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Días de libro sin rosas

Camino a mi paso (leve, a veces; en otras ocasiones, rápido; incluso moviendo las caderas como las modelos) y recorro la Ronda de Triana y luego sigo por López de Gomara y bajo por República Argentina. Sé lo que busco y adónde voy.  Todo el camino el móvil va lanzando el alegre traqueteo del whatsapp. Esta mañana, no demasiado temprano, he enviado a mis contactos lectores y a alguno en vías de serlo (lector, digo, no contacto) una solemne felicitación: Feliz Día del Libro. A Así que ahora están saltando al aire las respuestas pero no las leo, siguen sonando en el móvil y lo hacen casi al compás de mis pasos. Me acompañan todo el recorrido.  Llego a la librería y esa librería ya no es la que era. Ha c ambiado de título y de dueño y ahora luce un nombre extraño, algo así como un gato en el palomar o una bicicleta que vuela, no recuerdo.  Para llegar a ella tengo que pasar por una pizzería que me trae un recuerdo absurdo y ridículo. Nubes oscuras en un día de sol radiante. Bah,

"Frantz" de François Ozon. Un dolor de ida y vuelta.

La publicidad de la película dice que es una "obra maestra" y no anda desencaminada. Es una película distinta. Con una historia potente y unas interpretaciones tan exactas que no admiten crítica. Es una película emotiva, pero no sentimentaloide. Una película basada en hechos reales de los que, sin embargo, no tenemos noticia cierta. Porque tuvieron que ser muchas historias las que se enhebraron al hilo de la Primera Guerra Mundial y de otras guerras. La guerra es muy cinematográfica y, en este caso, el año 1919, la postguerra que convierte en recelosos a los franceses y a los alemanes, es el momento cronológico en el que se encuentran personas que, en otras circunstancias, nunca se hubieran conocido. Anna, la prometida del soldado muerto Frantz. Adrien, el supuesto amigo francés que va al pequeño pueblo natal de Frantz para conocer a sus padres y visitar su tumba. Una tumba vacía en la que hay flores frescas pero en la que no hay cadáver.  El destino de Anna era dedic

Elizabeth Bennet: la emoción inteligente

Greer Garson, Curigwen Lewis, Madge Evans, Elizabeth Garvie, Jennifer Ehle, Keira Knightley, Ashley Clements, Lily James. ¿Qué tienen en común todas estas actrices? Que alguna vez hicieron de Elizabeth Bennet en el cine o en la televisión. Las tres más interesantes, desde luego, Greer Garson , que protagonizó una versión sobre Orgullo y Prejuicio en 1940; Jennifer Ehle , que hizo lo propio con la serie de la BBC de 1995 y Keira Knightley , protagonista de la película de 2005. Para mí, la más ajustada de todas ellas, teniendo en cuenta lo que el libro cuenta y lo que calla, es Jennifer Ehle y esa versión, la mejor. Pero no es de eso de lo que quiero hablar sino de ella, la verdadera, la que creó Austen en su libro: Elizabeth Bennet , tal cual. Una mujer, una muchacha, de la que, por cierto, no hay descripción física en el libro. Simplemente sabemos como era por la percepción de los otros. Figura agraciada, mirada inteligente, ojos brillantes, sonrisa agradable. Bonitos dientes, s

Día del Libro 2017 ¿Qué leer?

Este año de 2017 se celebra el bicentenario de la muerte de Jane Austen (1775-1817) así que no podría recomendar nada mejor ni más cercano que sus libros para celebrar esta efemérides, la más adecuada del año, la que siempre ofrece la ocasión de ser felices. El Día del Libro puede traerte sorpresas que no imaginas. Puedes encontrar una obra que se convierta en el libro más querido por ti. Puedes hallar a gente que sienta como tú al leer un libro. Cuando leí el primer libro de Austen no podía imaginar que, tras ese acto tan sencillo, vendrían toda suerte de venturas literarias y personales, la entrada a un mundo especial, creado por ella y que comparto de muchas maneras. Es fácil quizá ahora hablar de la importancia y el valor de sus libros, porque se ha iniciado desde hace algún tiempo un camino de reconocimiento, pero todavía quedan muchos resabios de quienes la sitúan en un plano secundario. Cosas de mujeres, lectura de mujeres. Bah.  ¿Qué recomendación mejor podría hacer

