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Mostrando las entradas etiquetadas como Henry James

"Lo que Maisie sabía" de Henry James

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  El matrimonio Farange, Ida y Beale, no se ha puesto de acuerdo a la hora de divorciarse. Y el juez ha decidido que los dos compartan la custodia de su hija de seis años, Maisie. La niña va a vivir seis meses en cada casa y con cada progenitor. Esto lo cuenta Henry James en esta historia y hay que señalar la modernidad de la medida del juez. Pero, aparte un tema jurídico, hay aquí el sustento para indagar en la personalidad de los cónyuges y también en la mirada que la niña lanza sobre la historia. Porque es lo que hace James en su relato. No ver a través de los ojos de la niña, sino contarnos lo que la niña ve, aun sin que ella misma lo entienda. Compartimos, por tanto, la estupefacción de Maisie, sus preguntas, sus dudas y su extrañeza ante los acontecimientos. No tenemos claridad, esa tenemos que aportarla nosotros como lectores.  Habían solicitado su costado no por ningún bien que pudieran hacerle, sino por todo el mal que podrían, con la inconsciente ayuda de ella, hacerse el un

"Washington Square" de Henry James

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(Catherine y Morris pasean en la versión de 1997 de "Washington Square") En un tiempo en que las mujeres de la buena sociedad se sentían presionadas por la necesidad de hacer un buen matrimonio, de tener éxito social, Catherine Sloper no es una víctima de su falta de atractivos físicos o de su escasa brillantez de ingenio. Lo que Henry James describe es aún más doloroso, más difícil de superar y más definitivo: la historia de una niña que nunca recibe amor del padre, que es el único progenitor que le queda después de que su madre muriera en el parto. El doctor Sloper  castiga a su hija con una especie de odio soterrado, de desprecio mal disimulado, porque la considera la causa de la muerte de su mujer a la que adoraba. Ese es el peor castigo que puede recibir un niño. Huérfano de madre y huérfana de padre, o peor aún, con un padre exigente, poco comprensivo, nada cariñoso. Este y no otro es el problema de Catherine, lo que la convierta en una mujer vulnerable. No t

"Los papeles de Aspern" de Henry James

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Henry James (Nueva York, 1843- Londres, 1916) es un escritor difícil. Aunque a lo largo de su trayectoria literaria su estilo varía y pasa de ser muy disgresivo, con amplísimas descripciones y oraciones largas a otro más concreto y conversacional, no se puede negar que no es una lectura fácil, sino que requiere cierto esfuerzo intelectual. Él mismo es un escritor que intelectualizaba mucho sus obras, la mayoría de las cuales van más allá de lo que narra y poseen elementos que las relacionan con teorías sociales, políticas y, sobre todo, con aspectos psicológicos e, incluso, psicoanalíticos. A James le interesaba grandemente el estudio de los personajes. Si hubiera sido pintor, los retratos constituirían su mayor universo. Retratos por dentro y por fuera. Retratos de facciones, pero, sobre todo, de sentimientos, emociones e ideas. Ese estudio tan pormenorizado tiene por fuerza que ralentizar la acción y convertirla en lenta y detallada.  Resulta curiosa la circunstancia de que,

"La señora Osmond" de John Banville

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Es  un atrevido ejercicio literario tomar una obra maestra y construir una secuela. En el cine esto nunca suele traer buenas noticias, salvo que hablemos de El Padrino, cuya segunda entrega no desmerece de la primera (hay gente que la prefiere) e, incluso, la tercera podría ser considerada obra maestra si se analizara aparte.  Pero  en literatura es diferente. El estilo, esa marca que identifica a un escritor con respecto a otro, es algo muy difícil de imitar. Y las imitaciones en sí mismas no tienen valor alguno, se les nota a la legua, son alambicadas, falsas, huecas. Por eso no se trata de imitar sino, quizá, de recrear, de forzar una evolución que sea creíble.  Esto  es lo que ha intentado hacer John Banville con su última novela "La señora Osmond". El punto de partida es "Retrato de una dama" la excepcional obra de Henry James de quien no hace falta hacer ningún panegírico. Es, probablemente, uno de los cinco escritores más importantes de toda la histori

"La edad ingrata" de Henry James

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Mi deuda de gratitud con Henry James  (Nueva York, 1843- Londres, 1916) es impagable. No solamente por las obras que escribió, sino por el magisterio que ejerció sobre escritores (y escritoras) que forman parte de mi universo literario. Leer a Henry James es una delicia. Y "La edad ingrata" es buen ejemplo de ello. Me gusta además cómo este hombre realiza una introducción de lo que vas a leer con una cantidad de claves literarias y lingüísticas que resultan tan interesantes como el contenido mismo. En el ejemplar que manejo (una edición de 1996 de Seix Barral-Biblioteca Breve ), la traducción es de Fernando Jadraque.  La pintura que ilustra la portada del libro merece especial atención. Es una encantadora imagen de John Singer Sargent  (Florencia, 1856-Londres, 1925), que representa a " Mrs. Fiske Warren y su hija Rachel ". Este pintor es muy conocido por parte de todos los aficionados al flamenco, pues dejó algunas muestras de esta temática que son

