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La espuma de los días

La espuma de los días es el título de esta entrada y también el título de un libro de Boris Vian que leí hace años. Alguien me lo recomendó. Recuerdo bien quien era. Un chico extraño, inteligente y paranoico, que se movía mal en sociedad y que tenía algunas manías dudosas. Miedo, sobre todo, a perder su rebeldía o a alejarse de sus principios. Un chico raro que leía cosas raras y que me parecía atractivo entonces, con esa clase de misterio que adorna las mentes privilegiadas pero atormentadas. Leí el libro y me produjo una rara sensación. Un nenúfar que crece en una chica. Cosas de autores como estos, tan alejados de mis "chicas" inglesas. Volví a leer mis cosas y ahora ya no reniego de lo que me gusta, sino que me afirmo en mis intenciones y vuelvo los ojos a lo que soy, me acepto, me respeto y me cansa la tontería de fingir. Se lee lo que se lee y no pasa nada por no leer lo último de, o lo primero de tal.  La espuma de los días a la que me refiero no es la que llena

El mar se ha teñido de azul

Sorolla pintó el mar. Richard Gere tenía vértigo. No había, en el lujoso hotel de Hollywood, ningún ático en el primer piso. Frente a mí, el mar. Un mar que no es el mío. Un mar azul, en lugar de verde. Un mar cerrado, en vez de oceánico. Alberti hablaba de "la mar". La mar de Cádiz, por supuesto.  La terraza del ático vuela sobre el edificio. En la línea del Paseo Marítimo están las palmeras. Enhiestas, firmes, seguras. Las hojas se balancean con un viento variable que aquí es fresco pero que, en el oeste, es terriblemente caluroso. El este y el oeste de Andalucía van a la contra, son paraísos opuestos. Hemos contemplado un eclipse de luna, sentados en la arena, en la línea frágil que separa la tierra del agua. Las mareas, las olas, los vientos, son ahora nuestro lenguaje cierto, el modo en que nos comunicamos.  Fíjate en el horizonte. Es azul. El final de la tierra es azul. La espuma de las olas es azul. El azul es el color en el que escribo los sentimientos,

Fin de curso

Los últimos días de junio son especiales. En las escuelas, los colegios, los institutos, se repite un mismo rito, una suerte de ceremonia, con algunas variantes, pero con la misma esencia. Despedir el curso. A veces, con el curso, se despide a las personas, a aquellos que se jubilan o se marchan del centro. En esta profesión es tan corriente despedirse...Los profesores son itinerantes, se mueven de un lugar a otro, derramando los afectos como si fueran un tarro de perfume que se abre y no se controla. En ocasiones, los niños se marchan. Cambian de escenario, de etapa, se van a la universidad, se lanzan a realizar otros estudios, a la vida del trabajo, quién sabe. Cambios, marchas, despedidas, los ritos del final de curso.  Todo ello genera un ritmo especial. Es una clase de melodía acompasada que tiene muchos momentos. Los directores de orquesta varían pero los protagonistas son los mismos. Niños, profesores, padres. En las casas, la vivencia del fin del período escolar anteced

"No te lo vas a creer" de Sophie Kinsella

Te pongo en situación. Uno de esos días jodidos, jodidos, en los que todo parece salir mal. En los que todo sale mal. Te duele la espalda. Los zapatos te molestan justo en el dedo pequeño del pie izquierdo. Tienes que hacer varias compras y vas mal de tiempo. A la hora de salir del trabajo te surge un imprevisto que te retrasa aún más. Una de tus mejores amigas se ha cogido un cabreo del quince no sabes por qué y tampoco te lo dirá fácilmente. Hace mal tiempo. El verano anticipado de que disfrutabas se ha esfumado y, en su lugar, hay una especie de neblina absurda que te obliga a llevar otra vez cazadora vaquera...y con sandalias. El chico que te gusta (el hombre que te encanta) no te hace ni caso. Está en uno de esos impasses en los que ni frío ni calor. Ya no sabes si odiarlo para siempre o ponerle velas a San Antonio. ¿Más?  En uno de esos momentos pasas por delante de una librería y tienes una inspiración. Oh, sí, hoy leeré un libro. Me dejaré de vagabundear por las redes

