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Jazmines en otoño

Jazmines. No en el pelo, columpiándose en una canción de ida y vuelta. No adornando el rostro de una chica, que camina sola en esta mañana de sábado. No sobre la mesilla de noche, en un pequeño recipiente de cristal para que perfume la habitación en la que se susurran palabras de amor. No en el porche, para ahuyentar con su olor denso y penetrante a los mosquitos. Tampoco en una moña que vende con desgana ese chico tan joven con aspecto de no entender casi nada de la vida. No. En el suelo. Los jazmines en otoño caen al suelo, vencidos por la fuerza del viento sur, por la urgencia de la lluvia que cae de forma intermitente y que, cuando se aleja, convierte el pavimento en un rosario de miguitas de pan, a base de jazmines que vuelan y lo alfombran. Cualquier cuento de hadas podría escribirse entre estos jazmines, cualquier detective sumaría a sus pruebas estas huellas blancas y ligeras que se desparraman por toda la acera en este día de otoño. Jazmines en el suelo. En otoño.

Sofía

“Dos mujeres“ La película que a mi madre la acercó a la Loren definitivamente. La que le proporcionó a Sofía un Óscar de la Academia, un BAFTA y el premio de interpretación femenina de Cannes, entre otros honores. En “Dos mujeres“ la vena dramática de Sophia Loren saltaba a la pantalla con toda su fuerza, de una forma directa que llegaba al corazón de aquellas mujeres, contemporáneas suyas, que sabían bien lo que era sufrir, lo que era tener necesidad, lo que era sobrevivir.  El éxito de “Dos mujeres“ catapultó a la Loren más allá de esa lista de guapas oficiales italianas, en la que estaban también Lucía Bosé o Gina Lollobrigida. Nada que ver. Sophia Loren saltó por encima de todas y se encumbró allá donde antes que ella ninguna otra italiana había llegado. Opuesta a la tormentosa imagen de Anna Magnani, pero cultivando también un prototipo de mujer fuerte, apasionada y llena de matices, su carrera cinematográfica ha estado a la altura del mito. La hija de Romilda Villani, su famosa

Mañana

Has entrado en la peluquería con los ojos callados y el cuerpo tenso. Aquello, sin embargo, te ha venido muy bien. Allí están Jessi y todas sus historias, las que cuenta con cara de sorpresa, lo que dice de su vida y de la vida de los otros, así que su charla te reconforta y ves que en todas partes se han cocido las habas. El peinado, perfecto, dice siempre. Tienes un pelo que se amolda a todo. Y el flequillo, quizás un poco largo. No. Le dices. Suelta las tijeras, deja que siga largo. Has salido de la peluquería con otra cara nueva, quizá por el peinado, quizá por las sonrisas, quizá por los afectos. Y al lado, allí, muy cerca, en la cafetería, te has encontrado con ese colega que, en varias ocasiones, te ha invitado a salir y siempre te has negado. Una primera cita que te hace sentirte un poco rara. Porque hace tiempo que no vives una primera cita. Y porque las primeras citas pueden ser las últimas si la cosa no marcha. En fin. Aquello está vacío. Todavía hace calor, la gente

Septiembre

Lo encontré de repente en una librería, una de esas librerías grandes que tienen de todo y en las que los dependientes usan ordenadores para encontrar los libros. Él estaba en un rincón, allí donde se apilaban las novelas de ciencia ficción, un rincón al que yo nunca me habría acercado. Si no fuera porque lo descubrí a lo lejos. Era septiembre, todavía hacía calor, aunque a esa hora, cerca del cierre ya, la temperatura permitía estar en la calle y olvidarse unas horas del aire acondicionado. Llevaba puesto un pantalón vaquero y una camisa blanca. Pero reparé en seguida en su presencia, ahora entiendo por qué, entonces fue solamente una intuición. Yo rebuscaba libros buscando a mi autora favorita pero no hallaba nada. Y me sorprendí parada, suspendida en el aire, mirando a ese desconocido, sin apartar la vista de sus movimientos. Se movía muy despacio, tocaba los libros, los hojeaba, los abría y cerraba, pero lo hacía con una parsimonia distinta a mi nerviosismo. Nadie allí estaba tan

Y aquí tienes a un hombre que te ama...

