Emma Woodhouse y los placeres de la juventud
¿En qué puede entretener sus días una chica de veintiún años de un pequeño pueblo del sur de Inglaterra, allá por los primeros años del siglo XIX? He aquí la pregunta que me propongo contestar en estos párrafos. Cómo transcurría el tiempo para Emma, de qué forma pasaban los días, qué actividades, qué tareas abordaba para que el paso de las horas no fuera excesivamente lento, para evitar eso que hoy es un mal y que conocemos como aburrimiento... Quizá nos cueste imaginarnos una vida sin teléfono móvil, sin ordenador, sin televisión, sin cines, sin ninguna de las miles de coartadas que nos ofrece el mundo de hoy. Pero, indudablemente, el ser humano, allá donde esté, y en el tiempo en que viva, busca siempre algo que endulce su existencia, algo que lo saque de la rutina, que lo eleve, que le traiga el disfrute y, todavía más, la felicidad. La ocupación eterna de los seres humanos, la que no tiene pérdida, ni se acaba nunca, es, desde luego, enamorarse. Y es una