Magnífico mamarracho

Puedes escribir un post desde la fascinación o desde la crítica furibunda. Este último es el caso de ahora. Recién vista, aunque con notable esfuerzo, la versión Keireana de "Orgullo y Prejuicio" me reafirmo en mi primera idea: es un auténtico mamarracho. Me da igual quién sea el director, quién ha hecho el cásting y, vive Dios, a quién se le ocurrió la idea de convertir el libro en una telenovela mexicana. He leído por ahí que no quisieron seguir la senda de la versión de 1995 de la BBC. Pero, almas de cántaro, si es una versión extraordinaria, cómo se os ocurre. No obstante, tampoco era necesario el copieteo de la BBC sino haberse leído el libro. Porque creo que esto es lo que ha fallado. En mi arrebato, he coleccionado los errores que observo en la versión y que os cuento, con saña, desde luego, sin perdones: 1. La lectura: Hacer aparecer a Lizzy Bennet como una lectora empedernida. 2. La casa: La casa de los Bennet es, directamente, una leonera. No eran campe

El aire de Velázquez

Parece ser que, un día como hoy, nació Diego Velázquez en la ciudad de Sevilla y en el año de gracia de 1599. Si Shakespeare es, para mí, el máximo valor de la literatura, no tengo duda alguna en que Velázquez lo es de la pintura. Y ello porque su obra nos enseña un camino que transitó con maestría y que abrió paso y anticipó lo que doscientos cincuenta años después ocurriría, esto es el arte moderno.  La intuición velazqueña se une a su formación, en la que el maestro Pacheco tuvo arte y parte, así como  a  sus condiciones, a lo que llamamos talento y, desde luego, a su trabajo. No fue un pintor al uso, que repitiera temas o que se anclara en lo conocido. Antes al contrario, indagó y buscó soluciones a los problemas que él mismo creara. Y esto, en un funcionario de la Corte, no tiene un significado fútil. La personalidad de Velázquez ha sido tratada siempre en función de su obra como suele ocurrir en España con sus hijos más preclaros, pero poca luz se arroja acerca de su per

"Invitación al baile" de Rosamond Lehmann

La primera vez que acudí a un baile en serio, con vestido nuevo y chico acompañante, fue al terminar el instituto. La fiesta se organizó con todo lujo de detalles y recuerdo todavía, con inevitable nostalgia, la excitación que me produjo la elección del vestido, el peinado, los adornos y los zapatos. Quizá mucho más que la elección del chico, que no era sino el enamorado de turno. Un amor efímero como deben serlo todos los de la adolescencia y aun la juventud.  En la Inglaterra de los años 30, entre una guerra y otra, el primer baile, la puesta de largo, era un rito de enorme fastuosidad en las familias que podían acceder a esa ceremonia iniciática. Familias acomodadas de la pequeña nobleza rural, burgueses, por supuesto la aristocracia. Fuera cual fuera la clase social, el baile despertaba la ilusión, el deseo y las expectativas en todas y cada una de las chicas. Recuerdo mi propio vestido en ese baile del instituto. Era de gasa color lavanda y tenía unos tirantes mínimos,

Catorce versos

En la novela de Jane Austen "Sentido y Sensibilidad", llevada al cine delicadamente por Ang Lee, Marianne recita un soneto de William Shakespeare. Los sonetos de Shakespeare están envueltos en misterio, en duda. Los expertos no se ponen de acuerdo en muchos de ellos, en su autoría, en su motivo, en su fondo, en su historia. La vida de Will S. es tan novelesca como las novelas que escribía, en  esos mismos años, Miguel de Cervantes, el otro dardo en la diana de la literatura. En "Sentido y Sensibilidad" Marianne representa el desapego de las fórmulas sociales y la búsqueda del amor verdadero, un amor sin disimulos, sin dobles sentidos, un amor entregado y generoso. La vida no será propicia para ella y la mendacidad, las convenciones sociales y el engaño, harán que sufra cruelmente. En contraposición, el otro personaje femenino principal, su hermana Elinor, modelo de sensatez y de cordura, tendrá mayor fortuna, desde luego, porque Edward Ferrars, el hombre del q