Rendición

Tal vez una certeza hubiera bastado. Una pequeña y clásica certeza. La llamada del sentido común, un buen consejo. Quizá la madre, sentada en un sofá de piel oscura, podría contar lo que sabe del caso y concluir que nada es sencillo y que el amor es una masa llena de aristas. Una amiga, muy experimentada, tendría que asegurar que, en su experiencia, todo lo que se dice son mentiras y que nada pervive y que los ojos tiemblan porque saben de sobra que se va a terminar antes de tiempo.  Las horas de las dudas son las que germinan en palabras transidas de dolores perfectos. Alguien contó en un rato de asueto en el trabajo, que las dudas son cosa de filósofos, que la gente normal no puede permitírselas, que si dudas, entonces estás muerto, lo habrás perdido todo en cosa de un instante. Puede que una película, un argumento vano de esos que alguien escribe en un trasnoche, te dé razón y seña de las causas, de los motivos y abone la ilusión de que nadie es perfecto, pero que nada es ta

La cuadrícula

Cada uno de los rincones de su vida estaba blindado. La había dividido en parcelas y, en una de esas parcelas, estaba yo. Era una parcela pequeñita, virtual y sonora. En ella cabía el agua de lluvia, aunque solo una vez. También las nubes, los puentes y el vacío. En la parcela que me correspondía rara vez amanecía, solo en una ocasión pude ver cómo el café se enfriaba. Tampoco había madrugadas, las madrugadas estaban reservadas a plantas más esplendorosas. En realidad, ni yo misma sabía qué papel jugaba en todo eso, ni siquiera si jugaba a algo o si existía. Solamente de vez en cuando las gotas de agua cálida o el frío hielo, eran el indicio de que algo pasaba. Sin embargo, yo no podía controlar lo que era. No lo sabía. Ni tenía ninguna posibilidad de adivinarlo. Solo un terreno baldío, una parcela sin recalificar, sin uso, ni conciencia, ni apenas vida.  Era un hombre de éxito pero estaba asustado. El miedo se traslucía en sus ojos. Tenía las manos muy suaves, blandas, in

Miguel (Hernández)

Siéntate frente a mí y dime un verso, un verso cualquiera del poeta. Verás como lo sigo, como lo continuó, como termino declamándolo entero. Da igual donde rebusques. Da igual a qué libro pertenezca. Todo Miguel Hernández lo tengo en mi cabeza.  Uno es del poeta que camina contigo. El que aparece en la infancia, flotando en las palabras de tu padre, el que sigue allí mismo en la adolescencia, el que se escribe en la juventud y el que se recuerda en la madurez. Ese es el poeta y ahí está junto a ti, pase el tiempo que pase, impermeable al olvido.  Cuando eso ocurre, cuando un poeta entra en ti y se te mete en los ojos, en las manos, el corazón y la cabeza, entonces esos versos son un itinerario, un mapa en el que escribes tus mejores momentos y también un sitio en el que posas las horas de los llantos. Cuántas veces, Miguel, escribí tus palabras por ver si desde allí atisbaba sonrisas...Cuántas veces llamé a la libertad desde tus voces y cuántas veces me comprendí a mí

