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Mostrando las entradas etiquetadas como Agatha Christie

"El tren de las 4.50" de Agatha Christie

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La mansión de los Crackenthorpe tiene problemas domésticos. ¿Y quién no? diría mucha gente. Es un caserón grande y viejo en el que vive el anciano Luther Crackenthorpe con algunos de sus hijos. Otros, van y vienen, quejándose continuamente de que su padre tiene el dinero bien atado y de que, hasta que no se muera, no va a soltar las cuerdas de la bolsa.  En otro lugar de la geografía inglesa, Londres, la señora Elspeth McGillicuddy ha terminado sus compras de navidad. Cuidando mucho los gastos ha logrado adquirir un detalle para cada uno de sus sobrinos. En la estación de Paddington toma un tren en primera clase, el de las 4.50, con paradas en varios pueblos de la campiña inglesa, uno de ellos cercano a Saint Mary Mead , donde vive su amiga de toda la vida, la señorita Jane Marple .  Una circunstancia excepcional, que recuerda a los testigos oculares del asesinato que se juzga en "Doce hombres sin piedad" (esto es, ver un crimen a través de las ventanillas de u

"Hace años que no creo en nadie"

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El familiar comienzo con los personajes más relevantes de la historia nos muestra a los protagonistas, el matrimonio formado por Gwenda y Giles Reed , ella "bellísima mujer de veintiún años" y él "un joven simpático y apuesto". Los sobrinos de Miss Marple , Raymond y su esposa Joan West , escritor de mediano éxito y novelas ininteligibles y pintora de cuadros extraños, respectivamente, también aparecen con ocasión de una visita de Gwenda Reed a Londres. Además, en una intervención estelar, el matrimonio Bantry , coronel retirado y simpática ama de casa amante de la jardinería, proporcionan a Miss Marple el contacto para poder acudir al pueblo donde sucede todo. Hay, por otra parte, una buena lista de criados: doncellas, niñeras, cocineras y jardineros . Estos últimos son personajes muy habituales de sus novelas (incluso aparece una mujer jardinera profesional en "Se anuncia un asesinato",  Philippa Haymes) y no tienen demasiado buena fama: "Foster, el

Incorrecta Agatha

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  (Agatha Christie y su única hija, Rosalind) “¿No ves que es necesario matarla?” No sé si en esta pregunta, que da inicio a la novela "Cita con la muerte", han hallado los censores algo que hay que desterrar, que borrar de la palabra escrita. Los llamo censores aunque ellos se llaman a sí mismos "lectores sensibles" como si el resto de los lectores fuéramos un puñado de desaprensivos. Editoriales y herederos se ponen de acuerdo para mutilar los libros de Agatha y para ofrecer una versión nueva y, sobre todo, distinta a la que ella creó. Estoy segura de que no se dan cuenta de lo que eso significa en realidad. En las dictaduras hay una visible manifestación de la falta de libertad y esa es la prohibición de determinados libros, el ostracismo de sus autores, incluso, yendo más allá, la quema de libros y las listas de los prohibidos. El hecho de que se haya decidido esa poda para eliminar no sé qué vocablos debería hacernos pensar. En realidad, es muy necesario pensar

Hermione y Caroline

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La señorita Marple , hija de Dame Agatha , basaba sus averiguaciones detectivescas en los paralelismos entre gente de su pueblo, Saint Mary Mead y las personas a las que investigaba con ocasión de algún crimen doméstico. Porque ya se sabe que la existencia de tres o cuatro familias en un entorno determinado tiene como resultado inevitable una novela.  Los paralelismos son juegos del pensamiento y de la literatura que ejercen una poderosa atracción sobre mí como lectora. He aquí uno de ellos, recién vislumbrado en esta tarde de supuesta primavera en la que el cielo se ha empeñado en parecer septembrino.  En 1813 Jane Austen (1775-1817)  publica "Orgullo y Prejuicio" después de intentarlo en varias ocasiones. Como es sabido no firma con su nombre sino con el pseudónimo indeterminado de "A Lady", una dama. Esto debió resultarle a ella bastante jodido.  Más de un siglo después su paisano D. H. Lawrence (1885-1930) lanza a la consideración de los lecto

"Se anuncia un asesinato" de Agatha Christie

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  Se anuncia un asesinato que tendrá lugar el viernes, 29 de octubre, en Little Paddocks, a las seis y media de la tarde. Amigos todos, acepten este último aviso.  Agatha Christie (en la foto) "inventó" no solo a un detective (Hércules Poirot) sino a una pareja de sabuesos (los Beresford) y a una anciana con dotes especiales para el crimen (la señorita Marple). Cuando tienes en tus manos un libro de Christie puedes encontrarte a cualquiera de ellos. Incluso, en ocasiones, la trama se desarrolla sin la presencia de ninguno de ellos o con algún avisado superintendente. En "Se anuncia un asesinato" estamos ante una muestra de "crimen doméstico", de historia en la que todos se conocen, sin extranjeros ni extraños a quienes echarles la culpa y con una investigación sui generis a cargo de Miss Marple, quizá arrebujada en uno de sus chales de lana. Esponjosa.  El argumento no puede ser más ingenioso. En la gaceta del pequeño pueblo Chipping Cleghorn aparece un

