Ir al contenido principal

¿Por qué Emily Brontë dejó de escribir?


(Casa Museo de la familia Brontë en la antigua casa parroquial de Haworth en Church Street, Yorkshire, Inglaterra. Fotografía de David Ross y Gran Bretaña Express) 

El editor de Emily y Anne Brontë era un mal profesional. Desfavorables condiciones económicas, escaso cuidado de la edición, poco respeto al deseo de privacidad de sus autoras...Todas estas criticas negativas pueden hacerse a su gestión. Contrastaba mal su nefasta praxis si se le compara con los editores de Charlotte. Estos eran Smith and Elder, una editorial respetable que contrastaba con las fullerías del otro, Thomas Cautley Newby, de Cavendish Square. Con Newby publicaron las hermanas "Cumbres Borrascosas", la única novela de Emily, así como "Agnes Grey" y "La inquilina de Wildfell Hall" las dos de Anne. Por su parte, Smith and Elder publicaron las tres novelas de Charlotte, "Jane Eyre", "Shirley" y "Villette". Su relación comercial siempre fue muy buena.

Dado que todos los libros se publicaron con seudónimo (Currer, Ellis y Acton Bell), Newby se aprovechó del éxito de "Jane Eyre" para hacer ver que Currer Bell era el autor de todos los libros. Esto fue más allá a la hora de tratar ambas editoriales con la norteamericana de los hermanos Harper. De modo que, para demostrar la falsedad de esa atribución, Charlotte y Anne se presentaron en las oficinas de Smith and Elder para hacer ver que eran personas diferentes. En ese momento se estaba dilucidando la autoría de "La inquilina..." el segundo libro de Anne que estaba por salir y al que Newby había añadido esa publicidad engañosa. El buen carácter de Anne hizo que se prestara a la aclaración pero Emily se negó terminantemente a dar cuenta a nadie de su identidad. Sin embargo, Charlotte cometió la imprudencia, el error, de descubrirla cuando dijo a sus editores que se trataba de tres hermanas, quedando así comprometida la privacidad que quería Emily/Ellis. Por supuesto que cuando Charlotte le comentó lo sucedido, entre disculpas, Emily montó en cólera. Nada podía molestarle más que esa exhibición pública.

No fue solamente su editor el que maltrató su obra (ni siquiera tuvo en cuenta las correcciones que ella introdujo en las galeradas) sino también la crítica. "Cumbres Borrascosas" es ahora una novela difícil y entonces lo era algo más. El tiempo y la aceptación posterior la ha cubierto con una pátina de respetabilidad que no tenía entonces. De modo que sufrió todo tipo de ataques. Esos ataques hicieron mella en una temperamento como el de Emily, a la vez segura de sí misma y vulnerable al exterior. Una combinación compleja, como su propia personalidad. En su ámbito, Emily florecía. En contacto con el mundo de fuera, se apagaba.

Los críticos calificaron el libro con palabras muy gruesas, casi tanto como las que la autora usa en la novela. Apenas hubo defensores. Ni siquiera Charlotte entendía por qué su hermana había tenido que arriesgarse tanto y lo atribuyó a una especie de estado de enajenación. Hay quien afirma que Emily era, sobre todo, poeta, y que esa condición no la podía perder en la novela, de manera que su obra está llena de símbolos y de significados absolutamente lejanos de ese género y más cercanos al poema épico.


En realidad, los críticos no entendieron "Cumbres borrascosas". Se les escapaba. El primero que reconoció su calidad fue Sidney Dobell, en 1850, cuando ya la autora había muerto. En general se decía que los personajes eran terribles, desagradables y lo peor de la sociedad y que aquellos parajes no tenían nada que ver con la civilización inglesa como si Yorkshire estuviera en la India. No se me alcanza lo que se hubiera escrito si se llega a saber que la autora era una mujer y este miedo siempre estuvo presente en Charlotte, muy consciente de lo lejos que había llegado su hermana con esta historia. Para Emily, sin embargo, el libro no era muy diferente de los pasajes que había incorporado a Gondal durante años. La fuerza era la misma, la mística también. Su propia vida y su imaginación se unieron de forma irreversible y esa unión ya no había manera de que se disolviera. La idea de que nunca se había publicado nada parecido parece ser la más común y, quizá, la más acertada, porque esto no dejaba de ser algo comprobable. No se suavizó la crítica cuando llegó a América, allí también se consideró terriblemente desagradable todo lo que el libro contaba y todo lo que sus personajes hacían.