"El domingo de las madres" de Graham Swift

Jane Fairchild tiene veintidós años y trabaja de criada en casa de los Niven . Estamos en 1924. Es el 30 de marzo, el día en que las criadas tienen permiso para dejar sus trabajos y volver con sus familias, a las casas pequeñas y poco ventiladas en las que habrá un asado especial para recibirlas, incluso aunque sea un día de calor como este.  Jane es expósita, es decir, no tiene padres conocidos, ni sabe si ese es su nombre real, ni, por supuesto, un apellido noble. Hay miles de Fairchild en toda Inglaterra , porque es uno de los apellidos que se usa con los niños que dejan en los orfanatos. El orfanato de Jane era de los buenos y por eso ella, cuando comienza a servir con catorce años, sabe leer y escribir. Sin que lo sepa, esta será, a la postre, la causa de que su vida se aleje de su inicio, dé una vuelta de tuerca y la convierta, en algunos momentos de la narración, en una famosa escritora de setenta, ochenta, noventa años o más, que es entrevistada por gacetilleros in

"Esperando a Mister Bojangles" de Olivier Bourdeaut

Este libro y su autor contienen todos los ingredientes para resultar interesante y para llenar conversaciones literarias entre lectores avezados, deseosos de descubrir materia prima, nuevos autores, temas que rompan la monotonía. De esto se trata, pues, de saltar al escenario editorial con algo que nunca antes haya sido escrito, aunque tenga reminiscencias imposibles de soslayar. Y un leit motiv en forma de éxito musical de la gran Nina Simone , la canción que suena y suena como en una noria perpetua que planeara sobre la vida del escritor y de los protagonistas de su libro.  George y su excéntrica esposa. Su hijo, que todo lo observa. La disyuntiva entre rutina y división. La vida al límite. La búsqueda de la felicidad. La inconsciencia y también el atrevimiento. El necesario aterrizaje en la cotidianeidad. Cuentan algunos críticos que el matrimonio principal, enamorados hasta el fin, está inspirado en Francis Scott Fitzgerald y Zelda Sayre . Y que la atmósfera tiene que ver

"Volver a casa" de Yaa Gyasi

Las editoriales saludan con entusiasmo el descubrimiento de nuevos autores. En este caso, Yaa Gyasi no es solamente una voz recién nacida, sino una persona muy joven cuya primera novela (ese libro decisivo que, en muchas ocasiones, marca el devenir de la carrera literaria y aun de la vida), está teniendo un gran éxito en los países en los que ya se ha publicado.  Gyasi , nacida en Ghana en 1989, ha hecho dos veces un mismo camino. A los dos años, de su país de origen a los Estados Unidos de América. Cuando ya era una estudiante de Literatura en Stanford , vuelta a Ghana con una beca de investigación. Los recuerdos que se pierden en su memoria en esos dos primeros años de vida son el primer poso. Pero el segundo viaje ha sido definitivo para que la escritora, podemos ya nombrarla así, vierta en palabras, convierta en lenguaje, las vivencias, los sentimientos, la intimidad que genera ese reencuentro con lo que uno ha sido, incluso sin saberlo.  Esa es la fuerza esencial del

"Un día en la vida de una mujer sonriente" de Margaret Drabble

La elegante y pundonorosa editorial Impedimenta ha traducido al castellano este libro de relatos que ya echábamos de menos. Siguiendo su línea de hacernos llegar clásicos de literatura contemporánea que merece la pena conocer, he aquí que ahora le toca el turno a esta colección de los trece relatos que Drabble publicó en 2011 y que ahora aparecen traducidos.  Margaret Drabble (1939) es una mujer interesante. Nacida en Sheffield (Yorkshire) en el seno de una familia ilustrada, es la mediana de tres hermanas también notables. La mayor es la novelista A. S. Byatt y la pequeña, la historiadora Helen Langdon . También su segundo marido es un prestigioso biógrafo.  La vida de Drabble está llena de datos curiosos. Tuvo una educación esmerada (su madre era maestra) y fue actriz en la Royal Shakespeare Company. Es una personalidad muy reconocida en el Reino Unido donde ha sido recompensada con títulos diversos. Su vocación literaria cristalizó en 1963 con la publicación de su pr

