Declaración de amor
(Renoir. Dos niñas al piano) El colegio aparecía en la esquina de una espaciosa calle del centro. Estaba rodeado de casas hermosas, la mayoría de ellas de una planta, aunque estaban coronadas por torres, buhardillas o azoteas al estilo del sur. La fachada era blanca con remates de color albero y tenías que subir tres escalones de mármol para acceder a la entrada, bordeada de azulejos esmaltados, formando cenefas y dibujos geométricos, verdes, azules, malvas y corintos. Después, traspasando una puerta de hierro y de cristal, aparecía el enorme patio, cuadrado y enlosado en tonos ocres, al que se abrían las aulas, los servicios, y, al fondo, una puerta secreta que comunicaba con la casa del director. El zumbido de la poesía se oía a veces en alguna de las clases y también el dictado de Platero y algunas canciones que los más pequeños entonaban con poca fortuna. Un piano estaba en un rincón de la sala de música y la pequeña biblioteca estaba forrada de arriba a abajo con estan