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Mostrando las entradas etiquetadas como Tamara de Lempicka

Tamara de Lempicka: frío glamour

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  Tan espectacular en sus posados fotográficos como en su obra Tamara de Lempicka es una de esas artistas que se reconocen sin ser un experto en arte. Su estilo es, lo que se llama, inconfundible. El art-déco pasado por un diálogo con el color que nos trae vigorosos verdes, azules, rojos y anaranjados, puestos al servicio de la sensualidad femenina y de espectaculares puestas en escena. La mayoría de sus cuadros tiene a las mujeres como protagonista y ella misma aparece en extraordinarias poses captadas por eminentes fotógrafos.  Aunque no fue fácil que su pintura tuviera reconocimiento, cuando lo logró ella fue muy consciente: “Fui la primera mujer que hizo pinturas claras y evidentes; y ese fue el secreto del éxito de mi arte. Entre cien cuadros, es posible distinguir los míos. Y las galerías comenzaron a ponerme en sus mejores salas, siempre en el centro, porque mi arte atraía al público”.  Su biografía es tan exótica como sus cuadros. Ella ocultó datos sobre su lugar y fecha de nac

Verde Tamara

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  Siempre que veo un cuadro de Tamara de Lempicka me viene a la cabeza una historia. Como las mujeres de Modigliani, las suyas tienen esa leve inclinación de cabeza que las hace parecer vulnerables, aunque sean más robustas y consistentes. Pero la cabeza inclinada es una delación de su interior. Están expuestas. Y luego surgen los colores como una forma brutal de compensación. Colores estallantes, que vibran con el movimiento del sol y que hacen que el cuadro cambie según lo mires, según caiga la luz. Néstor Almendros hablaba del juego de la luz sobre las escenas y cómo estas se convierten en otra cosa dependiendo de cómo las ilumines. Podía verse con toda exactitud en "Kramer contra Kramer" donde la vulnerable madre siempre se recostaba sobre fondos opacos y el padre tenía detrás todos los artilugios de cocina porque debía representar la fortaleza. Luego se invierten los papeles pero la luz sigue ahí, vigilante, siempre presente.  En el Retrato de Arlette, Tamara deposita to

Mujeres, hombres y trending topic

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Nadie mejor que Tamara de Lempicka con esta mujer de rojo que resulta ser Mrs. Bush y que se pintó en 1929, el año del Crack, para ilustrar este post en el que quiero hablar de mi estado de estupor ante algunas cositas que, dicho en roman paladino, claman al cielo.  De manera que se extiende sobre la faz de la Tierra una cruzada feminista según la cual hay que andarse con cuatro ojos para no convertirse una misma en objeto. Al revés que los perros (no sé si también otros animales) que han dejado de ser cosas (y bien está, porque, pobrecitos, merecen que se les trate con todo el cariño), ahora las mujeres podemos ser cosas en cuanto nos descuidemos. Y tiene sentido porque hay barbaridades que siguen ocurriendo avanzando ya el siglo XXI y mucho por hacer y por cambiar, aunque nos creamos que lo hemos conseguido.  En dirección contraria está la cruzada antifeminista que dice que los hombres pueden molestarnos e insistirnos, que eso está bonito, que todo lo del feminismo es una cuchufleta,

Dime que no fue un sueño

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(Mujer durmiendo. Tamara de Lempicka. 1935) Toda la pesadumbre en su postura. La hilera de personas sentadas lo precedía. Al final, su figura se hundía como si no pudiera erguirse, de tanto pesar como soportaba. Llevaba un traje oscuro y, al acercarse ella, la tomó para sí, la abrazó fuertemente. El abrazo duró muchos minutos. Ella tenía su mano derecha en el cabello del hombre, un pelo reconocible y denso. Oscuro y mezclado con hebras plateadas, hermoso, sencillo, acogedor. La otra mano oscilaba en su espalda queriendo decirle, quizá, estoy aquí, o, tal vez, simplemente, te quiero.  Tan fuerte fue el abrazo, tanto tiempo duró que, por momentos, parecía realidad. Podía sentir su presión en la espalda, podía notar su olor, su respirar cansado, su tristeza. Era una tristeza con nombre, con sonido y con una espesa nube a su alrededor. Él no podía evitarlo, aunque lo había intentado mucho tiempo. Pero en el abrazo de ella encontró la forma de descansar, de depositar, siquiera