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"Tantos días felices" de Laurie Colwin

Alegría, vitalidad, elegancia, placer, sutileza, diversión, amoríos... La crítica se ha puesto de acuerdo en que este libro de Laurie Colwin (1944/1992), editado en España por Libros del Asteroide es un agradable texto que rezuma sencillez y buen rollo.  Cuatro personas enamoradas. Nada menos que cuatro. Este otoño puedes conocerlas, acercarte a sus peripecias e, incluso, compararlas con la gente de tu alrededor. Al cabo, esto es la literatura, la trasmutación de la realidad en algo imaginado y plasmado en palabras.  Sin embargo ya sabemos la mala prensa que tiene la literatura que parece escrita para mujeres, la literatura sobre el amor y de amor, entre los sesudos analistas y lectores de empaque. Vaya tontería, dicen algunos. No puedo resistir leer algo así, comentan otros. Se rechazan estas obras porque no se conocen. No las leen y así la cosa queda en empate. O no, vete tú a saber.  El caso es que, a base de diálogos sabrosísimos, los personajes principale

Rosa tóxica

El pobre chico no fue consciente de lo que se le venía encima. Nosotros tampoco. Confiadamente, creyendo en que nuestros padres eran seres infalibles que no se equivocaban, cogimos el libro y lo leímos una y otra vez. Hasta que en nuestro cerebro quedaron grabadas las frases y, no solo eso, el modus operandi. Somos unas víctimas. Y quizá ya no haya remedio. Solamente las nuevas generaciones pueden zafarse de esto si es que hay alguien que les abre los ojos y se deja de pamemas. No sé cuántas interpretaciones hay por ahí de la rosa de El Principito. Ninguna me parece que se ajuste a la realidad. Son interpretaciones románticas, hechas por gente que se ha tragado el anzuelo, gente que se ha convertido a una religión que los ha abducido. Pero, pensando en el tema, un amigo de Facebook pronunció esta noche la palabra exacta, la palabra definitiva, la más clara descripción de la rosa en cuestión: dijo que era una rosa tóxica. Así es, lo que pasa es que, hace años, no existía ese co

"Noches sin dormir" de Elvira Lindo

(María Blanchard) Las ciudades son, a veces, territorios inhóspitos; lugares habitados por sueños imposibles; reductos de la soledad; imperios de la sinrazón...Cada una de ellas presenta su cara a la consideración de sus habitantes o de aquellos que, circunstancialmente, las visitan. Son entes vivos, paraísos inopinados, lugares levíticos. Las ciudades generan una forma de vida que plantea continuos dilemas. Elecciones. Qué hacer, dónde ir, qué camino tomar. No son espacios únicos, sino polivalentes, llenos de posibilidades, de recovecos, de momentos diferentes.  Las estaciones, por ejemplo, se manifiestan en las ciudades de una forma especial. La naturaleza tiene aquí reducidas muestras, escasas formas de expresión, pero, las que existen, ofrecen un caleidoscopio de miradas, todas ellas abiertas a que cada cual las interprete a su modo. Es inenarrable el espectáculo de los parques o jardines cuando llega el otoño, con las doradas hojas balanceándose o cubriendo el suelo.

Una escena de amor

(Jeremy Northam y Gwyneth Paltrow en "Emma")  Jeremy Northam es un impecable Knightley. Y Gwyneth Paltrow es una deliciosa Emma. Y todos los que hemos visto la película, que recoge con mucha fidelidad lo que aparece en el libro, aunque más liviano y matizado, como es lógico, comprendimos, con una sola escena, que ambos se querían, aunque ninguno de los dos era consciente de ello.  La escena de amor más relevante, pues, de la historia es la que transcurre en el salón de los señores Cox, de categoría inferior según detalle Emma, que ofrece una soirée a un grupo de destacados habitantes de Highbury, "pueblo extenso y populoso que casi llegaba a ser ciudad, al que pertenecía Hartfield", la casa solariega de los Woodhouse. En un principio, la invitación no llega, porque los Cox son conscientes de que la categoría de Emma es superior a la suya, pero, al final, todo se soluciona y ahí están, en la sala no demasiado amplia, los personajes que dan vida a la tram