El hombre equivocado

Nos ha ocurrido a todas alguna vez. El hombre equivocado. Te enamoras del hombre equivocado. Lo haces en un tiempo equivocado. Te expresas de la forma equivocada. Tú misma vives sentimientos equivocados. Pero son tuyos. Los tienes dentro. No puedes evitarlo. No puedes evitar evocar su rostro, pensar en sus manos, añorar sus besos, incluso los que nunca han existido, incluso los que no van a existir jamás.  Esta podría ser la sinopsis más simple de este libro y de esta película. "Suite Francesa", escrita por Iréne Nèmirovsky, apareció incompleta y una de sus hijas la cosió con cuidado y la hizo publicar. Estaba guardada en una maleta gastada y vieja en la que existían otros manuscritos de su madre y ediciones antiguas de quien fue, antes de ser deportada a un campo de concentración por su condición de judía, una eminente escritora, de amplia formación y mirada profunda sobre la vida y las cosas.  Después de ese libro, brotaron otros, como ramas en un árbol antes s

Mis artículos de Cine: Una mirada personal

Acabo de recopilar, en la columna lateral de este blog, los artículos de cine que he escrito, hasta ahora, para la revista digital The Cult. El primero que escribí fue "Su juego favorito" esa comedia deliciosa y efervescente, llena de coches amarillos en los que nadie podría caber, pescadores que no saben pescar y amores, cómo no. Desde entonces, en 27 ocasiones, me he asomado a una película, he metido la nariz en aquello que me llamaba la atención y he escrito una especie de reseña que no es tal, sino una mirada propia, la forma en la que yo vivo y siento la película en cuestión. Cada una de estas películas tiene un significado para mí. No son compromisos ni elecciones vacuas. Al contrario, expresan un momento, un deseo, una vivencia, un disfrute. Expresan todas algo. Desde las más superficiales a las grandes obras maestras. Mi acercamiento a ellas es totalmente personal, no tiene nada que ver con lo que hacen los críticos de cine que se fijan en aspectos más profesiona

Bullying

Así como Leon Werth reconocería de inmediato, en el inocente dibujo de su amigo, a una boa tragándose a un elefante, así la persona mayor que hoy es aquella niña, descubrió en la mirada del niño la misma sensación de desesperanza. Advirtió que, como ella, el niño no tenía donde volver los ojos. Reconoció su gesto, el movimiento de las manos y ese aire asustado de un pajarillo que vuela sin saber hasta dónde su vuelo.  Bullying. La niña nunca supo que existía esta palabra. Era una niña como otra cualquiera. Era graciosa, inteligente, estudiosa. Le gustaba leer. Le gustaba escribir. Le gustaba el teatro, los versos de Shakespeare y recitaba en voz alta sus obras. Paseaba por la calle y andaba a saltos, satisfecha, con las piernas muy largas y la melena al viento. Creía que era feliz. Lo era exactamente. En el colegio. En la calle.  En uno de sus años de instituto tuvo la mala suerte de encontrar la maldad, que existe, en alguien de su edad a quien la envidia corroía por dentro

El arte de lo cotidiano

Desde hace algún tiempo tengo en “ellas” mis principales referencias. Mujeres que escriben , podría titularse, por eso, esta entrada. Literatura escrita por mujeres pero no “literatura de mujeres” aunque hay quien se empeñe en calificarla así y aún de convertirla en algo secundario.  Coincidencia o convicción, encuentro en algunas autoras mi espacio literario más sentido, el sitio en el que puedo volcar mis ideas, mis pensamientos y mis emociones, sin temor a que resulten vanas, absurdas, inútiles. Creo que ellas han entendido la dialéctica que entablo cada día con mi propio corazón, ese juego dulce y fructífero en ocasiones y, otras veces, duro y casi inhumano. Sentirse, ser, estar con una misma. Las emociones, ese terreno árido que no conocemos, que nos pueden llevar al precipicio o a la gloria. La vida cotidiana, en contrapunto. Como si fueran dos paraísos distintos y distantes, imposibles de unirse en algún momento.  Yo sé que no es así. Sé que la vida transcurre co

Pero mi corazón no estaba allí

El enorme catálogo se despliega ante mí en esta tarde de primavera sevillana, fresca y con aire de poniente. El poniente es el viento que, tras entrar por la bahía de Cádiz, sube el Guadalquivir y refresca los cuerpos, rescatándolos apenas de esa calima sorda y exasperante. El catálogo, lleno de luces, de color y de fuego, muestra allí la pintura, casi toda, de Raoul Dufy, el artista a quien llamamos “fauve” y al que podíamos calificar de tantas cosas. La sala es azul. Abiertamente azul. El azul es el leit-motiv, el valor seguro, la melodía que recorre las paredes y revierte en los ojos y se abre como un caleidoscopio que entreviera todos sus matices. Es el azul el tono, la música, la idea, la fórmula, la magia, el sueño, la pregunta y la respuesta.  Allí, en una esquina, un grupo de personas, sin rostro ni identidad alguna, se mueve en un paso de baile pronunciado, al lado de la mar, el mar, azul de nuevo. Al fondo, los barcos balancean su casco al son de la marea. Las ol

Este rumor que siento...¿son tus labios?...