"La mecanógrafa de Henry James" de Michiel Heyns

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Theodora Bosanquet fue la mecanógrafa de Henry James entre los años 1907 y 1916. Escribía en una Remington que hacía mucho ruido y que se convirtió en un aditamento más del estudio del escritor. El ruido de la máquina llegó a formar parte del paisaje y, cuando estaba en silencio, todos sentían que faltaba algo. Escribir al dictado cambió ostensiblemente su estilo. De esta forma, sus digresiones, sus frases largas, sus merodeos por el lenguaje, el detallismo de sus descripciones y de sus acercamientos psicológicos a los personajes, se hicieron mucho más potentes. Incluso enrevesados. Porque era fácil dejarse llevar por la imaginación cuando la mano no tiene que responder. Las manos de James tuvieron problemas en su vejez pero siguió escribiendo gracias a las mujeres que copiaban en un papel suave lo que él les dictaba. El aceptado por todos dominio de las palabras de James encontró en este sistema una fórmula eficaz para desarrollarse en su plenitud. Y Theodora fue la médium de

"El arrecife" de Edith Wharton

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Los libros de Edith Wharton  (Nueva York, 1862- Pavillon Colombe, 1937) dan la impresión de haberse escrito después de observar, desde una atalaya privilegiada, la historia, los actos, los pensamientos y emociones de unos personajes que, lejos de ser de cartón piedra, tienen los defectos y las virtudes que asociamos a la gente normal. Los lectores sentimos que podemos asomarnos a una intimidad que, de otro modo, nos estaría vedada. Las historias transcurren como un río, con sus altibajos, sus meandros, su nacimiento tumultuoso, su desembocadura. Estas son virtudes que hacen de ella una escritora singular, a la vez llena de un estilo culto y depurado, a la vez convertida en una amable contadora de sucesos. Una dualidad que en este libro tiene su expresión máxima porque sus personajes, sobre todo los cuatro principales, obedecen a ambientes y motivaciones distintas y, sobre todo, ocultan algo. Ese juego de ocultaciones, de medias verdades, de mentiras que no deben sobrepasar el espac

"Julia Bride" de Henry James

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Estamos en Nueva York durante los primeros años del siglo XX. La alta sociedad neoyorkina está sujeta a tantas convenciones como la aristocracia rural inglesa o la nobleza centroeuropea. Las normas han de ser seguidas y el desacato puede provocar, de hecho lo provoca, el ostracismo, el aislamiento social. Las mujeres son el elemento más débil de esta estructura. Las posibilidades de un buen matrimonio (la salida natural para todas ellas) se ven seriamente afectadas si la familia no es "come il faut", si hay algo en el pasado que resulte preocupante o si algún acontecimiento del presente tambalea la consideración pública de los parientes.  Julia Bride tiene las de perder. El divorcio de su madre (el último, hay que decir) no es una buena noticia. Tampoco ella ha llevado una vida ejemplar. No ha respondido como debía a sus compromisos, no ha estado a la altura. Todo se vuelve en su contra en el momento menos propicio y el rechazo de los demás se convierte en un acicate

"La edad ingrata" de Henry James

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Mi deuda de gratitud con Henry James es impagable. No solamente por las obras que escribió, sino por el magisterio que ejerció sobre escritores (y escritoras) que forman parte de mi universo literario.  Dicho así suena trascendente y un poco cursi, pero así soy yo, demasiado trascendente y un punto cursi, en honor a mi tierra de origen, donde parece que se originó la palabrita.  Leer a Henry James es una delicia. Y "La edad ingrata" es buen ejemplo de ello. Me gusta además cómo este hombre realiza una introducción de lo que vas a leer con una cantidad de claves literarias y lingüísticas que me resultan tan interesantes como el contenido mismo. En el ejemplar que manejo (una edición de 1996 de Seix Barral-Biblioteca Breve), la traducción es de Fernando Jadraque. Tengo que decir, como tantas otras veces, que mi deficiente dominio del inglés me impide disfrutar de estas obras en versión original así que me tengo que fiar de las traducciones y los traductores.  La port

Un resplandor todavía más dulce

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Sobre: "Nueva York. Henry James" con selección y prólogo de Colm Tóibin. Editado por Sexto Piso. Me causa verdadera emoción hablar, o escribir en este caso, de Henry James. Llevo tantos años leyéndolo, tantos años notando su huella en otros escritores que bebieron de su influencia (como mi querida Edith Wharton), que me resulta alguien familiar, como si lo conociera de toda la vida. Así que aprovecho la aparición de este libro para acercaros su figura, su obra, a los que, quizá todavía no habéis tenido ocasión de leerlo. Os diré, en primer lugar, que Henry James nació en Nueva York, en el año 1843 y que murió en Londres, en 1916. Fue hermano del filósofo William James (y no es esta circunstancia algo anecdótico en su vida) e hijo de Henry James, importante pensador estadounidense. Vivió en Nueva York hasta los doce años y, a partir de ahí, viajó por Europa y Estados Unidos durante gran parte de su juventud, creándose en su conciencia una especie de desarraigo que le hizo siem

Tengo tanto que contarte

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Los cuentos son pequeñas píldoras de vida, observaciones rápidas y profundas que se pasan al papel y que nos dejan un regusto especial. El final de los cuentos es el inicio de nuestra imaginación: queremos que continúe, que pase algo y que tenga final feliz, si es que esto puede ser. Ahora voy a hablaros de dos grandes autores de relatos o cuentos. Uso ambas palabras como si fueran sinónimos, aunque quizá haya algún especialista que lo contradiga, si es así aceptaré la corrección. Quizá la mejor palabra para definirlo sea la que usa mi hijo, que los escribe desde siempre: "historias". Yo misma, cuando lo hago, los llamo de otra forma, desde luego bastante obvia, pero muy aclaratoria: "escritos". En este caso os comento que ha aparecido un conjunto de relatos de Rainer María Rilke y que se ha reeditado un volumen con cuentos ya clásicos del gran Henry James. Vayamos por partes. Rilke está muy unido a Ronda. En esta maravillosa ciudad escribió bastantes de sus mejor