Bonjour, tristesse

("Aphrodite", William-Adolphe Bouguereau, 1825-1905) Amaneces y vuelves al punto exacto en el que la noche anterior se quedó anclada tu cabeza. El sueño no ha servido para disipar la niebla. Esa gasa que cubre tus sentidos y no deja que pienses, aparece otra vez en cuanto el día se asoma. No es posible olvidar entonces, no es posible sino retomar con cansancio la idea y volver a darle vueltas, como quien amasa pan en un horno antiguo y sin ganas.  Te preguntas entonces qué puedes hacer, hacia donde mirar y cómo hallar un hilo del que tirar para que la vida se instale en la serenidad que ansías. Quieres olvidar el motivo o las causas de esa inquietud que no te deja cerrar los ojos y soñar con que hay prados verdes. Pero la vida te engaña. La vida te pone delante unas razones que no existen y juega contigo. Te hace creer que eres alguien distinto a la verdad. La verdad es una entelequia a veces. Un lujo que no puedes permitirte.  Recurres a la risa. Intentas re

Una historia no escrita

"La noche en la que murió mi marido no derramé ni una sola lágrima. Recibí la noticia como si fuera algo ajeno. Me apoyé en la pared del pasillo, en ese hospital en el que llevábamos unos días esperando el desenlace, y cerré los ojos. Los apreté fuertemente. Quería llorar, llamé a las lágrimas, las convoqué y fue inútil. No llegaron, ni esa noche ni la siguiente, ni en los días que pasaron a continuación. La culpa fue de los dos años anteriores, pensé entonces, dos años en los que había llorado tanto que mi capacidad de sufrir se congeló, se convirtió en un trozo de hielo que suplantó a mi corazón. Mi corazón se marchó a otra galaxia, a un lugar recóndito y lejano donde no pudiera enterarse de lo que estaba pasando." Este podría ser el comienzo de una historia. Si la escribiría, los recuerdos ocuparían su sitio exacto, todo encajaría en un lugar inamovible y el corazón no tendría esos vaivenes que tanto daño hacen. Cada vez que la vida abre una puerta o la cierra, lo

Ese otoño de luces arrogantes...

Bette y Nicholas son recién casados. Hace muy pocas fechas que hubo una concurrida ceremonia en Leington, en un mediodía gris que anunciaba lluvia. Aún el campo no se había preparado para la nueva estación y quedaba un hilo de nostalgia del verano. Hojas secas y animales sedientos. La gente disfrutó porque ambos son simpáticos y tienen grandes familias que prepararon aquello como si fuera un enlace de ricos. Abundó la comida y hubo música. A Bette le hubiera gustado llevar un vestido largo, blanco y lleno de encajes y tules. Pero, como su madre le recuerda siempre, los tules y los encajes cuestan mucho dinero y ellos no pueden permitirse gastar la ganancia del año en caprichos tontos de chicas casquivanas. Bette es una chica que sueña en un entorno de pobreza digna. Por su parte, Nicholas se conforma con cualquier cosa. En realidad, solo la quiere a ella, a Bette. Ama su cabeza rubia y pequeña, con rizos que surgen sin compromiso en cualquier momento. Ama su forma de hablar y de mo

Escribir se conjuga en plural

El hombre llevaba un traje gris que le sentaba como un guante. Bajo la chaqueta asomaban protocolariamente los puños de la camisa blanca y el cuello bien ajustado, rodeado por una estrecha corbata negra. Era alto y muy delgado. Algunas hebras grises salteaban su pelo de forma intermitente, pero su bigote aparecía lustroso, mostrando un sello de vitalidad desusada en aquel marco añejo.  Dashiell Hammett había llegado pronto. No sabía cómo, las horas, en ocasiones largas, se le habían pasado tan deprisa la noche antes. En el garito azul al que llegó, pasadas las dos de la madrugada, halló a una rubia esplendorosa con los dientes salidos al estilo conejo, pero con un trasero apetecible. No recordaba ya de quien partió la iniciativa pero la noche resultó redonda. Bebidas, humo y mujeres, su ecuación más perfecta. Alguien, su agente quizá, lo metió en la cama a punto de evitar el colapso. Y, después de dormir muy pocas horas, se despertó de bastante mal humor. Allí estaba,