De Agatha a Jane

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Los libros son como los amores y como los lugares. Aparecen en tu vida en el momento adecuado, un momento único, indiscutible, exacto. No podría ser de otro modo. Si te niegas a ellos es para siempre. Por eso ahora recuerdo a Bartleby: Preferiría no hacerlo . Pero no es de Melville de quien quiero escribir, sino que se ha colado por alguna razón que desconozco. Sigo. Los libros son como los amores y como los lugares. Testigos de tu aprendizaje y de tus errores. Puedes hacer la línea de tu vida a través de los libros que leíste, la gente a la que amaste y los lugares que pisaste. Es un itinerario que a veces se entrecruza, pero, en la mayoría de las ocasiones, ni siquiera lo notas cuando ocurre. Sobre el amor y sobre el viaje, el libro tiene la ventaja de la permanencia y de la generosidad. Es tuyo y se abre ante ti para ti solamente. No te exige nada más que paciencia. No se acaba, no se rompe, no huye, no se llena de escandalosas edificaciones fruto de la especulación. Es, por as

Crímenes y una taza de té

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Dos trenes se cruzan al anochecer. En uno de ellos viaja una anciana delicada y pizpireta, que vuelve de Londres a Saint Mary Mead, después de haber dedicado una tarde a hacer las compras de los regalos navideños. Está muy satisfecha. Buen precio y buena calidad, la máxima de cualquier ama de casa que se precie. Después de acomodarse en su vagón del tren (primera clase, por supuesto, aunque el aspecto sencillo y usado del abrigo de la dama haya confundido, en primera instancia, al mozo de estación), tendrá ocasión de rememorar sus adquisiciones y de echar, incluso, un sueñecito.  El otro tren circula en dirección contraria y en él un hombre estrangula a una mujer. La velocidad hace que la cortinilla se levante justo en el momento en que este tren se cruce con el de Elpesth McGillicuddy, que es la señora de la que antes hablaba. Así, Elpesth será el valioso testigo ocular del crimen y retendrá en su cabeza el rostro amoratado de la mujer que está siendo estrangulada, así como su

Libros a la caída de la tarde

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Todos los ejemplares estaban perfectamente ordenados por fecha de compra. En la primera página constaba esa fecha, el lugar en el que se había comprado y quién lo hizo. Una excelente forma de saber algo de la historia del libro. La librería (el "librerito" la llamaban las niñas) era blanca y tenía unos palillos torneados para sujetar las baldas. Estaba lacada y cogía polvo con facilidad. Las motas se posaban en las zonas que todavía estaban vacías. Una buena librería siempre tiene que dejar sitio a los libros nuevos, es así como decidieron hacerlo sin haber estudiado biblioteconomía. Los libros eran un auténtico tesoro y estaba prohibido escribir en ellos salvo las anotaciones de la primera página, o doblar las esquinas o, por supuesto, dejarlos abiertos en cualquier sitio. Eran unos libros muy especiales porque contenían las mejores historias.  Estaban las manzanas con una doncella que llevaba una pinza en la nariz y una niña bastante malvada, además de la escritora

Asesinatos de andar por casa

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Hay una escena repetida: una adolescente arrastra su maleta por alguna estación de ferrocarril y se para ante el expositor de libros de cualquiera de sus quioscos. La mirada se detiene en un libro. Se alegra y lo compra. Lo lleva en la mano todo el tiempo hasta que se sienta en el tren, que está a punto de salir, y empieza a leerlo. Lo lee durante todo el viaje y, quizá, si este es un poco largo, cuando llegue ya lo ha leído. Esto no significa nada. Porque lo releerá una y otra vez con el paso del tiempo. En una ocasión, la adolescente estará tan embebida en la lectura, que dejará pasar la parada correspondiente y llegará a una ciudad donde nadie la espera.  Estoy segura de que en el libro hay crímenes. Y que son crímenes domésticos, de esos que se perpetran en el entorno familiar o entre amigos. Nada de conspiraciones planetarias, ni de sofisticación abrumadora. No. Crímenes sencillos, asesinatos que se anuncian, todo mezclado con tardes de té, con pudding de Navidad, con ram

