(Puente de La Pepa, Cádiz) Con el mar en calma, en esos raros días en que el viento, los vientos, hacen vacaciones. Con el sur dispuesto a arrojar lluvia. Con el levante en acción, faldas al aire, cabellos en la cara, arenas imposibles. Con el poniente, húmedo, pegado a los ojos, desértico de grados.... De todas las maneras y en todas las músicas posibles, los puentes, este puente y su hermano mayor, sobre la anchurosa bahía, lentos para construirse, firmes para sostenerse, hambrientos de anécdotas y sueños, los puentes sobre la bahía se yerguen y levantan el sueño de que la tierra vuela sobre el mar. Cruzas los puentes como un trasunto de la vida. Recorres sus aristas, sus elevaciones; observas su rápido vaivén, sus cimientos volátiles. Cruzas los puentes y te encuentras contigo. A uno y a otro lado de su territorio estás tú. No puedes escaparte. Ni siquiera intentarlo. Así te ves, de niña presurosa, de joven a la espera, de mujer todavía en el aire la búsqueda.
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