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"Todo sueño que es nube se deshace..."

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 Oh libertad errante, soñadora, desnuda de verdor, libre de venas, arboleda del mar, errante nube; si en lluvia el desengaño te convierte, la forma de mi copa podrá darte una pequeña sensación de cielo. Vuelve a la tierra, oh mar, vuelve a la vida, a las cadenas de los largos ríos, a las prisiones de los hondos lagos; vuelve afilada a penetrar mil veces angostos laberintos vegetales. ¡Oh libertad, tus puertas son heridas! No las quieras abrir, sigue encerrada en la sedienta piel o te sostenga el inclinado cauce del torrente. Todo sueño que es nube se deshace. Vuelva a brillar el sol, pues la blancura de esa ilusión de libertad celeste es tan sólo una sombra hecha jirones. No sueñe más el agua, y tenga vida en la savia o la sangre, tenga sólo en mí su libertad, libre en mis lágrimas. (Poema de Manuel Altolaguirre, fotografía de Vivian Maier)

Concha Méndez: un fresno en el centro de la casa

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María Zambrano escribe la presentación de este libro que tengo en las manos y que releo mientras escucho a Norah Jones (siempre la misma música). Es un texto breve que sitúa a los principales personajes de esta historia que siempre me parecieron héroes mitológicos, gente que logró empezar de nuevo cuando parecía que todo había concluido. Lo que para algunos fue el final de la guerra para otros, muchos, constituyó el inicio de una aventura vital. Y esto vale no solo para los que se fueron, sino para los que se quedaron. Las guerras son el fracaso de la civilización y de esto sabían mucho los griegos. En 1939 y en los meses anteriores cuando se observaba con preocupación el fin de la democracia en España, por imperfecta que esta fuera y por poca confianza en ella que tuvieran unos y otros, ya hubo movimientos que indicaban que una parte importante de la intelectualidad y de los artistas iban a exiliarse. La historia del exilio se está construyendo ahora y algunas biografías

Poesía: Manuel Altolaguirre

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SEPARACIÓN Mi soledad llevo dentro, torre de ciegas ventanas. Cuando mis brazos extiendo abro sus puertas de entrada y doy camino alfombrado al que quiera visitarla. Pintó el recuerdo los cuadros que decoran sus estancias. Allí mis pasadas dichas con mi pena de hoy contrastan. ¡Qué juntos los dos estábamos! ¿Quién el cuerpo? ¿Quién el alma? Nuestra separación última, ¡qué muerte fue tan amarga! Ahora dentro de mí llevo mi alta soledad delgada.