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Baile a la luz de las velas

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(Pintura de Jack Vettriano) Ocupar el ocio es una de las prerrogativas de las sociedades avanzadas. Cuando uno tiene asegurada la supervivencia, no tiene que ir a cazar animales para obtener pieles ni alimento, cuando la vida sigue su curso organizadamente, entonces nos encontramos con que hay tiempo libre que llenar.  Los personajes de Jane Austen tienen en su mano las diversiones normales de la gente como ellos en el tiempo en que vivieron. Jugar a las cartas; conversar; hacer visitas; jugar a los juegos de palabras; a las adivinanzas, o a las charadas; bailar; salir a cenar fuera; hacer una excursión al campo; asistir a una velada musical; tocar el piano…; coleccionar acertijos... Bailar a la luz de las velas era una de las más atractivas distracciones para cualquier joven. Cuando los señores Weston (en "Emma") quieren agasajar con un baile a Frank Churchill, dado que su casa es demasiado pequeña, deciden comprobar las condiciones de “La Corona”, una es

El vestido

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El vestido llevaba muchos días colgado en el armario. Perfectamente planchado y colocado en su sitio. Sin nada que estorbara sus volantes bajos estilo años 20. Sin que su color rosa maquillaje, suave, tierno, se viera afectado por el sol del estío que entraba por la ventana del dormitorio. Era un vestido dispuesto para ser feliz. Un vestido reidor. Un vestido que llevaba escrita la palabra "encuentro". La palabra "cita". La frase "quiero mirar tus ojos junto al río". Ella se enamoró del vestido nada más verlo. Y así lo tuvo presto para ese momento, del final del verano, allá por el mes de septiembre, en el que descubriría con él a un hombre lleno de dulzura, un hombre tierno, un hombre al fin y al cabo.  Los días pasaron y las noches. Las palabras ardieron en pavesas. El final del verano dio paso al otoño. El río desdibujó su perfil y ya no tuvo esa firmeza etérea de los amaneceres ni tampoco la fuerza rotunda de las noches. El vestido se agostó

Me pesa tanto el corazón...

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Opción 1: Amor mío. Perdóname por escribir estas palabras. No creí que fuera capaz de hacerlo. Sé que te extrañará leerlas, que no las esperas y que querrás que no hayan sido escritas. Pero me pesa tanto el corazón que tengo que aligerarlo y decirte que, a pesar de que lo he intentado, no he podido dejar de amarte nunca.  Opción 2: Querida....Lo he intentado, créeme. He buscado la forma de quererte a mi manera. Pero no existe o yo no la he hallado. Y por eso, porque no puedo responder a tu sentimiento, hoy te escribo que me marcho, que no volveré y que me pesa tanto el corazón que debo separarme de ti para siempre.  Opción 3: Escríbela tú mismo, tú misma. Es tu vida.  (Imagen de Jack Vettriano)

Nunca contigo

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Has llenado la bañera casi hasta el borde. El agua está muy caliente. Lo necesitas. Has colgado el teléfono y le has quitado el sonido. No quieres oír su voz, total va a mentirte. Has encendido un cigarrillo que no vas a fumarte. Por enésima vez has decidido dejar de fumar. Aunque dentro de poco volverás a las andadas. Has llenado una copa de cava y te has sumergido en el agua, con el pelo suelto, sin desmaquillarte, con los labios rojos y las uñas pintadas.  Estás pensando. Tu instinto te dice que te ha utilizado. Que toda esa parafernalia que a ti te ha llegado al corazón es pura dinamita, pensada únicamente para lograr un objetivo. Y el objetivo no eres tú, no es nada tuyo. Eres un instrumento nada más. No quiere poseerte. No quiere tu cuerpo, ni tu alma. No quiere tus ojos, ni tu boca. No quiere tus manos ni tu piel. No quiere nada tuyo. Eres un instrumento, como tantos otros.  Has sentido un dolor indefinido clavado justo en un costado, a un lado de la espalda. Como si

