Aquel amanecer en el cortijo...
Creo que nunca he escrito de mis días de cortijo. De mis tiempos de campo. El campo me ha producido siempre una enorme fascinación y también sus gentes. En muchos momentos ha estado en primer plano y otras veces se ha escondido, como si esperara el milagro de su reaparición. Es muy curioso esto, siendo de una ciudad marítima en la que el campo era solo el verdín que rodeaba los fuertes que se levantaron para detener a Napoleón. No me cae bien Napoleón , ni me gusta el personaje. Puestos a elegir, me quedo con los valientes que lucharon contra él y con las bombas que tiraban los fanfarrones. Entre paréntesis: la película sobre Napoleón de Ridley Scott no me ha gustado nada, nada, nada. Batallismos y claroscuros, ahí lo puedo resumir. Ni me gusta el tratamiento de los personajes, ni los actores. Me aburre muchísimo. Pero el campo, oh, el campo, tiene algo distinto a lo demás, una arquitectura diferente. Los hombres de mi vida han sido gente de campo. Los paseos por los olivos, con un