Emily Brontë sufrió con todas estas críticas. Su dolor no deja de resultar extraño porque era una persona muy independiente. Pero exponerse de esa forma ante el mundo no era cosa de su agrado y quizá se arrepintió de haber publicado, como se arrepintió de entregar a Charlotte los poemas que forman parte de la colección que contenía los poemas de las tres hermanas. Emily era superior a Charlotte y Anne como poeta pero no estaba nada claro que ese salto a la novela fuera sensato.

El mal trato de la crítica y de su propio editor hicieron mella en la voluntad literaria de la autora. A ello se unió la muerte, en 1848 de su hermano Branwell de quien se sentía responsable y a quien disculpaba por su vida disipada que tantos disgustos trajo a la familia. Tampoco se perdonó haber consentido que sus poemas no formaran parte del volumen citado, por decisión de Charlotte, que ni siquiera se lo comentó a su hermano. Todo esto se fue uniendo en el ánimo de Emily y, aunque había indicado a su editor que estaba empezando una segunda novela, nada de eso hubo. Los escritos de sus últimos meses, solo tres logró sobrevivir a Branwell, han desaparecido, destruidos por ella o por sus allegados. De manera que solo podemos imaginar su sufrimiento y como su ánimo se fue apagando al tiempo que su cuerpo.

(1 marzo 2020)

Entradas populares de este blog

39 páginas

  Algunas críticas sobre el libro de Annie Ernaux "El hombre joven" se referían a que solo tiene 39 páginas. ¿Cómo es posible que una escritora como ella no haya sido capaz de escribir más de este asunto? se preguntaban esos lectores, o lectoras, no lo sé. Lo que el libro cuenta, en ese tono que fluctúa entre lo autobiográfico y lo imaginado, aunque con pinta de ser más fidedigno que el BOE, es la aventura que vivió la propia Annie con un hombre treinta años más joven que ella, cuando ya era una escritora famosa y él un estudiante enamorado de su escritura. Los escépticos pueden decir al respecto que si no hubiera sido tan famosa y tan escritora no habría tenido nada de nada con el susodicho joven, que, además, podía ser incluso guapo y atractivo, aunque ser joven era aquí el mayor plus, lo máximo. Una mujer mayor no puede aspirar, parece decirnos la historia, a que un joven se interese de algún modo por ella si no tiene algún añadido de interés, una trayectoria, un nombre, u

La primera vez que fui feliz

  Hay fotos que te recuerdan un tiempo feliz, que abren la puerta de la nostalgia y de la dicha, que se expanden como si fueran suaves telas que abrazaran tu cuerpo. Esta es una de ellas. Podría detallar exactamente el momento en que la tomé, la compañía, la hora de la tarde, la ciudad, el sitio. Lo podría situar todo en el universo y no me equivocaría. De ese viaje recuerdo también la almohada del hotel. Nunca duermo bien fuera de mi casa y echo de menos mi almohada como si se tratara de una persona. Pero en esta ocasión, sin elegir siquiera, la almohada era perfecta, era suave, era grande, tenía el punto exacto de blandura y de firmeza. Y me hizo dormir. Por primera vez en muchas noches dormí toda la noche sin pesadillas ni sobresaltos. La almohada ayudó y ayudó el aire de serenidad que lo impregnaba todo. Ayudaron las risas, el buen rollo, la ciudad, el aire, la compañía, el momento. No hay olvido. No hay olvido para todo esto, que se coloca bien ensamblado en ese lugar del cerebro

"Baumgartner" de Paul Auster

  Ha salido un nuevo libro de Paul Auster. Algunos lectores parece que han cerrado ya su relación con él y así lo comentaban. Han leído cuatro o cinco de sus libros y luego les ha parecido que todo era repetitivo y poco interesante. Muchos autores tienen ese mismo problema. O son demasiado prolíficos o las ideas se les quedan cortas. Es muy difícil mantener una larga trayectoria a base de obras maestras. En algunos casos se pierde la cabeza completamente a la hora de darse cuenta de que no todo vale.  Pero "Baumgartner" tiene un comienzo apasionante. Tan sencillo como lo es la vida cotidiana y tan potente como sucede cuando una persona es consciente de que las cosas que antes hacía ahora le cuestan un enorme trabajo y ha de empezar a depender de otros. La vejez es una mala opción pero no la peor, parece decirnos Auster. Si llegas a viejo, verás cómo las estrellas se oscurecen, pero si no llegas, entonces te perderás tantas cosas que desearás envejecer.  La verdadera pérdida d