Ella está sola

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Mira sin ver a través de los visillos de blanco tul, con un pequeño frunce que los hace más ligeros y flexibles. Es una amplia ventana. Un ventana blanca, como blanco es el alféizar y como blanca es la pared. Y blanca, limpiamente blanca, la suave tela que cubre el asiento en el que ella descansa. Estática, quieta, la mirada fija en un punto inexistente. No observa lo que ocurre, recuerda lo que siente. Mira hacia dentro. Hacia un punto de su corazón que ahora mismo sangra. Una punzante herida que se ha abierto cuando menos lo esperaba. Una herida que se infringe sin querer, quizá, pero con saña. Su corazón sangra y sus manos sostienen, indiferentes, una taza de café que nadie beberá. Lo espera. Lleva esperando muchas horas, años quizá. Lo espera, pero sabe que nunca llegará. Que una tela de araña, espesa y persistente, nublará su conciencia y lo alejará de este lugar del mundo en el que ella se sienta, paciente, a esperarlo. Cruza las piernas enfundadas en sus medias negras, sus p

Y llegarás a casa

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Es igual, qué más da. Tómate todo el tiempo del mundo. Está ahí, lo tienes a tu lado. En torno tuyo. No hay nada que interrumpa esa secuencia de horas y de minutos en la que estarás sola. Nadie te llamará. Nadie dirá que tienes un color tan hermoso de piel que brilla cuando el sol se asoma a tu ventana. Nadie te besará la comisura de los labios y aspirará tu olor. Nadie venderá ante ti su belleza para que tú la sorbas a tragos largos. Nadie te espera. Y llegarás a casa a tiempo de todo. Lo que tienes que hacer no tiene horario. Llegarás y allí te sentarás tan sola como antes. Tan perdida que no sabrás si estás dentro o estás fuera. Porque no hay ningún sitio en el que olvides. Porque no hay ningún hueco en el que puedas esconderte, aunque quisieras. Y llegarás a casa y allí te esperarán los recuerdos de un tiempo que escribiste con letras que no existen. Y llegarás a casa y tocarás tu cuerpo sin reconocer apenas que fuiste una flor que se abrió en otras manos.  (Imagen de Jack V

Si te regalan rosas

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Si te regalan rosas que no sea por agradecimiento. Que no sea para decirte que eres buena persona, para recordarte que fuiste generosa en un momento. Si te regalan rosas, que no signifiquen que tienen pena de observar tu mirada asustada, que se compadecen de tu cuerpo desnudo de abrazos, que tienen consideración por tus amargas lágrimas. Si te regalan rosas que no sea porque hiciste algún favor, porque te asomaste el abismo solo por alguien, porque guardaste tu corazón debajo de un zapato. Si te regalan rosas, que no sea por rutina. Que no sean por un día señalado. Que no sean por costumbre. Que no sean por obligación. Si te regalan rosas que no sean para expresar que tienen miedo de perderte, que no sean para retenerte si no quieres estar, que no sean para evitar que compartas tus sueños. Si te regalan rosas, que no sean por orgullo, que no sean por desidia, que no sean por desdén, que no sean por costumbre, que no sean porque quieren engañarte con un perfume inexistente. 

Ferias

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  Una vez estuve en la feria de Guarromán, que se llama del olivar y yo entonces no lo sabía. Llevaba un vestido precioso que me había hecho mi madre, tan habilidosa siempre para todo, tan creativa. Ella y yo éramos diseñadoras y costureras a la vez, estilistas incluso, porque inventábamos formas y combinaciones que todavía no se le habían ocurrido a nadie. El vestido era naranja y tenía unas pequeñas flores a modo de ramilletes. Llevaba un gran escote de barco que hacía la pequeña manga, un poco caída nada más sobre los hombros. Y en la cintura, antes del despliegue fastuoso de la falda, una cinta de raso de color violeta. Era un vestido increíble. Ahora que lo pienso, también era maravilloso aquel de bambula en color lila, con unos tirantes súper finos, la cintura marcada, la falda espectacular y algo que ideamos entre las dos: un chal de gasa del mismo color. Y...podría enumerar un montón de vestidos durante la infancia y la adolescencia que mi madre llenó con su imaginación y su ha

Esa verdad

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  Durante casi dos años estuvo viviendo en un vaivén que no sabía descifrar. Toda su vida giraba en torno al misterio. Y el misterio se organizaba en una sola frase: “¿Qué soy para él?” Esa frase era un tormento. Aparecía y desaparecía sin poderlo evitar. Una y otra vez. Como las olas que vuelven a la orilla, la arrasan y desaparecen. En ocasiones, la apariencia la llevaba al conformismo, incluso a una gota de felicidad bastante incierta. Pero la mayoría de los momentos eran turbios. Como si en una botella de cristal el agua se mezclara con una gota, solo una gota, de cemento, y convirtiera esa masa en algo viscoso y gris, sin limpieza, oscuro.   La única verdad interior estaba en su sentimiento. Ella lo amaba. Era un amor sin condiciones. Sabía que él no merecía ser amado. Sabía que era egoísta, de proceder engañoso y que su egocentrismo superaba cualquier cálculo. Pero daba en pensar que la culpa no era suya, que todo se debía a una crianza imperfecta, a una niñez triste con una mad