Parece ser que fue el poeta inglés Robert Browning el que dijo esa frase, o la escribió quizá, a Elizabeth Barrett, su amor y también poeta. Puede que no sea una frase estrictamente, sino un verso, que no es lo mismo, aunque se le parece y hay frases que merecen ser versos. En todo caso, cualquier mujer querría oír esas palabras de labios de aquel a quien ama. Reciprocidad. Esa es una cuestión nada baladí. La poesía es, seguramente, la forma más limpia, la más libre, la más verdadera, de expresión escrita. El poema nace inesperadamente, cualquier situación puede provocarlo, lo que no quiere decir que no tenga sus reglas, interiores y exteriores. Pero creo desde hace algún tiempo que escribir poesía requiere de un talento especial y que no vale forzar los metros y las rimas, intentar pillar el ritmo o reproducirlo, añadir figuras literarias, metáforas o seguir la senda de otros. De todos los talentos del escritor este de la poesía es el mayor de ellos. “Por parecer que tengo de poeta l

Gente de cine. Memorias. Biografías.

Confieso que me gustan las biografías. Incluso la de una persona anónima tiene un interés especial. El interés de la realidad. Alguien puede pensar que eso es cotilleo, pero se equivoca. Mi interés obedece a que considero a las personas como lo más importante. El estudio de la naturaleza humana es, a la par de entretenido, sumamente instructivo. Aprende uno de los demás y, sobre todo, de sí mismo. Porque, como afirmaba mi vieja amiga la señorita Marple, la naturaleza humana es la misma en todas partes. Y así lo creo yo también.  Confieso que me gusta el cine. No es que me guste, sino lo siguiente, usando una frase que ha hecho fortuna en algunos medios televisivos. Me gusta, lo necesito, lo amo, me llena, me entretiene, me hace feliz. Mi vida y el cine son partes que no se pueden separar. Como tampoco me puedo separar de los libros. Pero una madre cinéfila, una educación cinéfila, muchos amigos cinéfilos, un hijo cinéfilo, todo eso da lugar a una rara ecuación pasada por el Séptim

Fitzgerald, Penélope

La Editorial Impedimenta ha hecho un rastreo sobre la obra de Penélope Fitzgerald y ha publicado, al menos, tres de sus libros. Los tengo aquí al lado mientras escribo. Si hay alguno más en estos momentos no los recuerdo. Las ediciones de Impedimenta son preciosas. Traen una sobrecubierta en color negro enmarcando la portada, blanca y con la repetición del motivo en la pasta propiamente dicha. Son bonitos, bonitos, libros para leer y guardar. Por eso prefiero el papel al ebook, no hay color en lo que se refiere a la estética.  Penélope Fitzgerald nació en 1916, hija de un editor y se formó en los colegios más caros de Oxford. Hablamos de una élite cultural que poco tenía que ver con la generalidad de la vida de las mujeres de su generación, ni siquiera de las que tenían posibilidades económicas. Seguramente todo ello contribuyó a que tuviera un punto de vista tan especial acerca de las cosas, algo que se traslada a su escritura de forma indudable. Se trataba de una familia en la q

"Ruth" de Elizabeth Gaskell

A Elizabeth Gaskell la descubrí hace unos años. Fue un gozoso descubrimiento, similar a lo emocionante que me parecía cuando, en una estación de tren o de autobús de las que recorrí en mi época viajera, hallaba inopinadamente una novela de Ágatha Christie que no había leído o que no teníamos en casa. Eso era casi un milagro porque las buscábamos y leíamos todas. Desde El misterioso caso de Styles hasta Telón , pasando, claro, por las novelas que escribió con el nombre de Mary Wesmacott, su autobiografía y, más recientemente, el libro sobre los cuadernos que recogían sus anotaciones para las novelas. Lo de Elizabeth Gaskell fue un amor más tranquilo, menos pasional, pero igualmente perdurable. La conocía y la adopté para siempre como una de mis escritoras, uno de mis escritores, si me entendéis.  Ella es novecentista, desde luego. Ese glorioso XIX de tanta creación como convulsiones sociales. Londinense de 1810, fijaros, de los años en que en Cádiz se reunían las Cortes Liberal

