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"Bassett" de Stella Gibbons

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Stella Gibbons (1902-1989) , en la imagen, es una escritora imprescindible. Lo que no deja de resultar paradójico si tenemos en cuenta la fecha tan reciente de sus traducciones al castellano. Los cinco libros que he leído de ella han sido publicados en España por la editorial Impedimenta , responsable de la recuperación para los lectores españoles de una buena cantidad de escritores casi desconocidos, la mayoría de ellos en la franja de los siglos XIX y XX. En el caso de Stella Gibbons su vida es casi tan entretenida y original como las historias que cuenta. Nació en la ciudad de Londres y su familia tenía, en sí misma, elementos suficientes de inspiración como para escribir varios libros.  Excéntricos y complicados. Ella misma se puso a estudiar periodismo, algo no habitual en las jóvenes de la época, y se quedó huérfana muy joven, pues ambos progenitores murieron en 1926. En las fotografías que se conservan de ella tiene ese aire tan inglés, de persona discreta y elegante, que

Érase un cortijo

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Pá mi ya no hay soles, luceros ni lunas no hay más que unos ojos que mi vía son... ("Ojos verdes") El retrato de la dueña de la casa, una mujer estirada y seca, presidía el salón, con una mesa verde que se abría y cerraba, suelos de mármol gris y una chimenea. Parecía una casa inglesa, de esas que están en la campiña y que se rodea de puertas-ventana para poder salir y entrar sin ser visto. Una casa típica para que sucedan crímenes o para que haya amantes desesperados. El edificio era enorme y las dependencias se amontonaban unas con otras sin orden arquitectónico ni criterio. Simplemente se habían ido construyendo según las necesidades. Un poco como las granjas de Stella Gibbons. También los personajes tenían un aire estrafalario muy parecido, quizá no tan grotescos como los Starkadder pero sí extraños. Gente muy callada, tan diferente al resto de las que pueblan este sur. Todos ellos daban la impresión de guardar secretos y de estar asustados. Por eso ir al corti

"Flora Poste y los artistas" de Stella Gibbons

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 La Editorial Impedimenta , de la que me confieso completa seguidora desde sus inicios, me proporciona algunos de los mejores momentos lectores que recuerdo. Una de las cosas que mejora hace son las portadas, los diseños de los libros, con esas contraportada que se abren y prolongan la imagen más allá del propio libro. Son fastuosas y llenas de significado. Muy originales. Y otra buena obra es la presentación en castellano de autoras, sobre todo autoras, desconocidas para nosotros y que terminan convirtiéndose en parte de nuestra biblioteca personal. Eso mismo es lo que ocurre con Stella Gibbons, uno de los b buques insignia de la editorial desde que comenzaron a sacar sus obras.  Stella Gibbons (Londres, 1902-1989) fue periodista y escritora de relatos, poesía y novelas, de las que publicó unas veinticinco. Su infancia fue peculiar con un padre que era, a la vez, un benefactor de los pobres en su condición de médico de los suburbios y, por otro lado, un misógino que trataba

El arte de lo cotidiano

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Desde hace algún tiempo tengo en “ellas” mis principales referencias. Mujeres que escriben , podría titularse, por eso, esta entrada. Literatura escrita por mujeres pero no “literatura de mujeres” aunque hay quien se empeñe en calificarla así y aún de convertirla en algo secundario.  Coincidencia o convicción, encuentro en algunas autoras mi espacio literario más sentido, el sitio en el que puedo volcar mis ideas, mis pensamientos y mis emociones, sin temor a que resulten vanas, absurdas, inútiles. Creo que ellas han entendido la dialéctica que entablo cada día con mi propio corazón, ese juego dulce y fructífero en ocasiones y, otras veces, duro y casi inhumano. Sentirse, ser, estar con una misma. Las emociones, ese terreno árido que no conocemos, que nos pueden llevar al precipicio o a la gloria. La vida cotidiana, en contrapunto. Como si fueran dos paraísos distintos y distantes, imposibles de unirse en algún momento.  Yo sé que no es así. Sé que la vida transcurre co

"Westwood" de Stella Gibbons

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Londres estaba precioso aquel verano. En los barrios pobres, la gente hacía vida al aire libre bajo el cielo azul, como si viviera en un clima más cálido. Los ancianos se sentaban en los muros derruidos, fumaban en pipa y hablaban de la Guerra, mientras las mujeres guardaban cola pacientemente en las tiendas o iban por los puestos que vendían verduras frescas sin poder parar de hablar. Las ruinas de las casas pequeñas pero proporcionadas de las zonas más antiguas de la ciudad eran amarillas, como las casas de Génova bañadas por el sol. Amarillas de todos los tonos: oscuros, claros o dotados de una extraña transparencia al contacto con la luz. Los bomberos habían formado hondos charcos rodeados de paredes en muchas de las calles y los patos venían a vivir a estos lagos, que reflejaban las altas ruinas amarillas y el cielo azul, allí, en pleno corazón de Londres. La rosa maleza de los fuegos crecía por todo el suelo blanco desnivelado donde antes se habían levantado viviendas y habí