Cada día

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Como si Bridget Jones cruzara una ciudad plagada de asfalto, con aguas que apenas crean surtidores, sin tiempo para la esperanza ni huella de otros hombres que antes la vivieron, la vemos caminar cada día con ese gesto único de no saber si quiere estar allí o lanzarse a una aventura incierta. Su vestido impecable, la espalda recta, el bolso al hombro como si no pesara, el sombrero que quiere cubrir parte del rostro, un rictus en la boca, un gesto de las manos.... Todo parece estar medido en ella, a modo de cuadrícula, una línea trazada a escuadra y cartabón, una estructura anclada en el espacio, una obra arquitectónica, aunque efímera. La vemos avanzar sin preguntas. Seguro que tampoco hay respuestas. Es el silencio pleno y absoluto. Una imagen que no quiere decirnos las cosas que ha guardado tan dentro desde siempre.  (Imagen de Jack Vettriano)

"Recado original" de María Sanz

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  María Sanz (Sevilla, 1956) acaba de publicar un nuevo libro de poemas. Viene de la mano de Lastura Ediciones, que ha cuidado el envoltorio tanto como María ha cuidado el contenido. Una preciosa portada y su correspondiente marcapáginas, son la carta de presentación de un libro que ha sido trabajado delicadamente y que incluye poemas memorables. Para leer en noviembre, el mes de la poesía, el de las ausencias, las melancolías, las búsquedas.  Los libros de poesía se leen rápidamente y también muy despacio. Después de esa primera lectura transversal que pone sobre la mesa los asuntos, entra el deseo de ahondar, de sentir el ritmo tal y como se ha expresado, de conocer la música de los poemas, de adentrarse en los primeros versos, tan definitivos y en los últimos versos, tan ciertos. Así la intención está en la cita que abre el libro, Machado, sobriedad y lejanía de lo leve. Y en el primero de los poemas, numerados, sin títulos, está ya el verso que anuncia el conjunto: "Ahora sólo

"Agosto es un mes diabólico" y "Noche" de Edna O´Brien

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Este es un librito de unas trescientas páginas que contiene dos historias escritas por Edna O´Brien con un denominador común: el erotismo. No deja de ser extraordinario que una persona con la educación estricta que recibió en su Irlanda natal sea capaz de expresar de una manera tan certera, tan abundante de detalles, tan potente y vívida, la relación erótica entre los hombres y las mujeres. Podría una preguntarse cómo es esto posible y habría que recurrir a una respuesta ya conocida: la Verdad, por un lado; la Imaginación, por otro, conforman una estructura capaz de reflejarlo todo si se tiene talento para ello. La vida de Edna O´Brien tuvo tanto de represión como de libertad y esa conjunción de elementos juega a su favor. A eso se une la capacidad de recrear emociones, sentimientos, deseos, pasiones y situaciones concretas que debe a su indudable y poderoso talento literario. Por eso en toda su obra las escenas eróticas tienen, a la vez, delicadeza y estremecimiento. Es muy d

Siente la música

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Sonaba la canción. Sus notas parecían de papel. Tenían sonidos que arañaban el corazón. Decían palabras prohibidas. Frases que ella nunca podría pronunciar. Frases que se ocultaban detrás de la pantalla de las cosas cotidianas. Ella sabía que solo había una forma de explicar aquello sin sentirse descubierta. Las canciones. Por eso escogía canciones con letras de amor y envidiaba a los cantantes, porque pronunciaban "te quiero", la frase mágica, con naturalidad. Ella quería decirle cuánto lo quería, decirle cuánto lo echaba de menos, cuánta necesidad tenía de oír su voz. Quería contarle que lo quería más que a sus ojos, más que a su vida, más que al aire que respiraba. Pero no podía hacerlo. Él había decidido, por los dos, que el castigo a su amor inmenso sería la ausencia. Y así se hizo.  (Imagen de Jack Vettriano)