La ola

Ella era una ola y se convirtió en una mesa. Fue sin darse cuenta. En un momento. El aire danzarín que gastaba se tornó inútil y nada tuvo razón de ser sin él. Lo supo cuando ya era tarde. Como siempre sucede, la luz del corazón no avisó a tiempo de notarlo mientras existía. Fue después, cuando las sombras lo invadieron todo. Ella no entendió nada más que el silencio. Su risa se apagó. No tuvo fuerzas para alzar la voz en medio de un desastre violeta. La noche dejó de oler a noche y las rosas se fundieron con el pavimento. Miles de hojas salpicadas de sangre. Un sueño inacabado. Una promesa rota. La nada navegando entre balazos.  Ella lo convertía todo en palabras desde siempre. No sabía el motivo pero vivía para escribir lo que veía, lo que sentía y lo que era. Las palabras trotaban, bailaban y cantaban en sus manos. Todo parecía tan natural. Ella era así. Sentía que no podía ser de otra manera. Y él entendía su necesidad. Su deseo de que todo fuera escrito. La escritura era

"Diamante azul" de Care Santos

Barcelona, primeras décadas del siglo XX. Una mujer llamada Teresa. Un hombre de intensos ojos azules. La rebelión de los sentimientos. La convulsión social que enfrenta a la plácida burguesía barcelonesa con los obreros y la gente que lucha por sobrevivir. El azul es el azul de los ojos del marido de Teresa. Un azul complicado, difícil, extraño, seductor, innegablemente atractivo.  Después de "Habitaciones cerradas", Care Santos publicó "Deseo de chocolate" en otro registro, más fragmentado y con una trasfondo histórico. Ahora continúa en la línea de "Habitaciones..." mostrando de nuevo el interior familiar y social de un ámbito que le resulta muy cercano a su escritura.  Tres tiempos diferentes, dos espacios, la nueva novela de Santos recorre la vicisitud familiar de un grupo humano desde el siglo XVIII hasta los años previos a la guerra civil. Se trata de fantasmas familiares que se reviven. Se trata de mujeres que deciden cambiar su destin

Atentados en París: Las Buenas Redes

Zona de guerra. Eso parecía anoche París tras los atentados que costaron la vida, de momento, a 150 personas. Los heridos graves son decenas y eso puede aumentar la cifra de muertos. Pasados una cantidad, ya no contamos. Sabemos que es una catástrofe, un desastre, un horror. Palabras que llenan hoy los titulares de los periódicos de papel que han salvado una portada, porque el interior se ha quedado antiguo. En España, las diatribas sobre Mas y su investidura, sobre la contaminación en Madrid o sobre las muertes por violencia doméstica, son historia momentánea. Porque es Francia el centro del mundo informativo. Así sucede. Así son las cosas y así se las hemos contado.  Cuando llegas a casa a la medianoche y pones la televisión nada te hace pensar en que ha ocurrido algo. Un programa de telebasura airea los conflictos personales y familiares de algunos personajes subidos a la cumbre de la efímera fama del cotilleo. En otra cadena, cantantes aficionados quieren ganar un premio. E

"La niña perdida" de Elena Ferrante

Hay autores que se me escapan. Sabes que están ahí, oyes hablar de ellos, incluso mucho y bien. Pero no se produce el encuentro, ese momento personal en el que das de bruces con su obra y entonces ya, para siempre, se convierten en parte de ti misma, en un nombre de tu biblioteca, en un mensaje tuyo, en una visión acertada de lo que significa para ti la literatura.  Este es el caso de Elena Ferrante. Las críticas la ponen por las nubes. Hablan de su tetralogía "Dos amigas" con halagos y con énfasis. Pero, sin embargo, nunca me había surgido la necesidad o la casualidad de leerla. Y así, ha permanecido para mí inédita hasta ahora, en que he empezado a conocerla a través del cuarto libro de la saga. Este "La niña perdida".  ¿Quién es Elena Ferrante? That´s is the question. Se supone que nació en Nápoles, en 1943 y se duda de que sea una mujer. Su anonimato ha hecho correr elucubraciones de todo tipo, hipótesis sin confirmar, invenciones y opiniones que, has

