(Fotografía de Philippe Marchand. Nantes, 1961)

Todos los hombres que amé están en ti y tú no te pareces a ninguno. Aquella arrogancia juvenil, esa torpeza de no saber dónde poner las manos, la mirada imperfecta de unos días sin final, el resplandor opaco de sus ojos, la palabra convertida en confesión secretamente oculta, la blanca y dulce bebida a ras de labios...

Todo ese bagaje de caricias, gestos y enseñanzas furtivas y esos otros encuentros oficiales y las confidencias a la luz del día y la huída en las noches más amargas...

Esa turgencia firme de los brazos que escalan posiciones y quizá sin remedio esa gota de luz que a tu lado me alcanza...

No sé qué encontraría yo en ellos que no tuvieras tú. Acaso nada. Si no fuera por ti, tanto y de qué manera, los hubiera olvidado para siempre.

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