Georges et Philippe

La editorial dÉpoca está llevando a cabo un rescate meritorio de obras literarias olvidadas. Obras que, en la mayoría de los casos, tuvieron enorme éxito en su momento pero que el paso del tiempo ha borrado de la memoria y de los anaqueles de los lectores. En el caso de esta obra que comentamos hay que destacar una circunstancia. Su autor, periodista y novelista, contemporáneo de Zola y del naturalismo, tuvo que convivir con el amor de los públicos y la hostilidad de los críticos, que rechazaron su obra porque la consideraban anacrónica. Esto de la crítica daría para mucho. En cuántas ocasiones esa crítica aniquila la labor literaria, o, al menos, la oculta, la ningunea. Para nuestro autor eso tuvo que ser difícil. En todo caso no le impidió gozar al menos veinte años del favor de los lectores y de su fidelidad, así como dedicarse en serio, de manera profesional, sistemática, al oficio de escritor.  Bueno será, por tanto, dedicar esta entrada a la memoria de quién ha estado sepult

Una biografía

“Jane Austen. Una vida“ Claire Tomalin. Editorial Circe. Traducción de Beatriz López Buisán.  Junto a mí, en este verano tan atípico en el que pocas cosas son las que eran, está este libro, en cuya portada aparece la imagen antigua de Jane Austen, según el dibujo que hizo de ella su hermana Cassandra Austen. Una mujer de su tiempo, tocada con una especie de cofia rizada, un vestido de corte imperio, como era la moda entonces y una blusa de manga corta con el cuello atravesado por una cinta de ribete. Jane Austen, que vivió entre los años 1775 y 1817, no era, sin embargo, exclusivamente, una mujer de su tiempo. Más bien, era alguien que se adelantó, que vislumbró o que imaginó otra forma de relacionarse, otra forma de vivir. Quienes han leído su obra de forma superficial puede que se hayan quedado solamente con las bodas, los amoríos o los ritos sociales que narra. Pero hay más. Mucho más. Y lo que hay es de interior, es de sentimiento y de emoción, de cómo enfrentarse al

Cómo quisiera...

Es la hora indecisa de la primera madrugada. El escenario está vacío. Aparece iluminado con luces indirectas y un foco central que baña el centro. Es un pequeño bar de karaoke en ese tiempo del fin de semana en el que los amigos ya se han reencontrado, los nuevos amores se han visto y las parejas se han besado demasiadas veces. Todos allí se conocen. Todos son gente amiga. Por eso te han pedido que cantes, que subas a ese escenario en semioscuridad y les cantes una canción de esas que te gustan. Una canción de Maná, por ejemplo. Cómo quisiera, por ejemplo.  Has dicho que sí después de muchos ruegos. Quizá te gusta que te insistan o, quizá, no estés tan segura de ti como aparentas. Quizás te has fijado en algún chico y quieres impresionarle. Quizás lleves dentro de ti algo parecido a un amor sin futuro.  Y lo haces. Subes al escenario. Frente a ti la pantalla rutilante con las letras en rojo, para evitar que te equivoques como tantas otras veces. Alrededor de ti, las sonrisas,

Divertidos e insatisfechos

Hay un delicioso libro de Margaret Wade Labarge titulado "Viajeros medievales. Los ricos y los insatisfechos", editado por Nerea en el que se cuenta cómo la clase adinerada de la Edad Media, lejos de permanecer estáticos en sus dominios, fueran estos los que fueran, viajaban con frecuencia, por motivos diversos: religiosos, militares, políticos, pero también por diversión, sed de conocimientos o de aventuras. Por supuesto, hay algunas cuestiones que diferencian con toda claridad este tipo de viajes y a este tipo de viajeros con respecto a lo que tenemos entre manos hoy día. Para empezar, solamente viajaban los ricos. Y, en segundo lugar, esos viajes se hacían en condiciones de comodidad cero desde nuestro punto de vista. He leído muchas veces la distinción que hacen algunos entre viajeros y turistas, algo que tiene matices, pero con la que puedo estar de acuerdo. Me parece, no obstante, que el turista es un invento muy actual, algo que no ha comenzado a existir hasta que no

