Dash and Lilly
Cuando era adolescente descubrí a Lillian Hellman. Fue a través de sus libros autobiográficos y de sus guiones para el cine. A la vez, lo descubrí a él, a Dashiell Hammett. Ambos descubrimientos se enlazaron y, además de entender por qué y cómo escribían, asimilé su extraña relación, basada en el amor y en la admiración mutuas. Por amor, él renunció a fumar y murió de cáncer de pulmón pero intentándolo. Por amor ella dedicó horas y horas a conseguir que él volviera a escribir, que no abandonara a la intemperie a su inspiración. Dash y Lilly son dos modelos de escritores. Cuando se conocieron él era un hombre famoso. Había dejado atrás su trabajo como detective en la Agencia Pinkerton, que tantos conocimientos prácticos le proporcionó, y ya estaba en la cresta de la ola del éxito. El Halcón Maltés había sido todo un suceso editorial y de ahí, al cine, a la gloria. Ella era mucho más joven y más discreta, una pelirroja fea, según se comentaba. Aunque Dashiell acuñó una frase