Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando entradas de marzo, 2020

Hollywood sobre Hollywood

Esta es una de las mejores interpretaciones de Kirk Douglas y, para mí, la mejor de todas las de Lana Turner, actriz demasiado fría y demasiado supuesta, sabihonda, estirada. Aquí basta con observar su mirada para caer en la cuenta de lo que supone el deslumbramiento. Literalmente cae a los pies de un tipo encantador, vital, guapo y ocurrente, pero, por desgracia, egoísta y manipulador. Entre las películas que muestran lo que es el cine por dentro, al menos el cine de los años cincuenta, esta es, junto con "Eva al desnudo", la mejor. Si en esta se desmenuzaba la tiranía de la edad en las actrices, aquí puede verse en todo su detalle la manera en que algunos desaprensivos, dotados de cualidades que deberían servir para lo bueno y no para lo malo, utilizan a la gente para conseguir sus fines. Aparte del contexto cinematográfico, la historia del individuo malvado pero muy inteligente, que abusa de su poder de seducción para lograr sus fines, sin pararse a pensar en qué consec

"Hechos poco fieles" de Lena Andersson

(Irving Penn. 1917-2009. My parisian life)  Esta fotografía de Irving Penn le viene muy bien a este libro, "Hechos poco fieles", de Lena Andersson. Leí de la misma autora "Apropiación indebida", subtitulada como "una novela sobre el amor". Los dos libros hablan de cierta clase de amor. Amor entre comillas, desde luego. La imagen, con esa mujer que mira al frente, sin posar su vista en el acompañante, el gesto displicente del hombre, la huida de toda compostura de ella (está a punto de quitarse del todo los zapatos) y esa nota de perplejidad que proporciona el gesto de la mano, llevándose el collar a la boca, todo sirve para ilustrar esa clase de amor de la que escribe Andersson.  Qué poco casa la elegancia de ella con ese sitio inmundo, de azulejos sucios, mesa vieja, silla ridícula y botella de vino de la casa, sin marca ni glamour. Es como si se hubiera arreglado con detalle para algo que no va a llegar nunca, porque no existe. Muchas muj

No tan felices

Luke Kelly, Edna O'Brien & John Minihan at Minihan's 1972 exhibition in Royal Court Theatre, Camden El tercer libro de la trilogía "Las chicas de campo" es el más pesimista, el más decadente, el más angustioso. Ella lo explica así: “La novela “Chicas felizmente casadas” gestada en aquel período de frenesí, marcó para algunos una ruptura con respecto al tono lírico y centelleante de mis anteriores trabajos” Y su título expresa una irónica postura ante la vida, el reclamo de la desolación. Las conclusiones que Edna O´Brien ofrece no son agradables. En el fondo, viene a decir, nunca vamos a encontrar la felicidad, esta no existe, todo lo más un engaño tras otro. Quizá sea interesante dejar claro que en estos años ella misma estaba divorciándose de su marido y que ese divorcio fue complicado. La custodia de los hijos estaba en juego. Y, desde ese momento, ella tuvo que formarse una nueva vida. Da la sensación de que con la trilogía cierra un capítulo no solo

Moda femenina en la época de Jane Austen

Jane Austen  vivió entre 1775 y 1817, el período histórico conocido como “época georgiana”. Se dio la circunstancia de que, entre 1811 y 1820, precisamente el período en el que  Austen publica sus novelas, el rey George III tuvo que ceder el trono al Príncipe de Gales, luego George IV. Ese período se conoce como “la Regencia”. Los personajes de las novelas de  Jane Austen  visten de acuerdo con la “moda Regencia”. Era una moda que venía, como es natural, de Francia y que, cuando se cortaron los lazos entre ambos países, quedó desprovista de las innovaciones del país vecino, en una especie de prolongación artificial de las tendencias.  En  “Emma” , por ejemplo, novela que podemos tomar como referencia para ver el arreglo femenino, solamente hay cuatro alusiones al look de una mujer. La primera de ellas es la referida a los botines de cordones que Emma rompe adrede para obligar al señor Elton a que las invite, a ella y a Harriet, a entrar en la casa vicarial. Los  botine

¿Puede haber belleza sin ingenio?

