino el móvil va lanzando el alegre traqueteo del whatsapp. Esta mañana, no demasiado temprano, he enviado a mis contactos lectores y a alguno en vías de serlo (lector, digo, no contacto) una solemne felicitación: Feliz Día del Libro. A Así que ahora están saltando al aire las respuestas pero no las leo, siguen sonando en el móvil y lo hacen casi al compás de mis pasos. Me acompañan todo el recorrido.  Llego a la librería y esa librería ya no es la que era. Ha c ambiado de título y de dueño y ahora luce un nombre extraño, algo así como un gato en el palomar o una bicicleta que vuela, no recuerdo.  Para llegar a ella tengo que pasar por una pizzería que me trae un recuerdo absurdo y ridículo. Nubes oscuras en un día de sol radiante. Bah,

"Frantz" de François Ozon. Un dolor de ida y vuelta.

La publicidad de la película dice que es una "obra maestra" y no anda desencaminada. Es una película distinta. Con una historia potente y unas interpretaciones tan exactas que no admiten crítica. Es una película emotiva, pero no sentimentaloide. Una película basada en hechos reales de los que, sin embargo, no tenemos noticia cierta. Porque tuvieron que ser muchas historias las que se enhebraron al hilo de la Primera Guerra Mundial y de otras guerras. La guerra es muy cinematográfica y, en este caso, el año 1919, la postguerra que convierte en recelosos a los franceses y a los alemanes, es el momento cronológico en el que se encuentran personas que, en otras circunstancias, nunca se hubieran conocido. Anna, la prometida del soldado muerto Frantz. Adrien, el supuesto amigo francés que va al pequeño pueblo natal de Frantz para conocer a sus padres y visitar su tumba. Una tumba vacía en la que hay flores frescas pero en la que no hay cadáver.  El destino de Anna era dedic

Elizabeth Bennet: la emoción inteligente

Greer Garson, Curigwen Lewis, Madge Evans, Elizabeth Garvie, Jennifer Ehle, Keira Knightley, Ashley Clements, Lily James. ¿Qué tienen en común todas estas actrices? Que alguna vez hicieron de Elizabeth Bennet en el cine o en la televisión. Las tres más interesantes, desde luego, Greer Garson , que protagonizó una versión sobre Orgullo y Prejuicio en 1940; Jennifer Ehle , que hizo lo propio con la serie de la BBC de 1995 y Keira Knightley , protagonista de la película de 2005. Para mí, la más ajustada de todas ellas, teniendo en cuenta lo que el libro cuenta y lo que calla, es Jennifer Ehle y esa versión, la mejor. Pero no es de eso de lo que quiero hablar sino de ella, la verdadera, la que creó Austen en su libro: Elizabeth Bennet , tal cual. Una mujer, una muchacha, de la que, por cierto, no hay descripción física en el libro. Simplemente sabemos como era por la percepción de los otros. Figura agraciada, mirada inteligente, ojos brillantes, sonrisa agradable. Bonitos dientes, s

Día del Libro 2017 ¿Qué leer?

Este año de 2017 se celebra el bicentenario de la muerte de Jane Austen (1775-1817) así que no podría recomendar nada mejor ni más cercano que sus libros para celebrar esta efemérides, la más adecuada del año, la que siempre ofrece la ocasión de ser felices. El Día del Libro puede traerte sorpresas que no imaginas. Puedes encontrar una obra que se convierta en el libro más querido por ti. Puedes hallar a gente que sienta como tú al leer un libro. Cuando leí el primer libro de Austen no podía imaginar que, tras ese acto tan sencillo, vendrían toda suerte de venturas literarias y personales, la entrada a un mundo especial, creado por ella y que comparto de muchas maneras. Es fácil quizá ahora hablar de la importancia y el valor de sus libros, porque se ha iniciado desde hace algún tiempo un camino de reconocimiento, pero todavía quedan muchos resabios de quienes la sitúan en un plano secundario. Cosas de mujeres, lectura de mujeres. Bah.  ¿Qué recomendación mejor podría hacer

Rendición

Tal vez una certeza hubiera bastado. Una pequeña y clásica certeza. La llamada del sentido común, un buen consejo. Quizá la madre, sentada en un sofá de piel oscura, podría contar lo que sabe del caso y concluir que nada es sencillo y que el amor es una masa llena de aristas. Una amiga, muy experimentada, tendría que asegurar que, en su experiencia, todo lo que se dice son mentiras y que nada pervive y que los ojos tiemblan porque saben de sobra que se va a terminar antes de tiempo.  Las horas de las dudas son las que germinan en palabras transidas de dolores perfectos. Alguien contó en un rato de asueto en el trabajo, que las dudas son cosa de filósofos, que la gente normal no puede permitírselas, que si dudas, entonces estás muerto, lo habrás perdido todo en cosa de un instante. Puede que una película, un argumento vano de esos que alguien escribe en un trasnoche, te dé razón y seña de las causas, de los motivos y abone la ilusión de que nadie es perfecto, pero que nada es ta