Para ti, que no sabes... Honda pasión o grito ronco, qué importa. En vano lo pregunto cada tarde. En desigual batalla se plantea la lucha entre el tiempo que perdimos y el porvenir que acecha sin que sepamos cómo. En qué forma o motivo llegará hasta nosotros la huella de los días....En qué cuerpo hallaremos el consuelo que alivie un cansancio de siglos... Será posible, si los dioses son benevolentes, encontrar una música que nos guíe y que abra nuestros oídos a la vida.... Abres el libro y lo comprendes todo. Abres tu corazón al mismo tiempo. Sientes que el miedo tiene su cauce exacto. Sientes que desvaneces la amargura. Sientes que ese paisaje que perdiste ya es tuyo, que está tan recobrado como el dolor de ahora. Es nostalgia, no sabes, o es querencia, o es fuego o es ardor que no consume el ascua milagrosa de los ojos, la mirada encendida de los labios.  Abres el libro y el poeta se desnuda. Se muestra entre las líneas como si pretendiera elevarte a un espac

Escribir es cosa de dos

El hombre llevaba un traje gris que le sentaba como un guante. Bajo la chaqueta asomaban protocolariamente los puños de la camisa blanca y el cuello bien ajustado, rodeado por una estrecha corbata negra. Era alto y muy delgado. Algunas hebras grises saltaban su pelo, de forma intermitente, pero su bigote aparecía lustroso, mostrando un sello de vitalidad desusada en aquel marco. Dashiell Hammett había llegado pronto. No sabía cómo, las horas, en ocasiones largas, se le habían pasado tan deprisa la noche antes. En el garito azul al que llegó pasadas las dos de la madrugada, halló a una rubia esplendorosa con los dientes salidos al estilo conejo, pero con un trasero apetecible.  No recordaba ya de quien partió la iniciativa pero la noche resultó provechosa. Bebidas, humo y mujeres, su ecuación más perfecta. Alguien, su agente quizá, lo metió en la cama a punto de evitar el colapso. Y, después de dormir muy pocas horas, se despertó de bastante mal humor. Allí estaba, por fin, en es

¿Sabes cómo silbar?

El set de rodaje estaba alterado. Hoy era un mal día. El director estaba de los nervios. Llevaban varias horas y aquello no tenía ningún sentido. Las tomas no salían y el actor estrella estaba desquiciado. Bien sabía que era algo que solía ocurrirle los lunes por la noche, tras un fin de semana ciertamente curioso, en el que se alternaban y ahora la palabra viene al pelo, botellas con libretos del guión. Mala cosa. La peluquera juró no volver a trabajar nunca más con este equipo. Era una profesional muy honrosa y dispuesta, así que acababa molesta cuando sus esfuerzos no se recompensaban.  Ningún tupé aguantaba varias horas. Por su parte, la script, la más joven del equipo y la recién llegada, lloraba intermitentemente. Seguramente toda la culpa era suya, que tenía un carácter depresivo y que se asustaba con facilidad cuando el actor y el director se enredaban a gritos. De aquello no podía salir nada nuevo, auguró un cámara veterano, curtido y en mil producciones de postín. A l

William y Miguel

Con más o menos exactitud se sabe que el día 23 de Abril de 1616 murieron William Shakespeare y Miguel de Cervantes . Que los dos genios más relucientes e indiscutibles de la historia de las letras murieran el mismo día o en fechas próximas solamente es una casualidad, un guiño de la vida, pero nos sirve para enhebrar un argumento que nos conduzca a su lectura, a su recuerdo y, sobre todo, al encuentro feliz con el libro, sea en el formato que sea. Ambos, William y Miguel, ofrecen, además de ese paralelismo indiscutible, otra diferencias sustanciales y sabrosas, que no es momento de ponderar aquí, en este pequeño homenaje a ellos y a quienes, como ellos, poseedores del arte de narrar, ofrecen su arte en forma de textos, de libros, de escritos, de historias, de poemas, a todos los que disfrutan y degustan ese placer de lo escrito. Tras la escritura, la vida del hombre cambió y nunca sería la misma. El sedentarismo trajo un nuevo concepto de la existencia y de la escritura, ademá