Una librería en el sur de Francia

Las manos de Marie Dubois ordenan con ternura los libros apilados sobre las mesas de dorada madera. Antes, los ha ido sacando con el mismo cuidado, con mimo incluso, de unas cajas de cartón fuerte que están situadas frente a la puerta. Le ha costado mucho esfuerzo llevarlas allí. Han tenido que prestarle ayuda algunos vecinos, gente mayor, la que continúa viviendo en esas casas empinadas del pueblecito de la Provenza que, desde hace unas pocas semanas, es su nuevo hogar.  Marie Dubois no ha conocido otro hogar, antes de ahora, que los libros. Su vida de niñez ha sido fría, gélida, desdibujada y llena de inconvenientes. El principal de ellos la orfandad. La muerte de sus padres, casi a continuación uno del otro, abrió una espita en su corazón que nunca se ha cerrado. Ni sus tíos, ni sus primos, lograron nunca caldear ese frío interior, esa desazón que le produce el silencio de una casa en ruinas y vacía. Así que decidió marcharse, largarse dijo ella. Irse lejos, lo más lejos pos

Días sin horas

He vivido en el centro del miedo. He lanzado preguntas y ninguna ha tenido respuesta. He sentido un volcán de lava derretida bajo mis pasos. He soñado que mi vida era otra. He querido ser alguien diferente. He llorado hasta que las lágrimas han dejado de existir. Me ha dolido el corazón sin que nada ni nadie pudiera siquiera darse cuenta de que las notas de mi melodía estaban apagadas. He sido cobarde para amar. He sido valiente para decir adiós.  Pero he aquí que, a miles de kilómetros del mundo, quizá en otra galaxia, la luna se ha adueñado de un firmamento oscuro, yermo de estrellas, escrito en tinta china. El centro de la bóveda rodea el cuarto creciente y debajo, la arena que hace horas abrasaba, se ha tornado en azúcar, cálida y sin terrones. Los pies desnudos, los pies descalzos, todo, desnuda entera yo, mi corazón desnudo.  Me he mirado a mí misma a través de un espejo, Alicia sin vestidos, sin números ni reinas. He cruzado el umbral y allí, sin esperarlo, he entre

Románticas de hoy en día

Hay conceptos que se pervierten por el mal uso. Hay palabras que dejan de tener significado por lo mismo. Buscas en Internet, en los escaparates de las librerías, en los expositores de los grandes almacenes y ahí están, cientos de títulos, todos ellos bajo la santa advocación de "novela romántica".La nueva novela romántica o, lo que es lo mismo, la novela romántica de andar por casa, pret-a-porter, la novela romántica de hoy en día.  El Romanticismo, con mayúsculas, es un movimiento cultural y artístico con todos sus avíos. No es una moda, ni una costumbre, ni una tradición, ni un juego. Es algo serio. Con sus filósofos, sus escritores, sus pintores y sus artistas en general. Tiene su ideología, su marco histórico y geográfico, su corpus literario y científico, todo lo que subyace en una corriente de peso, que ha tenido antecedentes y consiguientes, como cualquier movimiento que se precie.  Su propia fama, su grandeza, lo ha desbordado. Y ha devenido en estos fru

Demasiado corazón: A propósito de "Le petit prince" de Antoine de Saint-Exupèry

Si en la casa de mi infancia, entre los niños de la familia, hay un libro que ha marcado la infancia y aun la adolescencia de todos, este es, sin dudarlo, "El Principito". Se regalaba en los cumpleaños. Se regalaba en las Primeras Comuniones, se regalaba tras las buenas notas. Se regalaba a mayores, pequeños y medianos. Se leía en todas las ediciones. Se decían sus frases en voz alta. Se maduraba, en silencio y en soledad, su contenido. Una educación emocional en la que este libro tiene especial papel tiene sus connotaciones evidentes. Demasiado corazón.  Al contrario de lo que sucedía con otros libros que también pasaban de mano en mano, aquí cada uno tenía su ejemplar. Era el tesoro que se poseía y que se leía a menudo, saltándose capítulos, buscando las frases que más nos conmovían, de un lado a otro del texto. A solas. Porque, a diferencia de las novelas de Ágatha Christie o de las tiras de Mafalda, este libro no se comentaba en voz alta, no formaba parte de la

20 años de "Orgullo y Prejuicio" La Serie.