Jane Austen prefería las personas agradables y distinguidas a las simplemente guapas. Una chica podía ser guapa y, al mismo tiempo, no saber sentarse, carecer de ingenio o tener en la cabeza más pájaros de la cuenta. En Orgullo y prejuicio Lydia Bennet es el ejemplo de la belleza hueca. Creo que Austen entendía que ser guapa era un atributo natural y, en cambio, ser agradable o distinguida tenía más que ver con una actitud, con la voluntad. De ser así, eso sería un gran activo para todos.  En sus novelas no suele hacer descripciones físicas de los personajes, más allá de algunas pinceladas. Sabemos que Elizabeth Bennet tenía la expresión ingeniosa y unos ojos interesantes. O que Marianne Dashwood poseía una bonita voz cuando recitaba a Shakespeare. Y que Jane Fairfax tenía una figura elegante y una piel sedosa. Solamente con Emma hace una excepción, pues comienza definiéndola: “Emma Woodhouse, guapa, inteligente, rica, risueña por naturaleza y con una casa magnífica, parecía re

De cómo el señor Darcy rechaza a Elizabeth

El señor Bingley era apuesto, tenía aspecto de caballero, semblante agradable y modales sencillos y poco afectados. Sus hermanas eran mujeres hermosas y de indudable elegancia. Su cuñado, el señor Hurst, casi no tenía aspecto de caballero; pero fue su amigo el señor Darcy el que pronto centró la atención del salón por su distinguida personalidad, era un hombre alto, de bonitas facciones y de porte aristocrático. Pocos minutos después de su entrada ya circulaba el rumor de que su renta era de diez mil libras al año. Los señores declaraban que era un hombre que tenía mucha clase; las señoras decían que era mucho más guapo que Bingley, siendo admirado durante casi la mitad de la velada, hasta que sus modales causaron tal disgusto que hicieron cambiar el curso de su buena fama; se descubrió que era un hombre orgulloso, que pretendía estar por encima de todos los demás y demostraba su insatisfacción con el ambiente que le rodeaba; ni siquiera sus extensas posesiones en Derbyshire podían

Imperdonable

Aquel hombre tenía cierto atractivo. Al menos, al principio. Era un atractivo aparente, desde luego. Si se escarbaba en el interior aparecían las cenizas. Pero la gente normal se deja engañar con mucha facilidad. Basta con que alguien se crea importante para que los demás también lo creamos. Basta con que un hombre se considere a sí mismo una persona de interés, para que todos acudamos en tropel a interesarnos. No sé qué dice la psicología de esto, ni siquiera sé si dice algo, pero debería. Hay personas que están tan equivocadas consigo misma como con los demás. Y no tiene remedio. No hay terapias ni curas. Es, sencillamente, un sector de la población que, si te lo encuentras de lejos, puede hacerte gracia. Pero, ay, como se entrometa en tu destino… De modo que ese hombre parecía agradable, incluso en ocasiones, generoso. También podía resultar entretenido, podía reírse y contar cosas acerca de los demás que te divirtieran. Aunque solía reírse de sí mismo nunca lo hacía en

Edna O'Brien: del campo a la ciudad

              Conocemos escasos datos de la familia de Edna O´Brien. Y ello no deja de ser algo curioso si se tiene en cuenta que escribió sus Memorias. Tuvo dos hermanas y un hermano, los tres mayores que ella. Pero los menciona apenas y se refiere con bastante más detalle a sus perros, al jardín de su casa, a los campos que la rodeaban y al chico que ayudaba en las faenas. Las referencias a su padre oscilan entre la compasión por la miserable vida que llevó y el terror por su alcoholismo, que convertía en un infierno la convivencia familiar y a su madre en una víctima. “Su madre era muy religiosa y mojigata, como tantas irlandesas de la época”  Más que mojigata, que es un adjetivo simpático y suave, era una mujer fanática, obsesionada con el pecado, a la que la religión tenía en una especie de cárcel interior.  La vida en la granja era muy difícil como la de todos los campesinos de la época y la zona. Dedicarse a leer libros y emborronar cuartillas estaba considerado casi