Manolita

(Mujer con sombrilla. Claude Monet) Manolita era la reina de la calle. Había heredado el trono de su suegra, Manuela, que lo ejerció durante años. Llevaba su reinado con la prestancia de quien hubiera aprendido en la corte de los Austrias. Las casadas buscaban en ella consejo para sus males de pareja. Las madres, para las dolencias de los niños. Las que vivían solas, porque la vida las orillaba sin remedio, para sus quejas más íntimas. Antes de que se inventara la resiliencia ella había cosido su vida a base de remiendos. Huérfana, quería a su madrastra como la luz de sus ojos y apechugó sin dudarlo con la medicina más dura cuando su primer hijo nació enfermo.  Así, Manolita se movía por la calle como pez en el agua, como si su destino fuera arrojar certidumbres en los ojos gastados. Estaba sembrada de risas y refranes y los regalaba sin gasto alguno. Cuando se murió, amaneció nublado y con amenaza de lluvia aunque era un claro día de final de primavera que no presagiaba l

"El primer reino" de María Sanz

Los amarillos dorados de Rothko , el pintor de la poesía sin palabras, me recuerdan los versos de María Sanz , sobre todo estos que aparecen contenidos en este libro "El primer reino". El primer reino de María , nuestro primer reino, es aquel de la infancia, con sus días azules y su sol esparcido. Aunque ya solo guardes su reflejo/ en el rincón perdido de tus gozos,/ sigue dándose a luz, fuego sagrado/ con que alimentas cada amanecer.  Transita el libro por instantes que muestran recuerdos, imágenes, ideas, pensamientos y sitios, todos ellos situados en ese momento intemporal que forma parte de lo que fuimos y quizá del futuro que no está siquiera escrito, ni aún en ecos de poetas. Las niñas que soñaban ser mujeres /con la bisutería rodeando sus cuellos, venían a crecer contigo, mariposas / de una tonalidad encandecida.  Los árboles, la higuera, el perfil de la casa, la luna y los rosales, también el gallinero, el brasero en invierno y los melocotones abierto

"Estridente y dulce" de Adam Thirlwell

Adam Thirlwell es un escritor inglés, nacido en Londres en 1978, formado en Oxford y, sobre todo, alguien con una personalidad literaria muy definida. Esas características se han visto con claridad en sus obras anteriores a esta: "Política", "La huida", o el ensayo "La novela múltiple" .  Los adjetivos que se han dedicado a sus trabajos tienen intenciones diversas y curiosas afirmaciones: Humor melancólico, narrador impresionante, inteligente destrucción de lo trillado, vertiginosa ficción....Los críticos están de acuerdo en que es una voz de estilo propio y de visión certera. Crítica, ácida, potente, específica.  A estas alturas de su carrera literaria, habiendo sido ya traducido a más de treinta idiomas (me resulta difícil entender cómo existen tantos idiomas en el mundo y cómo saber dos o tres ya nos hace sentirnos poderosos), Thirlwell sale a la luz, otra vez con Anagrama , con una especie de extraño thriller que esconde, en realidad, una dur

Cuestión de instantes

El corazón se rompe cuando se da cuenta de la inutilidad de todo lo que pones en querer. No hay salida. Es una vieja historia que se repite y que continuamente va y viene como las olas en el mar. Y podrías escaparte si te dejaran, si te quedaras a solas el tiempo suficiente con el olvido, si las lágrimas no fueran esporádicas, sino masas de agua salada que se consolidaran día tras día, hasta ese instante final en que ya no supieras por qué surgen. Hay una forma de engaño en querer ser lo que una no es, en querer sentir lo que no se siente, en querer esperar lo que nunca tendrá razón de ser. Eso es lo que convierte la vida en una estación de trenes sin paradas, lo que genera el hastío y la desesperanza. Atrapa la canción y con ella la voz de quien te ha herido, de quien ha clavado su daga en el costado, como si un sacrificio estuviera presto a producirse. Nada hay que pueda explicar si nadie entiende. 