(Colin Firth, como el señor Darcy y Jennifer Ehle, como Elizabeth Bennet, protagonistas de la serie de la BBC, sobre "Orgullo y Prejuicio" de Jane Austen. 1995) Cuando has leído un libro mil veces terminas por hacerte una idea de los personajes, de los escenarios y los detalles con mucha más nitidez que si el libro tuviera imágenes. Las imágenes estorban. Por eso es tan difícil que una serie o una película responda a tus expectativas. Siempre o casi siempre te defraudan. Jane Austen en eso, sin embargo, ha sido afortunada. O relativamente afortunada. De todas las adaptaciones que han hecho de sus novelas hay algunas especialmente buenas. Como la película "Sentido y Sensibilidad" de Ang Lee, con Emma Thompson, Kate Winslet y Hugh Grant en los principales papeles. O como la versión de la BBC de "Emma", con Romola Garai y Johnny Lee Miller.  En ese epígrafe de buenas adaptaciones se lleva la palma la serie, también de la BBC, "Orgullo y Prej

"Para Isabel. Un mandala" Antonio Tabucchi.

Antonio Tabucchi (Pisa, 1943-Lisboa, 2012) fue enterrado en el mismo comentario que Fernando Pessoa (1885-1935), el de Dos Prazeres, de la capital lisboeta. Quiso prolongar así la relación profunda que, en vida, tuvo con la obra del portugués. Era un italiano enamorado de Portugal y de todo lo que ello significaba. También de Pessoa, al que estudio y tradujo ampliamente.  "Sostiene Pereira" lo convirtió en un autor famoso, más allá del conocimiento de lectores y afines. Ese periodista aficionado a las omelettes a las finas hierbas, diletante frecuentador de los cafés de Lisboa, que, en un momento dado, decide ir contra la dictadura de Oliveira Salazar, es, quizá, un paradigma de lo que a Tabucchi le hubiera gustado hacer con el régimen de Berlusconi. Luchar. La novela fue un pasaporte cierto a la fama literaria, pero su obra no se queda ahí, ya lo sabemos: "Réquiem", "Dama de Porto Pin" o "Nocturno hindú", "Se está haciendo cada vez

Si he perdido la vida

Llegaste con tu risa recién amanecida a mí, que era todo oscuridad y silencio. No me pidas ahora que sepa como fue.  Te perdí antes de todo.  (Antonio Mesa Ruiz, 1959-2013. In memoriam) 

"Los habitantes del bosque" de Thomas Hardy

Ella decía la verdad. No mentía. Mentir no le gustaba. Consideraba que mentir era una forma de traición, una manera de degradarse a sí misma. La lealtad, que era una virtud que tenía cosida al alma, estaba construida con la verdad y con el cariño. Ambas permanecían unidas e inseparables. Es así como la concebía. Una suerte de barrera contra la manipulación, contra el odio y el rencor que las personas suelen guardar en la zona trasera del corazón y que los convierte en seres sin sentimientos. Ella quería seguir sintiendo todo el tiempo que pudiera, quería seguir siendo como cuando era niña: limpia, cristalina, alegre, chispeante. Una suerte de destino la había situado en la encrucijada de la desesperación, pero había soltado sus amarras y conjurado el dolor con palabras que solamente hablaban de los corazones que se disponían a entenderse.  En algunos libros hallaba imágenes y personajes que le eran tan conocidos como si se tratara de amigos, de vecinos, de la gente que, cada m

Cualquiera de los que fueron

(La Avenida de la Ópera. Camille Pissarro) Mira el sereno bullicio que se vive en la ciudad. Ese tono dorado del asfalto. Ese tono dorado de los árboles y de los edificios. Mira la dulce quietud de los personajes. Parecen estar a punto de bailar un vals, el baile que inició los abrazos. Mira, al fondo, la imagen añorada de un edificio que todos admiran desde siempre. Mira la plenitud de la hora mediada del día. Mira el anhelo de pasear al aire libre. Míralo todo, obsérvalo, de igual forma que lo vio el pintor, que lo vieron sus ojos antes de trasladarlo al lienzo.  Ellos están ahí. Son algunos de esos personajes que se mueven sin vigilancia alguna. Son personas normales. No podrías reconocerlos a simple vista. Porque la felicidad tiene una imagen repetida que no llama la atención. Están ahí, se aman y son dichosos. Porque existe una forma de quererse que no hace daño. Porque existe una manera de encontrarse sin aristas. Porque todo existe si el corazón lo desea y lo expres