Siete libros para cruzar la primavera

  He aquí una muestra de siete libros, siete, que pueden convertir cualquier primavera en un paraíso de letra impresa. Siete editoriales independientes de las que a mí me gustan, buenos traductores, editores con un ojo estupendo.  Aquí están Siruela, Impedimenta, Libros del Asteroide, Hermida, Hoja de Lata, Errata Naturae, Periférica. Siete editoriales en las que he encontrado muchos libros bonitos, muchas buenas lecturas. En Errata Naturae los de Edna O'Brien con su traductora Regina López Muñoz, que está también por aquí. De Impedimenta mi querida Stella Gibbons y mi querida Penelope Fitzgerald entre otras escritoras que eran desconocidas para mí. Ah, y Edith Wharton, eterna. Los Asteroides traen a Seicho Matsumoto y eso ya me hace estar en deuda con ellos. Y los clásicos en Hermida. Y Josephine Tey completa en Hoja de Lata. Y Walter Benjamin en Periférica. Siruela es la editorial de las grandes sorpresas. 

Curso de verano

  /Campus de Northwestern University/ Hay días que amanecen con el destino de hacer historia en ti. No los olvidarás por mucho tiempo que transcurra y esbozarás una sonrisa al recordarlos: son esos días que marcan el reloj con un emoticono de felicidad, con una aureola de sorpresa. He vivido mil historias en los cursos de verano. Durante algunos años era una cita obligada con los libros, la historia o el arte, y, desde luego, de todos ellos surgía algo que contar, gente de la que hablar y escenas que recordar. El ambiente parece que crea una especialísima forma de relación entre los profesores y los estudiantes, de manera que no hay quien se resista al sortilegio de una noche de verano leyendo a Shakespeare en una cama desconocida. Aquel era un curso de verano largo, con un tema que a unos apasionaba y a otros aburría, en una suerte de dualidad inconexa. Sin embargo, el plantel de profesores no estaba mal. Había alguna moderna con ínfulas, que este es un género repetido, y también uno

Slim Aarons: la vida no es siempre una piscina

  El modelo de la vida feliz en los cincuenta y sesenta del siglo pasado bien podría ser una lujosa mansión con una maravillosa piscina de agua azul. En sus orillas, hombres y mujeres vestidos elegantemente, con colores alegres y facciones hermosas, charlan, ríen y toman una copa con aire sugestivo. Esto, después del horror de las dos guerras mundiales, bien valía la pena de ser fotografiado. Así lo hizo el fotógrafo Slim Aarons (1916-2006) un testigo directo y también un protagonista entusiasta, del modo de vida de las décadas centrales del siglo XX, en el que había una acuciante necesidad de pasar página, algo que ni la guerra fría consiguió enturbiar. Como si estuviera permanentemente rodando una película y un carismático Cary Grant fuera a aparecer para ennoblecer el ambiente.  Slim nació en una familia judía de Nueva York y tuvo una infancia desastrosa. No había felicidad sino desgracias y eso se le quedó muy grabado. Luego estuvo en la segunda guerra mundial y allí cubrió momento

Días de olor a nardos

  La memoria se compone de tantas cosas sensibles, de tantos estímulos sensoriales, que la mía de la Semana Santa siempre huele a nardos y a la colonia de mi padre; siempre sabe a los pestiños de mi invisible abuelo Luis y siempre tiene el compás de los pasos de mi madre afanándose en la cocina con sus zapatos bajos, nunca con tacones. En el armario de la infancia están apilados los recuerdos de esos tiempos en los que el Domingo de Ramos abría la puerta de las vacaciones. Cada uno de los hermanos guardamos un recuerdo diferente de aquellos días, de esos tiempos ya pasados. Cada uno de nosotros vivía diferente ese espacio vital y ese recorrido único desde la casa a la calle Real o a la explanada de la Pastora o a la plaza de la Iglesia, o a la puerta de San Francisco o al Cristo para ver la Cruz que subía y que bajaba. Las calles de la Isla aparecen preciosas en mi recuerdo, aparecen majestuosas, enormes, sabias, llenas de cierros blancos y de balcones con telas moradas y de azoteas co