Emma o la sensibilidad

De todas las novelas de Jane Austen quizá sea "Emma" la que revela mayor madurez en su autora. Una madurez que se refleja en la mirada comprensiva y serena que lanza sobre el mundo que describe, incluso en lo que se refiere a los personajes más antipáticos. Tenía cuarenta años y su publicación se produce un año antes de morir. Me he preguntado muchas veces que tienen las obras de esta autora para que me hayan producido una impresión tan honda. Una impresión que se mantiene en el tiempo y que da lugar a que sea capaz de leerlas y releerlas con placer, descubriendo siempre matices nuevos, cuestiones en las que no había reparado antes. Ya he comentado alguna vez que mi novela favorita es "Orgullo y prejuicio", pero, detrás de ella, sin dudarlo, está "Emma". Ambas son las dos mejores novelas de Austen y a ellas uniría "Sentido y sensibilidad" cerrando su trilogía de grandes obras. Las otras que escribió me interesan menos y me dicen menos. En realid

"Escritos políticos" de Thomas Jefferson

Esta es una recomendación de lectura que puede sorprenderos pero que os gustará si vuestros intereses están en entender el mundo en que vivimos. Porque todo lo que se escribe y sirve para reflexionar sobre el pasado es una forma de arrojar luz al presente. Y nos hace mucha faltita esa luz, como diríamos en Cádiz. El libro se llama "Escritos políticos" y lo escribe nada menos que Thomas Jefferson, quien fue un personaje de importancia cenital en la conformación de ese país que hoy conocemos como EEUU. Jefferson (1743-1826) fue un político, abogado y arquitecto que había nacido en una familia de plantadores poco acomodados de Virginia. En sus cincuenta años de vida activa, fue representante del estado de Virginia en la convención de 1776, cuando se redactó la Declaración de Independencia. También fue gobernador de Virginia, coordinador de la comisión de reforma legal de este estado, embajador en París, ministro y vicepresidente y, por fin, a partir de 1800, tercer presidente d

Lita y Nené

Mi amiga Milagros ha llevado a cabo estos días un acto heroico: me ha prestado un libro. Hace años que no presto libros y, si lo hago, el receptor o receptora me firma un Recibí en toda regla, en el que, a modo de contrato, se compromete a devolverme el libro si no se quiere aventurar a sufrir toda clase de castigos. Es lo que hay. Mi biblioteca es sagrada y eso de que os preste un libro y os lo quedéis por la cara, como que no. Mi amiga Milagros es un poco heroína porque, ya os digo, me ha prestado un libro. El libro está escrito por dos mujeres y un hombre. Al hombre solamente le han dejado escribir el prólogo y se ha conformado con eso, lo cual que es un punto muy a su favor. Está bien escrito ese prólogo, la verdad, pero en él denota su condición inevitable de sevillano porque llama zaguán a lo que, en Cádiz, es casapuerta. Salvado este pequeño detalle, todo correcto. Bien, José Ignacio Artillo Pavón. El resto del libro es cosa de mujeres. De dos. Lita y Nené. Una hab

Coplas

Un par de veces he escrito sobre Julio Romero de Torres en la revista "Sevilla Flamenca", cien números y un adiós definitivo hace años, pero un buen caudal de textos y de imágenes para la historia del flamenco. Fue en una serie dedicada al flamenco y las artes, cuyo artículo inicial, el de cabecera, se publicó en "Litoral" la legendaria revista creada por, entre otros, Manuel Altolaguirre, uno de mis poetas. Romero de Torres carga con la cruz de ser tan conocido y de estar tan reproducido en toda clase de formatos que parece un pintor más, un imitador de sí mismo. Pero, si te adentras en su universo, descubres otras cosas. Y puedes hacerlo, está a tu alcance, porque hay mucho escrito sobre él y, además, están sus cuadros, en Córdoba sobre todo, aunque fue preciosa la exposición del Thyssen de Málaga que pudimos ver en Sevilla no hace mucho. Mujeres rubias donde todo parecía hecho para las morenas.  Pues bien, tiene Romero de Torres un cuadro que estudié en mis