Elogio del mérito

La luz de Sevilla entra por todos y cada uno de los patios del gran edificio que albergó una industria de leyenda y que hoy es buque insignia de la Universidad. Un gran barco del saber en el corazón de una ciudad esculpida en los siglos de la historia. Es el espacio privilegiado en el que todavía pueden oírse, si prestas la atención suficiente, el eco de los viejos maestros.  Apagado el calor insoportable de los hornos, despejado el polvillo arenoso del tabaco en rama, lejos las mujeres de rompe y rasga con sus niños de pecho agarrados a la cintura, el edificio pervive sumido en la serena contemplación filosófica del paso del tiempo. Pero las voces siguen, no desaparecen, reposan en sus muros y reviven si eres capaz de atenderlas. Tantos años aflorando vocaciones, despertando talentos, azuzando el destello del saber...Tantos años, desde aquel pasado en el que la actividad más puntera de la ciudad precisaba nuevo acomodo y lo halló justamente en este lugar, entonces virgen y

"Torres de Malory" de Enid Blyton

Junto a mí, un voluminoso libro que la Editorial Molino publicó en 2013 recogiendo, nada menos, que todos los que Enid Blyton dedicó, con el título de "Torres Malory" a la historia de los seis cursos de este internado inglés para señoritas, transcurridas entre 1946 y 1951. Seis cursos, seis libros y, se supone, miles de vivencias para todas aquellas niñas que, en su día, los leyeron. Yo no estaba entre ellas, por razones cronológicas y en algún momento, creo recordar, hubo en mi casa alguno de esos tomos. Pero no fui lectora de "Torres Malory" así que ahora me he reencontrado con algo que nunca había conocido antes. Curioso, desde luego. Interesante, también. Amante de los libros como soy, he aquí una joya vintage que merece la pena comprar y leer. Quizá, también recomendar.  Pensando en esto he caído en la cuenta de que nunca he leído literatura de niños. Cuando era niña leía, desde muy temprana edad, a Agatha Christie, por ejemplo. Y algún diálogo de Platón

Cuento de primavera

Había un niño y un hombre, y el niño apoyaba la cabeza sobre una pared y al lado había una puerta abierta a algún lugar inesperado. El hombre no se veía, es decir, él era el espectador, él contemplaba al niño, pequeño, con la cabeza sobre la tapia.  De vez en cuando el sol se escondía y dejaba a oscuras la calle, serpenteando en el suelo la línea de la acera, moviéndose graciosamente la puerta entornada. El hombre recordó, porque el niño era pequeño y no tenía memoria, aquel cuento o historia, lo que fuera, oído no sabía dónde, acerca del sol y el viento. Resultaba que había una apuesta entre los dos sobre quien lograría quitarle la capa a un transeúnte, y, aunque el viento soplaba más y más fuerte, no consiguió que aquel hombre se quitara la capa. Bastó que el sol lanzara algunos de sus rayos para que el individuo se despojara de su prenda. Vaya con el sol, había pensado entonces, pero le alegraba, le gustaba saber que le había ganado la partida al astuto viento y no por la f

Todas las despedidas

Tuvimos una única madrugada. Un único almuerzo. Solo un aperitivo. Solamente una vez visitamos juntos una librería. Solamente una vez compramos libros. Una vez compartimos un taxi. Un único momento paseamos bajo la luz del sol. En una noche húmeda, estuvimos andando breves momentos.  Y, sin embargo, tenemos todas las despedidas. Nos despedimos continuamente. Cada palabra es una despedida. Adiós, hasta luego, adiós, me voy, tengo que irme, adiós, te dejo, adiós, tengo cosas que hacer, adiós, me llaman, adiós, suena el teléfono, adiós, hoy tengo prisa, adiós, hay que salir, adiós, el perro me reclama, adiós, está lloviendo, adiós, tengo mucho trabajo, adiós...Todas las despedidas han sido nuestras. Y nunca comprendemos por qué llegan, qué razón las impulsa, qué motivo. Vienen sin más. En suma, somos una legión de ellas. A cada instante, estamos despidiéndonos.  No te lo he dicho nunca. Tú no lo sabes. En realidad, no existe. Es algo que se intuye, pero que se rechaza, como si