De entre todas las personas que conozco, ninguna hay que pueda entender esta carta como tú. Miro tu imagen en la cubierta del libro que cuenta tu biografía y observo tus ojos. Vivos, resplandecientes, ingeniosos. Observo el cuello erguido. Observo el rizo rebelde de la frente. El gorro de encaje al estilo de la época. La manga de farol y el escote discreto. La única imagen que de ti existe es una pista y todavía desconozco por qué Cassandra Austen, tu hermana, consintió en dejar para la posteridad tu retrato después de destruir la mayoría de tus cartas. Ahora, querida Jane, estamos en otro siglo. En el siglo que dicen digital. En el tiempo de las globalizaciones que todo lo convierte en plural. La singularidad es aquí una excepción. Ser excéntrico es, en estos momentos, sentir individualmente, querer ser lo que uno es sin seguir a otro modelo anterior. Nadie inventa nada, pero, en la era de Internet, casi todo ha sido dicho o escrito antes que tú. Si la amistad tiene dos
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