La visita de la Princesa

El 21 de noviembre de 2008 no hubiera creído que, cinco años y medio después, nuestra visita de ese día se convertiría en Reina de España. Pero así es. Y, por ello mismo, los ecos y los recuerdos, las imágenes, las palabras,todo adquiere una nueva proyección, una actualidad, un interés distinto. Por eso, comparto con vosotros lo que fue aquella visita, lo que la motivó y cómo se desarrolló. Algo que, hasta ahora, no he contado nunca.  La invitación partió de mí misma. Nada de organismos oficiales, ni Ayuntamiento, ni Junta de Andalucía. Pura y llanamente una idea que surgió cuando las obras de nuestra preciosa biblioteca, por fin, estaban listas. En aquel momento dije que la idea me la habían sugerido unos alumnos, pero no era verdad. Quise evitar protagonismos desde el primer momento.  La invitación fue sencilla. Una carta dirigida a la Zarzuela. Nada más. Sin enchufes ni recomendaciones. La respuesta a esa carta me hizo entender que era más fácil comunicar con la Casa Real que c

La huella de unas manos

Mi Rosebud, mi paraíso inalcanzable, existe. Es una salina, un espacio húmedo y cuajado de caminos de tierra y de agua salada, junto a la que se halla un fuerte casi destruido, recuerdo de la época de Napoleón, que, en los lugares de mi infancia, dejó una huella muy profunda. Es el uno de enero de cualquier año y hace frío, aunque el sol está brillando en las primeras horas de la tarde. Allí estamos todos los hermanos con mi padre, porque ese es el único día del año en el que no trabajaba. El resto, todos los días, festivos, lluviosos, azotados por el calor, por la mañana, la tarde y la noche, mi padre trabajaba para que todos nosotros, sus nueve hijos, tuviéramos casa, comida, ropa, colegios y libros.  En la salina el aire es muy denso y huele a verdín, a mar azulado y trepidante, a merienda recién preparada. Mi padre es delgado y de mediana estatura, con un fino bigote muy cuidado. Lleva una camisa blanca de manga larga (nunca usó mangas cortas) y se mueve entre los restos de la

La fiesta de los libros

Escribo sobre la próxima semana del libro, justo el día en que nos llega la muerte de Gabriel García Márquez, a los 87 años llenos de vivencias y de literatura. Todos los periódicos se hacen eco de este acontecimiento doloroso, pero inevitable, sobre todo porque Gabo llevaba mal bastante tiempo. Es la vida. Sus libros seguramente adornarán todos los stands de las ferias del libro que en primavera, en abril, florecen. Aquí, en la provincia de Sevilla, hay dos fundamentales, la de la capital que es en mayo y la de Tomares, que es la semana que viene.  Me gustan muchísimo las ferias del libro. Pasear entre los stands, tener la ocasión de hojear libros y libros. Ver a los autores, oírlos, llevarnos su firma en el libro que hemos comprado. En los stands de las librerías y editoriales los libros se colocan primorosamente para llamarnos la atención. A mí me gusta reconocerlos. Ver, en las novedades, que eran libros que ya sabía que existían, que los he leído o que tengo datos porque los

Otra primera vez

Cuando alguien nos falta, alguien que verdaderamente nos importa y nos duele, el paso del tiempo se convierte en una sucesión de primeras veces de ausencia. La primera nochebuena, la primera navidad, la primera nochevieja, los primeros reyes, los primeros cumpleaños, el primer verano...Recordamos sin poderlo evitar las cosas que hacíamos antes, pero nos cuesta, cuesta trabajo imaginar y volver atrás la mirada, porque el vacío es muy hondo y ni siquiera nos está permitido tener a mano, a flor de piel, las vivencias antiguas. Es difícil recobrar las sensaciones, los olores, los sonidos, cómo nos sentíamos, cómo éramos.  Esta que ahora comienza, en este día esplendoroso del Domingo de Ramos, en el que, si no estrenas se te caen las manos y si estrenas te condenas, esta Semana Santa que ahora empieza, es la primera sin ti, ya lo sabes.  La primera Semana Santa en la que hay que buscar cosas que hacer para rellenar los huecos de la conversación, las salidas, las compras...En el Dom