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Yo tenía un jardín

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(Jardines de Joan Cardona y Lladós) Yo tenía un jardín. Había tres grandes espacios, diferentes pero todos ellos ágiles, brillantes, conmovedores. En una zona estaba el huerto aromático. Lavanda, aloe vera, mirto, hierbabuena, todas las plantas lanzando su olor en torno a la ventana de la cocina, junto a un espacio con pequeñas piedras, luchando a veces con los rosales para repartirse la tierra y con las poinsetias que no acababan su trabajo en navidades. Entrabas en la casa y te asaltaban miles de olores y te seguían hasta el vestíbulo y se expandían sin dudarlo por todo el terreno. A veces tenía un aspecto salvaje, porque el mirto se enredaba y crecía, porque el aloe se ponía en plan amenazador y porque las rosas requieren mucho respiro para poder vivir al exterior. Eran rosas rojas, rosas rosas, rosas amarillas. Bordeaban el camino de entrada, acompañaban la visión de la casa desde el principio.  (Jardines de Joaquín Sorolla y Bastida) La otra zona del jardín est

Manolita

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(Mujer con sombrilla. Claude Monet) Manolita era la reina de la calle. Había heredado el trono de su suegra, Manuela, que lo ejerció durante años. Llevaba su reinado con la prestancia de quien hubiera aprendido en la corte de los Austrias. Las casadas buscaban en ella consejo para sus males de pareja. Las madres, para las dolencias de los niños. Las que vivían solas, porque la vida las orillaba sin remedio, para sus quejas más íntimas. Antes de que se inventara la resiliencia ella había cosido su vida a base de remiendos. Huérfana, quería a su madrastra como la luz de sus ojos y apechugó sin dudarlo con la medicina más dura cuando su primer hijo nació enfermo.  Así, Manolita se movía por la calle como pez en el agua, como si su destino fuera arrojar certidumbres en los ojos gastados. Estaba sembrada de risas y refranes y los regalaba sin gasto alguno. Cuando se murió, amaneció nublado y con amenaza de lluvia aunque era un claro día de final de primavera que no presagiaba l

La quietud invadida

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(Claude Monet: Impression. Soleil levant) El sol, que esta mañana llameaba con la fuerza de un otoño aburrido, acaba de marcharse. Se ha cansado de ver cómo la plaza se abandona a su suerte en el almuerzo y los niños se esconden y los viejos marchitan su esperanza de más tiempo para verlos jugar. El sol, que ahora no existe, anunció de temprano que tú la contemplabas con el ardor de un hombre que desea, con la mirada fiera de quien busca su rato de belleza, su palabra precisa en la ternura. Ese sol, que despunta, que intercala sus rayas con las nubes que quieren su parte del pastel, es el mismo que ella contempla desde el fondo de un silencio más claro. No estás. Decidiste que el tiempo se llenara de otras, de cuyas voces no tenemos noticia, de cuyos cuerpos desconocemos el aire y la distancia. Te marchaste con otras para ver si la dicha retornaba a tus ojos, para encontrar la huella de la carne, para ahondar en el secreto de un amor imposible. Ella quedó a la espera. Pero nad

Otro septiembre

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(El jardín. Claude Monet)  Los jardines en septiembre ya no son promesas. Están a punto de convertirse en nada. Una letanía de palabras los predijo y solo algunas de ellas pudieron cumplirse en el mejor de los casos. Las flores se amontonan en racimos para adornar las casas y el cabello, pero es el punto final, la hora de retorno, el suma y sigue de un tiempo que nunca volverá a ser el mismo.  Cada septiembre trae su melodía, entona cada cual un canto diferente. No es lo mismo reírse, que esperar que las lágrimas se apaguen. No es lo mismo mirarte que saber que tu voz está tan lejos como el trueno en la noche. Los relámpagos acucian a las flores y quieren convertirlas en estatuas de sal. Tú, sin saber ya nada, sin entenderme apenas, has renunciado a la promesa que no pudiste hacer porque era otra mentira de las que te navegan sin puerto y sin banderas.  Así en septiembre estamos dibujados como si ese pintor ya no fuera poeta y sus pinceles encubrieran la rabia de saber

En silencio

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(Impression: soleil levant. Claude Monet. Manifiesto fundador del Impresionismo) Viene y me cuenta cosas que no sé descifrar historias que contienen enigmas juegos de palabras incomprensibles que encierran promesas que se abren y agitan sin motivo. Me dice que ha visto el arcoiris sobre llanuras de mar inmenso que la otra cara de la luna no existe que hay una serpiente blanca enredada en el manzano. Me dice que hay noches en las cumbres de viejas montañas con sonidos a cantos de sirenas con llantos de niños abandonados.  Y que ha encontrado un pequeño rincón donde poder amarnos en silencio