"El misterioso caso de Styles" de Agatha Christie

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¿Quién mató a la señora Inglethorp? Esta es la circunstancia que precisa ser aclarada y que constituye el argumento principal del libro. Para contar la historia, la primera de una larguísima serie de ellas, Christie recurre al capitán Hastings, licenciado de la guerra y amigo de un peculiar detective belga (no francés, cuidado con confundirse), llamado Hercule Poirot . El señor Poirot es delgado, de mediana estatura y luce un poblado y cuidado mostacho, que bien le hubiera merecido la pena cultivar si fuera soldado. Hastings es un hombre enamoradizo, ingenuo y que se deja llevar por sus impresiones inmediatas, lo que se contrapone a la forma de pensar de Poirot, que elabora concienzudamente sus predicciones acerca de lo que ha sucedido en realidad con cada uno de los crímenes que resuelve.  Hastings y Poirot son, pues, los introductores de la historia, aunque será el primero el narrador y el segundo el investigador. Ambas visiones resultan contrapuestas y, a veces, diver

"El asesinato de Rogelio Ackroyd" de Agatha Christie

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He contado varias veces cómo empecé a leer a Agatha Christie. Tendría unos diez o doce años y una vecina de mi calle  decidió hacer limpieza en su casa y sacó a la calle un enorme cajón de madera lleno de libros. Así que ahí me tenéis, sentada en el suelo, en la acera de esa calle, rebuscando entre los libros y hallando maravillas. Una de esas maravillas fue una novela de Christie, que resultó coincidir con la primera que publicó, "El misterioso caso de Styles". La leí y me enamoré. Y, desde ese momento, todas las novelas cayeron una tras otra. Y luego su autobiografía. Y sus "Cuadernos". Y todo lo que sobre ella se ha escrito. Agathistas de primera, es lo que somos en mi familia.  Conozco a personas que desprecian esta literatura. La consideran banal, pobre de recursos, manida, falta de categoría. Incluso son gente versada y amante de la novela negra y aun de la policíaca. Pero no logran entrar en el universo Christie, no logran darse cuenta de cómo sus

"Asesinato en el Orient Express" de Agatha Christie

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Los agathistas sabemos que Asesinato en el Orient Express no es la mejor de sus novelas ni tampoco la que muestra mejor el estilo de la escritora. Sin embargo, las versiones cinematográficas se suceden y algunas de ellas gastan dólares por todo lo alto. Como la última, la que ha dirigido en este año de 2017 Kenneth Branagh , genial actor y meritorio director, recitador de Shakespeare, exmarido de la grandísima Elinor Dashwood, perdón, Emma Thompson.  Las críticas, en esta ocasión, han sido contradictorias. Y hay que decir, para ser exactos, que ninguna de las versiones de novelas de Agatha Christie ha sido capaz de trasladar mínimamente ni la intención elegante, ni el detalle minucioso pero no estereotipado, ni el sabor de los personajes que inventó la genial escritora. Con una honrosa excepción: la versión de Testigo de Cargo , un relato que Billy Wilder llevó a la pantalla en 1957, con guión de él mismo y un elenco de actores y actrices de primerísima fila:  Tyrone Power,

Se ha escrito un crimen

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Eran las seis de la tarde de un verano especialmente caluroso. Una ciudad costera. A esa hora todavía la brisa atlántica no refrescaba la calle. En el número 46 alguien abre el portón, gris oscuro y con una mano de brillante latón como llamador, y arrastra pesadamente una enorme caja de cartón hacia fuera. La caja está desvencijada, rota en sus laterales y de ella emanan, como si fueran un caudal interminable, libros, libros, libros. La caja se coloca en la acera y una niña de doce años, a punto de entrar en la adolescencia, se sienta en el suelo, allí, en la solitaria calle y recorre uno a uno los títulos de los libros que va sacando con cuidado y colocando en un montón junto al escalón de la casa. De entre esos títulos hay uno que le llama la atención. “El misterioso caso de Styles” reza la portada y en ella se ve un puñal ensangrentado que se clava en el cuello de una mujer anciana. No se ve el rostro de la mujer, ni la mano asesina, solamente el puñal y el fondo de una tela de

Siempre a mi lado

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(Life Magazine. Trafalgar Square. Nina Leen) ¿Sabes esas veces en las que todo se aleja? Las palabras se esconden en la lámpara de Aladino y el genio ha huido. Los sonidos de las palabras se oscurecen, no hay tictac de relojes que anuncien nada, tampoco el tiempo significa alborozo. Se suceden las horas como si fueran una fila de hormigas andando encima de un trozo de papel blanco y liso. Días sin alharacas, vacuos, sin esa sonoridad de la alegría. Amaneceres dudosos en los que el sueño se termina para lanzarnos a un precipicio cuya altura desconocemos. Noches en las que no existe sino una penumbra indistinguible de las sombras.  Cuando eso ocurre y ocurre muchas veces, porque la vida está llena de golpes, algunos de los cuáles llegan directamente al corazón, es el momento de tener a mano una pócima. Si fuéramos Harry Potter, una simple varita de sauce nos serviría para conjurar el dolor. Si fuéramos Aladino tocaríamos la lámpara y de allí saldría triunfante el genio, con