"A propósito de las mujeres" de Natalia Ginzburg

Una vez yo paseaba por la carretera de la Estación y encontré en un lateral una especie de establecimiento que vendía cosas, un poco de todo. Al exterior se separaba por una cortina de cuentas de colores, de esas que suenan cuando las mueves. Eran colores fastuosos, brillantes, alegres, algunas cuentas parecían perlas y otras tenían un aire oriental muy llamativo. Me acerqué a la cortina y pasé mis manos por ellas. Eran las manos de una niña de ocho años y, al hacerlo, se oyó un suave tintineo, una música perfectamente organizada, como si alguien, una orquesta entera, entonara un himno. Entonces, sin apenas poder reaccionar, sin darme cuenta, alguien surgió de dentro de la tienda y mirándome con rencor evidente, un rencor que no entendía, yo, que era una niña de ocho años, entonces, me dio una bofetada. La bofetada paralizó la música, detuvo mis manos y su sonido metálico se impuso en el silencio de la tarde de mayo. Contuve la respiración y las lágrimas. Se conservaron dentro de lo

La alfombra roja

(Kim Basinger) Desde que la ceremonia de los Oscar se retransmite por un canal de televisión de pago ya no puedo seguirla en directo. Eso me disgusta. Me gustaba verla entera, a pesar de que al día siguiente estaba hecha polvo, con sueño, los ojos llorosos y un aire de cansancio demoledor. Pero todo lo suplía la sensación emocionante de seguirla de primera mano. La alfombra roja, con su desfile de celebridades, las entrevistas a pie de entrada, la cámara enfocando a los nominados, los números musicales, los homenajes, el In Memorian y, por fin, la entrega de los premios. Politizados o no, los Oscar son el acontecimiento del cine, y por eso ahora echo de menos verlos. No es lo mismo Internet, las redes sociales o los resúmenes. Tampoco la radio. Así que recuerdo con especial nostalgia las noches de Oscar, entre palomitas, chocolate, cocacola y risas en directo. Algo que se fue.  (Colin Firth) El cine me da vida. En los peores momentos, en las pérdidas dolorosas, en

De lo oscuro

Me interesa la filosofía de lo cercano. El aprendizaje de la vida que nace de vivir y de escuchar, de observar y reflexionar sin esas distracciones que esconden la realidad difícil. En ese paisaje que construimos a base de vivencias se ocultan gestos, personas, lugares y tiempos. Es esa escritura la que me conmueve. Todo lo demás se aleja de mi esfera como si fuera un globo de gas que surca el aire sin control. Durante muchos años he mirado hacia el exterior pero esa es una mirada incompleta, que deja huecos imposibles de rellenar. He preguntado a los otros y, cuando he convertido esa pregunta en una interrogación propia entonces no he tenido respuesta. Ahora, sin nada que decir a los demás, es el momento de reencontrarme a mí misma, si es que alguna vez he existido y no he sido una mera repetición de las miradas ajenas. Volver a mí es volver a mi infancia. Pero mi infancia ya no existe y, si alguna vez existió, solo puedo recrearla a base de recuerdos. Los recuerdos pueden in

Mis ojos son la libertad

(Yigal Ozori. Hiperrealismo) Te equivocaste D. H. Difícil pero no imposible. Los lazos pueden desatarse y convertirse en lánguidas astillas, en cintas desflecadas, en restos de telas inservibles. Los lazos terminan aguándose si no se mantienen erguidos, si no se alimentan, se escriben, se extienden y se aman. De igual manera el amor que sientes se acaba si el objeto de ese amor no te cuida, no expresa lo que siente o, directamente, no siente nada.  En las páginas de tus libros aleteaban Ursula y Gudrun queriendo ser las hadas que convirtieran a Birkin y a Gerald Crich a su propia religión. Una fe hecha de promesas, de intimidad y de silencios cómplices. De observación y de pequeños espacios compartidos. Una gran mansión y su biblioteca pueden ser un lugar seguro para encumbrar los sentimientos, pero también un viejo molino heredado, con su fachada blanca y ajada.  Pero erraste en tu predicción. Hay un haz de luz que atraviesa el tiempo en que sufriste y que te devuelve